Masaccio: Adán y Eva expulsados del Paraíso.

lunes, 31 de mayo de 2010

MANTEQUILLA AGRIA SOBRE PAN DURO


Tosí repetidamente a causa del humo. Las imágenes se sucedían ante mí, exactamente como había oído decir.
La cena de navidad había sido agradable, siempre resulta agradable ver a la familia, todos juntos de nuevo. Madre mía, como pasa el tiempo, otro año más. Es cierto eso que dicen de que cuanto más mayor te haces más rápido pasa el tiempo. Cuando era joven un año suponía todo un mundo, incluso un verano era un mundo, tres meses sin clases, conociendo gente y lugares. Recuerdo un verano en que mis padres me llevaron a la playa, era la primera vez que veía el mar, me quedé estupefacto, esa enorme cantidad de agua, hasta donde alcanzaba la vista. Había estado en grandes piscinas (una vez casi me ahogué en una), pero esto superaba cualquier cosa que hubiese podido imaginar. Y cómo brillaba, recuerdo que al principio me quedé sentado en la arena, hipnotizado, asustado por lo imponente de aquello, mirando el brillo caprichoso que formaba el reflejo del sol a lo lejos, las embarcaciones lejanas, diminutas a la vista, como si fuesen de juguete. Aquello era demasiado inmenso, demasiado vasto para un niño como yo, estaba convencido de que si me adentraba allí la corriente me arrastraría hasta el infinito separándome para siempre de mis padres, o quizás algún monstruo marino me engulliría sin que nadie se diese cuenta.
Mi madre me animaba a meterme en el agua con ella, decía que no había peligro, la veía a ella zambulléndose, veía a más gente a su alrededor, jugando con balones gigantes, entrando en el agua y volviendo a salir sanos y salvos, pero yo no me fiaba, esa inmensidad seguro que guardaba terribles criaturas dispuestas a cogerme. Pensaba en un cromo que tenía, era de una colección de cromos sobre monstruos que me encantaba, se pegaba la parte superior del cromo en el álbum y, al levantar este, debajo venía la historia. Esa criatura en concreto se llamaba Kelpie y según su historia habitaba en las aguas y capturaba a los niños despistados, los arrastraba hasta el fondo y allí los devoraba. El cromo era impactante, se veía a la criatura emergiendo de las aguas con sus ojos rojos y su boca babeante llena de dientes afilados, estiraba sus delgados y horribles brazos hacia unos pies de niño (lo sabía por sus zapatillas deportivas) que estaban girados ajenos a todo eso. El Kelpie sin duda habitaba esas aguas, estaba por ahí, esperándome, no importaba que toda esa gente se bañara despreocupada, yo no me fiaba, el estaba esperándome a mí. Así que me quedé ahí sentado en la arena, enredando con mi cubo, mi pala y mi rastrillo, juntando la arena, haciendo castillos, túneles, toda una obra de ingeniería efímera.
Tardé un par de días en atreverme a meterme por completo en el agua, lo hice poco a poco, sujetándome a los brazos de mi madre por si venía el Kelpie a cogerme, ese agua no era como el de las piscinas, era agua salada, una novedad para mí, te dejaba el pelo y el cuerpo cubiertos de una especie de arenilla que escocía un montón, además ese agua se movía caprichosamente, te zarandeaba, no estaba quieta como la de las piscinas, el fondo también era muy diferente, no era un sólido y uniforme bloque, era arena caprichosa en la que te hundías, todo ello daba una sensación de absoluta inestabilidad que no me gustaba. Una vez superado el impacto inicial empecé a acostumbrarme a todas estas novedades y le fui cogiendo el gustillo, no se veía al Kelpie por ninguna parte, empecé a nadar y bucear sin preocuparme ya de estar cerca de mamá.
Otra cosa que me gustaba mucho era luchar contra las olas, sentarme a la orilla donde rompían y dejar que me arrastrasen, me hacía mucha gracia, las veía venir a por mí, entonces apretaba los ojos y me agarraba al fondo y ellas chocaban contra mí, embistiéndome, luego venía el caos, me arrastraban, me giraban, me zarandeaban como a un muñeco de trapo, yo tragaba agua, con su horrible sabor a sal, era un instante muy emocionante, me levantaba riendo, con el pelo alborotado, y me volvía a sentar esperando una nueva embestida, era fabuloso.
Sin duda la revolución vino cuando convencí a papá para que me comprase unas enormes gafas de bucear, se me pegaban al rostro como una ventosa, cuando me sumergí con ellas un nuevo mundo apareció ante mis ojos, veía con claridad la arena del fondo, las algas, pececillos plateados, las piernas de la gente, ahí abajo todo parecía más tranquilo, los movimientos eran más lentos, el sonido más suave, era fabuloso, y lo mejor de todo, ni rastro del Kelpie. Me pasaba horas sumergido observando todo aquello, intentaba cazar peces con una bolsa de plástico, encontraba conchas de colores, piedras, una vez encontré una moneda de otro país.
Aquel viaje duró sólo una semana pero a mí me parecieron meses, todo el día sumergido, explorando, las tardes con mis padres de paseo por la costa, mirando puestos, artistas ambulantes, comiendo helados... Es increíble, acude a mi mente como si estuviera allí de nuevo, puedo sentir el aire fresco del mar llenándome los pulmones.
Ahora me arrepiento de no haber ido más al mar, me arrepiento de haber perdido esa inocencia.
Vuelvo a toser por culpa del humo, empiezo a notar un gran calor en la cara.
Sin duda aquello era la felicidad, ahora al verlo de nuevo tan claro lo sé.
Mis padres han muerto hace mucho y los recuerdo con cariño, me pregunto si los veré de nuevo. Los misterios están a punto de resolverse.
Mi mente viaja de nuevo, a la última cena de navidad. Ahora el tiempo pasa veloz, ya no es como en la infancia, ya no me queda nada por hacer. Me asombro de lo grande que está mi nieta, es ya toda una mujercita, con su extravagante indumentaria, todo de negro, con sus anillos, sus pulseras de pinchos, sus ojos pintados, la pequeña Vanessa, parece que fue ayer cuando me la enseñaron recién nacida, tan pequeña y rosada. Ahora esta ahí discutiendo con su madre, está tan mayor, y está tan guapa, la típica chica que me volvería loco en mis años de juventud. Según he oído está hecha una rebelde, supongo que es la edad, todos hemos sido rebeldes a su edad, creyendo saberlo todo, que equivocada está, ya se dará cuenta, todos acabamos dándonos cuenta, casi siempre por las malas, pero así es el viaje.
Cenamos abundantemente, sopa de marisco, gambas, platos rebosantes de jamón, quesos, un exquisito redondo relleno, vino... Como hasta que no puedo más, hay que reconocer que mi hija es una gran cocinera, hacía exactamente un año que no comía tan bien, este festival de sabores, tan distintos de la repetitiva e insípida comida del asilo. Recuerdo cada momento con ellos.
Reparten los regalos, los niños alucinan con sus videojuegos, a mi me han regalado un jersey de color verde y una boina nueva. Hay algún momento de tensión entre ellos, discuten por tonterías, yo disfruto de cada momento con mi familia, aunque discutan, se les echa de menos las frías y solitarias noches allí, en la residencia, todo se aprecia mucho más cuando no es lo típico, cuando se sale de esta rueda de monotonía en la que se convierte la vejez. Veo muy poco a mi familia e intento atesorar cada momento que paso con ellos.
No puedo reprocharles que me metieran en ese sitio, yo ya soy un viejo, necesito atenciones que no pueden prestarme, la situación económica es precaria, ha subido todo tanto de precio, tienen que hacer malabarismos para llevar su vida familiar de una forma normal, no necesitan estar cuidando de mí.
Recuerdo que cuando era joven conseguí criar a mis dos hijos solo con mi trabajo, compré una casa y mi amada Belén se encargaba de la casa y los niños, no vivíamos mal, nunca nos faltó de nada, ahora tienen que trabajar todos y ni siquiera han podido comprarse una casa propia, yo no puedo ayudarles con mi ridícula pensión, así que, por lo menos estando allí no les doy más trabajo, lo malo es que la residencia es tan deprimente, es la antesala de la muerte.
Estoy muy cansado, he bebido mucho vino y me encuentro agotado, me retiro a dormir y los dejo charlando airadamente sobre política, Vanessa se va, ha quedado con sus amigas, espero que se cuide, el mundo está lleno de locos.
Tras ese pequeño paréntesis de las fiestas nos toca a todos volver a la realidad, me despido de todos, mi hija llora y promete que intentará ir a verme más, se que miente pero no se lo digo, bastante tiene ya, Vanessa me da un beso "hasta luego abuelo, cuídate" está preciosa esta niña, aún con ese maquillaje de muerto que se pone. Mi cuñado me acompaña hasta la estación y allí cojo mi autobús.
Bueno, se acabaron mis pequeñas vacaciones, un año más, un año menos. Me siento débil, con lo que yo he sido, hubo un tiempo que era capaz de levantar 250 kilos en el press de banca, ahora casi no puedo levantar mi cuerpo para ir de un sitio a otro.
Si, yo fui un culturista famoso, nuevamente lo veo como si fuese ayer, es fantástico, ahí estoy yo, con mis compañeros del gimnasio, noto la tensión por el esfuerzo, la congestión muscular era mi droga, me sentía estupendamente notando mis músculos a punto de estallar, percibo nuevamente el sudor resbalando por mi cuerpo hinchado. Qué gran sensación, casi la había olvidado. Tenía contratos con empresas de suplementos y publicaciones del sector, en mis años buenos ocupaba la portada de Musclemag un mes si y otro también.
Empecé con ello a los 17 años, yo era un chico muy delgado y tímido, no era el chico del que todos se burlaban, pero tampoco era popular. Era deportista, me encantaban el fútbol y el baloncesto, mi historia es la misma de tantos otros. Había una chica en mi clase, Laura, me tenía fascinado, me pasaba las clases mirándola hipnotizado, cada vez que se apartaba de la cara su largo pelo negro o mordisqueaba el lápiz yo me elevaba en mi pupitre suspirando. Nunca me atreví a decirle lo que sentía, lo ensayé mil veces ante el espejo, pero nunca me atreví a ponerlo en practica, supongo que me aterraba el fracaso, hasta que pasó lo que tenía que pasar. Un día al salir de clase la vi agarrada del brazo de otro chico, mi pulso comenzó a acelerarse, se me anudó el estómago y me quedé paralizado, ellos no repararon en mí, yo estaba inerte, observando la escena de lejos, hablaban y reían, me preguntaba que estarían diciéndose, me moría por saberlo, entonces el chico se inclinó hacia ella y comenzó a besarla, esa imagen se clavó en mi corazón como un certero disparo, estuvieron así unos segundos, luego se sonrieron, se dijeron algo y se alejaron cogidos de la mano, yo me quedé allí petrificado, nunca había sentido algo así, era una mezcla intensísima de miedo, decepción y profunda tristeza, giré un par de veces sobre mí mismo, no sabía qué hacer ni a donde ir, las lágrimas asomaban a mis mejillas.
Dios, casi lo había olvidado, pero ahora nuevamente lo siento, vuelvo a sentir ese vacío en mi interior, vuelvo a verlos cogidos de la mano alejándose, dejándome aquí, en medio de las llamas.
Toso nuevamente, las llamas se acercan, las lágrimas asoman.
Recuerdo que cuando reuní las fuerzas para irme a casa no podía levantar la vista del suelo, la imagen de Laura con aquel chico me bombardeaba y pesaba mucho más que la mochila cargada de libros sobre mi hombro. Cuando llegué a casa dejé las cosas tiradas en la habitación y me encerré a llorar en el baño, estaba tan triste... Mi primera gran decepción, podría parecer algo trivial ahora pero fue el primer golpe serio que me propinó la vida. Me levanté empapado en lágrimas y me miré en el espejo, mi cuerpo delgaducho, mi acné, sentí repugnancia hacia mí mismo e incluso sopese la idea del suicidio, no me quitaba la imagen de aquel chico, ¿por qué el? ¿Por qué el? No me costó adivinarlo mientras me miraba, el era un chico mayor, fuerte, apuesto, rubio... Ese día no me suicidé, pero algo murió dentro de mí, por suerte también nació algo, algo que acabaría siendo muy importante.
Poco después me apunté a un gimnasio, a mis padres les entusiasmó la idea y pagaron gustosos la cuota mensual, yo tenía claro el objetivo, se acabó el tirillas, se acabó.
Estaba asustado cuando entré allí por primera vez, veía chicos enormes, inflados como globos, manejando inmensas mancuernas y poleas, sudando y gimiendo, a punto estuve de salir corriendo de allí pero la despampanante chica de recepción me abordó dándome la bienvenida, acto seguido me condujo al interior y me presento a un gigante.
-Sergey, este chico es nuevo, enséñale todo esto.
Me miró de arriba a abajo, era consciente de que había mucho por hacer, me estrechó su enorme mano sin sonreír, intimidaba mucho, era enorme, con el pelo moreno corto, miraras donde miraras veías venas y masa, me impresionó enormemente, yo tenía que conseguir ser así.
-Fien chico, famos a calentarr un poco en la bisi- Gruñó con su marcado acento del este.
-Quinse minutos, esta tecla controla la intensitat, si te cuesta bajala, famos, empiesa, luego fengo porr ti.
Empecé a pedalear, al cabo de unos minutos ya estaba empapado en sudor, Sergey regresó pasados los quince minutos y lo que se encontró fue un saco de huesos mojado y jadeante.
-Jajajaja, muy fien, famos a máquina de pecho.
Hicimos un circuito de máquinas, cada una para un grupo muscular, pecho, espalda, hombros, bíceps, tríceps y pierna, Sergey me explicaba el funcionamiento, elegía un peso ridículo y vigilaba mi ejecución, aquello era una autentica tortura, sentía mi cuerpo a punto de reventar, quería largarme de allí pero no me atrevía a contrariar a Sergey.
-Famos, un poco más. Famos, un poco más.
Al terminar estaba agotado, no podía ni levantar los brazos para secarme el sudor, solo pensaba en largarme y no volver. Por fin la tortura acabó.
-Muy fien chico, ahorra ducha y mañana más.
Estreché su mano y bajé a los vestuarios, en los vestuarios había más gente, me avergoncé de mi cuerpo al desnudarme frente al resto de colosos y me metí apresuradamente en la ducha, sorprendentemente cuando el agua empezó a caer sobre mi pequeño cuerpo me sentí estupendamente, una gran sensación de paz y bienestar me invadió, estaba orgulloso de mi mismo y por primera vez pensé en volver al día siguiente.
