VIERNES 13
Tras una primera jornada matadora afrontaba el segundo round sin
apenas horas de sueño en el marcador. Parece que el sentimiento de
cansancio y resaca era la tónica dominante entre los sufridos
asistentes, porque cuando atravesé las puertas del recinto, a las
tres de la tarde y bajo un sol acusador, el panorama resultaba
bastante desangelado. En mi peregrinaje hacia el Main Stage pasé por
delante del Ritual en el que el grupo cántabro Pandemia
estaban terminando de dar un show de puro thrash metal añejo
bastante solvente. El problema es que lo hacían ante un público muy
escaso. Y el ambiente no mejoró demasiado cuando Virgen
saltaron al escenario principal. Esta situación me hizo pensar si no
se estaría pecando de exceso en el número de bandas en el cartel.
El movimiento el segundo día de un festival por regla general
empieza más tarde debido a las brutales resacas provocadas por el
entusiasmo y la impaciencia de la primera jornada, y programar tantas
bandas a unas horas que se presuponen de baja afluencia quizás sea
un error organizativo. Es una lástima que bandas emergentes, para
las cuales tocar en un gran festival como el Resu es todo un
acontecimiento, tengan que llevarse el chasco de tocar para «cuatro
gatos», aparte de que supone un gasto innecesario de medios. Dejando
esta reflexión y volviendo a Virgen comentar que la banda
hizo todo lo posible para animar a los pocos congregados con su
harcore crust. Se sumo el hecho de que la organización había
adelantado su actuación por problemas logísticos que comentaremos
más adelante, lo que también revirtió negativamente en la entrada.
Sin amedrentarse un pelo el frontman de la banda le puso especial
entusiasmo, llegando incluso a bajar a cantar entre el público para
contagiarlos con su energía y generar algo de movimiento. No hay
duda que pusieron todo su empeño para levantar la actuación como
unos profesionales a pesar del escaso público y de un sonido que,
como ya comentamos en la jornada anterior, fue muy irregular en el
escenario grande.
Seguidamente actuaron en el escenario Ritual los gallegos
Barbarian Prophecies. Me llamó poderosamente la atención el
tremendo chorro de voz que se gastaba su menuda cantante, algo
bastante vistoso y que destacaba en mitad de una formación que
destiló un death metal algo genérico pero sin lugar a dudas bien
interpretado. Se les vio un poco tímidos, pero supieron aprovechar
los escasos treinta minutos concedidos mostrando su propuesta de
forma cruda y sin interrupciones arropados por un sonido bastante
correcto.
La gran sorpresa llegó a continuación con Rise to Fall.
La banda de Bilbao lo dio todo en la que era la última actuación de
su actual gira, y sin duda se notó que querían cerrar esta etapa de
su carrera por todo lo alto. Para empezar gozaron de un sonido
increíblemente bueno, que parecía sacado directamente de un CD y
por el que habrían matado muchas bandas del escenario Main. Por su
parte la banda funcionó como una unidad totalmente compacta, que
destilaba profesionalidad y entrega a raudales. Practicando un
metalcore melódico y técnico, de estribillos pegadizos y coreables,
y con un pequeño toque de electrónica, pusieron del revés a una
audiencia que por suerte a esa hora ya era bastante más nutrida.
Aunque no soy el mayor fan de su música me fue imposible no
contagiarme de su energía y al tercer tema ya estaba cabeceando como
un loco. Sin duda un notable alto el bolo de los bilbainos, a la
altura de cualquier banda internacional puntera en su género. Nos
recordaron que en un par de meses saldrá su nuevo trabajo, el cuarto
en la historia de la banda, al que sin duda habrá que echar un ojo,
así como seguir de cerca la trayectoria del grupo, ya que quedó
claro que por profesionalidad y entrega estamos ante una banda que
merece ser aupada hacia nuevos niveles.
