Masaccio: Adán y Eva expulsados del Paraíso.

miércoles, 29 de octubre de 2014

HABITACIÓN CON VISTAS


1.




La pequeña Claudia se sorbió los mocos. Pero no debía de estar haciéndolo con suficiente fuerza ya que inmediatamente volvía a notar esa masa acuosa taponando su nariz. Probó de nuevo. El mismo resultado. Ya estaba cansada del jueguecito, levantó el brazo y se limpió con la manga.
Volvió a fijar su atención en la mesa y continuó donde lo había dejado.
El Gato Atigrado estaba protegiendo a la Princesa Champiñón. Habían escapado de la cueva y habían atravesado el lago a nado. Ahora estaban empapados, pero a salvo, en la orilla.
-Muchas gracias Gato, sin ti no habría podido romper la cuerda y no habría podido salir de la cueva y no habría podido venir hasta la arena.
-Me gusta la arena, a los gatos nos gusta la arena y nos gusta la Princesa Champiñón.
El Gato Atigrado se tumbó sobre la arena y comenzó a girar sobre sí mismo bajo la atenta mirada de la princesa que no paraba de reír viéndolo girar. De repente de las profundidades del lago surgió el Pez Negro. El Pez Negro era en realidad la caja de un teléfono móvil, pero su aspecto exterior no era lo importante ahora.
-Hola, ¡os voy a comer! -dijo el Pez Negro.
-No, no nos comas ahora -dijo la Princesa.
Claudia volvió a notar algo bajando por su nariz. Sorbió.
-Sí, tengo mucha hambre y os voy a comer a los dos -dijo el Pez.
-Pero yo estoy muy duro, no soy de nata -replicó el Gato Atigrado.
-Pero eres de leche y chocolate.
-No, mira -el gato comenzó a golpearse contra la mesa-. Soy duro, muy duro.
-Vaya, es verdad -dijo el Pez con desilusión-. A mi me apetecía leche con chocolate.
Las tripas de Claudia rugieron, hermanándose con los pensamientos del Pez Negro. Claudia se limpió la nariz con la manga y dejó a los protagonistas de la historia sobre la mesa. Bajó de la silla y se acercó a su madre que estaba en el otro extremo del salón revisando las facturas.
-Mami -dijo tirando de su brazo.
-Dime.
-Quiero leche con colacao.
-¿En serio?
-Por favor.
-¿Tiene que ser ya?
-Sí, tengo hambre -las tripas de Claudia rugieron-. ¿Ves? No es mentira.
-Ay cariño... mira como tienes el pelo, ¿qué has hecho?
-Nada.
-Con lo bien que tenías las coletas... ven aquí anda.
Eva dejó la factura de la luz sobre la mesita y arregló las coletas de Claudia. La pequeña Claudia tenía un montón de pelo negro, rizado y rebelde.
-Quiero leche con colacao.
-Ahora vamos a ver qué hay, espera un poco.
-¡Ay!
-No te quejes tanto.
-Jo.
-Ya está. ¿Ves? Mucho mejor.
-Aha.
Eva besó a Claudia en la frente.
-Venga, vamos a la cocina.
Eva abrió la puerta del frigorífico, estaba casi vacío. Agarró el cartón de leche, pudo notar que aún quedaba la mitad. Lo posó en la encimera. Cogió un vaso limpio del fregadero y lo llenó.
-Un vasito de leche.
-Sí, con colacao.
-Con colacao.
-¡Yo lo cojo!
Claudia se acercó corriendo hasta el mueble y cogió el bote de colacao.
-Jo, parece que no hay mucho.
-A ver cariño, traémelo.
-Toma.
Al abrirlo Eva comprobó que estaba casi vació. Cogió una cucharilla y raspó como pudo, echó todo en el vaso de leche y removió.
-Jo mamá, no había casi nada.
-Espera.
Eva volvió a abrir el bote y echó en su interior la mitad del vaso de leche.
-¿Por qué haces eso mamá?
-Mira, si echas un poco de leche aquí dentro y remueves... Consigues despegar todo eso que se queda en los bordes.
-Aha.
Volvió a echar el contenido en el vaso.
-¿Lo ves?
-Es verdad.
-Toma cariño.
-¡Gracias!
Claudia cogió el vaso con las dos manos y le dio un buen trago.
-Mmm, qué rico -dijo sonriente y con la boca manchada, luego la sonrisa desapareció-. Jo mamá, ayer se acabaron las galletas.
-Ya lo sé cariño.
-Tienes que comprar cosas.
-En eso estaba pensando.
-¿Ah sí? ¿Vas a ir a comprar cosas?
-Sí, pero necesito dinero.
-¿Y tienes dinero?
-No, ya se acabó.
-¿Y cómo vas a comprar cosas?
-Tendré que conseguir más.
-¿Más dinero?
-Exacto.
Claudia dio otro trago al vaso de leche.
-Oye mamá.
-Dime.
-¿Por qué has sacado los frascos?
-Me ayudan a pensar.
-¿Te ayudan a pensar?
-Así es.
-¿Esas cosas?
-Sí. A veces... Como ahora.
-Aha.
-Oye cariño, ¿por qué no te llevas el vaso de leche a la mesa y sigues jugando un ratito mientras mami hace cosas?
-¡Vale!
Claudia se alejó hasta la mesa, dejó el vaso sobre ella y se subió a la silla. Allí la Princesa Champiñón estaba en un serio aprieto.
Eva volvió a la mesita, se sentó en la silla y se encendió un cigarro. Expulsó el humo y abrió otro sobre. Era del administrador, amenazaba con emprender acciones legales si no se ponía al día con la mensualidad. Dejó la carta junto a la factura de la luz. Dio una calada y encendió el ordenador. Había guardado tres anuncios en favoritos. No sabía por cual decidirse, eran similares, pero había que pensarlo bien, elegir el adecuado. Volvió a leer los tres un par de veces. Finalmente se decidió por uno de ellos. Dio una profunda calada y arrojó el humo contra la pantalla.


