Masaccio: Adán y Eva expulsados del Paraíso.

lunes, 30 de mayo de 2011

INSOMNIO








Cuando escribo yo soy el héroe de mi mierda.

Charles Bukowski. Born into this.











3:48 A.M.
El silencio era casi absoluto. Únicamente roto por algún ruido proveniente de la calle. Un coche que pasa. Una voz. Los muelles de la cama al girarme, y mi propia agonía.
No podía dormir. Llevaba un par de horas intentándolo sin éxito, concentrado en esos pequeños detalles y repasando la serie de sucesos que me habían llevado hasta ese punto.
Había estado con el Alex en uno de nuestros garitos habituales. Eramos los únicos clientes de un triste domingo que llegaba a su fin y habíamos estado de charla con el camarero. Habíamos estado hablando de las mujeres, poniéndolas a parir. Todos sabíamos que era el camino erróneo pero seguíamos tropezando una y otra vez con la misma piedra. ¿Qué tenían para hacernos seguir? Me refiero aparte de lo que tienen entre sus piernas.
Cada uno contaba sus batallitas mientras los demás asentíamos con complicidad. Sabíamos que era un gran error estar con ellas. El camarero insistía en sugerirnos una y otra vez que jamás nos echáramos novia.
-El problema de las mujeres es que saben planear a largo plazo, tienen visión de futuro. Al principio todo les parece bien, se ríen con tus bromas, le gustan tus pintas, tu pasotismo, joder, hasta tus defectos. Te dejan tener tu espacio y te follan a diario, no te agobian para no asustarte y te dejan que vayas enganchándote a ellas. Luego, poco a poco, te van cercando, que si afeitate de vez en cuando, que si no bebas tanto... Se empiezan a rayar con determinados amigos tuyos y, sobre todo, con todas tus amigas, dejan de follarte... y lo hacen todo tan poco a poco que llega un momento que no sabes cómo has llegado a esa situación y encima ya no puedes escapar.
-Ya te digo, y encima apelan a tu amor hacia ellas, te piden algo absurdo y si no lo haces te salen con el "¿es que no me quieres? ¿No eres capaz ni de eso por mi?"
-Jajaja, qué típico.
-Y los putos celos. Yo antes tenía un montón de amigas pero ahora como quede con alguna menuda movida.
-Pero ellas si que pueden hacer lo que quieran y si te rayas es que eres un paranoico celoso "¿no confías en mi? ¿Cómo puedes ser así? Con lo que yo te he demostrado siempre".
-Jajaja, menudas arpías.
-Nunca os echéis novia tíos. Jamás. Será lo peor que hagáis, os lo digo yo.
Seguimos con la cantinela hasta que apareció su novia y tuvimos que cambiar de conversación, su actitud también dio un giro.
-Hola cari, ¿qué tal en el curro? -Dijo mientras la abrazaba y besaba cariñosamente.
¿Qué tenían para hacernos seguir? Me refiero aparte de lo que tienen entre sus piernas.
Solo tenía pensado tomarme una cervecita, la típica de antes de dormir, pero soy un borracho y ya iba por mi tercera pinta, amén de un par de chupitos de whisky.
Al final acabamos cerrando el bar. El plan era ir a seguirla a otro que abría hasta tarde pero por una vez fui responsable. Tenía que madrugar porque me había salido un curro de unos días, peón de obra, una puta mierda, pero en una sociedad con casi el 20% de parados no estaba la cosa como para rechazar nada, así que decidí irme a casa a sobar a pesar de las insistencias de los cabrones que no madrugaban.
Fui responsable, elegí el camino correcto por una vez, me fui a casa. ¿Y cómo me lo pagan los dioses? Con este puto insomnio.
Volví a girar sobre mí mismo. La cama chirrió para acompañar el movimiento.
Entonces volví a sentir aquella furia en mi interior pugnando por salir. Me levanté de un salto de la cama y salí de la habitación hecho una exhalación, atravesé el largo y oscuro pasillo apresuradamente mientras golpeaba en mi interior y aterricé en la taza del váter justo a tiempo para que todo aquel torrente de nauseabunda mierda líquida abandonara mi cuerpo en busca de un lugar más acogedor.
Tenía diarrea. Era la tercera descarga en apenas dos horas. Había estado bien todo el día pero por alguna razón vino a mí al intentar dormirme. Todo mi ser se rebelaba en mi contra esta noche, era alucinante. Volví a expulsar un buen chorro a una presión espectacular, las gotas de agua del retrete rebotaban y me golpeaban el culo, yo gemía y lloraba como un recién nacido y como tal me acurruqué en la taza, con las manos sobre mi frente y el culo abierto de par en par. La peste era increíble, reflejo de mi vida en general. Mientras una gota de sudor recorría mi frente podía escuchar el ruido proveniente de la radio del tipo de la habitación número seis.
Aquel piso/pensión estaba habitado por gente peculiar. En el mundo había pisos compartidos de estudiantes o trabajadores donde se celebraban fiestas y había apoyo y camaradería entre sus habitantes. No era mi caso. Yo había acabado en un antro de seis habitaciones con lo más fracasado del panorama. Allí vivían tres jubilados, uno de ellos sufría incontinencia, un chaval que curraba en una fábrica de conservas de pescado, un gordo parado que sobrevivía a base de chapuzas esporádicas y yo que en ese momento expulsaba lo mejor de mí vía anal.
Esta breve información era todo lo que sabía de ellos, y vivía allí desde hacía meses, eso lo dice todo del ambiente de la casa. Cada uno hacía su vida en su habitación, cada uno tenía su infierno propio y privado, nunca nos cruzábamos ni hablábamos, podría haber cadáveres en alguna habitación perfectamente y los demás no lo sabrían.

" Ya me cuentan entre los muertos; he venido a ser como un hombre desamparado de todos, manumitido entre los muertos, como los acuchillados que yacen en los sepulcros y de quienes no te acuerdas ya, como desechados de tu mano.
Pusiéronme en un profundo calabozo, en lugares tenebrosos, entre las sombras de la muerte.
Tu furor carga de firme sobre mí, y has hecho que se estrellaran en mí todas las olas.
Alejaste de mí mis conocidos: miráronme como objeto de su abominación. Tomado estoy, y no hallo salida."
Escuchaba esto mientras escurrían las últimas gotas de mi agonía. Al parecer el tipo de la habitación tenía puesta una emisora religiosa.
¿Qué significaba esta situación? ¿De qué mal, sin duda horrible, me estaba redimiendo con tanta paranoia y sufrimiento? ¿Qué mácula en mi alma estaba purgando tanto horror? ¿Dónde estaba el paraíso prometido?...
¡¿Padre, por qué me has abandonado?!
No hallé respuesta en la desconchada pintura de la pared. Las manchas de humedad no asemejaban la imagen de Cristo. Nada. Al menos se cerró el grifo de mi esfinter y pude, al fin, limpiarme el ojal. Me escocía el culo enrojecido. Debería haber comprado el papel del suave cachorrito y no el más barato del supermercado.
Admiré mi obra y la vi alejarse hacia el mar. Volví a atravesar el terrorífico pasillo rumbo a mi infierno. Los salmos se alejaban. Al pasar por el resto de habitaciones oía los ronquidos de sus moradores. Sus almas estaban limpias y bendecidas con el descanso. Volví a tumbarme en la cama, hurgué en mi ano y lo intenté de nuevo.
No hubo éxito.