Al llegar a casa comí como un animal, mi madre estaba sorprendida de mi voracidad, aquella noche dormí como un angelito.
Al día siguiente no volví, estaba plagado de agujetas, cada ligero movimiento suponía un enorme esfuerzo, no obstante, volví al día siguiente, allí seguía Sergey.
-¿Qué pasó ayerr?
-Tenía agujetas, no podía moverme.
-Ah, fien, trabajo fien hecho, famos a correr en bisi.
Los días fueron pasando, cada vez me costaba menos, al cabo de dos meses empecé a notar grandes avances, estaba entusiasmado, engordé rápidamente y mi motivación estaba por las nubes, empecé a comprarme revistas de culturismo que devoraba, mi preferida era Musclemag, la leía de cabo a rabo hipnotizado por las fotos de gente como Lee Priest o Fouad Abiad que se convirtieron en mis ídolos, quería entrenar más, me sentía con fuerzas, pero Sergey no me dejaba.
-Descanso imporrtante, no tienes que sobreentrenarr.
Según pasaban los meses mi cambio se hacía evidente para mi familia y amigos y eso me motivaba aún más. Tres años después todo era distinto del día en que entré asustado por primera vez, había engordado nada menos que 35 kilos y tenía unos músculos definidos y proporcionados, estaba obsesionado, me encantaba estar allí, conversaba con los compañeros y comentaba con Sergey las publicaciones y vídeos culturistas.
Me presenté a mi primer concurso regional y lo gané. Lo que empezó como un impulso rabioso al rechazo de Laura se convirtió en mi vocación y, por supuesto, las chicas llegaron. Yo era un adolescente que ansiaba que llegara el verano para lucirme en la piscina, notaba las miradas y me sentía orgulloso, no me resultaba nada difícil engatusar a las chicas de clase con mi imponente físico, fueron buenos tiempos.
Empecé a presentarme a concursos nacionales pero nunca superaba el cuarto o quinto puesto, necesitaba más masa pero no sabía como conseguirla, los rápidos avances del principio se habían moderado, ahora cada centímetro de más exigía un titánico esfuerzo, fue entonces cuando Paco, un compañero del gimnasio me habló de los esteroides, según el había empezado a tomarlos hacía unos meses y estaba consiguiendo grandes avances, yo tomaba algún suplemento, batidos proteicos, creatína etc, pero aquello eran palabras mayores, cuando volví a quedar quinto en un concurso decidí probar.
Paco conseguía las sustancias de un compañero que nunca me quiso presentar, empecé a tomar hormona de crecimiento y demás sustancias y, como si volviera a los principios, los rápidos avances regresaron, gané varios concursos nacionales y empecé a presentarme a los internacionales, empezaron a llegar patrocinadores, firmé varios contratos con empresas de suplementación y de ropa deportiva, las revistas empezaron a entrevistarme y fotografiarme, me preguntaban por mis métodos y rutinas, yo nunca mencionaba los esteroides.
Con 27 años gané mi primera competición internacional y me dieron el carnet de profesional, luego siguieron más victorias, ahora era un verdadero culturista, daba seminarios y vivía de esto, los reconocimientos se sucedieron, la gente me reconocía, acudía a convenciones, veía mi cuerpo en los kioscos, estaba en la cima, también consumía cada vez más sustancia prohibidas.
Intento levantarme pero no puedo, el humo ya me impide ver nada, estoy mareado, toso, el calor es cada vez más intenso.
Estaba en Las Vegas, era el certamen más importante de la temporada, si lo ganaba sería el culturista más famoso del mundo, tenía posibilidades, estaba convencido, no sería fácil, estábamos los mejores del mundo, todo nuestro esfuerzo a lo largo del año era para este día, de aquí saldría el rey, uno de nosotros ocuparía todas las portadas de las revistas, uno de nosotros se llevaría todo el reconocimiento de la industria, por no hablar del bonito trofeo y el jugosísimo cheque. Aaron Tyler era el hombre a batir, llevaba ganando tres años seguidos, todos le admirábamos, pero la industria estaba cambiando, los grandes mastodontes habían alejado al gran público del culturismo, todos esos enormes paquidermos que apenas podían moverse provocaban más repugnancia que admiración en el público en general y se rumoreaba que los jueces buscaban dar un giro premiando más la estética y la proporción que la pura masa para atraer de nuevo al gran público a este deporte, se quería volver a los años dorados, la época de Labrada o Schwarzenegger, estaba claro que el culturismo se había desmadrado, en un panorama de cambio el gigante de Tyler no tenía nada que hacer, en cambio yo podía ser el relevo, el nuevo patrón, el modelo a seguir, era un rumor que corría de boca en boca por todo el recinto.
No estaba nervioso, había trabajado duramente, estaba en mi mejor forma, si los rumores eran ciertos yo sería el nuevo campeón, lo sabía, Sergey, mi fiel amigo, no paraba de repetírmelo, la hora de mi reinado estaba cerca. Calenté un poco para aliviar la tensión, press por encima de la cabeza y unos fondos, me examiné en el espejo y respiré profundamente, la suerte estaba echada.
Me senté y Victor, mi mánager y asistente, comenzó a aplicarme el aceite, en ese instante empecé a sentirme mal, me mareaba, estaba a punto de vomitar.
-¿Te ocurre algo?
-Nada, un ligero mareo.
Respiré profundamente, me faltaba el aire, me encontraba cansado, me vino una arcada y me coloqué la mano en la boca, tosí y pude ver que en mi mano había sangre y espuma, me levanté sorprendido, derramando el aceite que Victor me estaba aplicando, comencé a caminar confundido, no sabía qué pasaba.
-¡¡¿¿Qué te pasa, qué te pasa??!!
-Nada, nada.....estoy.....bien........
Di un par de pasos y me derrumbé. Ahora, al igual que entonces, noto el sabor metálico de la sangre en mi boca.
Me desperté en un hospital, estaba postrado en la cama con tubos saliendo de mi cuerpo, tenía una mascarilla en mi boca, estaba confuso, intenté incorporarme pero no pude, estaba atado a la cama.
-¡Ha despertado!
Un tipo con bata blanca se acercó a mí y me quitó la mascarilla.
-Buenos días, has estado inconsciente, estás en el hospital, has sufrido un fallo cardíaco por congestión, hemos tenido que realizarte un triple bypass, casi no lo cuentas, pero ahora estás bien.
Nunca olvidaré esas palabras, estaba drogado y débil, completamente desorientado, pero sabía exactamente lo que significaban, pude interpretarlas a la perfección, todo había acabado.
Recibí multitud de visitas el tiempo que estuve allí, todos mis compañeros, mis padres, incluso el gran Aaron Tyler vino a verme y mostrarme su apoyo, los periodistas se agolpaban a la puerta pero yo no quería hablar con ellos. El médico lo dejó claro, se acabó el culturismo, mi corazón funcionaba al 25%, estaba vivo de milagro. Lloré como no había llorado desde que vi a Laura alejarse con aquel chico tanto tiempo atrás.
Fue quizás el peor momento de mi vida, toda mi realidad se había derrumbado como los castillos de arena que hacía en la playa de pequeño, volví a pensar en suicidarme, todo había acabado.
Entonces, allí postrado, hundido en mi agonía conocí a la persona que me devolvería a la vida, se llamaba Belén, era enfermera y acabó convirtiéndose en mi apoyo en esos duros momentos, hablaba con ella todas las noches, es curioso cómo a veces puedes abrir tu corazón más fácilmente a un desconocido que a la gente más cercana, le contaba todas mis inquietudes sobre el futuro que me esperaba, incluso le hablé de mis intenciones de acabar con todo y ella me animó a no hacerlo. Cuando me dieron el alta continuamos charlando, primero por teléfono y mail y luego en persona. Había estado con muchas chicas debido a mi físico y mi fama, pero nunca me enamoré verdaderamente, quizás el dolor que sentí de pequeño con Laura me imposibilitó a ello creándome una coraza, no lo se, quizás nunca encontré a la adecuada, lo que sentía ahora con Belén era nuevo, y muy profundo, ahora, con un corazón que funcionaba a un 25% estaba experimentando por primera vez el amor. Recuerdo nuestro primer beso en aquel restaurante italiano del centro, vuelvo a saborear sus dulces labios tras todos estos años y ahora, a punto de ser consumido por las llamas vuelvo a esbozar una sonrisa ante la certidumbre de que volveré a estar con ella pronto.
Yo no pude volver a hacer pesas y me sorprendió cómo mi increíble musculatura dio paso a un físico común en un tiempo asombrosamente breve, me entristecía, pero allí estaba Belén para apoyarme, "cumpliste tu sueño, fuiste el mejor, aunque ahora lo hayas perdido al menos lo tuviste, es más de lo que mucha gente logra", eso solía decirme, y consiguió convencerme de ello. Nos acabamos casando y tuvimos dos preciosos hijos, después del infierno que pasé ahora la vida me brindaba toda esta dicha.
Con el dinero que tenía ahorrado abrí un pequeño gimnasio, sonreía cada vez que un nuevo joven flacucho se apuntaba por primera vez, el circulo se había cerrado, asesoraba lo mejor posible a mis clientes y escribí un par de artículos en las revistas advirtiendo del peligro de ciertas sustancias, no es bueno obsesionarse tanto con algo, ahora lo sé.
Mis hijos crecieron sanos y fuertes, intenté darles todo mi amor, educarles lo mejor posible y hacer de ellos personas de bien, hubo discusiones, claro, sobretodo durante su adolescencia, pero creo que lo hice bien y se que me quieren, se que llorarán cuando descubran lo que ha pasado al igual que yo lloré cuando el cáncer se llevó a mi amada, así es la vida, todos nos iremos tarde o temprano dejando nuestro lugar a otros, yo me he ido tarde, ojala hubiese sido bajo otras circunstancias pero no puedo quejarme.
Ya no veo, las llamas me cercan pero no siento dolor alguno, mi mente sigue viajando.
El siguiente recuerdo es cercano, el viaje acaba, salgo del autobús y camino hacia la residencia, felicito a todos el nuevo año, si, este sitio puede ser deprimente, con sus paredes desconchadas y ese extraño olor en el ambiente, pero también aquí he conocido a gente amable como Manuel o Sergio con los que paso el tiempo viendo el fútbol en la sala de la tele o jugando a las cartas, son buena gente, Manuel esta aquí igual que yo por no dar más trabajo a su familia a la que adora, la historia de Sergio es algo más triste, nunca tuvo familia, se crió en un orfanato, tiene una ligera deficiencia mental, quizás por eso le abandonaron al nacer, el estado ha cuidado de el y su vida siempre ha estado reducida a residencias, nunca ha tenido familia, ni sueños que llegasen a realizarse, no ha viajado ni tiene historias que contar, no obstante siempre está alegre, hace que me avergüence de mí mismo cuando me deprimo, nadie ha tenido una vida más dura que la de el y no obstante nunca está triste, un gran hombre, espero que los cielos le otorguen lo que merece.
Elena me abraza cariñosamente cuando me ve y me felicita el año, Elena es una de las cuidadoras, la más amable, siempre nos trata con cariño, lo cual no es fácil cuando tratas con viejos cagones y seniles como nosotros, nos trae galletas, leche y diversas chucherías de su casa para animarnos ya que el negrero dueño de este sitio lo raciona todo como si esto fuera un campo de concentración, maldito bastardo, con la de dinero que ganará a nuestra costa, supongo que algún día pagará, el tiempo siempre pone todo en su lugar, aunque cueste verlo, sobretodo en los momentos duros, pero la realidad sigue un patrón determinado, ahora lo veo, al ser testigo de mi vida entera en un instante puedo ver claramente las conexiones, es algo de lo que sólo eres consciente al final, pero está ahí.
En la residencia también hay algunas figuras siniestras, ya he mencionado al dueño, todo un nazi, también está Elsi, otra cuidadora, una autentica bruja, siempre nos trata mal, nos insulta, nos zarandea, se que podemos llegar a ser muy pesados, algunos de nosotros tenemos alzheimer y otras enfermedades mentales, nos cagamos y hay que limpiarnos, tiramos las cosas, se que somos un incordio, como bebes gigantes y arrugados, pero no es razón para los modos de los que hace gala, seguimos siendo personas, a veces suelta perlas del tipo "malditos viejos, ¿cuando se morirán?" como si no estuviésemos ahí, algunos de nosotros aún entendemos bien las palabras y nos duele, pero bueno, ella sabrá como conducir su vida, bien es sabido que el odio sólo alimenta al odio.
Casi todos los internos me caen bien, algunos no hablan nada pero tampoco molestan, el único que me pone un poco nervioso es Isaías, siempre está en un rincón solo, mirando a su alrededor con odio, su aspecto es siniestro, con pelos de loco, huesudo y de mirada increíblemente penetrante, suele tener cerillas que enciende y mira fijamente, siempre he creído que deberían quitárselas, puede ser peligroso, pero es lo único que tiene, todos en la locura necesitamos fijar la mente en algo, supongo.
Subo a la segunda planta y entro en la habitación de Inés, es una interna que me cae especialmente bien, no se por qué ya que su conversación carece completamente de sentido, su habitación es una especie de santuario, le encantan los motivos religiosos, las paredes están llenas de vírgenes, santos y crucifijos, se respira paz allí, es difícil de explicar. Ella esta postrada en la cama, nunca se levanta, supongo que no la queda mucho, su mente ya no funciona en absoluto y, no obstante tiene unos ojos llenos de vida y debió de ser muy guapa en su juventud, una cosa que me llamó mucho la atención de ella cuando la vi es que tiene los ojos tatuados, como si los tuviese pintados con kohl,
también tiene tatuada una cruz en el brazo con las iniciales " V.M.", seguro que ha sido una persona bohemia, seguramente fuese artista o músico, ¿quién sabe? Ojalá su mente funcionara, debe estar llena de historias interesantes, sonríe al verme.
-Hola Inés, feliz año.
-Ah, si, buenos días, el pájaro de fuera me comentó lo de la reunión, una gran fiesta, todo era azul.
Beso su frente y acaricio su escaso pelo, me mira y sonríe.
-Te he traído un regalito.
Saco de mi bolsillo dos pequeñas postales que había por casa, unas fotos del Cristo de la Agonía.

