El teléfono había sonado varias veces. Sonaba como un martilleo incesante e irritante que rebotaba en cada neurona de mi cerebro. Yo no quería cogerlo, no me interesaba nada que pudiese encontrarse al otro lado; Promociones, amigos, noticias de una muerte en la familia.......me daba igual, todo me daba igual, solo quería descansar, largarme a la inconsciencia, a sus bellos parajes.
El teléfono volvió a sonar. Así no había manera de descansar. Quizás si contesto dejen de molestarme, quizás....
En fin......
- ¿Si?
- ¿David? Maldita sea, ¿dónde estabas?
- Estaba aquí, durmiendo.
- Llevo llamándote toda la mañana.
- Lo sé Cesar, lo sé...... bueno, ¿qué cojones quieres?
- ¿Te encuentras bien?
- Me encontraba mejor antes de que me despertases.
- Oye, estaba preocupado, ayer no tenías buen aspecto.
- ¿No?
- Mira David, sé que lo de Sara ha sido un palo para ti, pero debes intentar superarlo.
- Gracias mami, ¿me has despertado para eso?
- La semana que viene es la velada, tenemos que ponernos a tope esta semana, te necesito sobrio y centrado.
- Tranqui, soy el mejor, yo lo sé y tu lo sabes - Mentí.
-........Si, bueno, pero tenemos trabajo que hacer ¿vale? No te confíes.
- Por cierto, he visto el cartel.
- ¿Ah si? Y qué, ¿te gusta? Es una buena foto, has quedado bastante bien.
- Si ya, la cuestión es la de mi rival, que cojones es eso de "boxeador internacional".
- Jajaja, venga hombre, ¿no te intimidará eso verdad?
- No, pero estaría bien que me lo explicases.
- Ya sabes como es esto tío, hay que atraer al público.
- ¿Pero es boxeador internacional?
- Que va hombre, bueno, creo que una vez boxeó en una velada en no se que país del este pero el tío nunca ha salido del pueblo, no te preocupes, puedes con el.
- Claro, soy el mejor.
- Eres el mejor.
- Bueno mami, si no tienes nada más.......
- No, pásate por el gimnasio pronto ¿vale? y......bueno, relájate un poco, ahora más que nunca necesitas luchar, y centrarte.
- Si, si, mami, tranqui.
- Un abrazo hermano.
- Un abrazo.
Colgué y fijé mi mirada en el techo.
Maldita sea, ya no podría dormirme otra vez, ahora tendría que levantarme y hacer frente a todo esto; Desayunar, ducharme, poner un pie tras otro para desplazarme, salir a la calle, entrenar, comer, cagar.......pensar en ella.....
La idea de hacer frente a todo esto era horrible, soy un boxeador que no puede hacer frente a las peleas del día a día, aún con pesadillas estaba mejor antes, cuando dormía.
Bueno, vista la imposibilidad de dormir lo mejor era empezar cuanto antes con la agonía, en primer lugar levantarse de la cama.
Me encontraba como si me hubiesen dado una paliza la noche anterior, quizás alguien lo hizo. Sino yo mismo seguro que lo hice.
Me fijé que tenía sangre en la mano, pero ninguna herida, ¿de quien podría ser?
Todo lo sucedido anoche a partir de cierto momento estaba envuelto en una espesa bruma, ni siquiera sabía como había llegado a casa. Me había acostado con el pantalón puesto, bueno, al menos eso me ahorraba un poco de trabajo.
La nevera parecía un cementerio, un cementerio sin carne. Opté, dentro de las pocas opciones, por beberme un litro de leche del tirón, eso le vendría bien a mi estomago.
Me quedé sentado bebiéndome la leche, mamando como un recién nacido, desvalido, reconcentrado en mi malestar, mirando al vacío.
Y ahí venía, ahí estaba ella otra vez.
Apuré las últimas gotas y salí despedido de allí. Expulsado de mi casa por mis propios demonios.
La calle también era deprimente pero al menos tenías donde fijar la vista para distraerte y que ella no apareciese.
Llegué al gimnasio, mi pequeña mazmorra medieval, con sus instrumentos de tortura preparados, esperándome.
Y ahí estaba Cesar, mi entrenador, mi mami. El también había sido boxeador, hasta que se fastidió la mano. Ahora, como un padre rencoroso, intentaba que sus pupilos lograses lo que el no logró. Al menos lo hacía por las buenas, era un buen hombre. Yo le apreciaba bastante, simplemente la vida lo había golpeado mucho, como a mí, como a todos.