Siempre he tenido problemas de insomnio, sobretodo por las noches. Dormir de día me cuesta mucho menos, pero la sociedad se ha empeñado en diseñar unos horarios de actividades que no soy capaz de respetar. Una vez, cuando curraba en la fábrica de tuberías y tenía el turno de mañana me pasé seis días sin poder dormir. Fue como un mal viaje en ácido, luces brillantes, caras deformes, me quedaba ensimismado con los objetos y acciones más banales, veía la creación del cosmos y la vida en pequeñas virutas de polietileno y, de repente, en medio de mi estupor, escuchaba las voces de colegas y familiares muertos llamándome.
-¡Hey Carlos, tío!
Me giraba y no había nadie ahí, una puta locura. Estuve a punto de ir al medico, pero como si fuese Dios al séptimo día descansé, justo a tiempo para evitar una matanza indiscriminada de inocentes.
El puto insomnio. Empiezas a darle al coco y ya no hay vuelta atrás, de repente te ves en una agónica cuenta atrás que solo consigue ponerte aún más nervioso, "si me duermo ahora descansare cuatro horas. Si me duermo ahora descansare tres horas y media. Si me duermo ahora descansaré tres horas..." Repasas tu vida, rememoras y haces balance, pruebas posturas, de lado, boca abajo, con almohada, sin almohada, "si me duermo ahora descansaré dos horas y media" Tic. Tac. Tic. Tac.
Aún tuve tiempo de acudir otra vez al baño a preparar otra caldereta y oír otro par de salmos, sin duda era la misa más extraña a la que había acudido.
Volví a la cama y a la tensa cuenta atrás, una horrible sensación, el tiempo se acaba y te resignas sabiendo que ya no vas a dormir y tendrás que enfrentarte a una dura jornada sin siquiera haber tenido la oportunidad de soñar con un mundo mejor.
Esperé a que sonara el despertador y cuando lo hizo lo apagué y comencé a vestirme con resignación. Por un momento me arrepentí de no haberme quedado de fiesta pero supongo que al menos el cuerpo habría descansado ya que no lo hizo la mente. No tenía nada en casa para desayunar así que me largué de allí.
Eran las siete y cuarto de la mañana y las calles ya bullían de actividad, ¿cómo es posible que la gente esté tan mal de la cabeza? Ponerse en marcha antes que el sol es, a todas luces, irracional, contra natura.
Predominaban las caras grises e hinchadas de trabajadores y estudiantes que, sin duda, no querían estar donde estaban, pero lo más increíble es que había gente contenta que incluso tenían pinta de llevar un rato ya en marcha, sacando pecho hacía un nuevo día repleto de promesas y esperanzas, ¿cual sería su secreto? Incluso había gente corriendo y haciendo deporte.
Procuré no pensar mucho en ello y seguir mi camino hacia el curro cabizbajo cuando, inesperadamente, comenzó a vibrar mi móvil.
Era Alex. Sabía lo que iba a pasar y que no debía, pero descolgué.
-¿Si?
- Eeeeeeee...currante de mierda.
-Me cago en la puta, maldito cabrón, no tienes vergüenza.
-Yo ya no tengo nada, llevo un pedo que te cagas.
-¿Dónde coño estás?
-Sigo de fiesta en el Slash.
-Iros a dormir cabrones que ya es de día.
-Bah, me la suda, ya no se ni las pintas que me he bebido.
-Hijos de puta.
-Hala ahí a currar, levanta el país idiota, confiamos en ti.
-Joder, encima no he dormido nada.
-No jodas, ¿y eso?
-Puto insomnio.
-Jajaja, eso por no quedarte de fiesta, mira que te lo dije.
-Que te jodan cabrón.
-Espera que te paso al Bladi.
-No,no.
-¡Calamardo!
-Puto Bladi.
-Vente a tomar unas pintas.
-Estoy camino al curro.
-Jajajaja, pringao.
-Hijos de puta, esta os la guardo, lo juro.
-Venga, a currar, ya me las tomo yo por ti, jajaja, espera que Alex quiere decirte algo.
Colgué, la mofa ya había sido suficiente. Tener amigos para esto. Malditos hijos de puta. Pero no me cabreó, consiguieron arrancarme una sonrisa. No estaba todo perdido. Con gente así en el mundo, perdidos, locos, pedo al amanecer, el ser humano aún tenía una mínima posibilidad de redención.
Legué a la casa del que me había conseguido el curro, Javi, era un viejo amigo que se dedicaba a la albañilería. Llamé al timbre y bajó enseguida, nos montamos en la furgoneta y nos pusimos en marcha mientras el sol del nuevo día nos saludaba.
-Bueno que,¿con ganas?
-Puff, ni de coña, no he dormido nada.
-¿Saliste anoche?
-Que va, pero no he podido pegar ojo.
-Pues hoy hay que currar.
-No te preocupes, ¿tu qué tal?
-Bah, mal, como siempre, ya he tenido movida antes de salir.
-¿Con la piva?
-Si.
-Joder, empezáis pronto.
-En realidad es la misma que no acaba nunca.
-Vaya plan.
-Si quieres un consejo nunca te eches novia.
-Tranquilo, no lo haré.
¿Qué tenían para hacernos seguir? Me refiero aparte de lo que tienen entre sus piernas.
El lugar del curro no quedaba lejos, era un pueblo de las afueras, el típico pueblo pequeño, tranquilo y plagado de chalets. Allí un tipo se estaba construyendo su morada. Era un arquitecto ricachón que había amasado una pequeña fortuna porque le habían encargado la construcción de un par de centros comerciales. Ahora estaba erigiendo un monumento a su triunfo, su fortaleza, un gigantesco chalet de cuatro plantas, algo absurdo y completamente exagerado, mucho más de lo que cualquier persona necesita para vivir. Se le había antojado que la primera planta debía tener las paredes de piedra y ese era nuestro cometido. Mi colega llevaba toda su vida en la construcción y sabía hacer de todo, el era el encargado de colocar la piedra, yo era el jodido peón, me tocaba el trabajo sucio, acarrear piedras de aquí para allá, extenderlas en el suelo para que el las viera y las escogiera, dar forma a las piedras malas a golpe de cortafríos y preparar el cemento, no hacía falta tener una ingeniería aeronáutica para hacerlo, solo fuerza física y nula esperanza, yo poseía ambas.
Llegamos al chalet en cuestión y nos pusimos manos a la obra, yo ya había currado en la construcción con anterioridad pero hacía años de eso, no obstante tras el primer día ya volví a cogerle el tranquillo de nuevo y ahí estaba cargando carretillas y calderetas de aquí para allá y echando paladas de arena y cemento para preparar la pasta, dando martillazos a las piedras y ocasionalmente a mis dedos y fumando un cigarrillo tras otro mientras el tiempo pasaba despacio y el sol golpeaba cada vez más cruelmente.
Mi colega colocaba las piedras y se quedaba bloqueado tarareando una melodía sin cesar, la misma una y otra vez, supongo que era una especie de técnica de relajación para el, no muy distinta del ohm de los monjes, de vez en cuando me contaba anécdotas de su agitada vida y eso era lo mejor del curro. Mucha gente tiene historias fascinantes que contar, mejores que cualquier relato que puedas leer. La literatura es un mero sucedáneo de una buena conversación. Las mejores historias las guardan los vagabundos y borrachos de las calles, los perdedores, los golpeados, y son historias que nunca verán la luz en un mundo que se desvive por novelas históricas chorras y predecibles, libros de cocina y auto-ayuda o sobre vampiros enamorados torturados por su inmortalidad.
-Joder tío, odio colocar piedra.
-Ya, es una puta mierda, pero peor es prepararte el cemento.
-Jajajaja, qué cabrón.
-Bah, es lo que hay, mierda de vida.
-Joder, lo mejor es traficar, está claro.
