Ahí fue donde empezó todo.
Eso es lo que pienso cada vez que,
por lo que sea, paso frente a la clínica San Francisco.
Ahí fue donde empezó todo.
Ahí fue donde empezó el viaje,
el juego. Ahí fue donde vine al mundo, llorando, desnudo, asustado,
como todos. Sigo mi camino en este día frio y lluvioso, el primero
que nos pone en nuestro lugar y nos recuerda que el temido invierno
leonés se acerca implacable para envolvernos de nuevo. Final y
principio. Paso por el comedor social, al lado de la catedral, lugar
que me ha puesto en contacto con todos los vagabundos de la ciudad.
Continuo hasta llegar a Santo Domingo y al Hogar de los Malditos,
donde habito, donde me encierro y abordo la lectura del libro de
Vicente Muñoz Álvarez, Regresiones. Y voy recorriendo las mismas
calles nuevamente, en otro tiempo y lugar, en otra piel, pero las
mismas calles. Y es imposible desactivar las neuronas espejo y yo
también acudo a mis regresiones, y me sorprendo, y sonrío, y hago
conexiones.
León. Ciudad de nacimiento y
enclave estratégico en mi vida. Una vida a caballo entre Madrid y
León y León y Madrid, la vida que me tocó, idas y venidas,
mudanzas y mudanzas, cambios de colegio (6 distintos solo para la
EGB) que me han hecho lo que soy, un zumbado de mierda. Madrid y León
y León y Madrid. Pero lo que ha distinguido a León es que siempre
ha sido el germen de algo. Ya he dicho que aquí empezó todo.
También aquí fue donde, en mi primera juventud, decidí que quería
ser dibujante de cómics. Junto a mi colega Ernesto pasaba días y
días dibujando sin parar. Soñando ambos con historias y personajes,
buscando influencias y descubriendo tesoros. Hoy Ernesto está comido
por la esquizofrenia y pasa los días mirando al infinito en la
terraza de algún bar, dejamos de dibujar hace años.
También aquí decidí que quería
ser estrella de rock y obligué a mi madre a comprarme una guitarra
eléctrica en una tienda de música ya desaparecida. Nunca lo logré,
pero sigo tocando en casa cuando me siento abatido.
También aquí decidí empezar a
escribir hace no mucho, y busqué a Vicente por los garitos para que
me diese su consejo. Acabé dando con él en el CCAN, mítico antro,
punto de encuentro de almas inquietas, lugar que nos arrebataron
también hace unos años.
Cuando acudes a las regresiones
ves que todo se te arrebata poco a poco, la erosión despiadada de la
vida y las cosas, ves el derrumbe de los sueños, la gente que en
algunos momentos fue indispensable hoy se funde en negro, el caer
cruel de los días y los años. Y quizás esa pena al sentir la arena
resbalando entre los dedos es lo que hace querer aprisionarla,
aprisionarla aquí, por ejemplo, en una apuesta suicida por la
literatura. Porque mañana puede que haya un aparcamiento en la plaza
del grano, o un centro comercial en el parque de San Francisco, o
quizás solo haya ruinas y silencio en todas partes, y no es justo
porque son nuestros recuerdos, somos nosotros, sin saber siquiera si
hay algo más, y el instinto de supervivencia nos dice que no deben
morir. Es el aullido del escritor y el aullido del escritor
autobiográfico es su mente y despellejarse siniestramente su sino,
manchando las paredes de su ciudad.
Yo suelo referirme a esta ciudad
como La Telaraña. Una ciudad hermosa y acogedora pero a la vez un
agujero, sobre todo para los jóvenes que están deseando largarse
debido a sus escasas posibilidades de trabajo. Una ciudad que es
imposible no amarla y odiarla a un tiempo. Un pozo. Una cárcel en
definitiva. Una cárcel como la del juego de la oca (que según la
teoría templaria simbolizaría a León), lugar de encierro y
redención. Una cárcel, como la antigua e imponente cárcel de San
Marcos, símbolo de la ciudad, situada tan cerca de donde vivía
ella, a la que también perdí y por la que llevo días jodido.
Siempre nacemos en una cárcel,
luego toca escapar como sea.
Y se cierra el círculo. León,
cárcel, agujero y llanto. Recuerdos, regresiones que vienen y van y
un cofre donde guardarlas. Aullido en papel. Nacemos (aquí o allí)
asustados y confusos, llorando y gritando, algunos seguimos así.
Texto escrito como colaboración para el epílogo coral del libro Regresiones de Vicente Muñoz Alvarez. Para adquirir una copia sigue el enlace:
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