Álamo Kid observó el riachuelo y
una sonrisa de alivio cruzó su rostro, pudo divisar también un poco
a lo lejos lo que parecía la entrada a la mina abandonada, todo tal
cual venía en el mapa.
Estaba exhausto, al borde del
colapso y la deshidratación después de la locura de las últimas 13
horas. La resaca golpeaba su mente y el balazo en el hombro le había
dejado la mitad izquierda del cuerpo paralizada por el dolor.
Respiró hondo y reunió fuerzas.
Bajó por la ladera a trompicones, tropezándose y levantando una
enorme polvareda a su paso. Cuando llegó al río se dejó caer de
rodillas, bebió un poco y se echó abundante agua sobre la cabeza.
Luego apartó con cuidado el chaleco y la camisa e inspeccionó la
herida. Tenía mala pinta, pero sobreviviría. La lavó como pudo
gruñendo de dolor. Intentó filtrar un poco de agua para llenarse la
petaca, mientras lo hacía recordaba lo ocurrido las últimas horas,
una auténtica montaña rusa.
Se había abandonado por completo
al destino, la banda del Tigrero llevaba tiempo buscándole por el
rollo de las putas monedas, había estado burlándolos durante
semanas, de pueblo en pueblo, pero cada vez estaban más cerca.
Lo tenían prácticamente acorralado. Podía oler ya el
apestoso aliento del Tigrero. Era cuestión de tiempo. Así que dejó
de huir y simplemente hizo lo que mejor se le daba, se metió en la
cantina a beber y esperar.
Allí fue donde conoció al
extraño viejo. Parecía un viejo más que había acabado allí como
casi la totalidad de los hombres, por culpa de su mujer. Se ve que no
sabía beber, tan solo un trago de whisky le había hecho estar ya
totalmente ebrio. Se aproximó a Álamo y comenzó a contarle su
historia. El rollo de
siempre, su mujer se había largado con los niños por culpa de sus
extrañas aficiones, y ahora se sentía solo, abandonado. Álamo no
estaba para aguantar a borrachines, pero como buen forajido prestaba
atención a los detalles y había varios en el viejo que llamaron su
atención. Primero su dentadura. Nunca
había visto a nadie, en todo el puto oeste, con una dentadura tan
perfecta. También reparó
en que no se cortaba a la hora de pagar rondas. No había duda, allí
había dinero, y quizás
algo más, así que
sorbió su copa e hizo compañía al viejo. Tras otro par de whiskys
el viejo perdió totalmente la compostura y se lo contó todo. Era
una historia completamente absurda, sin pies ni cabeza, pero Álamo
escuchó atentamente. Conocía los desvaríos de los borrachos, pero
esta historia estaba demasiado detallada y se ve que el viejo se la
creía totalmente por la intensidad que ponía al contarla. Intentó
sacarle toda la información útil a base de certeras preguntas que
el viejo borracho contestaba sin pensar mientras corrían los tragos.
Llegado un punto el viejo se
desplomó completamente ebrio. Era el momento que esperaba. Álamo se
pidió otra, pagó lo que se debía, se la bebió de un trago y
recogió al viejo del suelo. Se lo cargó al hombro y lo llevó hasta
la dirección en la que le había dicho que vivía.
Una vez allí lo arrojó en un
sofá e inspeccionó la casa. Todos esos extraños artilugios lo
dejaron estupefacto y empezó a creer verdaderamente en la historia
del viejo, empezó a ver una salida a todos sus problemas.
Buscó papel y lápiz,
y apuntó con mano temblorosa todos los detalles que recordaba de la
historia. No era suficiente, necesitaba más información. Continuó
rebuscando por la casa mientras el viejo yacía inconsciente en el
sofá. Encontró el whisky, se sirvió. Fue a la cocina y rebuscó
los ingredientes para confeccionar su “reanimador”, por suerte
estaban todos, los mezcló en una taza y echó un poco de pólvora a
la mezcla para darle más fuerza. Llenó un cubo con agua, cogió
unas cuerdas del granero y lo llevó todo hasta el salón. Ahí
seguía el viejo, soñado con a saber qué. Levantó su cuerpo inerte
y lo ató a una silla, luego le arrojó el cubo de agua directo a la
cara. El viejo reaccionó tímidamente. Acto seguido Álamo le abrió
la boca a la fuerza y vertió en ella el “reanimador”. Surtió
efecto a los pocos segundos y el viejo se despertó con los ojos
desorbitados y dando un grito desgarrador.
-¡¿Pero qué es esto?! ¡¿Dónde
estoy?!
-¡Calla desgraciado! Creo que va
siendo hora de que tú y yo charlemos.
