Masaccio: Adán y Eva expulsados del Paraíso.

domingo, 24 de marzo de 2019

IN MEMORIAM: CINCO TEMAS PARA RECORDAR A KEITH FLINT






El pasado 4 de Marzo el mundo de la música se despertaba de luto al conocer la noticia del fallecimiento de Keith Flint, vocalista del grupo The Prodigy. Al principio no se desvelaron muchos datos al respecto, pero la relativa juventud del artista (49 años) nos hacía temernos lo peor. Y así fue cuando, unos días después, se desveló la causa de su fallecimiento: suicidio por ahorcamiento.
Ante noticias de este tipo uno no puede más que sentir una profunda tristeza, sensación que también se mezcla con la rabia, la impotencia y la incredulidad. ¿Qué puede llevar a un artista joven, exitoso y relevante, a tomar una decisión tan drástica?
A medida que nuevos datos han ido saliendo a la luz nos hemos enterado que Keith Flint sufría una profunda depresión, motivada por una reciente ruptura sentimental y agravada por una recaída en el mundo de las drogas, con las que Keith siempre tuvo bastantes problemas. Ya nada se puede hacer al respecto y solo nos queda llorarle, como a tantos otros artistas en situaciones parecidas que se han ido demasiado pronto (Chris Cornell, Chester Bennington...). Pero una vez más tenemos que abrir los ojos y darnos cuenta de la importancia y gravedad de trastornos mentales como la depresión. Una enfermedad sin piedad, que agarra y aprieta, ahogando profundamente y anulando la perspectiva de sus víctimas. Da igual que seas un currito, que estés en el paro o que vendas millones de discos, nadie está a salvo de este mal que puede desembocar, como en el caso que nos ocupa, en el peor de los desenlaces.
Una ruptura sentimental es uno de los mayores baches a los que una persona tiene que hacer frente, tarde o temprano, a lo largo de su vida. Vienen entonces periodos de profunda agonía, de tristeza, de baja autoestima y gran inseguridad, sentimientos todos ellos que llevan directamente a las depresiones y, como hemos dicho, cuando la depresión agarra con fuerza no deja escapar fácilmente, nublando por entero el juicio y la perspectiva, y llevando a la víctima a pozos oscuros de los que es muy difícil salir airoso. Pudiendo incluso, en los casos más graves, llevar a la víctima hasta el suicidio o el crimen pasional. Pueden parecer sentimientos exagerados desde el punto de vista de una persona sana, anda que no tendría posibilidades Keith Flint, ni más ni menos que el puto cantante de The Prodigy, de conocer a una nueva chica relativamente pronto, alguien que le devolviese la alegría y las ganas de vivir. Solo se trataba de tener entereza y dejar pasar un poco el tiempo. Pero Keith estaba enfermo, y su mente no trabajaba como las demás.
Es el deber de amigos y familiares estar atentos a los síntomas y reaccionar. No vale con un «anímate» o un «sal más de casa», hablamos de enfermedades graves, que requieren seguimiento y tratamiento. Una persona metida en el fango de la depresión muchas veces no va a pedir ayuda, incluso puede que disimule su estado fingiendo normalidad, por todo ello es importante tener los ojos abiertos y reaccionar, porque lo bueno es que son enfermedades que se pueden curar con tratamiento.
Un destrozado Johnny Rotten, amigo de Keith, reflexionaba sobre esto, diciendo que nadie tiene por qué quedarse solo y morir. En este mundo cada vez más frío y despiadado, de apariencias y amistades virtuales, de hastags y emoticonos, un sencillo y sincero «estoy aquí», dicho mirando directamente a los ojos, junto con un abrazo real, de cuerpo presente, pueden hacer mucho. Pueden incluso suponer la diferencia entre la vida y la muerte. No lo olvidéis.


     Y tras esta reflexión, que consideraba importante hacer, quitémonos toda esta pesada melancolía y pasemos a celebrar el legado de Keith Flint, a todo volumen y con alegría, bailando alocados como en los mejores momentos.



BREATHE
(Howlett, Flint, Reality)
The Fat of the Land. 1997.


