Las pillábamos a
cien
pesetas,
y las pasábamos a
un
talego.
El margen de
beneficios era
enorme.
Los efectos
secundarios
asombrosos:
sequedad en la
boca,
espasmos
musculares,
temblores,
taquicardia,
arritmia,
hipertensión,
desorientación,
excitación
y
sobre todo
una inmensa
sensación
de plenitud,
de felicidad,
de amor.
Eramos los reyes
en esos antros
nocturnos,
oscuros
como mazmorras,
donde cuerpos
sudorosos
bailaban hasta el
amanecer
o se abrazaban
tumbados entre
cojines.
Conversaciones
esotéricas,
temblores de
mandíbula,
droga,
mucha droga,
y amor,
mucho amor.
Nunca nos
pillaron,
a pesar de caminar
ante la policía
completamente
volados,
delirando,
y con bolsas de
100
escondidas en los
huevos.
Nos amábamos
tanto
tanto
tanto
que la bajada,
la vuelta a la
realidad,
era
cada vez
más
insoportable.
La necesidad de
escapar de nuevo
cada vez
más
apremiante.
Y la felicidad
cada vez
más
esquiva.
Alcanzar la
plenitud
requería
cada vez
de más
dosis,
de más
dosis.
de más
dosis.
Pero,
como ya he dicho,
el margen de
beneficios
era enorme.
Con un puñado que
vendieras
cubrías la
inversión
y podías
disfrutar
tranquilamente
del resto.
Las tirábamos.
Las regalábamos.
Hacíamos
amistades eternas
que duraban una
noche.
Nos rodeaban.
Nos amaban.
Y nosotros
les dábamos lo
que querían.
A ellas se las
pasábamos
de lengua a
lengua.
Amores eternos
de una sola noche.
La bolsa de sueños
no se acababa.
Había plazas para
todos
en el bólido al
paraíso.
En una de esas
fiestas
del fin del mundo
uno de nuestros
colegas
reinició el
contador,
llegó a la meta,
se pasó de rosca,
y cayó
en medio de la
pista
de baile.
Ojos en blanco.
Espasmos.
Pánico.
Recuerdo la sala
de espera
del hospital.
Puesto hasta los
ojos.
Deslicé mi mano
temblorosa
hacia el bolsillo
y me comí otra,
¿la décima?
¿la onceava?
Qué más da.
Frente a mi,
sentados,
un matrimonio
y su hijo
pequeño.
Los adultos
evitaban mirarme,
pero el niño
buscaba mis ojos
y yo
se los dí.
Lo miré
fijamente
y él
se echó a llorar.
Entonces apareció
el doctor
y nos dijo
que nuestro colega
había muerto.
Muerto
de tanto amor.
Pensé
que era momento
de dejarlo
o
de llegar hasta el
final.
En estos días
grises
solo espero
haber elegido
la opción
correcta.
simplemente perfecto. real y Sí, acertastes en la decision. mua
ResponderEliminargracias por tu comentario... está por ver si la decisión ha sido correcta, el caso es que aquí seguimos no? seguimos penando...
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