" No me tienes que dar porque te quiera;
pues, aunque lo que espero no esperare,
lo mismo que te quiero, te quisiera."

Los ojos de Inés se iluminan al verlas, besa apasionadamente las fotografías. Mi relación con la iglesia no es buena, soy una persona espiritual, pero no me gusta la institución, no obstante me conmuevo profundamente al ver su alegría.
-Oh, Jesús, El Señor......gracias, yo, te recompensaré, te daré del patrimonio, el escorial es mio, ¿lo sabías? Te dejaré coger lo que quieras del patrimonio, la mascara gris que me miró lo sabe, y el lo vio, mañana lo veremos, los dos veremos.
-Bien, bien, ahora descansa Inés.
-Mañana lo veremos.
El siguiente recuerdo que me invade es de hace escasos minutos, se que el viaje llega a su fin, ya no toso, ni siquiera se si respiro.
Me levanto extrañado, me escuecen los ojos, todo está lleno de humo, intento orientarme pero no veo nada, hace mucho calor, oigo gritos abajo, salgo de la habitación, todo está lleno de humo, veo las llamas, un incendio, es un incendio, no se qué hacer, estoy asustado y confuso, me tapo la boca e intento llegar a las escaleras, bajo deprisa, los ojos llenos de lágrimas, oigo gritos abajo, gritos agónicos de hombre "¡¡me quemo, me quemo!!" Un chillido y la voz cesa, no se qué hacer, no puedo bajar por ahí, la escalera está en llamas, lo intento por otro lado, veo la puerta de la habitación de Inés al fondo, intento correr hasta ahí pero mis viejas piernas no dan mucho de sí, ¡maldita sea! Llego a su puerta, la abro, está despierta, sentada en la cama mirando la pared, no grita, las llamas empiezan a comerse sus estampitas, las vírgenes y santos se retuercen, gimen, parecen gritar mientras se transforman en ceniza. Me acerco a la cama e intento levantarla.
-Vamos Inés, vamos, tengo que sacarte de aquí.
-Ya viene, mis niños, el gato, ya no llora, hace años fue hoy.
Recuerdo mi pasado culturista y llamo a mis músculos para que den todo de sí, pero no puedo, ambos caemos al suelo, el techo se resquebraja, oigo un ruido ensordecedor, el techo se desploma sobre las piernas de Inés, yo miro asombrado como empiezan a comérsela las llamas, estoy en shock, petrificado, ella no grita.
-Me, voy, luego nos vemos, después de los años, en el mar.
El techo se desploma, ya no la veo bajo los escombros, no se qué hacer, las llamas están por todas partes, ya no hay puerta, se que no saldré de aquí, el humo es muy denso, pienso en mi familia, en lo mucho que los quiero, a todos y cada uno de ellos, pienso en el mar, en lo mucho que me arrepiento de no haber ido más, toso sin cesar, me entran arcadas, me desvanezco, estoy en el suelo, las llamas me rodean.
Vuelvo a ser pequeño, huelo la brisa, estoy sentado en la arena, riendo, el pelo alborotado, veo la ola viniendo hacia mí, río, aprieto las manos y cierro los ojos esperando la embestida, que me lleve donde quiera.

EMPALMADO


- ¿Entonces vas a hacerlo?
- Joder, si.
- Jajaja, que bueno.
- Estoy harto, tengo que sacar algún partido de aquello con lo que Dios decidió bendecirme.
- Eres un fantasma.
- Que va. ¿Sabes lo que leí el otro día?
- ¿El qué?
- Que la plenitud sexual se alcanza a los 18.
- Joder, pues si que lo estamos desperdiciando.
- Tu no te quejes tanto cabrón, tu tienes piva.
- Ya, aunque no es oro todo lo que reluce.
- Al menos algún polvo de vez en cuando echarás.
- Si, bueno, pero cada vez menos, además lo utiliza constantemente para martirizarme.
- Ya, primero te enganchan y luego te mortifican.
- Exacto, pero bueno. ¿Tu que tal el otro día?, te largaste con la rubia esa dejándonos tirados.
- Joder, yo llevaba ya un pedo del copón, no me enteraba de nada y solo recuerdo partes, menuda aventura.
- Cuenta, cuenta.
- Bueno, recuerdo que estaba con vosotros ya desfasado con los chupitos.
- Como siempre, estabas invitando a todo el puto bar.
- Si, bueno, el caso es que no se que pasó, no se si le dije algo o fue ella la que se acercó pero cuando me quise dar cuenta estaba fuera con ella, dándonos el lote, me dijo que la acompañara a casa, yo por supuesto accedí, me iba tambaleando por la calle, estaba borrachísimo.
- Anda que dijiste algo.
- Joder tío, en lo que menos pensaba en ese momento era en vosotros. Bueno, el caso es que la tía vivía en el puto confín del universo, no sé cuanto rato me tuvo andando, recorrimos toda la jodida ciudad, yo cada vez me sentía peor, ya ni me apetecía irme con ella pero tampoco podía volver atrás, no sabía donde cojones estaba y mucho menos volver. De repente veo que está hablando con una pareja que estaban en un coche, "se ha encontrado a unos colegas, a ver si nos acercan" pensé, cuando se me acerca el tipo y me enseña una jodida placa.
- No jodas.
- En serio, resulta que eran secretas, en cuanto me enseñó la placa fue la gota que colmó el vaso, me incliné y lo eché todo en la acera, el tío tuvo que dar un salto, casi le poto los pies.
- Jajaja.
- "Bien, estoy perdido, fin de la noche", pensé, aunque me daba igual, sólo quería desmayarme, bien en comisaría o bien allí mismo, el cabrón empezó a decirme cosas, yo era incapaz de descifrarlo. Le di mi D.N.I y se largó al coche con el, yo volví a potar, estaba al borde de la muerte.
- ¿Que hacía la chica?
- Estaba rayandose con la mujer policía, yo solo le oía preguntarle una y otra vez si tenían mechero, la poli contestaba todo el rato que no, debió pedírselo como 15 veces, los teníamos histéricos. Entonces el tío volvió y me dio mi D.N.I., yo no era capaz de meterlo en la cartera, debía de ser todo un espectáculo. Me preguntó si llevábamos algo ilegal, yo le dije que no, por supuesto era mentira, pero milagrosamente no me registró, supongo que le daba pánico tocarme, entonces se largaron.
- Que potra.
- Bueno, continuamos andando, yo no podía hablar ni casi caminar, "joder, estaremos cerca" pensaba, pero no, continuábamos caminando sin parar, yo suspiraba por una jodida cama, un sofá, una alfombra, algo donde poder morir en paz. Cuando creí que todo estaba perdido me dijo "ya hemos llegado". Subimos y me metió en una habitación, me quité la camiseta y las botas y me abalancé sobre ella, empezamos a enrollarnos, ya se me habían quitado las ganas y no sabía si podría ser capaz de hacer algo, pero supongo que lo consideraba como un deber, un acto de cortesía, entonces va la tía y me aparta de un empujón, me mira y me dice: "Eh, no te equivoques, no quiero hacer nada, hemos venido solo a dormir".
- Que zorra.
- Para mi fue como si se hubiese abierto el cielo, "¿ah, si?" dije, entonces me di media vuelta y me quedé sobado al instante, supongo que no se lo esperaba. Al cabo de un rato, no se cuanto, quizás minutos u horas, me desperté, me estaba chupando el cuello y manoseando la polla, yo estaba perdido, mareado, completamente desorientado, no sabía si estaba soñando o qué, la aparté y aquello le puso furiosa, me dijo que era un cabrón, que roncaba como un cerdo y que me largara de allí cagando hostias, yo intenté ignorarlo, pero con sus berridos no podía dormir, así que me vestí como pude, me tiré un pedo y me largué de allí. Cuando salí a la calle ya era de día, el sol me cegaba, yo estaba echo polvo, miré a mi alrededor y podría haber estado en cualquier parte del país o incluso en otro, no me sonaba nada por mas que mirara alrededor, comencé a caminar, no había ni un puto alma por la calle y eso que era de día, pero nada de nada, ni una triste vieja paseando al perro, ni otro borracho perdido, ¡nada!, caminé durante la hostia hasta que me sonó algo, era el hospital, ¡estaba en la otra jodida punta de la ciudad!, me resigné, encendí un cigarro y comencé el peregrinaje.
- Que chungo.
- Además estaba con los cascos puestos, me dio por ponerme una y otra vez la misma canción de Meshuggah, al cabo de un rato ya estaba completamente desquiciado.
- Joder tío, te pasan unas cosas......
- Ya ves, supongo que yo me lo busco, algún día tendré que escribir toda esta mierda. Lo peor es que encima ha sido otro finde sin mojar, rodeado de locura, pero eso se va a acabar.
- Bueno, y cuando es el gran acontecimiento.
- Llamé anteayer, me dieron una dirección, tengo que presentarme allí el martes.