La juventud de Keith no fue fácil. Diagnosticado como disléxico su paso por la escuela fue un fracaso total, abandonando los estudios a los 15 años. También tuvo que huir de casa a edad temprana debido a las enormes tensiones familiares. Continuó entonces su vagabundeo por la vida metiéndose de lleno en la cultura rave de finales de los 80. Y ahí, en medio de la locura, encontró por fin su faro en la figura del músico Liam Howlett.
Keith se mostró entusiasmado con la maqueta que le pasó su nuevo amigo, y le aconsejó que tirara para adelante con su música, ofreciéndose él mismo para acompañarle como bailarín. De esta forma nació The Prodigy, banda que ya desde su primer trabajo, titulado Experience (1992), consiguió bastante éxito. Pero fue con su fabuloso tercer álbum, The Fat of the Land (1997), cuando de verdad asaltaron por completo el mainstream, situándose a la cabeza de las listas de éxitos en todo el mundo y vendiendo millones de copias.
Es bien sabido que Howlett es el cerebro detrás de la música de The Prodigy, pero no puede pasarse por alto que el verdadero salto a la fama se realizó cuando Keith tuvo más protagonismo, pasando de bailarín a cantante y frontman de la formación, dotando a la banda de la imagen y actitud que necesitaban para complementar la música. Su alocado aspecto, de influencias punk y electrónicas, y su desbordante e hipnótica energía (junto a la de su compañero Maxim) se clavaron a fuego en las retinas de millones de adolescentes, llevando a la banda a la estratosfera en un momento totalmente propicio para su propuesta musical, asentada en la electrónica pero que también incluía enormes dosis de punk y metal, consiguiendo abrir una brecha por la que también se colarían formaciones como, por ejemplo, Chemical Brothers o Massive Attack.




BABY'S GOT A TEMPER
(Howlett, Flint, Pepper)
Baby's Got a Temper EP. 2002.


El éxito sin precedentes de The Fat of the Land los tuvo recorriendo el mundo durante años. Ahora estaban en las grandes ligas, encabezando festivales y actuando para miles de personas cada noche. Como era de esperar el éxito y los excesos quemó a la banda, cuyo tren de vida se había salido tanto de control que tuvieron que anunciar una pausa indefinida en 1999, prometiendo que volverían.
El regreso se produjo en 2002, con el single Baby's Got a Temper. El tema había sido escrito originalmente por Keith para su proyecto en solitario Flint, pero finalmente decidió adaptarlo para The Prodigy, siendo presentado como regreso de la banda y adelanto del nuevo disco. La expectativa era enorme, y cuando finalmente se lanzó el single la crítica lo vapuleó, considerándolo poco inspirado y de mal gusto. Causó mucho revuelo su letra, siendo acusados de hacer apología de ciertas drogas, en este caso el Rohypnol, conocida sustancia en los bajos fondos relacionada con violaciones. La banda no era ajena a las controversias (ya la habían liado bien con Smack My Bitch Up), y Keith Flint salió al paso diciendo que solo relataba experiencias personales y no hacía apología de nada.
No sabemos si por esta controversia o por otro tipo de replanteamientos la canción no fue finalmente incluida en el álbum, más adelante Howlett incluso repudió el tema. Lo que está claro es que estamos ante uno de los temas y vídeos más gamberros en toda la historia de la formación.





JU LU
(Flint)
Device #1. (2003)


La esperada continuación a The Fat of the Land apareció finalmente en el año 2004. Tras una larguísima espera de nada menos que siete años los fans, como era lógico, se abalanzaron sobre el disco con avidez. Pero Always Outnumbered, Never Outgunned no resultó ser lo esperado. Howlett decidió volver a las raíces y prescindir casi por completo de las aportaciones de Flint y Maxim (el bailarín y músico Thgornhill se había largado ya en 1999), por todo ello el álbum no fue bien recibido, resultando irregular y quedando como uno de los trabajos más flojos de The Prodigy. Por suerte en directo continuaban a buen nivel y con clásicos de sobra para mover al personal, y aquí es inevitable mencionar una de las actuaciones más memorables de la banda en España, en el marco del festival Festimad 2005, conocido como el festival del apocalipsis. Para quienes estuvimos allí ver a unos desbocados The Prodigy actuando al amanecer, rodeados de policía y coches ardiendo, en un escenario que parecía más bien el de una guerra, fue sin duda una experiencia de las que no se olvidan jamás.
Durante el parón que sufrió The Prodigy a finales de los 90 Keith no se quedó quieto, y visto el ninguneo sufrido en el nuevo disco decidió intentar sacar adelante su proyecto de punk Flint. No son muy conocidas estas grabaciones, ya que el álbum no pasó el corte de su discográfica y su lanzamiento fue cancelado. Por suerte es fácil encontrar el disco, titulado Device #1, buscando por la red. Nos encontramos aquí con un trabajo de punk rock sin pretensiones, que sin ser memorable resulta marchoso y disfrutable en su sencillez, y cuyas letras son más personales y están más trabajadas que en The Prodigy, resultando algunas de ellas bastante oscuras, y mostrándonos la turbulenta cabeza con la que Keith tenía que convivir a diario.