El viejo se hizo el tonto, pero ya
había dicho de más y Álamo sabía perfectamente cómo torturar a
un hombre. Aquello fue desagradable, lo despellejó como a un conejo
hasta que, entre agónicos gritos, consiguió sacarle toda la
información que necesitaba. Álamo no disfrutaba, en el fondo el
pobre viejo le caía bien, y por su inteligencia sin duda era alguien
que merecía vivir. Pero esto era el salvaje oeste y la mano de la
muerte se cernía despiadada sobre él, se trataba simplemente de
supervivencia. Se sintió aliviado al darle el toque de gracia y
acabar con su sufrimiento.
Fue entonces cuando,
de la nada, apareció el chico.
Si no hubiese sido por su grito de rabia y dolor al ver cómo
asesinaba al viejo le habría pillado por sorpresa, por suerte pudo
girarse y reaccionar. El chico era rápido, a pesar de estar cegado
por la rabia desenfundó raudo y alcanzó a Álamo en el hombro.
Este, al caer, creyó dar al chico en la pierna, pero
no estaba seguro. Álamo se puso a cubierto, la herida le situaba en
desventaja así que disparó contra la lámpara de aceite haciendo
que esta se derramara, ocultó el mapa y las notas en su bolsillo y
aprovechó el humo y la oscuridad para salir a la carrera de allí.
Y eso es lo que había hecho desde
entonces, correr y correr.
Ahora la mina estaba ahí, a pocos
metros, al fin. Recordando todo esto volvió a sentir lástima por el
viejo, también por el chico. Conocía las peripecias del chaval, su
implicación en esa fantástica historia, incluso había visto la
famosa foto de ambos durante la construcción del reloj, el viejo la
tenía enmarcada sobre su chimenea. Lo que no conseguía recordar por
más que lo intentaba era su nombre, ¿cómo era? ¿Malcom? ¿Mathew?
-Te tengo maldito hijo de puta.
Cuando Álamo escuchó esa voz
detrás de él algo se encendió en su mente y pudo al fin recordar
el nombre. Se giró para verle.
-Marty, ¿verdad?
-Así es bastardo, y ahora pagarás
por lo que le hiciste a Doc.
Tantearon sus armas y se miraron
fijamente, en silencio, el típico duelo al sol. Era el quinto duelo
de Álamo, y allí seguía, eso le daba confianza. Marty parecía
joven e inexperto, pero Álamo sabía de su velocidad por el
encontronazo en casa de Doc, además él tenía el escollo casi
insalvable de su hombro inutilizado. Esperó. Fue entonces cuando
comenzaron a llover disparos del cielo contra ellos como una lluvia
de venganza. Álamo se tiró al suelo y se escudó tras unas rocas.
Los disparos venían de la montaña. Era la banda del Tigrero, le
habían encontrado, y sin saberlo esos malnacidos le habían salvado
la vida. Álamo contestó a los disparos. Se fijó en que Marty
estaba también oculto tras unas rocas, no podría alcanzarlo, se
jugó el todo por el todo y corrió hasta la mina. Al llegar se
arrojó contra la falsa entrada de madera y la atravesó con su
cuerpo.
Ahí estaba.
Apartó las ramas y la lona y pudo
verla, la máquina del tiempo, o DeLorean como ellos la llamaban.
Sacó las notas de su bolsillo intentando no mancharlas con la sangre
que volvía a brotar desde su brazo. Abrió la compuerta
y se acomodó dentro. Encendió el maldito cacharro. Algo detrás de
él se iluminó, aquello debía de ser el condensador de fluzo, todo
encajaba. Ahora solo tenía que introducir la fecha, pisar el
acelerador y largarse de
allí.
Podía escuchar los disparos allí
fuera, las balas buscando su
rostro. Estaba harto de todo esto, del polvo, de la miseria, de la
gente liándose a tiros por cualquier cosa, de andar como locos
buscando oro para poder tener algo, estaba harto de que la vida no
valiese nada, del alcohol malo, de las mujeres malas, de los
forajidos, de los alcaldes corruptos. Pensó alguna fecha lo
suficientemente lejana en la que el ser humano hubiese aprendido algo
al fin y la vida pudiese ser llevadera y no una constante y agónica
lucha, una época en la que vivir en paz, tranquilo.
Tecleó FEB-19-2015.
Apretó el acelerador con todas
sus fuerzas. Cuando atravesó la entrada de la mina las balas
comenzaron a golpear el DeLorean, pero a los pocos segundos lo
único que quedó fueron dos gruesas lineas de fuego en mitad de la
arena.
Historia incluida en VINALIA TRIPPERS: DUELO AL SOL. Para conseguir una copia sigue el enlace: http://vinaliaplan9espacio.blogspot.com.es/
Ilustración de Silvia Flechoso.
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