-Ya, pero tampoco puedes estar siempre así, te acaban pillando o matando.
-Mierda, hace unos meses estaba en el sur con los bolsillos repletos de fajos, menuda vidorra, no me faltaba de nada, pero casi nos encaloma la pasma un par de veces y ya nos tenían vigilados así que tuvimos que huir. A mi socio lo metieron para adentro, el Vito, vaya crack. Una vez nos paró la policía y llevábamos encima 15 gramos y no nos pillaron.
-Joder,¿cómo es posible?
-El Vito que es un crack, se los consiguió meter en el culo antes de que llegaran al coche.
-Joder.
-Ya te digo, su culo era legendario, pero al final le pillaron y ahora está a la sombra.
-Que putada.
-Le echo de menos, uno de los pocos amigos que tengo y del que me podía fiar en medio de esos jodidos tinglados, y menudas juergas nos pegamos, pero bueno, así es la vida, al menos consiguió meter un móvil en la cárcel y allí con un móvil eres el rey.
-¿Se metió un móvil en el culo?
-Ya te digo, y el cargador.
Apareció por allí el dueño del chalet para ver cómo avanzaba su obra. Era un tipo de unos cuarenta años. No era delgado pero tampoco excesivamente gordo, tenía una nariz grande y redondeada, mofletudo y con papada, daba una sensación mantecosa, como si se estuviese derritiendo. No era un mal tipo, pero me caía mejor cuando no estaba por allí. Le gustaba lo que veía, se notaba, aunque no era de decirlo para que no nos lo creyésemos. Se puso a hablar un rato con Javi de detalles técnicos y luego se largó de allí.
El sol estaba cada vez más alto y golpeaba con crudeza sobre nosotros.
Llamaron a Javi por teléfono y vi que descolgaba resoplando, pude observar que tenía una conversación acalorada con alguien, colgó y se encendió un cigarro.
-¿Problemas?
-Siempre.
Me miró con tristeza, luego miró el móvil, marcó un número y se alejó a hablar a una esquina de la parcela, yo le observaba de lejos mientras hacía lo mío, le vi gesticulando de manera cada vez más alocada, agarrándose la cabeza, finalmente se puso a gritar y en un momento de furia estrelló el móvil contra el suelo haciendo que las diversas piezas salieran disparadas, en ese momento me acerqué a preocuparme por su estado.
-¿Qué pasa tío?
-Lo de siempre, las putas mujeres.
-Joder, ¿otra vez de movidas?
-Si es que te lo juro, no se para que he vuelto con ella, con lo bien que estaba yo antes, con lo bien que se está solo, a tu puta bola, sin que estén todo el puto día machacándote.
-La verdad es que lo vuestro es un sin vivir, estáis todo el día igual.
-Tu lo has dicho, un sin vivir, y mira que lo sabía, joder, cuando la dejé hice mazo de cosas y estaba bien, aprovechaba el tiempo mogollón, ahora estoy como bloqueado y todo el puto día rayado.
-Déjala.
-Si, debería, que la aguante su madre si es que puede.
-Se supone que se está con alguien para estar bien, lo vuestro no es sano.
-Ya tío, pero es que son muchos años ya.
-Por eso, precisamente el amor desaparece con los años y deja paso a las movidas y es mejor dejarlo.
-Ya, pero Carlos, lo que tu no sabes es que cuando la dejé la otra vez casi se mata, se cortó las venas y me llamó para decírmelo, tuve que ir corriendo a casa y llevarla al hospital.
-Joder que chungo.
-Si cuando estamos bien es la hostia, nadie me entiende como ella, nadie me conoce más y mejor, pero es que, joder, estamos bien un par de días y luego venga movidas otra vez, y locura y más locura, y gritos, y llantos, y mentiras, y mierda por todas partes.
Recogió las partes de su móvil y lo armó de nuevo, tenía todo el aspecto de un hombre derrotado.
¿Qué tenían para hacernos seguir? Me refiero aparte de lo que tienen entre sus piernas.
Lo intentó varias veces si éxito, se había cargado el móvil.
-Hey Carlos, ¿me dejas tu móvil para hacer una perdida?
-Claro tío, ten.
-Gracias. Mierda, me sale apagado, que puta, ¿ves? Ahora tengo que quedarme aquí rayado.
-Venga tío, tranquilo, vamos a currar.
-Si anda, a ver si acabamos de una vez esta puta pared, ni te imaginas las ganas que tengo ya de acabar.
Nos encendimos sendos cigarros y continuamos con nuestro suplicio en silencio, rodeados de cientos de piedras, lapidados en vida. Javi ya no tarareaba su canción, yo ya había perdido la visión de las cosas y no sabía que piedras eran buenas y cuales no, intentaba darles cara con el cortafríos y acababa rompiéndolas en pedazos haciéndolas inservibles. Javi había bajado un poco el ritmo, se notaba su mente dando forma a miles de paranoias. Yo continuaba en silencio, no sabía que decir para ayudarle, seguí con mi actividad maquinal acarreando la carretilla y las calderetas con el cemento, sorteando piedras.
-Oye Carlos déjame otra vez el móvil.
-Toma.
-Nada, apagado, mierda.
Se encendió otro cigarro, miró al infinito en busca de respuestas y no las encontró, entonces cogió la paleta y continuó colocando piedras. Y piedras. Y más piedras. Y más piedras. Hasta que explotó.
-¡Maldita sea, puta pared y putas piedras de mierda!
-¿Qué pasa tío?
-Joder que yo así no puedo currar, no puedo currar.
-Venga tío, tranquilo.
-Estoy rayado, ya estoy imaginando cosas y comiéndome la cabeza y las putas piedras no se acaban y así no se puede hacer nada, rayado no se puede hacer nada, así luego quedan mal las cosas y se hacen las chapuzas.
-Cálmate, fúmate un cigarro o si quieres vamos a hacer una pausa y nos tomamos una caña en el bar.
-Es que así no puedo Carlos, yo lo siento, pero así no puedo.
-No lo pienses.
-Me está engañando.
-Venga ya, no digas tonterías.
-Si es que lo se, lo siento, está con otro justo ahora.
-No seas paranoico.
-Puede que sea un paranoico, pero ella me ha hecho así y si estoy así por algo será.
-Habéis discutido y ya está, tampoco te hagas pajas mentales.
-Hay Carlos, es que tu no sabes, pero han sido tantas cosas ya, tanto engaño, tantas mentiras.
-Venga tranquilo tío, no puedes hacer nada y de nada sirve que lo pienses, vamos a currar y ya está.
-No quiero currar, no puedo currar, así no.
-Y que sugieres.
-No lo se, ¿qué hora es?
-Las cuatro.
-Joder, es pronto aún para largarse.
-Come algo anda, no has comido nada en todo el día.
-Si es que tampoco puedo comer.
-....
-Me piro.
-¿Qué dices?
-Que me piro, tengo que saber si me está engañando.
-Joder.
-Yo lo siento Carlos pero yo no puedo currar así.
-No te está engañando.
-Tengo que saberlo.
-¿Y yo que coño hago?
-Vete al trozo que hicimos el otro día , la parte que ya está acabada, y limpia toda esa zona, mete las piedras en las sacas para sacarlas luego con la grúa y después extiende piedra por aquí y lo que veas.
-Joder tío.
-Yo en media hora vengo.
-¿Y si viene el tonto este?
-No se, dile que he tenido que irme un rato a hacer unos papeles.
-No me dejes aquí tirao mamón.
-En media hora estoy aquí.
-Bueno, tu veras, pero no hagas ninguna locura.
-Venga tío, chao.
-Chao.