Rise of the Northstar eran una de las bandas más
esperadas por muchos de los asistentes al festival, lo que se hizo
evidente en una buena congregación de público y mucho movimiento en
las primeras filas a pesar de un sonido bastante desastroso. Sin duda
los fans del grupo estaban disfrutando de lo lindo, pero
personalmente no conseguí meterme en la onda de los franceses. Su
concierto me estaba pareciendo simplemente correcto y los temas
interpretados me resultaban algo planos, condicionado especialmente
por el despliegue anterior de Rise to Fall. Tampoco me resultó
especialmente atractiva su puesta en escena, influida por el anime
japonés, por todo ello decidí retirarme a reponer fuerzas para lo
que se me venía encima.
Hemos comentado anteriormente que hubo unos pequeños problemas
logísticos al comienzo de la jornada, al parecer relacionados con el
montaje escénico de Megadeth y Scorpions. Esto obligó
a la organización a adelantar todas las actuaciones del escenario
grande una hora. La organización se preocupó de anunciarlo desde
por la mañana en las redes sociales así como a través de las
pantallas del recinto, pero no hay duda que mucha gente, quizás
menos proclive a estar pendiente del móvil durante un festival, no
se enteró de los cambios. Es muy difícil poder hacer llegar la
información a todo el mundo ante percances de última hora como
este. La organización hizo lo que pudo, aunque quizás pudiesen
haber hecho un poco más (anuncio por megafonía en la zona de
acampada, más información en los alrededores del recinto). El caso
es que para mucha gente, menos acostumbrada a sesiones maratonianas,
la jornada empezaba con Megadeth, y fue una auténtica lástima
que muchos de sus fans se perdiesen parte de la actuación de la
banda, o incluso la totalidad de la misma en los casos más
dramáticos. Inevitables problemas de última hora que por desgracia
deslucieron la jornada para algunos.
En
cuanto a la mítica banda liderada por Dave Mustaine mencionar que en
principio fue un poco bajón que tocasen tan temprano dada su
relevancia. La hora y el sol apalancaron un poco el ambiente.
Respecto al sonido, siguiendo la tónica del escenario grande, fue
bastante irregular, especialmente en el apartado guitarrístico. Los
que ya hemos visto varias veces a Megadeth
en directo sabemos que sus actuaciones suelen ser «sota, caballo y
rey», con muy pocas sorpresas tanto en el apartado escénico como de
selección de temas, por lo tanto lo que suele distinguir unas
actuaciones de otras es el estado de forma y entrega de su alma Dave
Mustaine. Teniendo esto en cuenta podemos afirmar que los asistentes
al Resu estuvieron de suerte. Dave, a pesar de que arrastra desde
hace años problemas en el cuello y las manos que minan su movilidad
y entrega, se mostró con ganas y en un estado de voz ligeramente
mejor al visto en otras ocasiones recientes. También comentar que la
actual encarnación de Megadeth
se encuentra entre las mejores de su historia. Mustaine siempre se ha
caracterizado por rodearse de grandes músicos, pero el aumento de
empaque y carisma que se ha visto los últimos años con la entrada
del fabuloso solista Kiko Loureiro, así como del batería Dirk
Verbeuren, el mejor que han tenido en muchos años, se nota bastante.
Como decimos pocas sorpresas en un set list donde no faltaron sus
grandes clásicos como Hangar
18, con
la que comenzaron la actuación, She-Wolf,
Symphony of Destruction, Peace Sells o Holy Wars. Ante
semejante ristra de piedras angulares del thrash el público no pudo
permanecer indiferente, coreando y desfasando en cada tema de los
americanos. Sorprendió la inclusión de The
Conjouring, temazo
de la primera época apartado durante mucho tiempo del directo. Sin
ningún tipo de explicación acortaron su set unos minutos y
abandonaron el escenario habiendo realizado una descarga bastante
solvente que no decepcionó a sus seguidores. Con esta actuación
ponían fin a su gira Dystopia,
que
les ha tenido dando vueltas por el mundo durante dos años,
prometiendo Mustaine que la siguiente vez que los viésemos sería ya
con nuevo disco bajo el brazo.