Llegó el martes. Guillermo estaba más nervioso de lo que le gustaba aparentar, casi no había podido dormir, era el gran día.
Se duchó a conciencia, se puso sus mejores vaqueros y una camisa azul, se embadurnó con su mejor fragancia, se miró varias veces al espejo, un lado, luego el otro, divisó un mechón rebelde y lo fijó al resto con un poco de gomina, volvió a repetir la operación, un lado, luego el otro, perfecto.
Agarró el papel con la dirección, ya había planeado la mejor ruta para llegar hasta ahí, iba con tiempo de sobra, se montó en el metro y puso rumbo hasta allí.
Miró a su alrededor, el microcosmos del metro, ahí estaban todos ellos: La familia de sudamericanos, los únicos que siempre andaban con críos pequeños, el negro con la bolsa verde y la gorra, la señora leyendo su best seller, las niñitas riendo cargando su mochila... Fijó su atención en estas últimas, debían tener unos 17, quizás menos, últimamente crecían muy deprisa, alguna vez borracho en los bares se había sorprendido hablando con chicas a las que el echaba 23 o 24 y que resultaba luego que tenían 16, en ese momento no sabes bien que hacer, no se puede obviar la carne fresca, pero tampoco los problemas que acarrean. Lo cierto es que eran hermosas, esos culitos prietos, esa piel suave y rosada. Eran tres, con sus carpetitas llenas de apuntes y fotos del actor de turno, riendo entre ellas, ¿siempre eran felices o qué?, a esas edades el era un puto amargado. Las imaginó desnudas, con sus pezones rosados, su coñito afeitado, las imaginó a las tres. Se imaginó a si mismo tomando a una por detrás, agarrando su pelo y acariciando su espalda, embistiéndola como un toro mientras ella gemía al compás, aferrada con fuerza a las sábanas, las otras dos esperando su turno impacientes, manoseándose entre ellas, besándose, con los cuerpos cada vez mas calientes, las mejillas cada vez mas sonrosadas, los ojos entornados de placer, el olor de cuatro cuerpos excitados en el ambiente.
Empezó a notar la presión en los vaqueros.
Se las imaginó de rodillas con la lengua fuera, la respiración acelerada, esperando impacientes su esperma mientras el se masturbaba, su enorme polla violeta palpitando, rozando los blancos dietes de ellas, y entonces....¡zas!, una inmensa corrida sin fin cayendo sobre sus pequeños rostros, por toda su cara, en la boca, en la frente, en el pelo, ellas apretarían sus caras para recibir la mayor cantidad posible, luchando egoístamente entre ellas para recibir la bendición, y el sin parar, ¡zas!, ¡zas!, un enorme chorro blanco con cada nueva palpitación, dejándolas completamente cubiertas. Luego ellas agarrarían fuertemente su cetro y rebañarían a conciencia, agradecidas, pasándoselo de una a otra, con las espesas gotas cayendo por sus barbillas sobre sus pechos, resoplando exhaustas.
Si, eso es en lo que pensaba, sabía que era un puto enfermo, todos los chicos están obsesionados por el sexo, pero el era un enfermo, lo sabía, se masturbaba cinco o seis veces al día. Cuando estaba por la calle y veía a alguna mujer de buen ver se la imaginaba sobre el gimiendo, daba igual su edad, no las había ni demasiado jóvenes ni demasiado viejas, si estaba buena tenía un repaso. No sólo se masturbaba en casa, se masturbaba en los baños de los garitos, de centros comerciales, de bibliotecas, si no estuviese mal visto se sacaría la polla ahí mismo y empezaría a darle, era un enfermo, lo sabía. Si no descargaba todo ese ímpetu sexual, si no lo dirigía hacia algo útil acabaría siendo un violador, un violador impetuoso y torpe que en cuanto hubiese abierto la caja de pandora ya no podría parar, al final acabarían pillándolo y metiéndolo en la cárcel donde el violador acabaría siendo violado. Miró al negro de la bolsa verde y la gorra, podía imaginarse en una celda con alguien así llevándose su virginidad anal, la idea no le gustó.
Tenía que salir bien, si alguien había nacido para esto era el.
Se miró en el reflejo de la ventana, un lado, luego otro, todo en orden, el mechón rebelde se había rendido.
Llegó a la parada y se bajó del tren junto con otras personas, todos en fila hacia la salida, dispuestas a enfrentarse a su destino.
Ya en el exterior preguntó por la dirección que tenía apuntada en la hoja, un hombre mayor le dio las indicaciones, no estaba lejos, tardó poco en llegar.
Era un edificio bastante grande y lujoso, apretó el timbre, alguien contestó desde el otro lado.
- ¿Si?
- Hola, soy Guillermo, he venido por el casting.
- Bien, sube.
Guillermo entró en el portal, era grande, ahí vivía gente de pasta pensó, al pasar por delante del portero este levantó la mirada del periódico que estaba leyendo y le examinó.
- Buenas, voy al octavo.
El portero no contestó, bajo la mirada y siguió a lo suyo, sumergido en la sección de deportes. Guillermo entró en el ascensor, estaba nervioso, respiró hondo y volvió a inspeccionar su aspecto en el cristal del ascensor, primero un lado, luego el otro, llegó al octavo, bajó y llamó al timbre, le abrió un tipo alto y gordo que tenía cogido en brazos un pequeño perrito, un yorkshire, lo agarraba como si fuese un bebe, era todo sonrisas, le dio la bienvenida.
- Mmmm, pollas frescas, jajaja, entra encanto, yo soy Jorge, soy el encargado del cotarro.
Jorge era todo un personaje, de familia bien y educado en una escuela católica había pasado toda su vida preparándose para ser arquitecto y hacerse cargo de la empresa familiar, días, meses, años estudiando sin parar, aislado del mundo excepto en las breves interacciones con este al ir o volver de clase, completamente solo física y espiritualmente, siguiendo la tradición de generaciones. Era un chico tímido y poco agraciado que a los 25 años aún no había besado a ninguna chica, entonces un día, sentado en su escritorio rodeado de apuntes y proyectos tuvo una revelación, miró a su alrededor, las tristes y silenciosas hojas con planos y ecuaciones, el absurdo de las formas, la locura de la planificación, el hastío de una vida prefabricada cual casa de madera, y súbitamente comprendió que estaba tirando su vida por el retrete, se levantó tranquilamente del escritorio, salió del lujoso chalet de sus padres y se fue de putas. Puso rumbo a un puticlub de lujo que no quedaba muy lejos de su casa, a veces había pasado por delante imaginando lo que pasaría allí dentro, ahora estaba dispuesto a comprobarlo, tenía bastante pasta en la cuenta, los ahorros de toda una vida de abstinencia y depresión, compró dos botellas de champán y a dos rumanas de 18 años, dos chavalillas preciosas, rubias de ojos azules, delgadas, autenticas modelos, las típicas chicas que había imaginado que jamás tendría, subió con ellas y el champán a una habitación del piso superior. Estaba nervioso, muy nervioso, las chicas eran simpáticas, hablaban y reían, no eran tan violentas y amenazantes como siempre había imaginado serían las prostitutas, por contra le calaron perfectamente e intentaron que no se sintiese violento, abrieron el champán y se sirvieron, tras el brindis una de ellas empezó a desabrocharle la bragueta, sacó su palpitante miembro y se lo introdujo en la boca. Jorge cerró los ojos, sintió la calidez de la lengua y la garganta, los suaves labios cerrándose en torno a su glande, casi inmediatamente sintió un fuerte espasmo, como una descarga eléctrica que le recorría por completo y se derramó sobre ella, una cálida y espesa corrida que llevaba 25 años pugnando por salir, Jorge no pudo hacer nada por controlarse, pidió disculpas un poco avergonzado.
- ¡Que mono!, no te preocupes cariño, tenemos tiempo y espero que aún te quede néctar en el depósito, jijiji.
Una de las chicas sacó una bolsita y dibujó unas rayas en la mesita, Jorge titubeó al principio, nunca había tomado drogas, de echo ni siquiera había bebido mas allá de un par de cervezas en la universidad, una de las chicas se inclinó sobre la mesa para esnifar su ración y cuando Jorge vio ese culo juvenil y rosado apuntando hacia el pensó "¡que coño, a la mierda todo!", se sirvió mas champán y esnifó el también, lo que siguió fue el comienzo de su metamorfosis. Las siguientes cuatro horas las pasó esnifando, bebiendo y follando, penetró a las rumanas por todos sus orificios, eyaculó cinco veces mas, probó todo tipo de posturas, gemía, sudaba, su cabeza daba vueltas, su corazón bombeaba a toda velocidad, al igual que su pene. Era feliz. Había pasado años en aquella escuela católica, había estudiado las escrituras, pero jamás se había sentido tan cerca de Dios como en aquel instante.
La cuenta por aquella noche de desenfreno fue desorbitada pero no se arrepintió en absoluto, veía la vida de una forma más clara, con una nitidez insospechada, alejada de todas las nimiedades y absurdos que le atenazaban hasta ese momento, rumbo a su casa se sentía mas vivo que nunca, respiraba mejor, se sentía como si se hubiese librado de unas poderosas cadenas, de una ropa diez tallas mas pequeña que hubiese llevado durante demasiado tiempo, era libre, por primera vez en su vida era libre.
Se convirtió en un asiduo del puti, experimentó con todo, se folló a mujeres de todas las razas, probó mas drogas, extasis, ketamina, speed.....decidió probar un día con hombres, estaba puesto de MDMA y también le gustó, en el puticlub todos le conocían ya por su nombre y le mimaban, allí era el rey. Sus padres se escandalizaron por los frenéticos movimientos de su cuenta corriente y los extraños olores y gestos que traía a casa después de las noches de desenfreno, pero Jorge ya no era el mismo, ya no era un chico temerosos de Dios, ahora el y Dios era colegas y no iba a permitir ser crucificado como Jesucristo. Sabía de sobra que su familia nadaba en la abundancia, no necesitaban otro arquitecto que sepultara su vida junto a los cimientos de un nuevo edificio de diseño, ya habían sido muchas generaciones de desdichas, el era el redentor familiar, el visionario, el profeta, el estaba aquí para vivir, así se lo hizo saber a sus padres antes de alquilarse un piso en el centro, aquel en el que había empezado a fraguar su imperio del porno, aquel al que Guillermo entraba ahora.
Guillermo estrechó la mano de Jorge, el yorkshire de este lo miró.
- Bien, bien, ¿Guillermo eh?, vaya, eres guapetón, espero que también tengas un poderoso arma, jajaja, pasa, pasa, no te quedes en la puerta, ¿te apetece tomar algo?, ¿café, té, cerveza?, tengo de todo.
- Una cerveza si es tan amable por favor.
- Huy, no me llames de usted, aún soy joven.
- Jajajaja.
Se adentraron en la vivienda, era amplia y con mucha luz, había posters de películas porno colgados de las paredes, varios ordenadores aquí y allá, portátiles, al pasar por el salón vio a otros cinco chicos sentados en un sofá.
- Estos también vienen a la prueba.
Guillermo les saludó, también apareció una chica, estaba bastante buena, era morena, alta y con unas enormes tetas, estaba enfundada en un traje negro que dejaba poco a la imaginación.
- Esta es Tania, es una de mis chicas, aún no se si va a ser ella con la que rodéis, es muy posible.
Guillermo la dio dos besos, estaba alucinado, era una autentica actriz porno, como las de los centenares de videos que había visto mientras se la pelaba, ya se imaginaba montándola, empezó a notar la presión en el pantalón, el yorkshire lanzó un par de ladridos.
Llegaron a la cocina y Jorge le alcanzó una cerveza de la nevera.
- Bien Guillermo, ¿tienes experiencia en esto?
- Eh, no, pero tengo muchas ganas.
- Jajaja, y quien no encanto, todos los chicos quieren ser actores porno, pero hay que valer.
- Estoy convencido de que valgo para ello.
- Bueno, ya lo veremos. Estoy preparando una escena, con dos chicos y una chica, seguramente la chica será Tania, los chicos es lo que estoy buscando ahora, es una escena hetero, lo típico, doble penetración, facial, ya sabes, serán unas dos horas de trabajo como mucho y pagaré 250 euros, ¿estás conforme?
Guillermo se sintió aliviado con lo de "hetero", el precio le pareció poco, siempre había pensado que los actores porno cobraban mas, quizás fuera por su condición de novato, lo que mas le gustaba era la posibilidad de follarse a la despampanante Tania, no tuvo que pensarlo mucho.
- Si, si, totalmente conforme.
- Bueno, pues eso es lo que hay si te elegimos, el vídeo se pondrá en Internet, soy el propietario de varias páginas, ¿conoces pajote.com?, es mía, seguramente se suba ahí.
- Bien, me parece todo correcto.
- Bueno, pues ve al salón con los otros y relájate, empezaremos enseguida.
Se acercó al salón, sonrió y se sentó con los otros, no hablaban entre ellos, intentaban estar relajados, aunque se notaba que no lo estaban, las miradas inquietas y los tics en la pierna los delataban. Tania cruzó el salón y desapareció por una puerta, todos siguieron sus movimientos hipnotizados, ahí estaba el premio, y era un gran botín sin duda, en la mente calenturienta de todos ellos la escena ya había empezado, lo único que variaba eran las posturas. Sonó el timbre, el yorkshire ladró, Jorge fue a abrir, era otro chico, al entrar todos le saludaron y le inspeccionaron de arriba a abajo, un nuevo rival, Jorge se fue con el a la cocina y le soltó el mismo discurso que a Guillermo, ya eran seis pollas, Guillermo se preguntó si llegarían mas, rezó porque no fuera así, aunque tenía confianza en su enorme manubrio lo cierto es que cuantos menos fueran mejor.
Pasaron veinte interminables minutos, entonces Jorge apareció, llevaba en la mano una pequeña cámara de vídeo doméstica, el perrillo correteaba bajo sus pies.
- No molestes Manu, papi está trabajando. Bien, bien, vamos a empezar, sois seis....joder, había citado a quince, pero no creo que llegue nadie mas, al principio todos muy machitos pero ya veis, se han rajado mas de la mitad, espero que vosotros estéis a la altura, poneos en pie, y pantalones fuera, veamos esas pollas.
Ahora llegaría el momento que separaría a los niños de los hombres. Se levantaron todos a la vez, se miraron unos a otros nerviosos y empezaron a desabrocharse los pantalones. Jorge encendió la cámara y empezó a mirar la escena a través de ella.
- Bien, bien, así me gusta, esas pollas ondeando al viento.
Guillermo se miró y miró a los demás, su enorme pollón destacaba entre todos ellos. Había otro chico que quizás podía hacerle algo de sombra, entre el resto no había rival, esbozó una sonrisa de satisfacción.
Jorge seguía mirando fascinado, no paraba de sonreír.
- Bien, bien, pequeños cachorrillos, deberías haberos depilado antes guarretes, bueno, no importa ahora, intentad empalmaros, ahora vendrá Tania a echaros una mano, jejeje.
Todos empezaron a menearsela, era una situación un poco ridícula, seis tíos de pie con los pantalones bajados meneandosela al unísono. Guillermo pensó en su infancia, a los ocho o nueve años, cuando se masturbaban todos los colegas juntos en una especie de acto ritual, que tiempos aquellos, alejados de todos estos traumas y locura.
Tania entró en escena y comenzó a manosear a los chicos mientras Jorge lo grababa todo, uno de ellos eyaculó en cuanto ella le rozó
- Ungh....errr....lo siento. - Dijo el pobre bajando la cabeza avergonzado, se oyeron risitas.
- Joder amigo, con ese nulo control de la situación creo que tienes pocas posibilidades. - Gruñó Jorge para terminar de hacerle sentir como una mierda.
Tania llegó hasta Guillermo y agarró sonriente su miembro, Jorge esbozó una mueca de satisfacción.
- Estupendo Guillermo, veo que tenemos aquí a todo un coloso.
Tania continuó su recorrido hasta el ultimo de los candidatos, luego se retiró, Jorge apagó la cámara.
- Bien chiquillos, esto ha sido todo por hoy, dejadme que medite a solas y recibiréis una llamada mía si sois los elegidos, si no os he llamado en dos días es mejor que perdáis las esperanzas, muchas gracias a todos por venir.
Se subieron los pantalones, se despidieron y salieron por la puerta, hubo algún comentario esporádico entre ellos a medida que salían del edificio, luego cada uno siguió su rumbo.
Guillermo estaba satisfecho, se veía con posibilidades, no dejaba de pensar en la imagen de Tania sacudiéndosela hacía un rato, notaba su pantalón a punto de reventar, necesitaba masturbarse ahora mismo, miró a su alrededor en busca de un bar.