Se alquila habitación a chica joven, en piso nuevo, zona centro. Habitación muy amplia y soleada, con baño propio y wifi. Se alquila a cambio de sexo al menos dos veces por semana. Hombre maduro, agradable y limpio. Interesadas contactar a partir de las 20h.




2.




Eva comprobó la dirección un par de veces antes de llamar al timbre.
-¿Si?
-Soy Eva.
-Sube.
El portal era enorme. Se dividía en tres apartados, ella tiró hacia la izquierda. Llegó a los ascensores, llamó y esperó. Al abrirse la puerta del ascensor vio que había un enorme espejo en su interior. Entró y pulsó el 7. Las puertas se cerraron y ella se giró para mirarse en el espejo. Estaba radiante. Se había maquillado a conciencia para la ocasión, había conseguido disimular totalmente sus ojeras gracias a un corrector beige bastante bueno. Dudó un poco con los ojos, pero optó por una linea de ojos discreta. Los labios rojos, por supuesto. Un ridículo pitido le alertó de que estaba llegando al piso indicado, se giró. Se retocó un poco la apretada falda antes de salir del ascensor.
Cuando llamó a la puerta el tipo abrió enseguida. Rondaría los 50, era alto y corpulento, conservaba el pelo, aunque con unas profundas entradas. Iba vestido de forma informal pero se notaba que la ropa era cara, y parecía nueva. Se había pasado un poco con la colonia, pero Eva se lo tomó como un halago.
-Hola, por fin nos vemos. Pasa por favor -dijo él mostrando una amigable sonrisa.
-Gracias.
Eva entró en la casa. Simplemente viendo el tamaño de la entrada se imaginaba que el piso sería bastante grande. El tipo cerró la puerta.
-Bueno, yo soy Enrique, encantado de conocerte.
-Igualmente -Se dieron dos besos.
-¿Quieres ver el piso?
-Claro.
Enrique la llevó primero al salón, era lo más impresionante, grande y luminoso. Estaba decorado con gusto pero con poca personalidad. La limpieza era extrema, eso podía significar que el tipo era muy ordenado o que se había hecho una limpieza a fondo en la casa recientemente, seguramente las dos opciones eran correctas. La terraza era grande y con unas excelentes vistas de toda la ciudad, Enrique recalcó este aspecto e insistió en salir fuera para mostrárselo. Sin duda no mentía. Eva se apoyó en la barandilla y miró a lo lejos, hacia las afueras, hacia la zona en la que se encontraba su pequeño piso intentando adivinar qué estaría haciendo Claudia en ese momento.
-¿Te gustan las vistas?
-Sí, la verdad es que esta terraza tiene que ser una pasada en verano.
-Lo es.
Siguió enseñándole el piso. La cocina era moderna, había pocas cosas, se ve que Enrique no era muy de cocinar. Ella podría preparar de todo ahí, se imaginó una buena vida familiar, con un asado dorándose al horno y con Claudia correteando por el pasillo. Salieron de allí. Continuaron por el pasillo y Enrique abrió una puerta.
-Bueno, y esta sería tu habitación.
-Vaya, qué grande...
-Sí, es casi tan grande como la mía. Como verás hay de todo, por supuesto puedes cambiar la disposición de los muebles si te apetece.
-Así está bien.
Eva miró a su alrededor y se dirigió hacia la ventana, miró hacia el exterior. Notaba perfectamente la mirada de Enrique a su espalda recorriendo lascivamente su cuerpo. Se giró. La mirada de Enrique volvió apresuradamente a una posición neutral.