El
siguiente plato en el menú también era de los fuertes. Los
americanos Suffocation
arrasaron el escenario Ritual con un auténtico recital de death
rompe vertebras de altura. Se había rumoreado la presencia del
cantante original Frank Mullen, algo que finalmente no se llevó a
cabo, pero que no deslució en absoluto una actuación totalmente
demoledora. Su sustituto, Rick Meyers, se gana el puesto cada noche
derrochando energía, perfectamente respaldado por una banda de una
pericia fuera de dudas en la que destaca el carismático Terrance
Hobbs a la guitarra y la presencia escénica de Derek Boyer con su
peculiar pose al bajo. La banda exprimió totalmente su escaso tiempo
de actuación, disfrutando de sí mismos mientras lanzaban temazos
como Effigy of the
Forgotten o
Infecting the
Crypts,
y al igual que está pasando en todas las fechas de su amplio periplo
europeo dejaron a la audiencia totalmente exhausta y satisfecha.
Con
Leprous llegaba
el momento álgido de la jornada para los aficionados al metal
progresivo. La banda noruega, que ha cimentado una sólida base de
fans a golpe de discazos, realizó un show totalmente intachable,
provocando el delirio entre sus fieles así como el asombro entre los
curiosos. El sonido, al igual que había pasado con Rise
to Fall,
parecía directamente sacado de un compact disc, resultando potente a
la vez que cristalino, y permitiendo disfrutar de todos los matices
de sus excelentes composiciones. Basaron gran parte del repertorio en
su último y excelente trabajo Malina,
aunque
también dejaron espacio para un par de clásicos, como el tremendo
Foe o
The Price. El
estado vocal de Einar Solberg resultó particularmente asombroso. Por
desgracia sufrieron uno de los momentos más feos del festival cuando
la organización decidió cortarles el sonido tan solo un par de
minutos antes de que acabasen su último tema, Slave.
Es
cierto que se habían pasado de hora y estas cosas van por contrato,
pero teniendo en cuenta que era el último tema y solo quedaban un
par de minutos se podía haber hecho la vista gorda perfectamente.
Como decimos un detalle muy feo y una falta de respeto tremenda hacia
la banda que no nos imaginábamos ver en un Resu. Por supuesto la
banda, a pesar del corte de sonido, continuó interpretando el tema
hasta el final ante una tremenda ovación de un público indignado
que estaba disfrutando de una actuación impecable. Quitando este
punto negro se puede afirmar que Leprous
fueron otro de los grandes triunfadores de la segunda jornada.
Y
llegaba el momento de Scorpions,
quizás el cabeza de cartel más polémico en la historia del
festival. De primeras muchas críticas quedaron acalladas ante el
hecho de un recinto completamente abarrotado. Las tablas de Scorpions
a estas alturas están fuera de toda duda y parecía claro que, a no
ser que surgiesen contratiempos inesperados, la banda ofrecería un
gran show ante un ambiente propicio. Y así fue, con la banda en un
buen estado de forma, una espectacular puesta en escena y una ristra
de temas míticos en la historia del heavy metal. Arrancaron con
Going Out With a
Bang y
Make it Real, y
desde el primer momento llamó la atención la espectacular
iluminación y puesta en escena que traían, que sin duda fue la
culpable de los desbarajustes horarios de la jornada. También era la
primera vez que el escenario grande sonaba como debería sonar
siempre: alto y claro. Con The
Zoo y
Coast to Coast
quedó
demostrado el buen estado de forma de la banda, con Matthias Jabs y
Rudolf Schenker cargando hacia adelante y Klaus Meine bastante
correcto a la voz, aunque demasiado estático en el escenario. La
incorporación de Mickey Dee, el legendario batería de Motorhead,
también se notaba bastante, sumando carisma y empaque al conjunto.
Me sorprendió gratamente la respuesta del público, cantando al
unísono, vitoreando y pasándoselo en grande. Viendo la respuesta de
la gente parece que, después de todo, la elección de Scorpions
para encabezar el segundo día no fue tan mala como vaticinaban
algunos. Y es que temas como Wind
of Change, Big City Nights, Still Loving You o
Rock you Like a
Hurricane, que
ya pertenecen al imaginario colectivo de la gente que amamos la buena
música, son una apuesta sobre seguro, por lo que gente de todas las
edades (aunque bien es cierto que con predominio de maduritos) y
pelajes se dejaron llevar para disfrutar de un show emotivo.