Dos días después tumbado en el sillón de su casa recibió la ansiada llamada.
- ¿Si?
- Buenos días, ¿Guillermo por favor?
- Si, soy yo.
- ¿Que tal coloso?, aquí Jorge del casting porno.
- Vaya, jajaja, que tal.
- Has sido elegido machote.
- ¿En serio?, joder, estupendo.
- Pásate mañana por aquí a las seis y media para rodar, intenta ser puntual ¿de acuerdo?
- Si, si, ningún problema, allí estaré.
Cuando colgó Guillermo no pudo reprimir su alegría, alzó los puños en signo de victoria y comenzó a dar saltos por todo el salón.
Al día siguiente estaba puntual en casa de Jorge, esta vez si recordó depilarse, lo que le estaba provocando unos grandes picores en la entrepierna.
Jorge le saludó efusivamente y le condujo al salón donde estaban esperando otro chico que no le sonaba del casting y que respondía al nombre de Hector y la exuberante Tania que le dedicó una amplia sonrisa, Jorge comenzó con las instrucciones.
- Bien, van a empezar Tania y Hector, quiero que parezcáis pareja, miraos con cariño, quiero besos y caricias a medida que os vais quitando la ropa, luego una buena mamada a el, después le chupas un poco el coño y la penetras tipo perrito, entonces es cuando tienes que entrar tu Guillermo, ella te la chupa mientras Hector la bombea por detrás. Luego quiero a Tania tumbada en el sofá y tu Guillermo encima, follándotela a lo misionero, tu Hector te pones en la cabecera del sofá y que Tania te la chupe mientras. Luego cambiáis y doble penetración en el sofá, un rato así y luego facial, ¿sencillo no?, seguramente habrá que hacer varias tomas así que os iré indicando, es un pequeño vídeo para la web, nada de dialogo y me gustaría no pasarme de los veinte minutos.
Todos asentían con cara de seriedad.
- Venga, pues al turrón. Guillermo, sal de escena, ponte aquí detrás y vete preparando para cuando te indique, vosotros dos ya sabéis.
Guillermo se colocó detrás de Jorge mirando todo con asombro, era la primera vez que veía algo así en directo, era el típico rollo, la originalidad brillaba por su ausencia, había visto la misma escena en cientos de vídeos, pero ahora no era un vídeo, estaba ahí y era extraño.
Hector y Tania comenzaron el magreo, resultaba convincente, Jorge les hacía indicaciones para que no se demoraran demasiado. Luego empezó la felación, hicieron un par de cortes para pillar la escena desde diversos ángulos, luego cambiaron y fue el el que chupaba. Jorge hizo indicaciones a Guillermo para que se preparara, llegaba su gran momento, estaba un poco nervioso, comenzó a menearsela para entrar en calor.
A la señal de Jorge apareció en escena como el que pasa de repente por ahí, en ese momento Tania estaba a cuatro patas gimiendo mientras Hector le daba su merecido, Guillermo se acercó y le puso la polla en la boca, ella empezó a chupar apasionadamente. Guillermo no estaba empalmado del todo, estaba nervioso, intentó concentrarse, cogió a Tania por la cabeza para llevar el el ritmo. Tras un rato en esta posicion Jorge mandó parar.
- Bien, bien, lo estáis haciendo bien, ahora al sofá, Tania boca arriba y tu Guillermo encima en misionero, Hector en la cabecera, Tania, ponte en el borde para que tu cabeza cuelgue hacia atrás y se la chupas como si quisieras dejarle seco ¿entendido?, oye Guillermo, está un poco morcillona, intenta remediarlo ¿ok?
Siguieron las ordenes de Jorge y se colocaron en posición, Guillermo se cogió la polla para introducirla, la notaba fofa, se le estaba bajando la erección, "no me falles, no me falles ahora joder" pensó, estaba muy nervioso, al final consiguió entrar, cerró los ojos e intentó concentrarse al máximo mientras bombeaba, "venga, venga, no me falles", se concentraba en los gemidos de Tania, en la sensación de estar dentro de ella, intentaba mentalmente enviar mas sangre a su pene, pero este salió al cabo de unas cuantas embestidas, Guillermo lo agarró para volver a meterlo, sus manos temblaban, la erección bajaba, notaba su poderoso pollón como una morcillita flácida e inservible, tragó saliva, la balanceó y trató de meterla otra vez, sin éxito.
- ¡Corta, corta!, ¿que pasa Guillermo?, te has destrempado, con eso no hacemos nada.
- No lo se, dame un momento.
Guillermo se levantó y empezó a masturbarse frenéticamente con los ojos cerrados, intentando relajarse, por contra estaba cada vez mas nervioso, Tania y Hector resoplaron.
- Joder, no se que pasa, yo, yo....
Jorge, cabeceó defraudado y se acercó a Guillermo.
- Mira, es normal, no pensaba que te pasaría, pero es normal, esto no es fácil.
- No, bueno, esto......dame un par de minutos ¿vale?
- Mira, déjalo, voy a intentar acabar la escena con ellos dos, se por experiencia que un par de minutos no van a solucionar nada, vete a casa y ya te llamare ¿ok?
- .....vale.
Guillermo salió de escena, Jorge dio la orden de acción y Hector y Tania continuaron con lo suyo.
Guillermo comenzó a vestirse, se sentía como una mierda, completamente avergonzado y vencido mientras escuchaba los gemidos de los otros dos, se subió los calzoncillos y echó una última mirada a su pene antes de guardarlo, parecía el de un niño pequeño, jamás lo había visto tan pequeño y arrugado, tan ridículo, tan derrotado, se asemejaba a un cacahuete, "me has fallado cabrón, ¿cómo has sido capaz?". Se subió los pantalones y se puso la camisa mientras seguía escuchando los gemidos de fondo.
Aprovechó un corte para salir por la puerta despidiéndose tímidamente, no fue capaz de mirar a Tania a la cara. Mientras bajaba en el ascensor se miró en el espejo, se odiaba, la había cagado, había jodido su gran oportunidad, ahí estaba, "el gran actor porno". Sentía repugnancia hacia si mismo, podía imaginarse los comentarios jocosos de Jorge, Hector y Tania ahora que el no estaba ahí, podía sentir sus risitas, "el gran actor porno".
Salió a la calle, el sol estaba alto, la gente caminaba por las calles, mirando al suelo, cada uno con sus fracasos, "el gran actor porno, vaya una mierda" pensó Guillermo mientras se deslizaba por la calle.
En ese instante, lejos de allí, un cura de 80 años obligaba a un monaguillo de 12 a chupársela.
En ese instante, lejos de allí, una chica era violada tras unos setos por un tipo recién salido de la cárcel.
En ese instante, lejos de allí, un tipo sacaba una pistola de su chaqueta al saber que tras esa puerta su mujer se acostaba con otro.
En ese instante, lejos de allí, un chico perdía su pene y sus testículos en un accidente laboral.
En ese instante, lejos de allí, se realizaba una ablación a una chiquilla.
En ese instante, lejos de allí, dos chicos eran condenados a muerte por homosexualidad.
En ese instante, lejos de allí un traficante de pastillas perdía su virginidad anal en la cárcel.
En ese instante, lejos de allí, un padre violaba a su hijo.
Las lágrimas resbalaban por los rostros, los gritos inundaban el aire, se formulaban preguntas al vacío y no se obtenían respuestas, y nunca era el fin del mundo, nunca era el fin del mundo.
"Bueno, tampoco es el fin del mundo" pensó Guillermo, miró a su alrededor y localizó un bar, entró. El y su polla y sus cojones se sentaron en un taburete a la espera de acontecimientos.

