Texto escrito como colaboración para VINALIA TRIPPERS 12: SPANISH QUINQUI, en el que más de 70 autores dan su visión sobre el cine quinqui español de los 70 y 80.
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ALTA NOBLEZA
Si algo caracterizó al cine
quinqui fue su afán por mostrar la zona oscura de las calles con
toda su crudeza, centrándose en la marginalidad de los jóvenes de
clase media y baja en la España de los 70 y 80, su lucha por la
libertad dentro de una sociedad que los había dado de lado, su
visión del mundo y su particular moral. Estos personajes no luchaban
contra su exclusión social como se ha podido afirmar alguna vez, más
bien podría decirse que luchaban para mantener su derecho a la
exclusión social, su derecho a no amoldarse a unas normas y un
estilo de vida que les resultaban tediosos y falsos, de no someterse
a un engranaje que, a la vista está, no significaba ninguna
evolución digna de la especie sino que más bien estaba ideado para
intentar anular sus más primarios y sinceros instintos.
Levantarse a las 6:00, ducharse,
afeitarse, ponerse el traje, ajustarse la corbata, echarse colonia y
gomina, hojear las páginas de deportes mientras saboreas el café,
unos huevos fritos, quizá una tostada con mermelada de arándanos,
un último vistazo a tu primogénito aún dormido, un beso a tu mujer
en la frente antes de salir de tu hipoteca para montarte en tu
préstamo y conducir hasta tu cárcel, sentarte en tu puesto y ser
exprimido durante un número indeterminado de horas para regresar a
tu hipoteca y realizar los mismos actos en orden inverso.
No
No jodas.
Ni de coña.
Puede que haya gente que aspire a
eso, están en su derecho, pero me resulta imposible imaginarme al
Pirri, al Torete o al Vaquilla en semejante tesitura. Ellos eran
perros callejeros, eran navajeros, eran colegas y solo podían ir
deprisa, deprisa.
Su escenario de décadas atrás
empieza a superponerse a la situación actual, el tremendo paro
juvenil, el nihilismo, la rabia, la inseguridad, el descontento hacia
los corruptos poderes políticos, la brutalidad policial... En ese
escenario, en este escenario, y más si aún estás alimentado por el
ímpetu de la juventud, la única opción coherente es la lucha
contra todo lo establecido, la huida hacia adelante a toda velocidad
rezando porque no te cojan, todavía no, no esta vez, y poder escapar
un día más a sus garras, y no transformarte en uno de esos seres
deformes y grises que caminan en tropel por las calles sin mirarse a
los ojos, esas víctimas... Y no ser así, y poder ser libre... Poder
ser libre... Libre libre quiero ser, quiero ser quiero ser
libre...
Por supuesto es un camino
doloroso, ya que lo tienes todo en contra, y estás solo, y tu
familia no te entiende, y tus bolsillos están llenos de nada, y
necesitas meterte otro tiro ya porque desde la primera vez sigues
buscando ese momento de felicidad total que experimentaste y que no
ha vuelto desde entonces...
Para mí esta gente resulta
admirable. Son héroes, reyes, mártires. Incluso con sus claroscuros
están a un nivel de beatitud cercana a la de los grandes místicos y
profetas de la historia. Representan un camino de nobleza y
convicción consigo mismos que los sitúa por encima del vulgo
amaestrado, saben algo que a la mayoría de la gente se les escapa,
gritan en el desierto, pasean junto al diablo, cargan con su cruz,
sufren el martirio y, finalmente, mueren.
El punto de genialidad que hizo
que el cine quinqui tuviese ese halo tan especial a la hora de
retratar todo esto fue su acierto en contar con actores no
profesionales para dar vida a estos visionarios, a estos monarcas del
subsuelo. Ello hace que la sensación de autenticidad de estas
películas no se vean ensombrecidas por sus fallos formales y crea
una capa de honestidad y complicidad que te atrapa desde el primer
momento. La posible falta de formación o recursos de los actores
aquí es una ventaja y crea un curioso juego que te saca de la
pantalla, no hay más que ver a el Pirri en cualquier escena para
darte cuenta de que es un cabrón de verdad, de que hay algo real ahí
más allá del personaje que esté interpretando, no hay glamour ni
trucos de maquillaje, le querrías a tu lado cuando vas a realizar
cualquier asunto turbio como tu mano derecha, tu escudero.