- Joder David, tienes un aspecto horrible.
- Bueno, tu tampoco eres una belleza.
- Sabes a lo que me refiero.
- Oye, ahora no estoy para sermones ¿de acuerdo?
- Sólo intento ayudarte, me preocupo por ti.
- Te lo agradezco.
- En fin, tenemos mucho que hacer esta semana. Sigues inclinándote mucho hacia adelante al golpear, especialmente con la izquierda, tu rival tiene los brazos mas cortos que tú, debemos aprovechar eso, te descubres demasiado.
- Tienes razón, vamos a trabajar en ello.
- Venga, pues manos a la obra, calienta un poco.
Empezamos la sesión. Primero corrí alrededor de la sala durante un rato, luego la comba, algo de sombra, mas comba, mas sombra, cinco series de tres minutos.
Me sentía mal, sabía que el alcohol me estaba jodiendo, ahora me arrepentía, sudaba más, meditaba en ello, me arrepentía, quería centrarme, quería hacerlo, hacer algo, valer para algo. En realidad era un luchador, ahora luchaba contra mí mismo, con todas mis fuerzas. El estar descontento con mi vida hacía que me esforzara más, quizás no estaba perdido del todo. Esfuerzo, siempre esfuerzo, una vida de esfuerzo. Al menos este parecía el menos inútil de los esfuerzos diarios. Me dieron arcadas.
- Relájate un poco, tenemos mucha tarde por delante. - Dijo Cesar.
Yo agonizaba, pero me sentía bien. Si tenía los cojones de pasarme toda la noche bebiendo debía tener los cojones de entrenar duro al día siguiente, era mi filosofía, era un luchador.
A medida que me esforzaba y sudaba toda la mierda me sentía mejor, destrozado físicamente pero bien anímicamente, en realidad me gustaba sufrir, todo se reducía a eso, así era yo, una persona autodestructiva, en realidad siempre había sido así, incluso cuando estaba con ella. Ella me habría cuidado, habría hecho de mí una persona de bien, pero yo no quería, yo quería sufrir, y ahora sufría por todo lo que pasó, misión cumplida.
Trabajamos el problema de mi inclinación, mejoramos mis movimientos. Cesar era un buen entrenador, pensaba por mí, yo era la energía, el era el cerebro. Veía perfectamente mis fallos y hacía que yo también los viera.
Al finalizar la tarde estaba exhausto, jadeaba como un perro y mi camiseta parecía recién sacada de la lavadora, mi sudor olía a vodka.
- Bien, bien. - Dijo Cesar - Te estás esforzando, esto avanza.
- Voy a ganar, soy el mejor.
- Eso espero, eso espero. Ya está bien por hoy, ¿cómo te sientes?
- Genial, agotadoramente genial.
- Ya sabes a lo que me refiero.
- Lo voy llevando.
- Mira David, te lo digo en serio, eres el mejor boxeador que he visto, eres mi mejor alumno con mucha diferencia. Tienes un don, tienes pegada, tienes aguante, puedes llegar muy alto, podemos llegar muy alto, créeme. Por favor no te derrumbes por lo que pasó, no fue culpa tuya vale. Sé que es difícil, es una cicatriz que te acompañará siempre, pero tienes que sacar fuerzas de ello, eres fuerte. Ahora tenemos una oportunidad de demostrarlo, es un peldaño importante. Hay que lograrlo, y lo lograrás, confío en ti, has nacido para esto, yo soy viejo, he visto mucho y ahora lo veo, créeme.
Cesar no me miraba mientras decía eso, se miraba la mano, su mano jodida, se la acariciaba. ¡Maldita sea! Este tío confiaba en mí, yo era su redención. Ese tipo de presión me superaba, no me gustaba tener que demostrar nada. En realidad no quería fallar a nadie, a pesar de mi forma de ser no soportaba fallar a la gente, por eso me destruía, para que nadie esperara nada, para no fallarles.
- Ha estado bien, estoy reventado, me voy a la ducha.
- Venga, te lo mereces campeón.
Me desnudé y me quedé bajo el grifo, notaba todo mi cuerpo tenso, como esculpido en madera, rebosante de energía. El agua resbalaba por el, como habían resbalado sus lágrimas. La había hecho llorar tanto, a ella, la única persona que no lo merecía, solo había podido darle eso, lágrimas. La veía ahí parada otra vez, llorando otra vez, y ya no me sentía tan fuerte.