-¡Me encanta! -dijo Eva luciendo su mejor sonrisa.
-Me alegro, me alegro mucho.
-Sí, la habitación está genial, y el piso es una pasada.
-Me alegra oírte decir eso. Si quieres vamos al salón y hablamos un poco de las condiciones, tranquilamente.
-Perfecto.
Volvieron al salón, Enrique le hizo un gesto para que tomara asiento en el sofá. Ella lo hizo, se sentó y cruzó las piernas de manera bastante sexy mientras miraba a Enrique con sonrisa maliciosa, él respondió con una sonrisilla nerviosa. Lo tenía en el bote y le encantaba esa sensación.
-¿Quieres que te traiga algo? ¿Vino? ¿Cerveza?
-¿Tienes zumos?
-Sí, ¿de naranja o de melocotón?
-Mmmm... melocotón por favor.
-Ahora mismo.
Enrique fue hasta la cocina, intentando no caminar demasiado deprisa, se escuchó como abría la puerta del frigorífico. Eva aprovechó ese momento de intimidad para abrir su bolso y asegurarse de que todas las cosas estuviera a mano. Enrique regresó con el zumo y un botellín de cerveza para él.
-Aquí tienes.
-Muchas gracias.
Abrió su botellín, le dio un trago, lo posó en la mesa y se sentó frente a Eva. Sus miradas se cruzaron y ambos soltaron una risita nerviosa.
-Bueno, ahora hablemos -dijo Enrique tomando la iniciativa -. Verás, nunca he hecho algo así, jajaja, no sé muy bien cómo empezar.
-Tranquilo. Yo ya he estado en esta misma situación un par de veces.
-¿Un par? -dijo si ocultar su asombro.
-Así es.
-Bueno... perdona, no pretendo juzgarte, pero... como ya te digo esto es nuevo para mi.
-No te preocupes, dime simplemente qué es lo que quieres.
-Bueno, verás, soy un hombre ocupado. Trabajo mucho. No me quejo por ello, me gusta mi trabajo y gano bastante dinero. Pero... ya sabes, luego llego a casa después de un día duro y me siento solo. Busco un poco de compañía, alguien que me de vidilla por así decir jajaja.
-Ya, te entiendo.
-No tengo tiempo ni ganas de salir a conocer gente, ya voy para los 50 y todo ese rollo me cansa. Quiero una compañera de piso con la que pasar algo de tiempo, charlar y esas cosas.
-Ya, pero no buscas solo conversación, ¿verdad?
-Bueno, claro, también tengo mis necesidades. Pero como ya te he dicho dispongo de dinero, podría recurrir a la prostitución si quisiera. Pero no es eso lo que busco, quiero algo más íntimo, más personal.
-¿Buscas una pareja?
-No, no, tampoco es eso... No sé bien cómo explicarlo... No busco una pareja, ni nadie que me cuide, no te asustes. Tú... bueno, tú o la que sea, podrías tener tu vida, quedar con quien quieras y hacer lo que quieras. Solo me gustaría encontrar alguien a veces por casa, otra persona que ponga algo de color en mi monotonía. Ya sabes, otro aroma, otro desorden incluso jajaja... Y el tema del sexo... bueno, me avergüenza un poco pedirlo así, está claro, pero creo que un par de veces a la semana es algo normal, tampoco quiero abusar. No busco cosas raras, no soy un pervertido, de hecho soy un tipo normal, de gustos sencillos, romántico, atento, limpio... ya te digo que intentaría que fuese algo natural y placentero para ambos.
-Suena bien.