Evidentemente no estamos en los 80 y la edad pesa, hubo algún parón,
finales alargados y cambios de tempo que minaron ligeramente el ritmo
del concierto, pero no creo que en pleno 2018 se pueda exigir mucho
más a una banda tan veterana como Scorpions,
que incluso tuvieron el detalle de lanzar un recuerdo al añorado
Lemmy Kilmister interpretando Overkill. Buen show y nada que objetar
a estos cabezas de cartel.
Al
igual que ocurrió el día anterior con At
The Gates los
ingleses Paradise
Lost sufrieron
el tumulto ocasionado tras el final de los cabezas, pero aún así
consiguieron cuajar una buena actuación de doom y gothic.
Presentaron algunos temas de su nuevo disco Medusa,
pero
como no podía ser de otra forma las mayores ovaciones las recibieron
por los temas de su legendario Draconian
Times. Un
show sobrio y profesional que se hizo bastante corto.
Era
hora de cerrar el escenario grande, y los encargados para hacerlo
fueron los veteranos thrasher de Albacete Angelus
Apatrida,
un grupo muy querido y ya tradicional en la que era su sexta
actuación en el festival gallego. Angelus
Apatrida no
es que hayan inventado la rueda, e incluso para el profano sus temas
pueden llegar a sonar algo repetitivos, pero está claro que lo que
hacen lo hacen como nadie, y por eso son actualmente una de las
bandas de metal más importantes del país. Con la novedad de Adrián,
de la banda In
Mute,
a
la batería sustituyendo al convaleciente Victor Varela (al que por
supuesto desde aquí deseamos una pronta recuperación), descargaron
un set list directo a la yugular, con espacio para temas nuevos de su
reciente trabajo Cabaret
de la Guillotine, así
como temas míticos de la banda. Mencionar el impresionante y
multitudinario circle pit
que
consiguieron montar con Give'em
War, así
como el delicioso trabajo de David con la guitarra solista, el tipo
disfrazado de pulpo y la buena comunión entre la banda y un público
que, seguramente, firmaría por tenerlos todos los años sobre el
escenario del Resu.
De
esta forma se cerraban las actuaciones principales. Para aquellos que
aún no estuviesen muertos les esperaba el tributo a Metallica en la
carpa. La banda, bajo el nombre de Seek'em
All,
no me terminó de convencer con su interpretación meramente correcta
de los temas más manidos de los de San Francisco, no obstante
cumplieron el cometido de terminar de exprimir a los asistentes y
mandarlos calentitos a la cama o a donde quiera que les llevasen sus
pasos tras la que seguramente fue la jornada más brutal del
festival.
SABADO
14
Y
casi sin descanso llegábamos a la jornada final del festival. Y
aquellos a quienes no les gustase el viraje del Resurrection Fest de
pequeño festival underground a parque temático del rock sin duda
estarían rabiosos, ya que el tercer día fue aquel en el que se
apreció más cantidad de gente disfrazada (y no nos referimos
unicamente al mítico maquillaje facial de Kiss) así como la jornada
con más niños pequeños acompañados por sus padres. Por otra parte
también fue el único de los tres días en que se consiguió el
ansiado sold out.
Las
agradables sorpresas empezaron pronto en esta jornada final con la
descarga de Purpura
en
el escenario Desert Stage. Tras este nombre tan poco atrayente se
escondía un estupendo dúo valenciano de post-metal experimental en
la línea de bandas como Bell
Witch,
destilando una música atmosférica, oscura y envolvente. La labor de
Manuel Martinez me pareció prodigiosa, creando capas y capas con su
bajo de 6 cuerdas a base de loops y efectos mientras su compañero,
Adriá Puchalt a la batería marcaba perfectamente el tempo y
propiciaba el marco ideal para su propuesta. Una banda para apuntar
en la libreta y descubrir con más calma en casa.
No
regresé al recinto hasta bien entrada la tarde para disfrutar del
show de Tremonti.