Es entonces cuando sonríes y
recuerdas a todos estos mamones, a todos estos particulares miembros
de la nobleza que se han cruzado contigo en algún momento, con los
que has caído, con los que has gritado, los liantes con los que
irías de cabeza a cometer un delito arriesgando la segura pero
tediosa monotonía por el espejismo de la ilusión inalcanzable, para
poder escapar y ser libre, escapar de esta mierda encorsetada que nos
venden como el maná cuando en realidad no son más que cenizas. Son
impulsivos y torpes, están marcados, están perdidos y torturados y,
si te acercas demasiado a su brillo sin duda acabarás con
quemaduras, pero no puedes evitar sentirte atraído, más aún al
mirar a tu alrededor y ser consciente del desolador panorama y las
trampas en las que han caído tus iguales. Todos somos cadáveres
andantes, somos cenizas, somos víctimas del cosmos, la diferencia la
marca la integridad de nuestra muerte, de nuestra caída. José Luis
Fernández Eguia, el Pirri, murió de sobredosis de heroína a los 23
años, encontraron su cadáver en la carretera de Vicálvaro a San
Blas. Ángel Fernández Franco, el Torete, murió de sida a los 31
años, seguramente contrajo la enfermedad por el intercambio de
jeringuillas. José Luis Manzano murió a los 28 de un fallo
cardíaco, sus restos fueron incinerados y arrojados al cenicero
común por impago de la sepultura. Podrías decirme que ves poca
integridad y honor aquí, pero miles mueren cada día a los 98 años,
olvidados en un geriátrico, seniles y vencidos tras una vida de
privaciones y sacrificios engañosos. También puede parecer un
contrasentido aspirar a la libertad y colocarse voluntariamente los
grilletes de la droga, pero, ¿Qué hay más libre que la
autodestrucción? Y si esta afirmación te parece polémica
cuéntaselo a la gente que lucha día tras día por la regularización
de la eutanasia. No todo es tan sencillo.
Supongo que tú también conocerás
a alguno de estos tipejos, estos príncipes del suburbio, espero que
así sea porque de lo contrario la vida te ha negado una gran
experiencia.
Recuerdo al puto Jaime. Recuerdo
esos amaneceres, siempre puestos hasta las cejas de cocaína, en las
afueras de Madrid, viendo el amanecer, apurando la bebida que nos
quedase y fumando como locos, encendiendo un cigarro con la colilla
del otro, perdidos, sin saber qué hacer, ni a quién pillar, ni cómo
escapar del amanecer. Cada historia que me contaba era mejor que la
anterior, locuras de cuando trabajaba de gogó en una importante
discoteca y se prostituía para los famosos, reservados llenos de
champán y coca y presentadores del telediario que le daban dinero si
se dejaba chupar la polla.
Jaime era un cabrón. Maquinaba,
utilizaba a la gente, sobre todo a las mujeres. Tenía un gran
magnetismo y todas se volvían locas por él. Él se follaba a
cualquiera que se le pusiese delante, algunas auténticos bellezones
solo al alcance de unos pocos mortales, pero, curiosamente, las que
le ponían de verdad eran las feas, y no hablo de chicas poco
agraciadas, hablo de auténticas abominaciones, burlas macabras del
cruel destino. Por alguna razón sentía fascinación por las mujeres
horriblemente feas. Nunca conseguí entenderlo, a las rubias
ardientes de medidas perfectas las usaba y tiraba, pero de las feas
se enamoraba e incluso se planteaba relaciones serias con ellas,
hasta que lo denunciaban por malos tratos o huían de su locura y
drogadicción. El puto Jaime. ¿Qué habrá sido de él? La última
vez que lo vi fue hace unos años, en Arguelles, estaba con unos
colegas y nos metimos en pelea, recuerdo que nos estaban esperando
fuera para darnos una soberana paliza, afrontamos nuestra suerte y
salimos del garito rumbo al patíbulo, fue cuando empezaron las
hostias, y de repente, como por arte de magia apareció Jaime. Hacía
meses que no lo veía pero se materializó en el mejor momento para
proteger mi culo. Conseguimos que huyeran y en cómputo global dimos
más de lo que recibimos, acto seguido nos pillamos un pedo brutal de
un par de días. Yo estaba muy borracho y enzarpado la última vez
que lo vi, pero recuerdo que cuando desapareció por el horizonte iba
acompañado de una chica. Una chica muy guapa por suerte para mi
memoria.