-Entiendo que puede ser violento para ti, pero quiero dejar claro eso, que no soy ningún pervertido ni un tipo raro, me encuentro solo, eso es todo.
-No pareces mala persona.
-No, no lo soy, te lo aseguro. Bueno, me has dicho que ya has hecho esto antes ¿no?
-Sí, unas cuantas veces.
-¿Y qué tal?
-Me he encontrado de todo.
-Vaya.
-Así es.
-Yo ya te digo, aquí vas a estar a gusto, puedes disponer de la casa como quieras, yo trabajo todo el día, tampoco te exijo que me esperes como un ama de casa, puedes hacer tu vida, nos vemos de vez en cuando, charlamos de nuestras cosas, podemos cenar juntos si se tercia, conocernos.
-¿Ha venido alguna más?
-Eh... sí, bueno, vino otra chica hace un par de días.
-¿Y qué tal?
-Sinceramente no me gustó, parecía una yonki.
-Bueno, yo no soy una yonki por si te lo estás preguntando.
-Ya ya, no lo pareces. Verás, tampoco estoy desesperado, no voy a meter a cualquiera en mi casa, espero encontrar una persona normal, tampoco pido mucho.
-¿Podría ser yo?
-Claro, de momento pareces bastante normal, y ni que decir tiene que eres muchísimo más atractiva de lo que podría esperar, pero... permíteme una pregunta que espero no te ofenda.
-Claro.
-¿Por qué haces esto? ¿Problemas económicos?
-Claro, la crisis, la maldita crisis, ya sabes...
-Sí, lo sé. Lo siento... Aunque eso me hace ver que eres una persona normal. Ya te digo que intentaré hacer esto lo más agradable posible para ti, por supuesto si no te gusta puedes marcharte cuando quieras, sin rencores de ningún tipo.
-Nada hombre, tranquilo, me he visto en situaciones mucho peores.
-Vaya, lo siento. Pero, entonces, ¿te interesa?
-Por supuesto.
-Vaya, me alegro. Me alegro. -Enrique agarró el botellín y dio un trago victorioso mientras se reclinaba en el sofá.
-Ponte de pie.
-¿Perdón?
-Levantate.
-¿Que me levante?
-Sí. Levántate, por favor.
-Sí, claro -Enrique dejó el botellín en la mesa y se puso en pie.
-Jajaja, ven hacia aquí anda, no muerdo, te lo aseguro.
Enrique obedeció como un perrillo y comenzó a acercarse tímidamente hasta ella. Cuando estuvo a su alcance Eva lo agarró del pantalón y lo atrajo hacia sí con un poco más de energía. Ya junto a él puso el rostro a la altura de su entrepierna. Acarició un poco el bulto del pantalón con su mano, luego empezó a desabrocharle el cinturón despacio, mientras lo miraba fijamente.
-Vaya, supongo que esto significa que estás de acuerdo con el tema de la habitación.
-Claro, solo quiero echar un vistazo a lo que tenemos por aquí.
Eva le desabrochó completamente el pantalón y se lo bajó un poco, continuó acariciándosela sobre el calzoncillo. Aquello empezaba a crecer. Enrique suspiró. Eva le bajó el calzoncillo y la miro con ternura, luego a él. La acercó a sus labios y le dio un par de besitos cariñosos en la punta. Él se dejó hacer. Eva comenzó a pasar suavemente su lengua a lo largo del miembro que empezaba a palpitar y levantarse, luego, suavemente, deslizó la piel hacia atrás y se la metió en la boca. Comenzó a succionar poco a poco. Enrique soltó un profundo gemido y echó la cabeza hacia atrás, acercó una mano temblorosa hasta la cabeza de ella y se puso a acariciarle el pelo cariñosamente mientras disfrutaba del momento.