OMEN
(Howlett, Hutton, Maxim)
Invaders Must Die. 2009.


Tras el tropiezo anterior Howlett enfocó el siguiente disco de una forma diferente, como amalgama de todos sus trabajos anteriores, y abriendo nuevamente la puerta a las ideas de Flint y Maxim. Invaders Must Die fue mucho mejor recibido en líneas generales y resultaba un trabajo dinámico que daba lo que se espera de un disco de The Prodigy.
Asimismo la banda en directo seguía resultando demoledora, y así quedó plasmado en el disco en vivo World's on Fire (2011) que ofrecía una actuación de 2010 en Milton Keynes.
Su siguiente trabajo, The Day is my Enemy (2015), seguía las pautas marcadas por Invaders, ofreciendo temas cañeros, no demasiado revolucionarios y enfocados al directo. La banda ya no resultaba tan fresca y sorprendente como años atrás, pero se habían asentado cómodamente en su parcela, donde eran imbatibles, siendo un referente con sonido propio y actuando sin parar por todo el mundo, en la mayoría de los casos a un buen nivel.
Con su más reciente trabajo, No Tourist (2018), empezamos a notar ya un preocupante agotamiento, falta de frescura y repetición de patrones e ideas. El disco no es malo, pero tampoco ofrece nada que no se haya visto ya anteriormente de forma más inspirada, y resulta plano, con una molesta y evidente sensación de estar realizado con piloto automático. Howlett está ya asentado y parece no querer esforzarse mucho en lo musical, solo lo justo para seguir exprimiendo la marca. No obstante en directo seguían con buen nivel, así como con un amplio repertorio de clásicos con el que montar una buena actuación sin problemas, por ello cualquier visita o inclusión de la banda en carteles de festivales era mayormente bien recibida.
Por desgracia, y de forma inesperada, nos hayamos de repente ante el momento más oscuro y de mayor incertidumbre en la historia de la banda.





FIRESTARTER
(Howlett, Flint, Deal, Dudley, Horn, Langan, Jeczalik, Morley)
The Fat of the Land. 1997.


El suicidio de Keith Flint ha supuesto todo un mazazo para la banda, y para el mundo de la música en general. Nos hemos quedado sin un artista icónico, entrañable, chalado e hiperactivo, que tuvo que luchar toda la vida contra los demonios en su cabeza, para finalmente sucumbir ante ellos de una forma bastante triste.
En estos momentos ignoramos si este suceso marcará el fin de The Prodigy. Está claro que Howlett puede seguir sin él si lo desea, aunque es inevitable que su ausencia se note, especialmente en los directos y en la imagen de la banda, donde su presencia y energía resultaba contagiosa e inspiradora. Por otra parte, debido al evidente agotamiento que arrastra el último disco de The Prodigy nos gustaría que, de seguir adelante, la rabia y el dolor de esta muerte pudiera revertir en un brote de inspiración que diese lugar a un gran homenaje discográfico al compañero caído, algo que sin duda merece. En cualquier caso el tiempo dirá... Desde aquí solo queremos recordar al artista y su música, deseando que encuentre, por fin, la paz que andaba buscado.
Buen viaje compañero.




Este texto se escribió originalmente para la web Diablorock:

lunes, 18 de marzo de 2019

CRITICA: DREAM THEATER - DISTANCE OVER TIME





Dream Theater son, por trayectoria y méritos, una de las bandas más importantes en la historia del metal progresivo. Creo que eso es algo totalmente indiscutible a estas alturas. Pero antes de encarar la reseña de su nuevo disco, el número 14 en su ya abultada trayectoria, considero muy importante y revelador hablar un poco del contexto en el que han creado esta nueva obra.
Su anterior disco, The Atonishing, fue publicado hace ya tres años. No dudamos que en aquella obra la banda puso mucha ilusión y medios pero, desgraciadamente, para muchos supuso un gran fiasco. Intentaron hacer una obra demasiado ambiciosa y pecaron precisamente de exceso de ambición, dando como resultado un trabajo aburrido, demasiado recargado y que destilaba una grandilocuencia y pomposidad que llegaba incluso a resultar sonrojante en muchos momentos.
El disco, como era de esperar, fue machacado en líneas generales tanto por la crítica como por el público. Sin duda esto debió ser un duro golpe en el orgullo de la banda que, tras la decepción inicial, seguramente hizo examen de conciencia y llegó a la conclusión de que su propia leyenda quizás se les había subido demasiado a la cabeza. De esta forma encararon la creación de su siguiente disco de una forma totalmente distinta y mucho más inocente. Huyendo de enrevesadas tramas y planes preconcebidos tomaron la decisión, de forma acertada, de encerrarse en el estudio para pasarlo bien haciendo lo que mejor saben, enfocándose simplemente en sacar un puñado de temas de alta calidad sin más pretensiones.
Y les ha salido bien. El disco rebosa frescura y sencillez, teniendo en cuenta lo que la palabra sencillez significa para una banda como Dream Theater, claro. Se aprecia perfectamente que los diez cortes que conforman Distance Over Time han surgido de distendidas jam session de la banda en el estudio, y que no se han comido mucho la cabeza para unir temas y conceptos dentro de alguna extraña maraña teoricofilosoficomusical. Esa actitud desenfadada se aprecia y degusta a las mil maravillas por el oyente que solo busca disfrutar de un buen puñado de temas de una grandísima banda de metal progresivo.
También, por todo lo expuesto, estamos ante un disco que no va a ser, ni de lejos, considerado entre las obras maestras de la banda. Pero, sinceramente, tras el tostón de The Atonishing, muchos nos damos por bastante satisfechos con esto, y volvemos a tener fe en una banda que nos ha dado, y puede seguir dando, muy buenos momentos.
Centrándonos en el contenido poco que añadir. Diez temas muy directos y disfrutables, con su buena ración de solos, cambios de ritmo y florituras de elevado nivel técnico como cabría esperar. Diez temas variados y dinámicos, que por su carencia de pretensiones quizás no te vuelen la cabeza, pero que tampoco resultan cansinos ni extenuantes.
Como suele ser habitual el que parece dirigir el cotarro aquí es Petrucci, que no en vano ejerce también de productor. Todos los temas se asientan firmemente en los riffs del barbudo, riffs que sorprenden por su tremenda pegada y groove, y que dejan fácilmente en pañales a muchas ideas de otras bandas de géneros a priori más agresivos. Mike Mangini también está impecable a la batería y goza, por fin, de un sonido en la producción que le hace justicia, por lo que se puede considerar fácilmente como su mejor trabajo desde que entró en la banda. Como ya he comentado los temas siguen estructuras sencillas (para los estándares de Dream Theater), despegando con riffs iniciales de Petrucci, la consabida estrofa y estribillo, y una parte central muy trabajada, que es donde se encuentran los pasajes más virtuosos. Los duelos Petrucci/Ruddess como era de esperar resultan estratosféricos, y el pegamento de Myung no flojea ni un segundo. La banda suena compacta y profesional, gustándose y disfrutando de lo que hace mientras dejan correr la inspiración, tirando de todos sus recursos, experiencia e influencias.
Hay temas más redondos que otros, claro, pero todos están en un muy buen nivel. Personalmente los que más me han llamado la atención han sido Paralyzed, directo y muy cañero. Barstool Warrior, con unas dinámicas que son puro Theater. Room 137, en el que despliegan un groove tremendo y que cuenta con unos deliciosos escarceos por el blues rock de alto octanaje. También At Wit's End, en donde Petrucci brilla especialmente, demostrado (por si quedaba alguna duda), por qué es uno de los mejores guitarristas de su generación. Destaco también Pale Blue Dot, quizás el tema más enrevesado y ambicioso del disco, todo un viajecito de 8 minutos de duración. Estas son mis elecciones, que bien podrían haber sido otras, ya que como digo todos los temas están a un nivel parecido, sin destacar especialmente ninguno para bien ni para mal dentro del conjunto.
En definitiva este Distance Over Time es un muy buen disco: enérgico, desenfadado, directo, dinámico y disfrutable. No será un disco mítico, pero sí es un trabajo bastante digno dentro del catálogo de Dream Theater, que cuenta con todas sus señas de identidad y que puede servir perfectamente como puerta de entrada para aquellos que estén descubriendo ahora a la banda. Reconciliará totalmente a los fans desencantados tras su anterior tropiezo, y seguramente les suponga nuevos adeptos a la causa. Es por tanto una escucha totalmente recomendable.



Este texto se escribió originalmente para la web Diablorock:
https://diablorock.com/2019/03/12/critica-dream-theater-distance-over-time-2019/