Una
actuación que fue de menos a más, tanto en intensidad como en
respuesta del público, consiguiendo desperezar poco a poco a los
asistentes. El ex Alter
Bridge venía
presentando su reciente nuevo disco, titulado A
Dying Machine, del
que tocó un par de temas junto a varios clásicos de su discografía.
Su metal inofensivo y coreable, interpretado con profesionalidad y
acompañado de un buen sonido, dejó bastante satisfecho a un público
que se acabó metiendo de lleno en el terreno del gran compositor,
que demostró sus buenas dotes a la voz junto a su conocida pericia
guitarrística.
En
las antípodas del sonido Tremonti
acudían
al Ritual Stage los finlandeses Rotten
Sound, directamente
salidos del infierno y sin tiempo para tonterías
escupieron
un set de puro grindcore death sin contemplaciones. Una descarga
rápida y furiosa, caótica e hiperviolenta, sin parones, ni charlas
ni vistosos alardes técnicos, con la única misión de noquear lo
antes posible como si se tratase de un crochet de Mike Tyson directo
al pómulo. Cumplieron su misión de sobra, y hasta el más apagado
entre la audiencia se tuvo que rendir ante el despliegue de la banda
para acabar cabeceando como un poseso.
Un
atronador sonido de sirenas nos hacía presagiar alguna desgracia,
por el contrario marcaba el pistoletazo de salida a uno de los shows
más movidos y desenfadados de esta jornada final. Frank
Carter y
su banda, The
Rattlesnakes, se
subían al escenario principal con la única intención de ponerlo
patas arriba. La banda, con una trayectoria increíblemente corta, se
metió al público en el bolsillo con un despliegue de energía sin
igual. Por supuesto la gran culpa de ello la tuvo su estupendo
frontman, todo un desquiciado que no paraba de animar, correr y
saltar mientras iban cayendo los temas de sus dos únicos discos
publicados. Pogos alocados, crowndsurfing, gente arrodillada, de todo
se vivió en un show en el que Frank, pasado de actitud y carisma,
manejaba al público totalmente a su antojo. No me gustó
especialmente su propuesta musical, pero hay que reconocer que
aquello se transformó en una auténtica fiesta a la que todos nos
vimos arrastrados.
Y
ahora es cuando viene lo complicado. Igorrr.
Un grupo raro. Muy raro. Una banda de culto. Una propuesta extraña,
extravagante, y desde luego no apta para todos los públicos. Con
Igorrr
sucede que te puedes encontrar a un puñado de personas que los
consideran una de las mayores genialidades del panorama musical
actual, pero también a muchísimas más que consideran que la banda
es una puta mierda. Me voy a mojar y, aún a riesgo de resultar
polémico y a sabiendas de que mucha gente se va a echar las manos a
la cabeza, mi veredicto es el siguiente: Igorrr
dieron el mejor concierto de todo el festival. Y lo hicieron por
la tarde, sin pantallas ni pirotecnia, sin una iluminación
espectacular, bajo el sol y únicamente a base de talento.
No nos engañemos, el panorama
musical está muy trillado, muchas veces cuesta distinguir unas
bandas de otras, algo que se intenta disimular modificando el prefijo
de la etiqueta estilística en cuestión, por lo tanto propuestas que
te descoloquen y emocionen tanto, a la vez que destilen calidad a
raudales, no deben pasarse por alto nunca. Por supuesto también
puede considerarse como un punto negativo la poca accesibilidad de su
música, que mezcla absolutamente todo lo habido y por haber, y que
hará muy difícil que lleguen mucho más alto en cuanto a
popularidad. Tenemos a su estupenda cantante lírica, Laure le
Prunenec, que ya hipnotiza en vídeos y resulta totalmente fascinante
en directo, con esa preciosa voz y unas capacidades escénicas que
rebasan la mera música y la acercan al teatro. Por su parte Laurent
Lunoir es el contrapunto perfecto, un ser amorfo y torturado que
grita y grita de forma desgarrada. Mientras tanto el batería Sylvain
Bouvier, también militante en Trepalium,
da una auténtica masterclass en su instrumento, y finalmente el gran
cerebro, Gautier Serre, que ejerce de director del cotarro a los
mandos de la nave. Aunque el elemento natural de la banda es una
sala, y desde luego no bajo la luz solar, consiguieron meternos en su
burbuja a los que estábamos dispuestos a ello, y de qué manera. El
sonido por desgracia fue algo mejorable en el apartado de las voces,
especialmente la de Laurent, al que se vio muy ajustado en su labor.