También está el Robles. Nuestras
terribles y vergonzosas borracheras apurando la noche hasta los
últimos sorbos. Su carácter nervioso e impulsivo hacia cualquier
amenaza. Las maquinaciones nocturnas de las que no hablaré aquí. Un
tío tremendamente noble y sincero con el que sabes que puedes contar
para clavarle un bolígrafo en el cuello a cualquiera que pretenda
jugártela. Su peculiar filosofía de vida de la que da muestras el
aplastante e irrebatible argumento que utilizó cuando su padre
descubrió la plantación hace años: “¿Prefieres que la venda y
fume gratis o que tenga que robar para poder fumar?” Una persona
que quieres a tu lado cuando las luces se encienden y quieres escapar
de las paredes que se alzan amenazadoras contra ti.
Las mujeres tampoco se libran, de
hecho son las peores. La puta Tamara. La conozco desde que eramos
pequeños, me robaba el bocadillo ya por aquél entonces. La última
vez que la vi eran las 10 de la mañana y preparaba otra mudanza,
escapaba de ciudad en ciudad cada poco, en busca de la luz, huyendo
de sí misma, en la mesa estaban los restos de la noche anterior.
“¿Quieres ketamina?” “No tía, y no porque no me guste, es que
es demasiado temprano” Se largaba hacia un lugar soleado y planeaba
montar un negocio con un dinero que había estafado al seguro. Espero
que lo haga y le vaya bien y que no se lo gaste en coca como viene
siendo habitual.
Estos son los outsiders, gente
incomprendida, incluso por ellos mismos, torturados y esquivos, pero
nobles hasta el tuétano si les caes en gracia, son las ovejas
negras, la lacra de la sociedad, los quinquis, y yo me pregunto: si
estos son los malos, ¿quiénes son los buenos? He utilizado la
palabra nobleza y no hay más que mirar a nuestra familia real. ¿Has
visto al Urdangarín? Menudo hijo de puta, con ese puto mechón de
gremlin en la cabeza, robando para poseer más lujos cuando tienes la
vida más que resuelta mientras el pueblo hurga en la basura. ¿Y qué
hay de nuestros dirigentes? El inútil pelele de nuestro presidente,
su cohorte de hienas enfundados en trajes a medida, con bolsillos
repletos de extraños sobres. Robando millones, riéndose de todos
nosotros, impunes, totalmente impunes. Pueden robar lo que quieran y
nunca pisarán la cárcel, o si lo hacen será un paripé de cara a
la galería, será en una celda de lujo, lejos del Vaquilla y el
resto de yonkis, con su culo a salvo. En cambio el otro día a un
chaval le cayeron seis años por dos papelinas. Y todavía pretenden
darnos lecciones de moral, de civismo, pretenden dirigir una
sociedad. Y en medio las víctimas, las cáscaras, las sombras, los
que se dejan pisar a diario, los que se dejan guiar al matadero.
¿Acaso no habéis visto el juego malditos ciegos? ¡Despertad de una
vez!
El sonido de las sirenas se acerca
por la carretera y tengo que despedirme, lo haré con una escena y
una reflexión. La escena pertenece a la película El pico 2.
Cuando el Pirri defiende el ojete violado de su amigo Paco y se lía
a navajazos con el Tejas en el patio de la prisión, una escena
definitiva en la historia del cine quinqui, del cine español. Me
gustaría mirar hacia arriba cuando me golpeen otra vez, cuando la
vista se llena de chispazos y saboreas la sangre en tus labios, me
gustaría mirar hacia arriba y ver a un tipo así. A un monarca como
el Pirri sí le daría mi lealtad absoluta e incondicional ya que
sería el único que se liase a navajazos cuando los enemigos me
abriesen el culo a pollazos, ¿podríamos decir lo mismo de Felipe de
Borbón?
La guerra se acerca y te aconsejo
que elijas bien el bando, porque algunos no tenemos nada que perder y
vamos puestos hasta los ojos, y eso es peligroso. Sobre todo para los
que intentan poner bozales a los perros callejeros.
Anoche me leí Spanish quinqui de un tirón, con diferencia lo que más me ha gustado de todo el libro es tu artículo. Muy bueno, escribes que da gusto leerte.
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