Allí me quedé, con las piedras, igual de inmóvil, viendo como Javi se largaba con la furgo a toda velocidad, sin saber si volvería. Me lo tomé con calma, me senté en la escalera del chalet a fumar. Puta derrota, puta locura. Ahí estaba yo, tirado, encerrado. Quizás fuesen estas mis últimas horas de vida, podía desprenderse una piedra de lo alto y golpearme la cabeza, o una caída fatal entre los escombros y la mierda, o la guerra nuclear. Vaya un final. Sin ser nadie, sin haber llegado a nada, sin haber tenido nada, sin ninguna esperanza en el horizonte más que el paro y el alcohol de garrafa. Sin entender el porqué ni el para qué. Inútil y frío como las piedras a mi alrededor pero sin su dureza. Medité un rato más y luego me puse en marcha para no seguir pensando en que estaba gastando mi vida por cinco euros la hora. Es lo que hay y lo que siempre habrá, la cloaca, el subsuelo. Y ni siquiera iba a durar mucho, ni iba a ser mucha pasta. No soy un amante de los lujos, hay miles de mierdas que no necesito y se cómo estirar un sueldo. El infierno laboral es más llevadero si sabes que una temporada de curro te proporciona otra de libertad. Al currar compraba mi tiempo libre en el gran mercado de carne humana que es la sociedad moderna. Al menos no tenía las preocupaciones amorosas de Javi, cada vez que rememoraba su cara desencajada solo podía pensar en que no quería verme así jamás. Ya era todo demasiado triste sin nadie que me jodiera aún más. Ya estaba lo suficientemente loco como para encima pensar que mi chica se metía en ese instante un pollón extraño en la boca. No, a mi no me cogerían, nunca me dejaría atrapar. Siempre he estado solo y soy el único al que aguanto. No me dejaría atrapar. No bajaría la guardia. De flor en flor, follando y corriendo hasta que me lo permitiese mi estado y luego la vejez y soledad y el abrazo de la muerte y el descanso eterno y merecido.
¿Qué tenían para hacernos seguir? Me refiero aparte de lo que tienen entre sus piernas.
Al cabo de hora y media Javi regresó. Intenté adivinar lo que había pasado por su forma de caminar hacia mi, no se veían a simple vista manchas de sangre en su ropa.
-¿Ha venido este?
-Aquí no ha aparecido nadie.
-Mejor.
-Bueno, ¿y tu qué?
-Nada, bien.
-¿No te estaban engañando no?
-No, hemos hablado y lo hemos arreglado.
-Ves, al final no era nada.
-Ya, pero es que han sido tantas ya, ya se que puedo parecer un loco pero yo no era así.
-Bah, no pasa nada.
-Oye tío, lo siento, este numerito y dejarte aquí tirao.
-Bah, no te preocupes, mientras estés tranquilo.
-Bueno, venga, vamos ha hacer un poco más y lo dejamos por hoy.
Seguimos a un buen ritmo un rato más hasta que por fin dio la hora de irse a tomar por culo de allí. Recogí y limpié el material y me quité la ropa de trabajo llena de mierda. Nos montamos en la furgo y dijimos adiós a la puta mansión. Libertad. Efímera, breve, pero libertad al fin.
Javi me dejó en casa y me despedí de el. Vi como se alejaba, seguramente a casa a discutir, o quizás a hacer el amor, quién sabe. Me introduje en el portal huyendo de la calle y sus gentes y volví al zulo. Caí en la cama como un saco repleto de piedras y me quedé inmóvil mirando al techo, sin pensar, sin ser, sin estar. Noté todo el cansancio de golpe, cada fibra dolorida gimiendo. Quería quedarme así eternamente pero sería una existencia demasiado gris así que me incorporé, respiré profundamente y agarré el móvil. Dudaba, no sabía si hacerlo o no. Podría ser un tremendo error, podría llegar a arrepentirme, pero, por otra parte, nunca se me ha dado bien seguir un camino llano y sin locura. Me pasé el móvil de una mano a otra pero finalmente decidí llamarla.
-¿Paula?
-Hey, ¿qué tal?
-¿Dónde coño estás?
-Espera que no te oigo. Espera. Dime
-¿Dónde coño estás?
-En la manifestación.
-Arreglando el mundo eh.
-Jajaja, ya sabes como soy. Vente.
-Pufff, ni de coña, llevo todo el día siendo explotado para el bien de un ricachón, no tengo cuerpo para manifestaciones antisistema.
-¿Qué tal el curro, cansado?
-Si, mucho, un infierno de día, pero es a lo único que puedo aspirar.
-Pobrecito.
-¿Te apetecen unas birras?
-A mi siempre.
-Me pego un duchado que apesto a currante y voy a buscarte, ¿vale?
-Aquí te espero.
-Hasta ahora.
Me duché y volví a salir al mundo cruel.
Paula estaba metida de lleno en la manifestación de los indignados y me costó arrancarla de allí para llevármela a beber, finalmente lo logré tras esperar a que se despidiese de todo el mundo.
-¿Qué tal tía?
-Bien, todo el día recogiendo firmas, pero mola, hay muy buen ambiente, la gente nos apoya y cada vez somos más, por fin la gente está despertando.
-Estás como un cangrejo.
-Si tío, el sol me ha dado lo suyo.
-Bien, esta muy bien lo que estáis haciendo, aunque quizás no valga de nada.
-Ya, pero hay que movilizarse, este sistema ya no funciona.
-¿Dónde vamos?
-¿Dónde quieres ir?
-Me la suda mientras haya alcohol.
Me llevó a un tranquilo bar del centro, no había nadie, bien, pedí un par de pintas y me senté frente a ella.
-Joder Paula, estoy destrozado.
-Bueno, relájate, ya se terminó por hoy. ¿Sabes? Este es un bar típico de bohemios.
-Por eso solo estamos nosotros.
-¿Estás escribiendo algo?
-Ahora no.
-¿Por?
-No se, tengo varias ideas, pero me da pereza, no tiene sentido.
-Joder, ya estás con tu fatalismo.
-Si, nada tiene sentido, y menos la escritura.
-Eres la alegría de la huerta.
-Toda esa mierda de la inmortalidad y del grito desesperado son patrañas, solo tiene sentido cuando sientes la necesidad en tu interior de expresarte, de sacarlo, pero como un juego, solo es un juego, un entretenimiento, un acto onanista y vacío, inútil y sin sentido, como la existencia que tratas de relatar. Lo bueno es que se puede escribir sobre cualquier cosa, no hay por qué rebuscar tramas, coño, quizás hasta escriba sobre el día de hoy. Menudo día, sin dormir siquiera.
-Joder, ¿y eso?
-El insomnio.
Le relaté los pormenores que ya has leído aquí, luego dejé que me contara sus historias. Jodida romántica. Estaba empeñada en salvar un mundo que no tenia ni por donde cogerse, pero su inocencia al respecto le daba un aura hermosa, no estaba marchita del todo como yo. Creía en lo que hacía y en el futuro mientras se mataba poco a poco fumando un cigarrillo tras otro. La había conocido hacía poco y me tenía fascinado. Era más joven que yo y estaba repleta de energía. Era una chica especial, muy lista, PARA NADA MEDIOCRE, una perla en el fango.
Nos tomamos unas cuantas cervezas mientras el día llegaba a su fin. Era tan breve el tiempo a su lado. ¿Por qué no pasaba tan rápido con las piedras? Ahí estaban, acercándose, acechando, esperándome. Jodidas piedras. Pero ahora estaba junto a una piedra preciosa, la mejor de la cantera y no quería que acabase nunca, así que a pesar de estar a punto de morir de cansancio le invité a mi zulo. Y ella aceptó.