Salí de la ducha y me sequé.
- Bueno campeón, ahora vete a casa y descansa, has trabajado bien, te lo mereces.
- Gracias Cesar.
- Mañana a la misma hora.
- Vale.
Otra vez la calle. Todas esas caras, todos abatidos.
Me crucé con un tipo vestido de vigilante, me pidió un cigarro, pero yo no fumo, se fue derrotado, ojalá hubiese tenido tabaco, le había fallado.
La gente caminaba como si fuesen zombies. Recién salidos de sus fábricas, de sus tiendas, parecían mas molidos que yo, y todo volvería a empezar mañana, y pasado, y no había forma de salir. Entré en el bar y me pedí una cerveza, " tengo que reponer líquidos " pensé.
Una cosa llevó a la otra, el rollo de siempre, las mismas preguntas sin respuesta. Al cabo de unas horas y varias copas me sumí en la bruma y no recordé nada mas.
A la mañana siguiente la misma historia, el estomago me ardía y la boca me sabía a mierda. Esta vez no tenía sangre en las manos, ni dinero en los bolsillos. Me sentí mal conmigo mismo, volví a arrepentirme de todo, la historia de siempre.
Al llegar al gimnasio Cesar se dio cuenta enseguida, era imposible engañarle. Para mi sorpresa no me echó ningún sermón.
- Ponte a calentar anda - Fue lo único que dijo. Supongo que perdía la fe.
No volví a emborracharme en toda la semana. Entrenar duro, comer bien, descansar. Se lo debía a todos, me lo debía a mí. Yo también quería redimirme.
Llegó el día de la velada. Fuimos en el coche de Cesar, conducía el. Tardamos tres horas en llegar al sitio. Habían montado una carpa bastante grande y había muchísima gente, eran las fiestas de la localidad, se veía la feria a lo lejos.
Los niños disfrutaban de las atracciones y el algodón de azúcar mientras nosotros nos preparábamos para destrozarnos a puñetazos para disfrute de sus padres.
Yo antes también comía dulces, ahora todo era amargo.
Cesar me vendó las manos, luego me dio un masaje.
- A llegado el gran día campeón. Lo harás, has trabajado, has sufrido, lo mereces. Ahora te dejaré solo un rato.
Quedaba poco tiempo, me tumbé mirando al techo, cerré los ojos e intenté no pensar en nada. Podía oír el griterío allí fuera, los rugidos como de animales. La gente estaba ansiosa, sedienta. Mi combate era el último de cinco, el estelar. Yo intenté relajarme, transportarme lejos.
Cesar entró mientras yo me alejaba y me trajo de vuelta.
- Ya es la hora campeón, toma la bata.
Salí de los vestuarios, me habían anunciado y mi música de apertura estaba sonando, el symphony of destruction de megadeth. El pasillo hasta el ring era largo, la gente gritaba:
- ¡¡¡ HIJO DE PUTA !!!
- ¡¡¡ ANIMO CAMPEÓN !!!
- ¡¡¡ TE VAN A DAR LA PALIZA DE TU VIDA CHAVAL !!!
- ¡¡¡ MÁTALO, MÁTALO !!!
Subí al ring y extendí los brazos al cielo, ya estaba ahí, ya estaba, ahora o nunca, el momento de mi redención, de la de Cesar.
Las esperanzas descansaban en mis puños enguantados, no voy a fallar, no lo haré.
Anunciaron a mi rival, la gente se volvió loca, el chico era de allí, era comprensible, yo era el malo. Bien, muy bien, me alimentaría de su odio, les daría razones para odiarme cuando machacara a su campeón.
Llegó al ring, elevó sus brazos, la gente rugía más y más. Sonó la campana. Ya no oía a la gente, tampoco los veía, ahora solo había dos personas ahí.