jueves, 20 de mayo de 2010

NOCHES DE ABSENTA

"Gracias por su visita Sr.Villaexcusa"
Miré esas familiares letras en la pantalla y me guardé la tarjeta y el dinero en la cartera. No comprendía cómo después de tanto tiempo el cajero aún no me llamaba de tú, que aparato más formal.
Enfilé calle abajo hasta el garito y entré. Cuando me apoyé en la barra el camarero me miró desde la otra punta, sin decirme nada se acercó y me trajo un vaso de chupito y un tercio, rellenó el vaso con absenta.
Me caía muy bien ese tío, me encanta que recuerden lo que bebo.
El local era un sitio tirando a grande, un garito heavy, de las paredes colgaban posters de Iron Maiden, Metallica, Sociedad Alcohólica, Megadeth etc. Los genios del metal me miraban silenciosos, juzgándome. "Es lo que hay Dave, ya sabes".
Había unos tipos tocando en el escenario, metaleros de pro, con la pose de tipos duros, piernas separadas, guitarras bajas, muñequeras de pinchos... El batería tenía pinta de estar bastante pedo, estaban destrozando el "raining blood" de Slayer. El público no era muy numeroso, unas treinta personas, pero se hacían notar, saltaban, gritaban, participando de todo aquello, todos eran muy jóvenes, de echo casi todo el mundo en el garito era muy joven, desde luego más que yo, se agolpaban en las primeras filas gritando y saltando, "ah, entusiasmo de juventud, ¿me has dejado por ellos eh perro?", me incliné hacia el camarero.
- ¿Quienes son estos mendas?.
- Cercenado, son de Asturias.
- ¿Son un poco malos no?
- Pché.
Le dí un tiento a la birra y les miré, luego miré al público, todos sudaban, verdaderamente estaban metidos en ELLO.
Pensé que yo podría hacerlo bastante mejor, la verdad es que siempre lo pensaba cuando veía a algún grupo tocar, pero allí estaba yo, sentado en la barra con mi chupito de 85 grados, y allí estaban ellos, pasándoselo en grande.
El batera la cagaba bastante, una parte en concreto fue bastante penosa, el camarero y yo nos miramos incrédulos. El camarero también tocaba la batería, en un grupo de ska, no lo hacía mal aunque no es mi rollo.
El batera del escenario continuaba cagándola, se que no es fácil imitar a Lombardo pero aquello.....
Por otra parte los chavales de las primeras filas se lo pasaban como enanos. Yo a su edad también me lo pasaba como un enano. No tenían aspecto de ir muy pedo, ¿de donde sacarían pues su entusiasmo? Bueno, yo a su edad también me entusiasmaba con un calimocho. "Jodido tiempo, pasas dejándome cada vez más jodido", en fin, delirios varios.
El chupito de absenta y yo nos miramos fijamente, retándonos, me gustaba dejarlo ahí un rato y observarlo, hacerme a la idea, me intimidaba, el muy cabrón era más fuerte que yo, no obstante era yo el que acabaría con el de un momento a otro.
Continuó mirándome.
Lo agarré a traición cuando menos se lo esperaba y me lo bebí. El hijoputa descendió por mi garganta destrozando todo a su paso. Era vengativo, como el dios del antiguo testamento. Puse una mueca de asco y golpeé la barra con mi puño. La garganta me ardía, cogí el tercio con mano temblorosa y di un enorme trago para aliviar la quemazón.
"Si, yo podría hacerlo mejor........si tuviera un grupo".
Me acabé el tercio he hice un gesto al camarero sin decirle nada, me miró con seriedad y se acercó con otro tercio y un vaso de chupito, me caía muy bien este tío. Agarró la botella de absenta y me abasteció.
- Joder, eres el único que bebe esta mierda.
- ¿El único?
- Bueno, algún chavalillo sin pasta para emborracharse rápidamente.
- Llegará lejos.
- Yo la probé una vez, es demasiado fuerte, y se te va la olla.
- Bueno, solía beber copas pero llegué a un punto que tenía que beber mil para emborracharme, esto es mas rápido, barato y no me lleno de refrescos.
- Visto así.
- El truco es no pasarte, mi número es cuatro, es la clave, con cuatro el pedo está bien, con más ya me arriesgo a la inconsciencia.
- Casi siempre que vienes te tomas mas de cuatro.
- Por eso lo sé. El cabrón del alcohol es un perro traicionero, como tarda en hacer efecto te crees que ya está bien cuando en realidad te has pasado hace rato.
- Si, es la droga más peligrosa.
- Bueno, a ti te da de comer.
- Cierto.
Se alejó a servir a otro y yo me quedé ahí mirando nuevamente el vaso y escuchando aquello, ahora les había dado por el "for whom the bell tolls", ¿se puede ser más típico?
Entonces entró Mario en el bar, Mario era un colega, un tipo algo extraño, como yo, vivía del cuento, aún mas que yo, saltando de carrera en carrera sin acabar ninguna mientras sus viejos le daban pasta, yo me metía con el por ello aunque supongo que en el fondo era envidia. Mario escribía poesía, no estaba mal, quizás excesivamente grandilocuente pero así le gustaba a el, ¿quién soy yo para decir nada?
- ¿Ya estás bebiendo esa mierda?
- ¿Qué otra cosa puedo hacer?
- Luego se te irá la olla.
- De eso se trata, ¡por ti!
Levanté el vaso y arrojé el contenido en mi interior, mis gestos de repugnancia le resultaron muy graciosos a Mario.
- Jajajaja, que, ¿está rico?
Realicé un gesto de aprobación, aún no podía hablar, bebí cerveza.
- Vámonos de este puto antro.
- Es pronto, a mi me gusta.
- Es una mierda.
- Está bien, y tienen absenta. - Dije haciendo un gesto al camarero.

- Bueno, este grupo la verdad es que si, pero tarde o temprano se darán por vencidos, supongo.
Mario emitió un bufido y se encendió un cigarrillo, eso era todo lo que hacía, fumar y estar ahí, no hablaba mucho, cuando yo estaba pedo y me metía con el me explicaba cosas del tipo "no tengo nada que decir, mi vida es interior, espiritual, aquí dentro se libra una batalla, tu no lo entiendes", quizás no, quizás no lo entendía.
Por fin el grupo pareció acabar, decían que ese era uno de los mejores públicos que habían tenido, quizás fuese cierto, quizás lo dijesen siempre, el caso es que los de abajo se lo creyeron y les ovacionaron, el batera salió tambaleándose de detrás de su kit y agarró el micrófono, estaba claramente borracho.
- ¿Querrreis oír un chistee?
- (Público) Siiiiii
- Maria traeme una manzana. ¿Te la pelo? Vale, y luego tráeme una manzana.
El tipo era un poeta también, y un sabio, seguramente era el mas cuerdo de la sala, tropezó y cayó sobre uno de los amplificadores perdiéndose de mi vista para siempre.
Me pedí mi quinta absenta.
Entró una chiquilla absolutamente preciosa, pequeña y delgada, con el pelo negro y una pequeña camiseta que dejaba ver sus hombros de porcelana, iba agarrada de la mano de un pardillo con gafas y coleta, ambos con sus pintillas heavys, camiseta de grupo, pulseras de pinchos, cadenas, en fin, toda la parafernalia. Jodida parejilla. Los miré durante un buen rato, tenía ganas de soltarle un puñetazo en la cara al pardillo, agarrar a su chica del brazo y huir con ella lejos de allí, de todo esto, a descubrir el mundo, a oler las flores, a ver el amanecer, a jugar con un gato, a comer algodón de azúcar, a bañarnos en el mar, a pasear en barca, a comprar champú, a dar de comer a los patos, a ver cuadros........empezaron a enrollarse ignorando mi presencia. Seguro que el tipo era un encanto, atento y comprensivo, seguro que tenía su móvil siempre encendido, y seguro que no bebía absenta.
Me bebí mi absenta.
- Vámonos de este antro. - Dije a Mario cuando recuperé la voz.
- ¡Joder, por fin! - Es lo primero que dijo en mucho rato.
Al aproximarme a la salida me percaté de que mi sentido del equilibrio distaba bastante del que era cuando entré, aunque aún no era para alarmarse.
Nos desplazamos por las tristes calles rumbo a otro bar mas del gusto de Mario. El sitio en cuestión era un local más elegante del que veníamos, más pijo, de música y ambiente tipo indie, o quien sabe, si algo había que reconocerle al sitio era que el ambiente femenino estaba bastante mejor que el de mi entrañable antro heavy, y la palma se la llevaba la camarera, una autentica belleza de melena castaña, cuerpo perfecto y sonrisa perturbadora, a mi me recordaba a Letitia Casta así que os podéis hacer una idea de lo enfermizo del asunto. Me acerqué a ella y le pedí un vodka con piña mientras me perdía en esos ojos turquesa violando así otra regla de oro del bebedor de absenta, no mezclarla con otras bebidas alcohólicas excepto la cerveza. Me quedé allí embobado con mi copa, suspirando por la camarera como todos los demás. Cuando ella percibía mi mirada de psicópata posándose sobre su cuerpo mancillándolo y me miraba yo intentaba apartar la vista velozmente, pero mis reflejos no eran precisamente veloces y ella me pillaba siempre.
Aparecieron mas colegas, Rober y Luis, uno heavy y el otro pijo, formábamos una cuadrilla peculiar, no pegábamos ni con cola, como si fuésemos algún tipo de experimento sociológico, o los supervivientes de un naufragio, la verdad es que teníamos bastante de esto último, eramos náufragos, seres que la sociedad había dejado a la deriva, en algún momento nos arrojamos al vacío por el ímpetu antisocial de la juventud, y si alguna vez pensamos volver a subir al barco sin duda era ya demasiado tarde, y el tiempo pasaba aumentando nuestra derrota existencial, nuestro vacío social, nuestra nulidad ante los estandartes de la sociedad moderna, todos con ingresos ridículos provenientes de familiares o subsidios de desempleo o de trapicheos varios, todos sin pareja, por supuesto.
¡A la deriva pues! Con un vasto y oscuro océano delante donde no se divisaba tierra en absoluto, ahogando nuestra angustia en un mar etílico, sin otra esperanza, vencidos pero orgullosos y, milagrosa e inexplicablemente, aún ligeramente esperanzados.
Rober expresó su incomodidad por el garito mientras yo bebía y miraba furtivamente a la esperanza disfrazada de mujer. Siguieron comentarios, risas y copas, la bruma era cada vez mas espesa, decidimos cambiar de sitio, casi me caigo al salir de allí. Luis me rodeó con el brazo.
- Oye tío, no deberías beber más que luego te pones tonto.
- ¿Que me pongo tonto?
- Si, ya sabes, se te va la olla, te pones violento.
- Venga ya, pero si soy mas pacífico que Gandhi.
- Si bueno, pero se te va la olla, especialmente con la absenta.
- Joder, te he pedido mil veces perdón por el puñetazo del finde pasado, se me escapó.
- Si, pero se te escapó hacia mi cara cabronazo.
- Ya, pero sabes que te quiero, ¿verdad?
- Me conformo con que no la líes.
- Ña.
Empezaba a ser consciente de mi inconsciencia, balbuceaba un poco, trastabillaba y me daba por abrazar a la gente. En uno de los garitos se me aproximó una chica, era una punky morena con un septum en la nariz, se balanceaba beoda, me sonaba de algo aunque no sabía bien de qué, me agarró del cuello y me gritó al oído.
- ¿Eres Alex no?
- Si, ¿nos conocemos?
Siempre me pasaba lo mismo, me saludaba mogollón de gente a la que no conocía, por lo visto hacía muchos amigos estando borracho de los que luego no me acordaba, esta gente a veces me contaba historias fascinantes sobre mi que no recordaba en absoluto. La punky me miraba sonriente intentando no caerse, ella también estaba jodida, con su lucha particular, de repente alargó una mano y me sujetó con fuerza la polla, aquello me pilló desprevenido, di un pequeño saltito.
- Ven conmigo anda.
Yo obedecí como un cachorrillo. Ella caminaba delante balanceando su enorme culo, no estaba mal, o eso creía en mi estado, el cual tiende a engañarte con estas cosas. Me metió en el baño y cerró el pestillo, luego empezó a besarme como si estuviera poseída, de una forma muy agresiva, me mordió con fuerza el labio, yo la aparté de un empujón.
-Ya se, eres la camarera del Katmandú ¿no?
- Cállate y fóllame.
- ¿Que?
- Fóllame ahora, aquí, corre.
Se dio la vuelta y se bajó los pantalones ofreciéndose como una perra en celo, alguien golpeó la puerta del baño, yo intentaba asimilar la situación luchando contra el pedo.
- ¡¡Vamos fóllame!!
Me bajé los pantalones y los calzoncillos. Mi pene no estaba en su máximo esplendor pero podía dar la talla, tanteé la entrada y embestí, ella gimió, empecé a darla, golpeaban la puerta con mas violencia.
- !!Ocupado joder¡¡
Seguí empujando, todo me daba vueltas, concentración Alejandro, concentración. Mi polla se salió de su improvisada funda, la agarré para devolverla a su lugar, cuando miré hacia abajo para localizar la entrada vi que tenía el nabo cubierto de sangre.
- ¡¡¿Joder pero que coño es esto?!! - Chillé asustado.
- Estoy con la regla, espero que no te importe.
- ¡¡¿Que?!!
- Venga, métemela.
Empecé a sentirme mal.
- Salgamos de aquí - Dije entre nauseas.
Me agaché para subirme los pantalones pero perdí el equilibrio, mi culo desnudo dio contra el frío suelo, estaba todo mojado, yo rezaba porque fuese agua, al levantarme me golpeé la cabeza contra el pomo de la puerta, a la punky empezaron a darle arcadas, seguía en la misma posición, "tengo que escapar de aquí" pensé asustado. Conseguí incorporarme y subirme los pantalones, ni que decir tiene que mi tímida erección había desaparecido por completo, la punky seguía allí sin moverse, con las bragas bajadas y una mancha de sangre en la nalga derecha, pensé si se habría muerto. Abrí la puerta como pude y escapé, dejándola así. Me sentía muy jodido, necesitaba aire limpio y fresco o moriría, me abrí paso a empujones hacia la salida, fue duro pero lo logré. Una vez en el exterior me apoyé contra una pared jadeando, giré la cabeza y vi mi mano llena de sangre menstrual, empezaron a darme arcadas, arrojé la cena contra la acera entre violentos espasmos, luego caí contra la pared y me quedé allí hecho un ovillo. Todo giraba sobre si mismo, opté por cerrar los ojos para minimizar los estímulos sensoriales pero todo seguía girando en mi interior, ¿así que de eso se trataba? Ese era mi objetivo al salir de casa, acabar tirado en alguna acera, curioso, no hay duda, ¿valía la pena? ¿Llevaba a alguna parte? ¿Sería mejor lo contrario? ¿Estaba en el camino correcto? ¿Sacaría algo de todo esto? ¿Cómo saberlo? ¿Cómo saber algo? ¿Cómo estar seguro de algo siendo la realidad misma algo tan frágil?
No se cuanto tiempo llevaba allí tirado pensando en ello cuando escuche la voz de Rober.
- Tío, ¿estás bien?
- Mmm....regular.
- Levántate anda.
- Joder, creo que estoy un poco borracho.
- No me digas.
Me incorporé con su ayuda, algo tiraba de mi hacia el suelo, algún tipo de fuerza sobrenatural, respire hondo intentando torpemente volver a agarrar el timón.
- ¿Te encuentras mejor?
- Si, vamos a tomarnos una birra.
- Vale, pero mejor vamos a otro lado, no te aconsejo volver a entrar ahí.
- ¿Por?
- Te marchaste sin pagar, la camarera estaba furiosa, dice que ya se lo has hecho varias veces, por cierto, me debes cuatro pavos.
- Joder, no me he dado cuenta, ¿y Mario y Luis?
- Se fueron hace un rato.
Me arrastré de nuevo por las calles esta vez en compañía de Rober, el heavy, parecía estar caminando sobre una balsa de madera en medio del océano, inestabilidad total. Ya había renunciado a todo, no tenía ya esperanzas de mantener una conversación cuerda, ni de conocer a nadie, estaba a la deriva, naufragando, y la niebla era cada vez mas espesa, sin faro en el horizonte, sin puerto al que llegar.