Una vez allí la arrojé en la cama y me fundí con su cuerpo, dejando que se llevara todo lo gris y me inundara con su color. Recorrí cada centímetro de su piel bebiendo de la pureza que exhalaban sus poros. La amé en todas las posturas que se me ocurrieron. Vi con satisfacción desencajarse su rostro cada vez que hacía que se corriese y, finalmente, me corrí en su interior abrazándola como si quisiera introducirla en mi alma y no dejar que se marchara nunca. Ha habido muchas, pero el sexo con ella era algo fuera de lo normal. Exhausto y sudoroso me tumbé a su lado.
-Joder Paula, eres increíble.
-Y tu también.
-Mi pequeña.
-Viejo verde.
-Dios, que lástima que esto no vaya a durar mucho.
-Joder, ya estás otra vez con tus paranoias.
-Ya sabes cuales son mis ideas sobre la vida.
-Ya, sufrimiento.
-Exacto, esto es un accidente, algo que no debe pasar, por lo tanto no va a durar.
-Bueno, que dure lo que tenga que durar, tu solo déjate llevar y disfruta de mí.
-Lo hago pequeña, pero no puedo dejar de pensar que la vida es una tragedia, un caos, que no puedes tener nada ni esperar nada. Todo es efímero. Llegará el día que sea una cáscara vacía, un viejo que se mea y caga encima y no recordaré que una vez estuve a tu lado.
-Pero lo estás. Además, tu no llegarás a viejo.
-Jajaja, también es verdad. Pero llegará el día, no muy lejos en el tiempo, en que entres en un bar y me veas en el fondo de la barra y te largues de allí para no verme ni hablar conmigo.
-Es posible, pero hasta que llegué vamos a intentar pasarlo bien.
-Joder tía. Haces que la tragedia sea soportable. Eres una jodida flor de loto. Eres como una nube con forma de oveja, como un álbum de cromos de la infancia que encuentras en el desván.
-Te estás poniendo romanticón.
-Mierda, es cierto, qué mal.
-Jajaja.
Me giré y me puse sobre ella, acercando mi rostro al suyo como si me mirara en un espejo. Acaricié su hermosa melena que se desparramaba rebelde por la almohada. Atravesé la bella catarata que eran sus pestañas y miré sus ojos, y más allá, intentando penetrar en su alma como poco antes había hecho con su cuerpo. Entonces, por un precioso instante, pude ver ese destello. Hacía tanto tiempo que no lo veía que había olvidado su existencia. Era eso lo que tenían para hacernos seguir, aparte de lo que tenían entre sus piernas, era eso, ella lo tenía, y ahora me lo regalaba.
-Gracias Paula.
La besé en la frente y luego fui bajando por su cuello. Besé sus hombros, recorrí sus clavículas y bajé por su pecho hasta su vientre, mecido por su respiración acelerada. Y navegando por su piel llegué hasta su coño y empecé a chuparlo. Ella gemía cada vez más mientras lamía sus bordes y me metía su clítoris en la boca, notando como se hinchaba en mis labios. Variaba el ritmo pasando de la furia al romanticismo, jugando con el y haciendo que ella se retorciese y agarrase la almohada para ahogar sus gritos. Yo solo pensaba en matarla. Matarla de placer y luego morir yo y que todo acabase al fin y para siempre. Ser dos cadáveres que los bomberos encuentran descompuestos y abrazados en una cama. El culmen de la poesía.
Seguí chupando y sorbiendo, moviendo la lengua sin parar, deleitándome con cada pliegue de carne hasta que se corrió en una violenta explosión de espasmos y arqueó su espalda tensándola hasta el límite de lo soportable. Me incorporé, con sus fluidos vaginales cayendo por mi boca y mi perilla hacia mi pecho. Cogí mi polla que palpitaba impaciente y la coloqué en su cálido coño, introduciendo solo la punta. Entonces la miré fijamente.
-¿La quieres?
-Si.
-¿Si qué?
-Si, por favor, métemela entera.
Obedecí.
Después de chupárselo su coño estaba cálido y húmedo y cada embestida me transportaba al éxtasis supremo, más allá de toda la miseria de la realidad cotidiana. Estábamos lejos de todo. Lejos de las notificaciones de embargo. Lejos de las neveras vacías. Lejos de los exámenes de filosofía medieval. Lejos de la escritura. Lejos de las piedras y el cemento. En el universo solo estábamos nosotros dos, nuestros cuerpos y almas bailando una danza desesperada contra la adversidad. Eché uno de los mejores polvos de mi vida. Finalmente me corrí y todas mis fuerzas me abandonaron y me derrumbé sobre su cuerpo. Ella acercó su boca a mi oído.
-Carlos.
-Dime.
-Me encanta cómo me follas.
Sonreí, me acurruqué abrazado a su cuerpo y me dormí como un bebe.


















Ya no tengo a la chica, ni el curro, ni pasta, ni sueño. Todo es como siempre. Por cierto, ¿qué coño de hora es?

martes, 3 de mayo de 2011

LA FORJA


Los niños pueden parecerse, en cierto modo, a prisioneros inocentes que han sido condenados, no a la muerte, sino a la vida, sin haber tenido aún noticia del contenido de su sentencia.

                                                                                                                         
Arthur Schopenhauer.   Parerga y paralipomena.
                                                                                                            






Veo a un niño.
Está tumbado en la cama. Jugando a la consola. La televisión obedece sus órdenes devolviéndole una serie de imágenes coloreadas que le bombardean. Avanza entre los peligros. Los sortea.
Veo como, nervioso, se mordisquea el labio inferior, algo pelado ya. Probablemente se haga una pequeña herida.
Veo su pelo revuelto.
La mirada fascinada fija en la pantalla. Los dedos realizando frenéticas combinaciones en el mando: Bloqueo, atrás, abajo, adelante, abajo, puñetazo alto. Uno menos, muerto electrocutado.
No se entera de gran cosa respecto al funcionamiento del mundo y la gente, pero como todos los niños cree saber mucho. Su sabiduría es inocente, producto de la ignorancia.
Sabiduría ignorante.
Veo cierta pureza marchitarse.
El chico se llama Daniel. Pero, como es un niño, le llamaremos Dani. A él no le gustan los diminutivos, se siente demasiado pequeño para que lo empequeñezcan. En su sabiduría ignorante quiere crecer rápido. Cuando sea algo más listo querrá no haber crecido. Y se equivocará igual que ahora porque, en realidad no hay nada que merezca la pena ser querido, ni hay paso del tiempo en ningún sentido, ni nada que aprender u olvidar, ni tu ni yo ni él.
Y fuera del tiempo siempre es tarde.
Una voz surge del pasillo, una voz rota por la lucha sin cuartel, por un no esperar de la esperanza ya nada.
- ¡Dani, es Mario!
- ¡Ya voy mamá!
Dani se levanta de un salto, apaga la consola y la tele y se acerca a la puerta de la habitación. Observa el pasillo e intenta ver con los oídos. Escucha a su madre en la cocina, atareada en la limpieza de una olla, intentando sacar brillo, las cosas de la casa han de estar limpias. No hay peligro. Sigilosamente coge la bolsa de plástico que ha escondido bajo la cama y la mete en su mochila, la cubre por encima con un par de comics por si surge un imprevisto, es un secreto entre spiderman y el. Se echa la mochila al hombro y sale de la habitación rumbo al mundo exterior. Con decisión. Con inocencia.
Su madre le detiene al pasar por la cocina.
- Toma, llévate esto por si te entra hambre.
Le da unas galletas untadas en mantequilla envueltas en papel de aluminio.