El resto simplemente fue más allá de la música, puro arte. En mi
opinión, para redondear la puesta en escena, la formación también
debería incluir a un guitarrista. Es bien sabido que Gautier es el
gran cerebro detrás de Igorrr, pero al Igual que Tobias Forge
aún componiendo toda la música en Ghost no sale él solo
disfrazado de Cardenal acompañado de música pregrabada, Gautier
debería incluir a un guitarrista para las presentaciones en vivo,
con ello ganarían en vistosidad y sin duda resultarían menos
chocantes de cara a los despistados que se encuentren frente a la
banda sin conocerla previamente. En la música de Igorrr hay
grandes riffs y momentos guitarristícos de altura, por lo tanto de
cara a las presentaciones en vivo la presencia de un buen guitarrista
sería sumar un punto más. Asistimos a un show por desgracia muy
breve debido al estatus del grupo, pero que espero les haya hecho
ganar algún fan entre los muchos despistados. Al
finalizar la actuación de los franceses mucha gente se había
quedado con la sensación de «¿pero qué cojones acabo de ver?»,
algo totalmente comprensible, pero para los que nos subimos al barco
de Igorrr
hace tiempo aquello fue sin duda una velada repleta de magia.
Tras
esta sorprendente actuación era el turno de uno de los platos
fuertes del festival: Prophets
of Rage.
La superbanda formada con piezas de Rage Against the Machine, Public
Enemy y Cypress Hill resulta una combinación explosiva que no puede
salir mal, y menos en un ambiente festivalero. La gente saltó,
bailó, ovacionó y disfrutó de lo lindo. El sonido fue estupendo,
con un Tom Morello que, a pesar de estar recuperándose de un
contratiempo en su mano, dio un auténtico bolazo, ejerciendo de
batuta y maestro de ceremonias con su feeling y extrañas técnicas
de guitarra, y una formación que, poco a poco, se va desembarazando
de su enorme legado para gozar de una personalidad propia.
Evidentemente tuvieron que tirar de clásicos indiscutibles de sus
respectivos proyectos pasados, como Fight
the Power, Bullet in the Head, Jump Around o
Bulls on Parade, a
los que, de forma loable, intentaron dar una pequeña vuelta de
tuerca para no limitarse a una interpretación sin más. También
dejaron caer unos cuantos temas originales que, aunque no recibieron
la misma respuesta por parte del público, no desentonaron en el
conjunto de la actuación. Como decimos otra fiesta más sobre el
escenario principal que acabó, como no podía ser de otra forma, con
una brutal interpretación de Killing
in the Name, acompañados
esta vez por el gran Frank Carter a modo de guinda. Una descarga
notable que tuvo un pequeño punto negro justo al final, cuando
B-Real se despidió con un sonoro «¡Muchas gracias Barcelona!» que
provocó la mofa y la indignación entre los asistentes. Asumiremos
que fue un pequeño desliz y nos quedaremos con la espectacular
actuación y respuesta del público.
Y
llegamos al fin de fiesta y otro de los momentos más polémicos del
festival: la actuación de Kiss.
Un concierto que, como no podía ser de otra manera, generó
opiniones encontradas entre aquellos a los que les parecido un show
correcto e intentaron pasarlo bien y aquellos a los que les pareció
estar asistiendo a una esperpéntica verbena. Sinceramente, no sé
qué esperaban algunos, más aún teniendo en cuenta que Kiss
llevan haciendo el mismo show, casi punto por punto, desde hace
décadas. El set list de siempre, la coreografía en Deuce,
el momento Gene en Firehouse
etc etc... todo eso siempre ha estado ahí y casi siempre en el mismo
orden. A estas alturas todo el mundo debería sabe qué puede esperar
de un concierto de Kiss.