"Hui-neng vio un día a dos monjes que contemplaban la bandera de una pagoda flotando al viento. Uno de los dos afirmaba:
- Es el viento el que la mueve.
El otro sostenía:
- Es la bandera la que se agita por sí misma.
Pero Hui-neng les explicó que el movimiento real no era originado ni por la bandera ni por el viento, sino por alguna otra cosa que estaba en el interior de ellos mismos."


Lentamente comenzaron a surgir los colores, luego las formas. Pude observar formarse dos extraños objetos alargados, parecían lejanos, la imagen se fue solidificando, resultaron ser mis piernas. Me quedé un rato mirándolas, mis zapatos estaban llenos de mierda, cuando creí haber acumulado suficientes fuerzas levanté la cabeza para inspeccionar lo que me rodeaba, podría haber sido cualquier cosa. Resultó ser un tranquilo parque, yo estaba sentado en un banco, los pájaros cantaban, cantaban hacia mi y sobre mi. Aún era de noche pero se intuía un amanecer no muy lejano, podía olerse más que verse. Respiré hondo intentando fortalecerme con ello y continué inspeccionando a medida que se me aclaraba la vista. No había ni un alma, quizás fuese el ultimo hombre vivo en la tierra, nada me aseguraba lo contrario.
De repente un pensamiento urgente invadió mi mente, un pensamiento terrible, me metí inmediatamente las manos en los bolsillos con pocas esperanzas, gracias a dios pude palpar la cartera y el móvil, seguían allí. Me quedé ahí sentado, escuchando los pájaros, me invadía una increíble sensación de paz ligeramente enturbiada por un pequeño malestar, pero dicho malestar solo afectaba al cuerpo, no al alma.
Pude escuchar de repente un grito muy extraño, no sabría si de animal o humano, era demasiado extraño para ambos, fue un grito terrible, como de muerte, de sufrimiento, se escuchó muy lejos, de un punto sin especificar en el horizonte, me lo tomé como algún tipo de señal y me incorporé. No resultó fácil al principio pero fui cogiéndole el tranquillo a eso de poner un pie y luego el otro. No volví a escuchar el grito. Ya en pie y con el amanecer asomándose tímidamente volví a mirar a mi alrededor, no tenía la mas remota idea de cómo había llegado hasta allí pero, al menos creía saber mas o menos el punto de la ciudad en que me hallaba, así que caminé en la dirección en que creía estaba mi habitación.
Vi pasar un par de coches y creí ver a una persona a lo lejos, lo que daba al traste con la posibilidad de ser el único hombre vivo en la tierra, lástima. Mientras caminaba con la vista puesta en el suelo pude notar cómo un coche reducía su velocidad y se colocaba a mi altura, no me giré para inspeccionarlo mejor pero notaba su presencia, el coche habló.
- ¡Eh, eh chico!
Me hice el sordo, no quería ningún trato con mis semejantes, probablemente fuese alguien que quería un cigarro o indicaciones sobre una calle, no estaba seguro de poder hablar ya que no lo había hecho desde mi "resurrección", continué caminando.
- ¡Eh chico, chico, un momento, por favor!
No parecía que se fuese a dar por vencido, en fin, me giré. Pude ver en la ventanilla de un lujoso coche gris metalizado a un tipo con gafas, era mayor que yo y estaba bien vestido, trajeado, el pelo engominado y echado hacia atrás, parecía el típico hombre rumbo a algún despacho.
- ¡Eh chico, acércate!
Me aproximé un poco al coche y pude hablar sin dificultad para mi sorpresa.
- ¿Si?
- Hola ¿qué tal?
- ¿Qué quiere?
- Nada, tranquilo, ¿dónde vas, a tu casa?
- Supongo.
- ¿Cómo te llamas?
- Alejandro.
- Encantado Alejandro, yo me llamo Javier y esta es mi mujer, se llama Elvira.
Al decir esto se echó hacia atrás en su asiento y pude ver a su lado a una mujer de larga melena rubia, llevaba unas gafas de sol y se las quitó para mirarme mientras me dedicaba una amplia sonrisa, blanca como el marfil, ella también iba muy bien vestida, llevaba un traje de noche rojo y estaba bastante maquillada, no estaba nada nada mal, destilaba elegancia y de su escote surgían un par de agradables promesas, me los imaginé como una pareja de triunfadores que vendrían de alguna fiesta de las grandes esferas, esas a las que nadie me invitaba.
- Bueno Alejandro, ¿te vas ya a casa?
- No lo se, ¿en que puedo ayudarle?
- Jajaja, bueno, tranquilo, solo quería pedirte una cosa.
- ¿El qué?
- ¿Te parece atractiva mi mujer?
- ¿Qué?
- Mi mujer, Elvira, es una mujer bastante atractiva ¿no crees?
No contesté, intentaba descifrar la situación. Elvira me sonreía desde su asiento, era bastante atractiva sin duda, con esa melena como el sol y esos soles bajo ella, era atractiva si, pero no sabía si debía decirlo.
- No le entiendo.
- Jajaja, bueno, mi mujer es muy atractiva sin duda, mírala.
- Ya veo.
- Tranquilo, no tienes que temer nada, solo quiero pedirte un favor.
- ¿Un favor?
- Si, bueno, quizás te suene extraño, pero, veras, me gustaría que te follaras a mi mujer.
- ¿Como?
- Si, se que suena raro, pero, escuchame, no es nada malo, me gustaría que te follaras a mi mujer, a ella también la gustaría, ¿verdad cariño?
Elvira me miraba fijamente, toda sonrisas.
- Esto es extraño.
- Si, jajaja, lo se, lo se, pero, veras, nos gusta eso, vayamos a un hotel, pagamos nosotros por supuesto y allí te follas a mi mujer, ¿que te parece? Puedes hacerle lo que quieras, es muy buena en la cama, jajaja, de verdad, una máquina, no te decepcionará, te lo aseguro, ¿verdad cariño? Yo solo quiero mirar como lo hacéis, solo mirar, te lo juro, no te tocaré, solo quiero mirar como te la follas, me gusta verla follar con otros hombres, ¿que me dices Alejandro, te apuntas?
Lo pensé durante un instante.
- ¡Que te jodan!
Di media vuelta y comencé a andar, el tipo seguía hablando.
- ¡Eh, eh, Alejandro, espera, espera!
Muchas noches me quejaba de no ligar, pero lo de hoy......no sabía qué era peor, la verdad.
Estaba casi seguro de la dirección a seguir para llegar a mi habitación pero antes haría una pausa en alguna cafetería, ¿cerveza? ¿Café? Aún no lo había decidido, quizás acabe encontrando la costa por fin, quizás acabe llegando a puerto, y puede que alguien me espere allí, alguien que se alegre de verme y me reciba con una sonrisa, una sonrisa sincera.

A GOLPES


El teléfono había sonado varias veces. Sonaba como un martilleo incesante e irritante que rebotaba en cada neurona de mi cerebro. Yo no quería cogerlo, no me interesaba nada que pudiese encontrarse al otro lado; Promociones, amigos, noticias de una muerte en la familia.......me daba igual, todo me daba igual, solo quería descansar, largarme a la inconsciencia, a sus bellos parajes.
El teléfono volvió a sonar. Así no había manera de descansar. Quizás si contesto dejen de molestarme, quizás....
En fin......
- ¿Si?
- ¿David? Maldita sea, ¿dónde estabas?
- Estaba aquí, durmiendo.
- Llevo llamándote toda la mañana.
- Lo sé Cesar, lo sé...... bueno, ¿qué cojones quieres?
- ¿Te encuentras bien?
- Me encontraba mejor antes de que me despertases.
- Oye, estaba preocupado, ayer no tenías buen aspecto.
- ¿No?
- Mira David, sé que lo de Sara ha sido un palo para ti, pero debes intentar superarlo.
- Gracias mami, ¿me has despertado para eso?
- La semana que viene es la velada, tenemos que ponernos a tope esta semana, te necesito sobrio y centrado.
- Tranqui, soy el mejor, yo lo sé y tu lo sabes - Mentí.
-........Si, bueno, pero tenemos trabajo que hacer ¿vale? No te confíes.
- Por cierto, he visto el cartel.
- ¿Ah si? Y qué, ¿te gusta? Es una buena foto, has quedado bastante bien.
- Si ya, la cuestión es la de mi rival, que cojones es eso de "boxeador internacional".
- Jajaja, venga hombre, ¿no te intimidará eso verdad?
- No, pero estaría bien que me lo explicases.
- Ya sabes como es esto tío, hay que atraer al público.
- ¿Pero es boxeador internacional?
- Que va hombre, bueno, creo que una vez boxeó en una velada en no se que país del este pero el tío nunca ha salido del pueblo, no te preocupes, puedes con el.
- Claro, soy el mejor.
- Eres el mejor.
- Bueno mami, si no tienes nada más.......
- No, pásate por el gimnasio pronto ¿vale? y......bueno, relájate un poco, ahora más que nunca necesitas luchar, y centrarte.
- Si, si, mami, tranqui.
- Un abrazo hermano.
- Un abrazo.
Colgué y fijé mi mirada en el techo.
Maldita sea, ya no podría dormirme otra vez, ahora tendría que levantarme y hacer frente a todo esto; Desayunar, ducharme, poner un pie tras otro para desplazarme, salir a la calle, entrenar, comer, cagar.......pensar en ella.....
La idea de hacer frente a todo esto era horrible, soy un boxeador que no puede hacer frente a las peleas del día a día, aún con pesadillas estaba mejor antes, cuando dormía.
Bueno, vista la imposibilidad de dormir lo mejor era empezar cuanto antes con la agonía, en primer lugar levantarse de la cama.
Me encontraba como si me hubiesen dado una paliza la noche anterior, quizás alguien lo hizo. Sino yo mismo seguro que lo hice.
Me fijé que tenía sangre en la mano, pero ninguna herida, ¿de quien podría ser?
Todo lo sucedido anoche a partir de cierto momento estaba envuelto en una espesa bruma, ni siquiera sabía como había llegado a casa. Me había acostado con el pantalón puesto, bueno, al menos eso me ahorraba un poco de trabajo.
La nevera parecía un cementerio, un cementerio sin carne. Opté, dentro de las pocas opciones, por beberme un litro de leche del tirón, eso le vendría bien a mi estomago.
Me quedé sentado bebiéndome la leche, mamando como un recién nacido, desvalido, reconcentrado en mi malestar, mirando al vacío.
Y ahí venía, ahí estaba ella otra vez.
Apuré las últimas gotas y salí despedido de allí. Expulsado de mi casa por mis propios demonios.
La calle también era deprimente pero al menos tenías donde fijar la vista para distraerte y que ella no apareciese.
Llegué al gimnasio, mi pequeña mazmorra medieval, con sus instrumentos de tortura preparados, esperándome.
Y ahí estaba Cesar, mi entrenador, mi mami. El también había sido boxeador, hasta que se fastidió la mano. Ahora, como un padre rencoroso, intentaba que sus pupilos lograses lo que el no logró. Al menos lo hacía por las buenas, era un buen hombre. Yo le apreciaba bastante, simplemente la vida lo había golpeado mucho, como a mí, como a todos.
- Joder David, tienes un aspecto horrible.
- Bueno, tu tampoco eres una belleza.
- Sabes a lo que me refiero.
- Oye, ahora no estoy para sermones ¿de acuerdo?
- Sólo intento ayudarte, me preocupo por ti.
- Te lo agradezco.
- En fin, tenemos mucho que hacer esta semana. Sigues inclinándote mucho hacia adelante al golpear, especialmente con la izquierda, tu rival tiene los brazos mas cortos que tú, debemos aprovechar eso, te descubres demasiado.
- Tienes razón, vamos a trabajar en ello.
- Venga, pues manos a la obra, calienta un poco.
Empezamos la sesión. Primero corrí alrededor de la sala durante un rato, luego la comba, algo de sombra, mas comba, mas sombra, cinco series de tres minutos.
Me sentía mal, sabía que el alcohol me estaba jodiendo, ahora me arrepentía, sudaba más, meditaba en ello, me arrepentía, quería centrarme, quería hacerlo, hacer algo, valer para algo. En realidad era un luchador, ahora luchaba contra mí mismo, con todas mis fuerzas. El estar descontento con mi vida hacía que me esforzara más, quizás no estaba perdido del todo. Esfuerzo, siempre esfuerzo, una vida de esfuerzo. Al menos este parecía el menos inútil de los esfuerzos diarios. Me dieron arcadas.
- Relájate un poco, tenemos mucha tarde por delante. - Dijo Cesar.
Yo agonizaba, pero me sentía bien. Si tenía los cojones de pasarme toda la noche bebiendo debía tener los cojones de entrenar duro al día siguiente, era mi filosofía, era un luchador.
A medida que me esforzaba y sudaba toda la mierda me sentía mejor, destrozado físicamente pero bien anímicamente, en realidad me gustaba sufrir, todo se reducía a eso, así era yo, una persona autodestructiva, en realidad siempre había sido así, incluso cuando estaba con ella. Ella me habría cuidado, habría hecho de mí una persona de bien, pero yo no quería, yo quería sufrir, y ahora sufría por todo lo que pasó, misión cumplida.
Trabajamos el problema de mi inclinación, mejoramos mis movimientos. Cesar era un buen entrenador, pensaba por mí, yo era la energía, el era el cerebro. Veía perfectamente mis fallos y hacía que yo también los viera.
Al finalizar la tarde estaba exhausto, jadeaba como un perro y mi camiseta parecía recién sacada de la lavadora, mi sudor olía a vodka.
- Bien, bien. - Dijo Cesar - Te estás esforzando, esto avanza.
- Voy a ganar, soy el mejor.
- Eso espero, eso espero. Ya está bien por hoy, ¿cómo te sientes?
- Genial, agotadoramente genial.
- Ya sabes a lo que me refiero.
- Lo voy llevando.
- Mira David, te lo digo en serio, eres el mejor boxeador que he visto, eres mi mejor alumno con mucha diferencia. Tienes un don, tienes pegada, tienes aguante, puedes llegar muy alto, podemos llegar muy alto, créeme. Por favor no te derrumbes por lo que pasó, no fue culpa tuya vale. Sé que es difícil, es una cicatriz que te acompañará siempre, pero tienes que sacar fuerzas de ello, eres fuerte. Ahora tenemos una oportunidad de demostrarlo, es un peldaño importante. Hay que lograrlo, y lo lograrás, confío en ti, has nacido para esto, yo soy viejo, he visto mucho y ahora lo veo, créeme.
Cesar no me miraba mientras decía eso, se miraba la mano, su mano jodida, se la acariciaba. ¡Maldita sea! Este tío confiaba en mí, yo era su redención. Ese tipo de presión me superaba, no me gustaba tener que demostrar nada. En realidad no quería fallar a nadie, a pesar de mi forma de ser no soportaba fallar a la gente, por eso me destruía, para que nadie esperara nada, para no fallarles.
- Ha estado bien, estoy reventado, me voy a la ducha.
- Venga, te lo mereces campeón.
Me desnudé y me quedé bajo el grifo, notaba todo mi cuerpo tenso, como esculpido en madera, rebosante de energía. El agua resbalaba por el, como habían resbalado sus lágrimas. La había hecho llorar tanto, a ella, la única persona que no lo merecía, solo había podido darle eso, lágrimas. La veía ahí parada otra vez, llorando otra vez, y ya no me sentía tan fuerte.
Salí de la ducha y me sequé.
- Bueno campeón, ahora vete a casa y descansa, has trabajado bien, te lo mereces.
- Gracias Cesar.
- Mañana a la misma hora.
- Vale.
Otra vez la calle. Todas esas caras, todos abatidos.
Me crucé con un tipo vestido de vigilante, me pidió un cigarro, pero yo no fumo, se fue derrotado, ojalá hubiese tenido tabaco, le había fallado.
La gente caminaba como si fuesen zombies. Recién salidos de sus fábricas, de sus tiendas, parecían mas molidos que yo, y todo volvería a empezar mañana, y pasado, y no había forma de salir. Entré en el bar y me pedí una cerveza, " tengo que reponer líquidos " pensé.
Una cosa llevó a la otra, el rollo de siempre, las mismas preguntas sin respuesta. Al cabo de unas horas y varias copas me sumí en la bruma y no recordé nada mas.
A la mañana siguiente la misma historia, el estomago me ardía y la boca me sabía a mierda. Esta vez no tenía sangre en las manos, ni dinero en los bolsillos. Me sentí mal conmigo mismo, volví a arrepentirme de todo, la historia de siempre.
Al llegar al gimnasio Cesar se dio cuenta enseguida, era imposible engañarle. Para mi sorpresa no me echó ningún sermón.
- Ponte a calentar anda - Fue lo único que dijo. Supongo que perdía la fe.
No volví a emborracharme en toda la semana. Entrenar duro, comer bien, descansar. Se lo debía a todos, me lo debía a mí. Yo también quería redimirme.
Llegó el día de la velada. Fuimos en el coche de Cesar, conducía el. Tardamos tres horas en llegar al sitio. Habían montado una carpa bastante grande y había muchísima gente, eran las fiestas de la localidad, se veía la feria a lo lejos.
Los niños disfrutaban de las atracciones y el algodón de azúcar mientras nosotros nos preparábamos para destrozarnos a puñetazos para disfrute de sus padres.
Yo antes también comía dulces, ahora todo era amargo.
Cesar me vendó las manos, luego me dio un masaje.
- A llegado el gran día campeón. Lo harás, has trabajado, has sufrido, lo mereces. Ahora te dejaré solo un rato.
Quedaba poco tiempo, me tumbé mirando al techo, cerré los ojos e intenté no pensar en nada. Podía oír el griterío allí fuera, los rugidos como de animales. La gente estaba ansiosa, sedienta. Mi combate era el último de cinco, el estelar. Yo intenté relajarme, transportarme lejos.
Cesar entró mientras yo me alejaba y me trajo de vuelta.
- Ya es la hora campeón, toma la bata.
Salí de los vestuarios, me habían anunciado y mi música de apertura estaba sonando, el symphony of destruction de megadeth. El pasillo hasta el ring era largo, la gente gritaba:
- ¡¡¡ HIJO DE PUTA !!!
- ¡¡¡ ANIMO CAMPEÓN !!!
- ¡¡¡ TE VAN A DAR LA PALIZA DE TU VIDA CHAVAL !!!
- ¡¡¡ MÁTALO, MÁTALO !!!
Subí al ring y extendí los brazos al cielo, ya estaba ahí, ya estaba, ahora o nunca, el momento de mi redención, de la de Cesar.
Las esperanzas descansaban en mis puños enguantados, no voy a fallar, no lo haré.
Anunciaron a mi rival, la gente se volvió loca, el chico era de allí, era comprensible, yo era el malo. Bien, muy bien, me alimentaría de su odio, les daría razones para odiarme cuando machacara a su campeón.
Llegó al ring, elevó sus brazos, la gente rugía más y más. Sonó la campana. Ya no oía a la gente, tampoco los veía, ahora solo había dos personas ahí.
Nos movimos, nos estudiábamos, alguien debería empezar, muy bien, lo haría yo. Me abalancé, le asedié un poco, era bueno, pero yo era mejor. Yo era el mejor. Se comió un buen derechazo poco antes de la campana, la cosa marchaba. Round dos, se zampó otra buena combinación, retrocedía, yo me crecía, el combate era mío, me abalancé sobre el y me comí un tremendo upper, me tambaleé, me había echado mucho hacia adelante, tranquilo David, tranquilo. Round tres, mi cabeza ardía, oía los gritos como si estuviera bajo el agua, le castigué el hígado y me alejé, no podía alcanzarme con esos bracitos, mantener la distancia, mantener la distancia, probó mi izquierda, ¿está rica verdad cabrón? Campana, rincón, silla. Cesar me daba consejos mientras me limpiaba el sudor, yo asentía con la cabeza aunque en realidad no me enteraba de nada de lo que me decía, campana, ¿quieres mas? Toma esto, y esto, me zampé su derecha, creo que estaba sangrando, o quizás fuera solo sudor, me picaban los ojos, mantener la distancia, mantener la distancia, ahí viene, vi su derecha venir, la esquivé y le alcancé el mentón, se fue al suelo. El arbitro contaba, no te levantes, no te levantes. Se levantó. Bien, prefieres por las malas, lo haremos por las malas. Campana. Un poco de agua. Cesar dijo algo. Campana. Le volví a tumbar, era su fin. Se levantó cuando llegaron a nueve, tipo duro. Ahora yo estaba en el suelo, no se de donde vino la hostia, siete, ocho, arriba, campana. Jadeaba, era duro el cabrón, todo mi cuerpo latía, campana. Estábamos cansados, la cuestión es quien lo estaría más, de eso dependía todo. Empezamos a agarrarnos, notaba como jadeaba sobre mi, ¿vaya mierda verdad hermano? Nos separaban, ahí viene, te veo, se lo que harás, esquivé y le lance un gancho, acerté, se agarró a mi, tosió sobre mi, estaba en las ultimas, era mío, campana. ¿Cuanto llevábamos? ¿Cuanto quedaba? Ahí viene, mantener la distancia, izquierda, izquierda, me acertó, y eso que lo vi venir, campana.
¿Que pasa? Cesar me agarró, me abrazó, ¿ya estaba? ¿Ya estaba? Parece que si.
- Muy bien, muy bien campeón, le has machacado, ¡¡¡LE HAS MACHACADO!!!.
- Te quiero.- Balbuceé.
- Muy bien campeón.
La gente rugía de aprobación, les habíamos dado sangre.
Cesar me limpió y me dio agua, me quitó al fin los guantes, era mi mami.
- La victoria es tuya, está claro.
El juez nos mandó acercarnos, agarró nuestros brazos, vi a mi rival, le había machacado, estaba hinchado y rojo como una pelota de baloncesto, me pregunté como tendría yo la cara. La hora de la verdad.
- Y el ganador por puntos.......LUIIIIIIS HURACÁN ALLLLGABAAAAAAA¡¡¡¡¡¡¡¡
Mierda, ese no era yo, mi brazo no estaba en alto, no era el ganador. Ahora sí podía oír a la gente, ahora podía notar el cansancio. Miré a Cesar, gritaba y gesticulaba. Le vi saltar a la mesa de los jueces, agarró un papel mientras gritaba, maldita sea, ¿que estaba haciendo? Le redujeron los de seguridad, el no paraba de gritar. Empezaron a caer vasos al ring. Alguien me agarró, la gente gritaba, era el caos, me empujaban hacia el vestuario, no me enteraba de nada, era peor que estar borracho, no sabía donde estaba Cesar.
Consiguieron llevarme al vestuario, me senté, al poco llegó Cesar.
- ¡Maldita sea! Que hijos de puta. Vi la puntuación. Habías ganado. Jodidos mafiosos.
- Déjalo Cesar, estamos en su casa, sabíamos que por puntos era imposible, lo tenía que haber noqueado.
- Mierda de deporte, ¡maldita sea! Esto no va a quedar así, te lo juro por Dios.
No contesté, estaba cansado, quería irme de allí. Cesar no paraba de insultar al aire, se puso rojo y se deformó, estaba a punto de explotar.
- ¡Maldita sea! ¡Esto no va a quedar así!
- Déjalo, vámonos.
Llegamos al coche. Nos esperaban tres horas de largo viaje, apaleado, con el cuerpo palpitante de dolor y cansancio, la mente embotada como una ciénaga, el liquido cerebral como jodida agua estancada.
Ninguno decía nada, no había nada que decir, era inútil, todo era inútil.
Volvía a casa, y sabía que allí estaría esperándome su maldito recuerdo.
El coche avanzaba en silencio mientras yo pensaba que debía haber estudiado medicina, o veterinaria, o quizás alguna ingeniería.