- No llegues muy tarde, va a venir Javier a cenar.
- Jooooo...
- No lloriquees.
- No me gusta Javier, tiene los dientes podridos.
- Es verdad, por eso tienes tú que cepillártelos todos los días.
- Y grita mucho, y huele mal.
- Ya, pero mamá tiene que hablar con el de cosas importantes.
- Joooo...
- Venga que está Mario esperándote abajo.
- Adiós.
- Pórtate bien, y ten cuidado.
- Siiiii.
- Te quiero.
- ........
Dani sale de casa y cierra la puerta. Su madre mira un rato la puerta cerrada, se queda bloqueada mirando la madera, tiene ganas de llorar. Luego vuelve a la cocina.
Mario está en la puerta del portal con Vicente. Mario es su mejor amigo en este momento, pasan todas las tardes juntos, la mayor parte del tiempo jugando al fútbol. Mario es muy bueno, seguramente llegará a profesional, además es carismático y tiene espíritu de liderazgo, y lo mejor es que tiene todo eso sin alardear de ello. Se complementa bien con Dani y su carácter más retraído pero también calculador. Vicente es una nueva incorporación con la que Dani no está muy de acuerdo. Es un chico gordo y torpe pero buena gente. Ahí están, Mario da patadas al balón oficial de la selección de fútbol, aquella que le hizo soñar en el último mundial, que le hace soñar a diario. Un sueño madurado a patadas. Dani sale y saluda.
- Hola.
- Ya era hora, ¿lo has traído?
- Si, está en la mochila, ¿y vosotros?
Mario hace un gesto con la cabeza hacia Vicente, este levanta una bolsa de plástico y sonríe orgulloso.
- ¿Dónde vamos Mario, donde la última vez?
- No, nos pueden estar esperando, mejor a otra parte, podemos ir a la zona del polideportivo, y hay que coger periódicos.
- ¿No tenéis periódicos?
- No, tenía que traerlos Vicente pero se le ha olvidado.
- Vicente, tenías que traer los periódicos.
- Lo siento, se me olvidó.
- Mierda, eres tonto, siempre igual.
- Lo siento Dani.
- Yo he traído mis cosas y era más difícil, Mario también lo ha traído y era más difícil.
- Se me olvidó.
- Siempre se te olvida todo, todo menos comer puto gordo.
- No te metas con Vicente, ya sabemos como es, yo sabía que no traería nada.
- Como siempre.
- A la que vamos buscamos en los contenedores de papel.
- Venga vámonos ya, no puedo volver muy tarde.
Se ponen en marcha. Mario con su inseparable balón, dando toques y regateando a jugadores imaginarios. Vicente detrás, con su paso lento y simiesco. Dani en el centro, mirando al suelo. El sol sobre sus cabezas. El vacío eterno sobre ellos. Todo un mundo perdido y convulsionándose a su alrededor. Caminan hasta salir de la urbanización. Bajan por la calle y encuentran el primer objetivo.
- Mira, allí hay un contenedor de papel, vete a buscar periódicos Vicente.
- Voy.
Dani observa a Vicente alejarse, puede verle la raja del culo asomando sobre el pantalón y lo odia.
- Vicente es tonto, no sé por qué nos vamos con él.
- A mi me cae bien, no es mala persona.
- Pero parece retrasado.
- Bueno, pero acuérdate
- Ya bueno.
- Es un tío grande y fuerte, te acuerdas de cómo agarró a ese gitano.
- Si, parecía un oso. La verdad es que nos vino bien, pero a veces no le aguanto.
- Pareces enfadado Dani.
- Es por el tío ese, Javier, no me gusta que venga a casa, siempre deja a mi madre rara.
- ¿Rara?
- Si, como tonta y triste, y la hace llorar.
- ¿Qué hace, le pega?
- No sé, se encierran en la habitación. Mi madre no me dice nada, están ahí mucho rato y luego él se va. No sé qué hace pero algo malo. Cuando mi padre salga de la cárcel voy a decirle que le mate, yo le ayudaré.
- Tu padre sí que molaba.
- Mi padre es el mejor, a ver si vuelve.
- Si, me dijo que iba a hacerme una ballesta como la tuya. ¿Cuando viene?
- No sé, mi madre dice que va a tardar. ¡¡Vamos gordo!!
Vicente está zambulléndose en el contenedor de papel, introduce medio cuerpo por la abertura intentado llegar al fondo, los pies le cuelgan, la raja del culo sobresale como nunca, suda y gruñe, finalmente emerge de allí con unos periódicos en la mano, es todo sonrisa, los alza y zarandea mientras se aproxima a sus compañeros con su andar patizambo.
- Ya los tengo.
- ¿Qué pasa, no llegabas?
- No, está casi vacío.
- Pues venga. Entonces Mario, vamos al polideportivo ¿no?
- Si, buscamos algo por allí, en esa zona no hemos estado.
Vuelven a ponerse en marcha. Pasan la rotonda y se meten en el parque. Mario y Dani comienzan a pasarse en balón el uno al otro. Vicente también quiere que se lo pasen, pero le ignoran. Vicente suplica y se acerca al balón. Mario y Dani se ríen de el pasándoselo de uno a otro y haciéndole correr. Atraviesan el parque y suben la cuesta del mercado. Dani saca el paquete de galletas y empieza a comérselas, Vicente no pierde detalle.
- Hey, dame una.
- Son mías.
- Venga, por favor.
- No.
- Jo, solo una, no te pido más.
- Siempre igual, siempre pidiendo, tráete tus galletas.
- Se me ha olvidado coger algo.
- Siempre se te olvida pero luego bien que quieres.
- Venga dame una.
- Estás muy gordo.
- Una y no te pido más.
- Toma, para que te calles ya, pero tráete las tuyas y me das.
- Gracias. Mmmm, con mantequilla.
- Eres un gordo.
- Qué rica, ¿me das otra?
- Te dije solo una.
- Por favor, solo otra más y te dejo en paz, te lo prometo.
- No.
Pasan el mercado y el río y suben la cuesta camino al polideportivo cuya piscina asoma ya en el horizonte. La cuesta es empinada y Vicente se va quedando atrás jadeando. En su interior hay demasiada mantequilla. En cambio Mario es todo energía, pateando el balón y marcando importantes goles imaginarios. Dani se deja regar por el atardecer pensando en su padre y en la raja del culo de Vicente. De repente ve un buen objetivo en la calle de enfrente y se detiene.
- Oye Mario, ahí hay una, ¿qué te parece?
Mario observa y estudia.
- Puffff, no sé.
- Podemos hacerlo ahí.
- Estamos muy cerca del poli, pasa gente, vamos mejor por detrás de la piscina.
- Yo creo que esa está bien.
- Vamos primero a mirar por allí.
- Vale.
Suben un poco más y tuercen a la izquierda. Ahora el camino es llano, Vicente lo agradece. Van bordeando la piscina. Está vacía. Cerrada. No la abrirán hasta verano, no queda mucho ya. Al pasar por el borde no pueden evitar desear que llegue ya el verano para zambullirse en la piscina y acabar las clases. No más madrugones, ni clases, ni ver la cara de doña Manolita todos los días. Coger las bicis y perderse por los descampados de las afueras, las guerras de tomatitos entre barrios, las aventuras. Ojalá llegue ya el verano. Dejan atrás la piscina. Mario observa el horizonte como un cazador y exclama.
- Allí. Esa es la buena.
- ¿Cuál?
- Allí Vicente, ¿no la ves?
- Ah sí.
- ¿Qué dices Dani?
- Si, no está mal.
- Es perfecta, mira, podemos escondernos detrás de esos setos para verlo, es perfecta.