3.




La Princesa Champiñón y el Gato Atigrado estaban tumbados en una verde colina mirando las nubes.
-¿Has visto esa? Es igual que una gallina montando en bicicleta.
-Sí, y esas pequeñas de ahí son sus polluelos que la siguen andando.
-Los tiene vigilados porque es su mamá y nunca los dejaría solos.
-Con esos pollitos se podrían hacer nuggets, muchos nuggets.
-¡Gato! ¡Como dices esas cosas! Son sus pollitos, no te los puedes comer.
-Lo siento Princesa, pero es que tengo hambre.
-Yo también.
Claudia escuchó en ese momento como abrían la puerta de casa, debía de ser mami. Dejó al Gato y La Princesa sobre el alfeizar de la ventana para que siguieran contemplando las nubes y corrió a su encuentro. Mami llegaba cargada de paquetes.
-¡Mami! ¡Mami!
-Hola cariño.
-¡Mami! ¡Que de cosas!
-Quita un poco cariño que me voy a caer, déjame entrar.
Eva fue hasta la cocina y dejó todas las bolsas en el suelo con un profundo suspiro, luego se dejó caer sobre una silla. Claudia empezó a meter la cabeza en las bolsas y revolver su interior.
-¡Claudia! Estate quieta, espera a que lo guardemos todo.
-¿Qué has traído?
-Comida, que teníamos el frigorífico temblando, ahora me ayudas a guardar todo y lo ves.
-¡Hala! ¡Galletas! ¿Puedo? ¿Puedo? ¿Puedo? ¿Puedo?
-No. Espera a que lo guardemos todo.
-Por favor, por favor, por favor, por favor.
-Bueno venga, pero solo un par que vas a merendar ahora en un rato.
-¡Bien!
Mientras Claudia abría el paquete de galletas Eva abrió su bolso. Sacó dos bolsas de plástico de su interior, la grande la metió en la lavadora, la otra la posó al lado del fregadero, la abrió y sacó un pequeño paquete de su interior.
-¿Están ricas las galletas cariño?
-Sí, son las de canela que me gustan.
-Ya lo sé, por eso las he comprado.
-¡Te quiero mami!
-Jajajaja. Oye cariño, ¿puedes acercarme un frasco vacío del mueble?
-Claro mami.
Claudia fue trotando hasta el mueble. Eva abrió el paquete, cogió el trozo de carne de su interior, abrió el grifo y comenzó a limpiar la sangre reseca.
-¿Este te vale mami?
-Sí cariño, ese está bien, cuidado no se te caiga.
-No.
Claudia le dio a su madre el frasco de cristal.
-No comas más galletas que te hinchas y voy a hacerte cruasanes de jamón y queso para merendar, ya verás qué ricos.
-Hala, ¿cuando?
-Ahora mismo, cuando acabe con esto.
Eva abrió el armario sobre el fregadero y de la parte de atrás cogió una botella, la abrió y vertió el liquido semitransparente en el frasco de cristal, cuando estuvo lleno cogió el trozo de carne ya lavado y lo metió en su interior. Observó cómo se sumergía y cerró el frasco con fuerza. Lo alzó hasta la altura de su rostro y volvió a observarlo.
-Cabrones.
Eva se colocó el frasco en el regazo y fue caminando hasta su habitación, Claudia se pegó a su espalda y la siguió mientras se comía una galleta.
-Te he dicho que dejes las galletas.
-Esta es la última.
Cuando llegó a su habitación Eva colocó el frasco en la mesa junto a los otros, abrió su armario y comenzó a colocar todos los frascos en su interior. Claudia se acercó a la mesa y se puso de puntillas para poder mirar el nuevo frasco de mami. Lo observó atentamente, esta era un poco más pequeña que las demás.
-Mami, ¿por qué guardas estas cosas?
-Son trofeos.
-¿Qué es un trofeo?
-Da igual, no los mires, ¿Quieres el cruasán o no?
-¡Sí! ¡Sí! Quiero el cruasán.
-Pues ale, vete poniendo la mesa mientras guardo esto.
-Voy.
Claudia se alejó al trote hacia la cocina. Eva continuó guardando los frascos en el armario. La Princesa Champiñón y el Gato Atigrado continuaban en la ventana, mirando las nubes.