Nos movimos, nos estudiábamos, alguien debería empezar, muy bien, lo haría yo. Me abalancé, le asedié un poco, era bueno, pero yo era mejor. Yo era el mejor. Se comió un buen derechazo poco antes de la campana, la cosa marchaba. Round dos, se zampó otra buena combinación, retrocedía, yo me crecía, el combate era mío, me abalancé sobre el y me comí un tremendo upper, me tambaleé, me había echado mucho hacia adelante, tranquilo David, tranquilo. Round tres, mi cabeza ardía, oía los gritos como si estuviera bajo el agua, le castigué el hígado y me alejé, no podía alcanzarme con esos bracitos, mantener la distancia, mantener la distancia, probó mi izquierda, ¿está rica verdad cabrón? Campana, rincón, silla. Cesar me daba consejos mientras me limpiaba el sudor, yo asentía con la cabeza aunque en realidad no me enteraba de nada de lo que me decía, campana, ¿quieres mas? Toma esto, y esto, me zampé su derecha, creo que estaba sangrando, o quizás fuera solo sudor, me picaban los ojos, mantener la distancia, mantener la distancia, ahí viene, vi su derecha venir, la esquivé y le alcancé el mentón, se fue al suelo. El arbitro contaba, no te levantes, no te levantes. Se levantó. Bien, prefieres por las malas, lo haremos por las malas. Campana. Un poco de agua. Cesar dijo algo. Campana. Le volví a tumbar, era su fin. Se levantó cuando llegaron a nueve, tipo duro. Ahora yo estaba en el suelo, no se de donde vino la hostia, siete, ocho, arriba, campana. Jadeaba, era duro el cabrón, todo mi cuerpo latía, campana. Estábamos cansados, la cuestión es quien lo estaría más, de eso dependía todo. Empezamos a agarrarnos, notaba como jadeaba sobre mi, ¿vaya mierda verdad hermano? Nos separaban, ahí viene, te veo, se lo que harás, esquivé y le lance un gancho, acerté, se agarró a mi, tosió sobre mi, estaba en las ultimas, era mío, campana. ¿Cuanto llevábamos? ¿Cuanto quedaba? Ahí viene, mantener la distancia, izquierda, izquierda, me acertó, y eso que lo vi venir, campana.
¿Que pasa? Cesar me agarró, me abrazó, ¿ya estaba? ¿Ya estaba? Parece que si.
- Muy bien, muy bien campeón, le has machacado, ¡¡¡LE HAS MACHACADO!!!.
- Te quiero.- Balbuceé.
- Muy bien campeón.
La gente rugía de aprobación, les habíamos dado sangre.
Cesar me limpió y me dio agua, me quitó al fin los guantes, era mi mami.
- La victoria es tuya, está claro.
El juez nos mandó acercarnos, agarró nuestros brazos, vi a mi rival, le había machacado, estaba hinchado y rojo como una pelota de baloncesto, me pregunté como tendría yo la cara. La hora de la verdad.
- Y el ganador por puntos.......LUIIIIIIS HURACÁN ALLLLGABAAAAAAA¡¡¡¡¡¡¡¡
Mierda, ese no era yo, mi brazo no estaba en alto, no era el ganador. Ahora sí podía oír a la gente, ahora podía notar el cansancio. Miré a Cesar, gritaba y gesticulaba. Le vi saltar a la mesa de los jueces, agarró un papel mientras gritaba, maldita sea, ¿que estaba haciendo? Le redujeron los de seguridad, el no paraba de gritar. Empezaron a caer vasos al ring. Alguien me agarró, la gente gritaba, era el caos, me empujaban hacia el vestuario, no me enteraba de nada, era peor que estar borracho, no sabía donde estaba Cesar.
Consiguieron llevarme al vestuario, me senté, al poco llegó Cesar.
- ¡Maldita sea! Que hijos de puta. Vi la puntuación. Habías ganado. Jodidos mafiosos.
- Déjalo Cesar, estamos en su casa, sabíamos que por puntos era imposible, lo tenía que haber noqueado.
- Mierda de deporte, ¡maldita sea! Esto no va a quedar así, te lo juro por Dios.
No contesté, estaba cansado, quería irme de allí. Cesar no paraba de insultar al aire, se puso rojo y se deformó, estaba a punto de explotar.
- ¡Maldita sea! ¡Esto no va a quedar así!
- Déjalo, vámonos.
Llegamos al coche. Nos esperaban tres horas de largo viaje, apaleado, con el cuerpo palpitante de dolor y cansancio, la mente embotada como una ciénaga, el liquido cerebral como jodida agua estancada.
Ninguno decía nada, no había nada que decir, era inútil, todo era inútil.
Volvía a casa, y sabía que allí estaría esperándome su maldito recuerdo.
El coche avanzaba en silencio mientras yo pensaba que debía haber estudiado medicina, o veterinaria, o quizás alguna ingeniería.
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