- Si, está genial.
- Ya sabía yo que teníamos que venir por aquí, además no hay edificios, no pasa nadie.
- Pues venga, vamos.
- Vamos.
Se acercan al objetivo, solitario en medio de la calle. Al llegar a su altura lo rodean y lo observan de cerca, juzgándolo desde todos los ángulos. Es justo lo que buscan. Dani y Mario están entusiasmados con el hallazgo y no pueden ocultar su satisfacción que también contagia a Vicente.
- Buah, es de metal, perfecto.
- Y no tiene agujeros como las nuevas, ya verás cómo va a petar.
- Jajajaja, va a ser de las buenas.
- Si, como la que hicimos donde el centro comercial, ¿te acuerdas?
- Ya te digo, como moló, estas papeleras son las mejores.
- Jo, yo no estaba.
- Pues ya verás Vicente, estas papeleras son las mejores para hacerlo.
- Jajajaja.
- ¿Qué hay dentro?
- Bah, poca cosa.
- Pues venga, Vicente trae los periódicos.
Vicente empieza a deshojar los periódicos sin poder reprimir su risilla nerviosa, entusiasmado por lo que se avecina. Mario y Dani van ahuecando la papelera, ellos tienen más práctica y ya saben cómo colocar las cosas. La vacían y vuelven a meter parte del contenido en el interior reservando otro poco para ponerlo encima.
- Vicente, haz bolas con las hojas del periódico y vete pasándomelas, no las aprietes demasiado.
- Vale, jijiji.
- Tú vigila Dani.
- Vale.
Vicente obedece y va pasando las bolas de papel a Mario que las coloca meticulosamente entre la basura. Las coloca con cuidado, como si fueran de porcelana, asegurándose de que están en la mejor posición posible, rehace la obra un par de veces.
- Vale Vicente, ya no me des más. Dani, pásate los botes.
Dani se descuelga su mochila, la apoya en el suelo y descorre la cremallera. Aparta los comics de spiderman que le han servido de camuflaje y agarra la bolsa de plástico, en ella ha guardado cinco botes que ha sustraído de su casa a lo largo de semana y media para no levantar sospechas, son productos que usa su madre, desodorantes, laca, y uno que pone espuma para cabello rizado. Se los pasa a Mario que con la misma delicadeza los va colocando en la papelera, ligeramente separados sin estarlo demasiado, pide a Vicente más bolas de papel que va colocando alrededor, ligeramente apretadas sin estarlo demasiado, el vandalismo es toda una ciencia. Mario se lo toma en serio, le gusta la parafernalia que rodea al acto, le gusta supervisar y controlar, sentirse importante.
- Ahora mi parte, Vicente, pásame mi bolsa.
- Toma.
Mario saca de su bolsa de plástico un bote de gasolina para mecheros. Se la ha jugado bastante para traerlo, es con el que su padre se recarga el zippo, si se da cuenta de que no está le puede caer un buen castigo. Pero lo tiene todo pensado, su padre está todo el día trabajando en el taller y para cuando llegue a casa después de su obligado paso por el bar el bote estará de nuevo en su sitio, silencioso como si nunca se hubiese movido de allí. Abre el tapón y empieza a rociar el interior de la papelera con el chorro, el fuerte olor a gasolina les excita. Miran nerviosos alrededor en busca de ojos acusadores, no hay moros en la costa. Mario sonríe satisfecho admirando la obra.
- Y ahora el toque final.
Cubre la papelera con la basura que habían dejado apartada y echan el resto de papeles de periódico junto con otro chorro de gasolina a modo de guinda. Ya está todo listo para la función. Solo falta una cosa, el verdugo. Mario recuerda que el honor fue suyo la última vez y decide dejar la gloria a otro.
- Bueno, ya está, ¿quién lo prende?
- Yo, yo, dejadme a mí.
- Ni hablar Vicente, me toca a mí.
- Por favor Dani déjame a mí.
- Te he dicho que no, me toca a mí, dame el mechero Mario.
- Aquí está.
- ¿No viene nadie no?
- Todo despejado Dani.
- Jo, quería prenderla yo.
Vicente y Mario se alejan prudencialmente unos cuantos pasos mientras Dani echa el último vistazo alrededor y se agacha. Otra cosa buena de las papeleras antiguas es que tienen una abertura por debajo y hacen que la mezcla arda más rápido y mejor. Dani acciona el mechero que al principio no funciona, se pone nervioso y sigue probando, Mario le espeta desde la distancia.
- Vamos, date prisa.
- Esta mierda no va.
Finalmente aparece la deseada llama. Dani la dirige hacia tres puntos hasta que comienzan a arder. Aparecen las primeras y tímidas columnas de humo. Se levanta y echa a correr, ve a Mario y Vicente que han emprendido la carrera un poco antes que él. Corren como posesos hasta los setos y de un salto se ocultan detrás de ellos, agazapados, apretados entre sí, la camaradería del delincuente, juntos para ver el espectáculo. Sus tres cabezas asoman tras el seto, vigilantes como un cachorro de cancerbero. Mario expectante, serio y silencioso. Dani nervioso porque todo salga bien, por no fallar ni fallarse. Vicente sin poder contener su nerviosa risilla.
- ¿Ha prendido bien?
- Si.
- ¿La encendiste por varios sitios?
- Si, si.
- Jijiji.
- ¿Seguro?
- Que si Mario.
- Mira, ya empieza a salir un poco de humo.
- Ya está, ahí va.
- Jijiji.
El humo comienza a elevarse y crecer ante la impaciente mirada de nuestros tres amigos. La misión se encamina hacia el éxito. El humo se ennegrece y espesa, comienzan a aparecer las llamas. Dani, Vicente y Mario con los ojos fijos y abiertos como platos no quieren parpadear para no perder detalle. Súbitamente Mario repara en un elemento inesperado y, desde luego, no deseado.
- Mierda, viene alguien.
- ¿Dónde?
- Allí.
- Mierda.
Una pareja se aproxima al lugar caminando lentamente, un chico y una chica, mayores que ellos, dando un tranquilo paseo por el parque cogidos de la mano, alejados del bullicio para concentrarse el uno en el otro. Van directos a la papelera. Detrás del seto nuestros chicos no dicen nada, están paralizados, las llamas crecen y se elevan mordiendo ya el exterior de la papelera. La pareja se detiene al llegar a ella y la observan desde una distancia prudencial. Hablan entre ellos. El corazón de Dani late con fuerza, bombeando en su cabeza mientras observa en silencio. El chico extraño toma la decisión de no ignorar lo que ve y realizar una buena acción, se agacha, recoge un puñado de arena con las manos, se acerca y lo arroja sobre la papelera mientras aparta el humo con la mano, dice algo a la chica que se acerca, lleva una botella de agua en la mano que ha sacado de su bolso. El chico se aleja en busca de otro puñado de arena. La chica se acerca, desenrosca la botella y empieza a verter el contenido sobre la papelera. Dentro de esta las llamas abrazan desde hace un rato a los botes que se dilatan. El agua ha llegado tarde, los botes no aguantan más, se rinden y se produce la explosión. Una enorme llamarada asciende a los cielos envuelta en un ruido ensordecedor. Los ojos de Dani, Vicente y Mario observan como el cuerpo de la chica cae hacia atrás a cámara lenta, su cabeza envuelta en llamas como si fuese una gigantesca cerilla. Su acompañante, algo más alejado, cae también, de culo contra el suelo de arena, se incorpora rápido y, a pesar de haber mirado a la chica fijamente a la cara en multitud de ocasiones declarándole su profundo amor, cede a su primer impulso que es correr como una perra pensando que el mundo se le cae encima. Su chica gira y grita tirada en el suelo y se golpea frenética la cabeza, las llamas han desaparecido pero sigue saliendo humo de sus cabellos quemados. El chico vuelve corriendo a su lado. Dani, Vicente y Mario reaccionan al fin y salen despavoridos de allí. Corren como nunca en sus vidas. Mario es el más veloz, Dani le sigue de cerca, solo puede ver la espalda de su compañero deslizándose a toda velocidad. Pasan la piscina y al bajar la cuesta su velocidad aumenta, sortean a la gente y siguen corriendo, ninguno piensa en Vicente que ha tropezado y caído más atrás.
Dani llega finalmente al río y se detiene, ya no puede más, no escucha nada, su cabeza va a estallar, no controla su respiración, se ahoga. Ve a Dani arrodillado en el suelo, jadeando, repta hacia él, no pueden hablarse concentrados en respirar. Mario es el primero que habla.
- ¿Qué ha pasado?
- No lo sé.
- ¿Dónde está Vicente?
- No lo sé.
- Tenemos que irnos de aquí.
- Vámonos, vámonos.
- Mierda, me he dejado el balón.
- Déjalo.
Se incorporan y se alejan por el borde del río en silencio, ya no corren pero caminan deprisa, muy deprisa, miran hacia atrás cada pocos pasos, ni rastro de Vicente, tampoco parece que nadie les siga. Su respiración se va calmando, no así su corazón y sus tripas.
- ¿Crees que nos han visto Dani?
- Imposible, estábamos escondidos.
 - ¿Crees que han cogido a Vicente?
- No lo sé.
- Si le cogen nos va a acusar.
- Seguro que estará escondido.
- Mierda, si le cogen nos va a acusar.
- ¿Qué hemos hecho?
- Nada, ha sido culpa de ellos, no debían acercarse.
- Pero la chica...
- Ha sido culpa suya.
- Mierda, nos van a coger.
- No nos van a coger, esto no ha pasado.
- Nos van a coger.
- Escucha Dani, nosotros no hemos estado ahí ¿entiendes?
- Si.
- No va a pasar nada, no volveremos por allí.
- Nos van a coger.
- Nadie nos ha visto.
- ¿Y ahora?
- Yo me voy a casa.
- ¿Te vas?
- Si, tiro por allí, ya nos veremos, adiós Dani.
- Adiós.
Mario se aleja rápidamente. Dani lo observa alejarse hasta que se pierde detrás de un edificio. Vuelve a mirar hacia el otro lado del río intentando ver a Vicente, no lo ve, el mundo sigue a lo suyo, no ha cambiado nada. Da una patada a una piedra y pone rumbo a su casa. Camina despacio, mira al suelo y ve el cuerpo de la chica caer, escucha sus gritos, la ve golpearse la cabeza, mira hacia atrás, no le sigue nadie.
Finalmente llega al portal de casa. Se mira en el espejo de la puerta. Está convencido de tener en su cara todas las marcas de un terrible delito. Se peina con los dedos y llama al timbre. Nadie contesta.
En casa su madre, de rodillas, escucha el timbre y lo ignora, sigue con lo que está haciendo. El timbre suena otra vez, y otra. Ella lo ignora. Cuando suena por cuarta vez decide ver quién es, se saca la polla de la boca y se levanta a abrir.
- ¿Qué pasa Paula?
- Voy a ver, lo mismo es Dani.
- Joder que mierda.
Se limpia la comisura de los labios y sale de la habitación. Javier emite un bufido mientras se la mete en el pantalón, se acerca a la mesa, inclina la cabeza, coge el turulo y aspira con fuerza.
Paula camina por el pasillo en dirección a la puerta, el timbre vuelve a sonar, lo coge.
- ¿Quién es?
- Mamá abre, soy yo.
Presiona el botón y escucha la puerta abrirse. Ella también se peina con los dedos mientras se apoya pesadamente contra la pared. Escucha a su hijo subir por las escaleras. Respira hondo, quita el cerrojo de la puerta y abre.
- Dani, ¿cómo llegas tan pronto?
- Me aburría.
- ¿Que te aburrías, y Mario?
- Se fue a casa.
- Tienes cara rara, ¿habéis discutido?
- No mamá.
- No me mientas.
- Te digo que no.
- A ver, mírame.
Paula se sorbe la nariz. Se agacha y con ambas manos coge la cara de su hijo para dirigir la mirada hacia ella. Ambos infiernos se miran fijamente, ambos tienen los ojos llorosos y el pelo revuelto. A ella le moquea la nariz y tiene las manos frías. El tiene la cara caliente y el labio en carne viva. Ambos saben que algo pasa, que algo no funciona bien en el otro, pueden notar el aura enrarecida. Cubiertos por un barniz de desesperación quieren adivinarlo todo sin hablar. Una voz les saca de su trance.
- ¿Qué pasa Paula, vienes?
- Es Dani.
- Hombre campeón, ¿qué tal te va?
- Hola Javier.
Javier se acerca por el pasillo balanceando su delgado cuerpo y su podrida sonrisa. Su larga melena lisa cayéndole por los hombros. No lleva camiseta y se puede apreciar el tatuaje de Jesucristo en su pecho. Jesucristo mira al cielo y llora por todos nosotros. Paula suelta la mirada de su hijo y se incorpora, prefiere ignorar lo que ha visto y lo que siente. Javier llega a su altura, agarra a Paula por la cintura y pasa una mano por el pelo de Dani alborotándolo.
- ¿Ya has terminado de jugar campeón?
- Si.
- No te apetece bajarte otro ratito, aún es pronto.
- No, no quiero bajar más.
- ¿Seguro?
- No quiero bajar más.
- ¿Qué le pasa?
- Creo que ha discutido con su amigo.
- No he discutido con nadie.
- Bueno, como quieras. Oye cariño, Javier y yo tenemos que hablar de unas cosas, vete a tu cuarto y pon la consola, luego te hago unos perritos calientes para cenar.
- Vale mamá.
Dani se aleja por el pasillo mirando al suelo, va seguido de sus fantasmas. A mitad de camino su madre le llama.
- Dani.
- ¿Si?
- Te quiero.
- .....
Paula y Javier vuelven a la habitación y cierran la puerta. Ella enciende un cigarro con mano temblorosa. Javier se baja el pantalón y se saca la polla.
- Bueno tía, acaba lo que empezaste.
- Ahora no, está el niño.
- Te prometo no hacer ruido.
- Te digo que ahora no.
- No pensaras dejarme así joder, mira como la tengo, mira como palpita, va a explotar joder.
- schh...baja la voz.
- Vamos zorra, trae tu boca hasta aquí.
- No me llames zorra hijo de puta.
- Eh, no me jodas, sino te va a conseguir la coca quien yo te diga.
- Puedo conseguirla de otros.
- Sabes que esta y a este precio no y estás viviendo de venderla, sino búscate un curro legal como todos los pringaos.
- No hay nada.
- Pues ya sabes lo que toca.
- Cabrón.
Dani se tumbó en la cama y se puso a ojear un comic, desistió a causa del ruido. Encendió la tele y la consola. Cogió el mando y escogió al personaje de Raiden. Subió un poco el volumen de la tele con la vana esperanza de borrar de su mente los gritos de aquella chica que ahora además se mezclaban con los gritos que llegaban de la habitación de su madre.
El eco de esas voces se prolongaría durante años, expandiéndose en el espacio y el tiempo como las ondas de una piedra arrojada a un lago. Generaciones de buscadores perdidos hasta llegar a las cuencas vacías de una calavera en la que risa y llanto se mezclan y confunden en la paz del fin del mundo.