En este caso casi todos vuestros prejuicios serán ciertos y la
probabilidad de disfrute del show dependerá de los ojos que los
miren. La actitud y predisposición con la que uno afronta el
concierto de esta veterana banda sin duda es clave para la
experiencia en sí. Dicho esto apuntar que yo iba allí para
divertirme, ni más ni menos. Paul Stanley hace mucho que perdió sus
capacidades vocales, y es algo que desde luego no ha mejorado con el
tiempo. Su labor al micrófono fue lo único que destacó
negativamente dentro de un espectáculo de luz y sonido calculado al
milímetro. Por suerte Paul es un profesional con muchísimas tablas
e intentó compensar su bochornosa interpretación derrochando
carisma, comunicándose y animando constantemente al público de
todas las formas posibles, incluso chapurreando algo de español.
La respuesta del público me
pareció muy fría, más aún estando frente a «the hottest band in
the world». Ignoro si fue por agotamiento tras tres días de
conciertos, o por llevar unas expectativas demasiado altas y darse de
bruces con la realidad. Ante el lamentable estado de Paul fue Gene
Simmons quien se echó la actuación al hombro. Por suerte el hombre
no ha perdido su particular timbre de voz ni su carisma como The
Demon. Como apuntamos el show transcurrió de la forma planeada,
tuvimos ristra de clásicos del rock como Shout it out Loud, Lick
It Up, I Was Made For Loving You o
Black Diamond, así
como los habituales recursos escénicos de la banda: el cacofónico
solo de bajo de Gene Simmons escupiendo sangre, para posteriormente
ser elevado hasta las alturas donde interpretaría God of
Thunder, el momento tirolina
sobre el público de Paul
Stanley en
Love Gun o el fin de fiesta
total con Rock and Roll All Nite plagado
de confeti y petardos. Un
show correcto donde los únicos puntos verdaderamente negativos
fueron la voz de Paul y la falta de ritmo en algunos momentos.
No fue ni de lejos el mejor
concierto del festival, de hecho personalmente no lo situaría ni
siquiera en el podio. Pero fue el concierto de Kiss, ni más
ni menos.
Aún quedaba bastante tela que
cortar: Alestorm, The Bronx, Exodus y Eyehategod, pero mi estado era
ya tan lamentable debido a los excesos y el cansancio que no me
atrevo a faltar el respeto a dichas bandas intentando hacer una
crónica objetiva, por lo que doy por finalizada aquí la crónica de
conciertos.
CONCLUSIÓN.
Pues
otro Resu a las espaldas y un muy buen sabor de boca en el paladar.
El emplazamiento del festival es fabuloso, la organización
impecable, se respira un buen rollo general por parte de la gente,
que va simplemente a divertirse y pasar un fin de semana para el
recuerdo junto a sus familiares y amigos. Sobre las tablas se ha
vivido alguna pequeña decepción, que ha quedado suplida de sobra
por otras actuaciones de grandísimo nivel.
Parece ser que las cifras se han
resentido ligeramente en esta edición y la asistencia ha sido algo
menor que en años pasados, aun a pesar de contar con mayor
presupuesto, pero tampoco hay que alarmarse porque ni mucho menos ha
sido un descalabro, y ante el difícil panorama y la competencia
parece que Resurrection Fest ha salvado de sobra los muebles. Está
bien recordar que esto es una carrera de fondo en la que solo los más
aptos sobreviven, y la gente que está detrás del festival está
siguiendo una línea bastante definida, en la que prima el buen trato
y la comodidad hacia el público a la par que se intenta que crezca
el negocio. Siguiendo por ese camino la longevidad del festival está
asegurada. Por nuestra parte esperamos impacientes su siguiente
edición, que estamos seguros será nuevamente una cita obligada y un
fin de semana memorable. Nuestro agradecimiento a la organización,
los empleados, las bandas y el público, todo ello perfectamente
coordinado para hacernos vivir una gran experiencia, la experiencia
Resurrection Fest. ¡Nos vemos en el siguiente!
Fotografías de Resurrection Fest.
Este texto se escribió originalmente para la web musical Diablorock: