Masaccio: Adán y Eva expulsados del Paraíso.

lunes, 22 de agosto de 2011

WHEN THE PARTY´S OVER





Dedicado a los “cuerdos”.
Perdónales señor, pues no saben lo que hacen.




1.



El otro día fue un día de locos.
Vino a visitarme un colega que hacía mucho que no veía, Mario. Hace unos años yo vivía con él en un piso compartido en Móstoles. A mí me acababa de dejar por aquel entonces una chica con la que había estado tres años. Era la primera vez que tenía pareja y la relación fue bastante intensa. Empezó bien, como todas, pero al cabo de un tiempo empezaron a asomar todas las locuras de cada uno y se fueron agrandando hasta que la situación fue insostenible. Ya sabes, discutiendo todo el día por nimiedades y en un constante estado de tensión, deseando dejarlo a cada momento, pero sin atrevernos a hacerlo por el cariño y complicidad acumulados tras tanto tiempo. Es jodido. Es muy jodido estar en una situación así, dándote cuenta de que todo ha acabado, que las mejores páginas de nuestra historia ya estaban escritas hace tiempo, pero aun así aferrándote a una esperanza poco probable, a un deseo irrealizable de volver a sentir lo perdido, intentándolo, pero, a la vez, siendo consciente de que es un intento inútil y un retrasar lo inevitable y necesario, en definitiva, atrasando el momento para evitar el dolor, desangrarse poco a poco en vez de pedir la guillotina. No obstante dentro de nuestra espiral de locura cotidiana sacamos un pequeño resquicio de cordura para mandarnos a la mierda por nuestro bien. No se cómo superó ella el dolor y la frustración. Yo me hice cocainómano.
Así estaba cuando me fui a vivir con Mario. En el piso vivíamos nosotros y otros dos tíos, era un piso sucio y desordenado, un fiel reflejo de nuestras personalidades, los otros dos tíos se fueron al poco y el dueño del piso decidió que no quería seguir alquilándolo, así que nos dio un mes para recoger nuestros trastos y largarnos de allí. Mario no curraba, vivía del paro y los ahorros y se tiraba el día fumando porros, componiendo música y viendo viejas películas en blanco y negro. Yo tenía un curro en una fábrica, pero al salir me subía gustoso en su vagón de la locura. Al estar más tenso debido al curro y la reciente soltería necesitaba que la locomotora viajase más frenética así que traía combustible más potente en forma de gruesas lineas blancas.
¡Y allá vamos!
Eramos dos locos de la música, yo tocaba la guitarra, Mario hacía un poco de todo. Nos dopábamos y empezábamos a hablar de grupos desconocidos y a sacar ideas para temas. Todo fluía, las ideas, las sensaciones. Teníamos un grupo de música, pero no conseguíamos llegar a ninguna parte, no conseguíamos compañeros de viaje. Estábamos locos y eramos muy pasionales, queríamos hacer una música novedosa y arriesgada, alejarnos de todos los clichés del rock inofensivo que te mecía sin llevarte a ninguna parte. Música de locos para locos. Extender la enfermedad. Salir de la rueda infernal de la cotidianidad y lo aceptado. Pero nadie nos seguía. Tampoco era fácil tratar con Mario y acababa teniendo roces con todos. Al final siempre nos veíamos solos él y yo en el local, buscando nuevos miembros y gritando al vacío.
Los locos hablan solos.
Al casero le costó echarnos, escapábamos de él como cucarachas cuando enciendes la luz. No nos preocupábamos de buscarnos otro agujero en el que vivir, nos preocupaba mucho más la música y las drogas, era muchísimo más importante. El mes de plazo que nos había dado se transformó en cinco meses de locura y creación, de dormir un día de cada cinco, de absorber todo tipo de influencias artísticas, de llorar y de soñar dentro de un torrente de locura, pasión y creación, bombardeados por todo tipo de estimulantes y depresivos, naturales y artificiales. Una vida vivida. Un tiempo empleado. Nada que reprochar. Una buena y dura época, de esas que dan forma a tu persona en todos sus relieves y la revisten con la sabiduría que da caminar al filo del abismo. Tras la inevitable patada en el culo cada uno prosiguió su senda, dejamos el grupo y no nos vimos en mucho tiempo. Yo salí de allí mucho más loco y 20 kilos más delgado, tardé en recuperarme, suponiendo que lo haya hecho.
Ahora ese hijo de puta volvía a estar sentado frente a mí. El mundo había seguido girando durante años y nos había vuelto a juntar durante unos días. Había detalles que habían cambiado pero la locura del soñador permanecía intacta, el ansia de salir de la espiral de locura inofensiva y sin sentido que parecía envolver al resto de la sociedad arrastrándolos a vidas grises y vacías. Las tornas habían cambiado, ahora yo no curraba y malvivía en una habitación cochambrosa contando una y otra vez las pocas monedas que conformaban mi capital. Él curraba, pero le habían echado para no pagarle las vacaciones prometiendo que lo volverían a coger al cabo de un mes. Estaba con una chica, llevaban ocho años juntos, ambos coincidimos en que era demasiado tiempo, de hecho su relación hacía aguas por varios puntos, es de locos estar con alguien tanto tiempo, para que funcione ha de ser una relación muy especial, de mucho respeto y libertad, y entre dos personas que se quieran y admiren muchísimo, vamos, una de cada mil. Mario necesitaba salir un poco de su rutina cotidiana, cogió un autobús y vino a verme a mi cuartucho. Más gordos, más calvos y más viejos, volvíamos a sentarnos frente a frente.
-Joder tío, estoy super ilusionado, estoy en mi año cero tío, año cero -Decía mientras se liaba un peta de un estupendo hachís que había traído.
-¿Año cero?
-Sí tío, un nuevo comienzo, a la mierda los grupos, estoy harto.
-Sí, yo también estoy un poco desenganchado de la movida, ya no me atrae.
-Si es que no hemos tenido suerte.
-Ninguna.
-Joder, la de grupos de mierda en los que he estado solo por tocar, por sentir que hacía algo, aunque lo que hiciera fuese una mierda.
-Bueno, a mí eso no me ha pasado, también es que he estado en menos, tú es que siempre has estado en algún grupo, yo me desilusiono fácilmente y tardo en volver a caer, como con las mujeres.
-Ya... Ya te digo, lo hacía por tocar, necesitaba tocar, aunque fueran una mierda de bandas, pero tenía la esperanza de llevarlos por mi camino, abrirles los ojos, pero nunca funciona.
-Bueno Mario, reconoce que tú también eres un poco radical.
-Simplemente sé lo que es una mierda y lo que no.
-No todos tienen tus gustos.
-Ya, pero ¿para qué estás en un grupo? ¿Para hacer la misma mierda que han hecho otros una y otra vez? Hay que arriesgar, la gente no arriesga.
-En eso estoy de acuerdo, pero tampoco es arriesgar porque sí eso es otro cliché más, es muy sencillo, simplemente hay que ser consecuente con uno mismo.
-Bah, no se, mucha gente es consecuente consigo misma y hacen mierda.
-Hombre, de donde no hay no se puede sacar, si no tienes ningún interés en ser algo más...
-Ese es el problema Carlos, la gente, no quieren innovar, no quieren hacer nada.
-Bueno, por norma general supongo que es así, pero habrá gente como nosotros en algún sitio.
-¿Pero dónde están?
-No sé, pero tampoco creo que seamos tan especiales.
-La gente apesta, a la mierda la gente, te lo digo yo, ya sabes que yo sí me he movido mucho más y he tocado con mucha gente.
-Sí.
-Pues créeme, todo basura, lo que menos le preocupa a la gente es la música e innovar, sólo quieren llegar, triunfar, salir en la tele y tener groupies.
-Bueno, ¿y quién no?
-Sí, pero haciendo algo nuevo y sincero joder, primero es la música.
-Bueno, no es tan fácil salir con cosas nuevas, ni siquiera lo que hacíamos nosotros era nuevo.
-Pero al menos no íbamos premeditadamente buscando copiar lo que pegaba. Una vez en un grupo que estuve nos hicimos fotos guapas, super maqueados y tal, antes siquiera de tener ni un puto tema, ¿te lo puedes creer? Empezando por las jodidas fotos para ver cómo quedábamos juntos, poniendo cara de rockeros malos, jajajaja, patético. Vaya estafa.
-Bah, no sé, yo ya no me preocupo, de hecho ahora estoy más en el rollo de escribir que en el de la música, escribir mola, no necesitas a nadie para hacerlo, puedes cagarla perfectamente sin ayuda de nadie.
-A eso voy, por eso estoy en mi año cero, se acabaron los grupos, yo me lo guiso y yo me lo como, voy a hacer mi música sin ayuda de nadie.
-¿Tú solo?
-Sí tío, estamos en la era digital, me he pillado una tarjeta guapa para el portátil y me han pasado unos programas de grabación y samplers, puedes hacerlo tú todo -Decía con evidente entusiasmo.
-¿Y para actuar?
-¡Que le jodan! ¿Quién quiere actuar? De aquí para allá con tus putos trastos para que solo vayan a verte los cuatro colegas colgaos de siempre... Además ahora hago movidas más electrónicas, te voy a pasar los programas y te digo como van.
-Bah, déjalo, yo toco la guitarra, si encuentro algún grupo que mole tocaré con ellos, sino que le jodan.
-Bueno, tú verás.
La verdad es que estaba desencantado con la música, no con mi talento, pero si con mi suerte. Supongo que he aceptado mi destino a ese respecto. No soy tan fatalista como Mario, yo creo que hay gente por ahí haciendo cosas buenas y novedosas, pero también te tiene que acompañar la suerte. Dicen que solo sale un genio cada mil años y que por cada genio hay millones de mediocres. Creo que eso es cierto, pero hasta cierto punto. Salen muchos genios cada poco, otra cosa es que tú o alguien se de cuenta alguna vez de su existencia y genialidad. La mayoría acaban frustrados y se dan por vencidos, bajan del tren cansados en la primera estación que parece agradable y poco a poco se diluyen entre la masa, su ser se amansa y amasa y da lugar a un cadáver llorado por una familia más o menos numerosa a los que lega unos pocos ahorros y el reloj que le regalaron en su empresa por “treinta años de fiel servicio”. Unos pocos continúan, contra viento y marea, luchando, convencidos de su mensaje y su valía pero sin ser escuchados jamás. Algún pequeño reconocimiento ocasional quizá, pero sólo destellos, ligeros destellos, hasta que, totalmente locos, solos y en la miseria acaban muriendo de pena y sus restos putrefactos junto con su valioso mensaje son barridos por la escoba del tiempo. Uno en cada siglo es descubierto por una insólita combinación de los astros, u otra incomprensible razón, y acaba siendo venerado, pero es solo la punta de un iceberg que se adentra en el oscuro y gélido mar del olvido. Mi música no sería oída jamás, ya lo intuía y empezaba a aceptarlo. Mis palabras... Ya veremos.
Los locos hablan solos.

-Bueno... Y tú qué tio, ¿no piensas currar nunca? -Me dijo sacándome de mi ensimismamiento.
-No sé, ya he perdido la esperanza. El otro día estuve hablando con un colega que le ha salido un curro de cajero en el mercaduna, solo un par de meses para el verano. Me contó que son unos hijos de puta, que todo super amable cuando hay clientes pero que cuando cierran para reponer, hacer caja y esas mierdas los tratan a gritos y los insultan. Una puta basura, pero cualquiera lo deja, hay mil ansiando ese curro. Me contó que en su tienda, que es una más entre miles, reciben una media de 15 currículos al día. La gente está como loca buscando curro. Yo por mi parte estoy harto y depresivo, a veces me da la neura y me tiro un mes como loco buscando curro, pero no me llaman ni para entrevistarme, me desilusiono, me amargo y estoy otro tanto tiempo sin buscar nada, y así, en un bucle infernal que no lleva a ninguna parte.
-La verdad es que está el tema jodido, yo he tenido suerte con el curro de monitor, está bien, aunque gano muy poco... Es porque hago media jornada... Y hay mierdas como esta, que me echan este mes para no darme vacaciones, pero vamos, que teniendo en cuenta como está el tema me puedo dar con un canto en los dientes.
-¿Vaya situación eh colega? Nos hemos vuelto todos locos, nos arrastran de un lado a otro como a jodidos hamsters... Éste no era el trato, las cosas no debían pasar así, la revolución industrial y el auge tecnológico se supone que iban encaminados a hacer que el ser humano trabajase cada vez menos, ir sustituyendo a las personas por máquinas que hicieran el trabajo y nos dejaran dedicarnos a meditar y masturbarnos durante todo el día, íbamos a encaminarnos a una sociedad igualitaria y tranquila... Todo patrañas, siempre putas patrañas, ¡puto ser humano egoísta e insaciable! Ahora nos han vendido toda esta mierda de miseria y crisis y hacen que desees un puto curro de esclavo por cuatro duros porque la otra opción es la miseria total, la vieja táctica del miedo.
-Ya te digo, y la gente tan tranquila.
-Bueno, tanto como tranquila... Mira los del 15M, al menos se movieron un poco, hicieron algo de ruido, yo creo que esto, este modelo social, acabará petando tarde o temprano, lo espero y lo deseo.
-A ver qué pasa, está claro que tienen que cambiar muchas cosas.
-Lo bueno de una crisis es que acostumbra, al menos momentáneamente, a la gente a no ser tan consumista que era un desfase ya, una locura colectiva de acumular mierda inútil, produciendo mierda sin parar para consumir mierda sin parar. Yo lo veía en la fábrica, era un desparrame, cada vez más y más, y no se cansaban, y pensaban que sólo podía subir y subir... Hasta que petó, claro, el ser humano siempre aprende por las malas, siempre, ahora la gente no tiene pasta y al menos ve el valor de ciertas cosas, pero claro, no mola la gente que se está viendo en la calle, los casos extremos de pobres currantes que se han visto atrapados y ahora son engullidos, van cayendo por el desagüe con sus cuatro maletas llenas de viejas mierdas, dementes y sintiéndose inútiles por no poder dar a su familia nada.
-La verdad es que es una situación extraña, sin un claro porvenir. Y a todo esto Carlos ¿Tu de qué vives?
-Bah, chanchullos y algo de ahorros, tampoco necesito mucho, un agujero como este, algo de comida y cerveza, el carnet de alguna biblioteca, y sobre todo, tiempo, aunque sea para mirar al techo, el tiempo es lo más valioso del ser humano, deberíamos tener, al menos, el poder de malgastarlo como queramos, sabemos que nuestro tiempo es limitado pero no sabemos cuánto para poderlo administrar, todo puede acabar mañana y pillarte desprevenido, con mogollón de cosas que hacer y tiempo malgastado, es lo más valioso de lejos, y cada vez te lo pagan peor.
-¿Y te apañas bien?
-Ni de coña, estoy jodido que te cagas tronco, vivo muy al día, si falla lo más mínimo puede significar pasarse un mes comiendo cartón, bebiendo agua del grifo y fumando aire. Pero al menos es mi locura personal, la que creo y en la que creo, no una locura colectiva que simplemente me arrastra, es mi pequeña parcela de libertad en medio de las arenas movedizas.
-Un puto mundo de locos, siempre lo ha sido. Bueno, siempre podremos volver a pasar drogas.
-Puff, espero no tener que hacerlo de nuevo. Oye, habrá que emborracharse hoy que es sábado ¿no?
-Yo hace mucho que no bebo, drogas tampoco, solo fumo últimamente.
-Venga, no jodas, un día es un día, que hace mucho que no me ves.
-Paso ya de emborracharme Carlos tío, eso acabó para mi. Es cierto que es una ocasión especial, volver a verte y tal, quizás una cervecita....
Ocho horas después estaba de nuevo en mi habitación, fumándome un peta, ligeramente ebrio, pensando en cómo escapar de la vida sin necesidad de matarme. Mario estaba en el baño, estaba jodido, había ido a potar y no había vuelto, ¿habría fallecido? Decidí ir a comprobarlo.
Salí de la habitación y me asomé al largo y oscuro pasillo de la cochambrosa pensión, el baño estaba al fondo, lejos, como en otra dimensión, pude ver a Mario en la distancia, empequeñecido y arrugado, tumbado en el suelo abrazado al retrete. Había más inquilinos en aquella casa y si alguno se levantaba a mear en mitad de la noche y se encontraba ese extraño cadáver en su camino seguramente se asustaría, decidí acudir en su rescate.
-Hey, hey, Mario tío, ¿estás bien?
-No, no estoy bien.
-Venga tío, intenta levantarte.
-No, no, déjame aquí.
-No puedes quedarte ahí, aquí vive gente, podrían verte.
-Joder, es verdad, lo siento, espera.
-Venga que te ayudo.
-Ufff.
Incorporé su cuerpo a duras penas para ver cómo al alcanzar la verticalidad volvía a caer contra la taza expulsando la merienda. Ahí estaba mi viejo colega, ahí estábamos ambos, los locos que creían que iban a ser los salvadores de la música.
-Venga cabrón, ¿cómo puedes potar tanto si no has cenado?
-Aaaahhhh.....
-Vamos levanta, tira pal cuarto.
-Joder tío, lo siento, lo siento.
Lo arrastré hasta la habitación y lo arrojé sobre la cama.
-Tío, tío, por favor, dame una bolsa de plástico.
-¿Una bolsa de plástico? ¿Para qué coño la quieres?
-No estoy bien, puedo potar más y no se si llegaré al baño.
-Buena idea, espera...Toma.
Le alcancé una bolsa del mercaduna y sintiéndose más seguro cayó dormido abrazado a ella, quizá pensando que se trataba de una preciosa mujer, quizá pensando que su vida era fácil y plena, quizá pensando que sus discos se vendían, que las niñas se masturbaban con la funda de sus discos y los tíos debatían y analizaban su música en los bares al humo de los canutos.

Los locos sueñan despiertos.

Al día siguiente Manuel estaba hecho una jodida braga. Apenas salimos del cuartucho. Estuvimos viendo cosas en su ordenador mientras fumábamos porros, un documental sobre los Ramones bastante interesante, los “behind the music” de Pantera y Megadeth, la primera película basada en Hunter S. Thompson, “where the bufalo roam” que a mi me decepcionó un poquillo...
Un día más. Un día menos.
Se quedó un par de días conmigo, no volvió a emborracharse el cabrón, había aprendido la lección, así que continuamos con nuestras charlas sobre la música y el mundo, arreglando ambas desde nuestra fantasía.
Pasados el par de días se largó de vuelta a su mundo, lo acompañé hasta la estación de autobuses, nos abrazamos y le vi montarse en uno, nos sonreímos mientras partía.
¡Allá va! Uno de los pocos que no se han dejado dominar, un loco, un soñador, uno de esos que hacen sonreír a Dios dándole esperanzas. ¡Allá va! Una persona creativa, sencilla frente al mundo, no le han engañado con sofás de diseño ni zapatillas de colores, sabe lo que ha de hacer y lo que no. ¡Allá va! Uno de los que se ríen de la muerte y la miseria mientras tenga algo con lo que soñar, algo en lo que creer. ¡Allá va! Uno que cree en sí mismo. ¡Allá va! Con la música a otra parte, puto cabronazo loco, puto pirado, puto santo....
Estuvo bien la visita pero se notaba el peso sobre nuestros hombros cansados, las decepciones acumuladas, la pasión alejándose, la llama desvaneciéndose. El mundo seguía intentando transformarnos en sombras. Con la vejez se van perdiendo las fuerzas, los dientes se debilitan y ya no piensas en comerte el mundo, solo quieres pasar el trago, que sea rápido y no demasiado doloroso, entre todos te lo van quitando, las mujeres que se vuelven locas y ya no te follan como antes, los supervisores de los curros que miran el reloj cuando te ven entrar por la puerta, los familiares que te notan desmejorado y te animan a sentar la cabeza, los mendigos que buscan en el contenedor, los ronquidos de la gente en las pensiones, el olor a pies, tu nevera con un tomate, un paquete de salchichas y medio cartón de leche, los bolsillos vacíos, los calzoncillos que rozan, las señoras con sus pequeños perros maqueados, la sección de empleo en el periódico, el pantalón roto en la entrepierna, la tele, las novelas de mierda en todos los escaparates, los chavales idiotas que te piden un cigarro, el logotipo de “precio anticrisis” en el pan de molde, la gente que te pregunta si encontraste ya curro, la inconsciencia general de los dementes que simplemente siguen hacia adelante sin plantearse nada, camino de la picadora como en el vídeo de Pink Floyd, y tú que ya no quieres ayudarles, te has cansado, te han cansado, y entre todos te lo van quitando, lo intentan con ahínco, es su sino, su verdad, su esperanza, pero con nosotros no lo haréis, hijos de puta, con nosotros no lo haréis, hijos de puta, con nosotros no lo haréis, hijos de puta, con nosotros no lo haréis, hijos de puta.

Los locos sueñan despiertos.



2.



Volvía hacia el cuartucho desde la estación de autobuses. Me crucé con un par de mendigos. Había nuevos mendigos en la ciudad, y su aspecto era como el nuestro, no eran ya locos abrazados a un cartón de tinto, simplemente eran personas arrastradas y engullidas por un sistema inviable. Las cosas se estaban desmoronando. Era horrible cuando nuestras miradas se cruzaban y podía ver el abismo de tristeza en ellos, me miraban ligeramente esperanzados según me acercaba, “una ayudita, por favor”, instintivamente me palpaba los bolsillos aunque sabía perfectamente que no había nada en ellos, “lo siento tío, llevo tres años en el paro” No podía evitar pensar en mí mismo en esa situación en breve tiempo, apoltronado en una esquina, totalmente demente, con un cartel de cartón con mi reclamo y la mano extendida, mirando las inacabables piernas de las chicas que van saliendo del zarra cargadas con sus bolsas mientras me dan su indiferencia y el leve rastro de sus perfumes de zorra.
Caminando hacia el cuartucho. Caminando hacia atrás. Retrocediendo hacia adelante. Habría molado ser una estrella del rock y haber muerto a los 27 como toda esa panda de capullos, ¿qué podía quedarle por hacer a un loco como yo? Únicamente agonizar. Aproveché mi tiempo, no hay duda, lo malo es que sentía haber agotado casi todo lo que el mundo podía ofrecerme, mujeres, juerga, ¿qué retos podría marcarme para seguir adelante? De ser una persona normal solo me restaría formar una familia, pero formar una familia estaba tan alejado de mi como la tierra de júpiter para un peatón. Mirando al suelo. Caminando hacia atrás.
-¡Hey Carlos!
Alguien me hablaba. Era el padre de uno de mis colegas. El padre de Felipe.
-¿Hombre hola, qué tal?
-Bien, ¿y tú?
-Aquí andamos, voy para casa, ¿qué tal Felipe?
-¿No lo sabes? ¿No has hablado con Guillermo?
-No, hace bastante que no lo veo, ¿por qué? ¿Qué ocurre?
-Hemos tenido que ingresar a Felipe.
-¿Qué? ¿Cómo? No me he enterado de nada.
-Sí, le dio una crisis, está en el hospital.
-Mierda, no me he enterado de nada.
-Sí, fue hace diez días.
-Joder.
-Vete a verle, lo agradecerá.
-Joder, claro, por supuesto.
-Te llevo cuando quieras, para poder entrar tienes que ir con un familiar del paciente, la hora de visita es de tres a cinco.
-Joder, llámame mañana y voy contigo.
-Claro, mañana te llamo, seguro que le alegra verte.
-Por supuesto, mañana voy.
-Vale, te aviso cuando vaya, hasta mañana.
-Chao.
Felipe. El puto Felipe. Uno de mis mejores amigos. Nos conocimos en el colegio, a los 14 años, ambos eramos unos locos de los cómics, dibujábamos a todas horas, nos tirábamos las tardes dibujando historias guarras y violentas mientras los chicos normales jugaban al fútbol y rebuscaban en las faldas de las niñas de clase. Él dibujaba mejor que yo. Éramos los raritos de clase. Luego empezaron nuestros escarceos con las drogas y la locura alejándonos más y más de lo esperado por nuestros padres, labrándonos nuestro camino cuesta abajo. Yo me acabé mudando de ciudad pero continuamos teniendo una relación epistolar, contándonos nuestros fracasos sociales y nuestras frustraciones, cartas llenas de pánico, decepción y dibujos deformes. A veces, un par al año o así, nos veíamos y nos pillábamos unos buenos pedos, seguros de estar haciendo lo correcto, al margen de todo.

Los locos viven apartados.

Él se fue a Barcelona a estudiar bellas artes, ahí fue cuando empezaron sus problemas, leía a Nietzche sin parar y empezó a oír voces en su cabeza, nunca me quiso contar qué le decían, evitaba el tema. Fue empeorando y tuvo que dejar la carrera y volver a casa con sus padres, le acabaron diagnosticando esquizofrenia y empezaron a atiborrarle de “drogas buenas” que solo hicieron que se transformase en una sombra de sí mismo. Se puso a escribir poesía, yo le criticaba porque su poesía me parecía demasiado alejada de nuestro mundo, escribía sobre guerras y conquistas del pasado, él criticaba mis relatos por su inmediatez. “No hay nada en el mundo del presente que me interese” solía decir.
Cuando quedaba con él últimamente lo veía gris. Se quedaba callado, mirando al horizonte durante horas, resultaba un poco tedioso. En mi egoísmo fui quedando con el cada vez menos, quizá debí contestar más a sus llamadas, soy un hijo de puta, un mal amigo, un puto egoísta, tengo lo que me merezco, este abismo que me engulle no es más que mi creación, una raída manta con la que tapar mi vergüenza.
Me compré unas litronas y me emborraché en el silencio y la soledad de mi cueva, viendo como me iba comiendo la mierda.
Al día siguiente quedé con el padre de Felipe, me monté en su coche y nos pusimos rumbo al hospital. Pensaba en mi colega de la infancia y el hecho de estar yendo a verle al loquero. Pensaba en el tiempo, en la mierda.
-Joder, vaya mierda, hacía bastante que no veía a Felipe, ¿qué pasó?
-Dejó de tomarse la medicación hace unos meses y empezó a sentirse peor, lo pasaba muy mal, sobre todo por las noches, no podía dormir, veías la angustia... A veces se iba de casa de madrugada, yo lo seguía sin que se diese cuenta, se ponía a deambular por el barrio sin rumbo.
-Qué chungo, mierda.
-Sí, encima estaba lo de esa chica, esa actriz que le gusta.
-Sí, Natalie Portman, siempre está hablando de ella.
-Pues se obsesionó del todo, debió de escribirle un mensaje por facebook o algo así y ella le contestó, bueno, no ella claro, seguro que tiene gente que lleva esas páginas en su lugar.
-Sí, seguramente.
-El caso es que vino un día diciendo que estaban comprometidos y que necesitaba tres mil euros para ir a Los Angeles a verla.
-No jodas.
-Sí, empezó a pedir dinero a la familia, imagínate “déjame tres mil euros para ir a ver a mi novia a Los Angeles”
-Joder.
-Evidentemente nadie se los dio y parecía que se le iba pasando, pero un día vino y dijo que ya no necesitaba ese dinero, que ella venía a verle a Madrid y que necesitaba dinero para el autobús hasta allí, no se lo dimos, por supuesto, pero, no sé cómo lo consiguió por su cuenta y se pilló el billete, menos mal que nos dimos cuenta, tuve que ir a la estación a tratar de impedirlo, pero es mayor de edad, montamos una escándalo en la estación bastante gordo, al final tuve que llamar a la policía y todo para impedir que se fuera, los policías cuando vieron su estado se lo impidieron y tuvimos que llevarlo al hospital, lleva ahí desde entonces.
-Joder, me estás dejando flipado, no sabía que estuviese tan mal.
-Lo supongo... Bueno, ya hemos llegado.
Todo este inesperado torrente de información me había dejado confuso, salí del coche trastabillando, mareado y tenso, recordaba una de las últimas conversaciones que tuve con Felipe, siempre hablaba sobre Natalie Portman, era un tema recurrente para él, me decía que últimamente no dormía mucho y que se pasaba las noches viendo vídeos de ella, me dijo que incluso le parecía que, a veces, ella le hablaba desde la pantalla, yo me burlaba de él, está claro que no le di la importancia que tenía.

Los locos creen en lo imposible.

Nos encaminamos a ese jodido edificio lleno de pesares que es el hospital, atravesamos los pasillos llenos de gente cabizbaja, gente jodida por todas partes encerrada involuntariamente en esta prisión de hierro y cemento, llorando y siendo llorados, luchando contra su incredulidad. Llegamos al pabellón psiquiátrico y llamamos al timbre, nadie contestaba, volvimos a llamar, esperamos.
-Vaya, esto no es normal, nunca tardan tanto en abrir. -Dijo el padre de Felipe.
Al cabo de unos minutos nos abrió una enfermera.
-¿Lleváis mucho? Vaya, lo siento, hemos tenido problemas con un nuevo ingreso.
Atravesamos el umbral de las dos puertas de seguridad y entramos en el recinto, un largo y ancho pasillo con puertas a los lados, la primera impresión no pudo ser peor, miré a mi derecha y vi a tres policías dentro de una de las habitaciones, en ella unos enfermeros ataban a una pobre chica a la cama, esta gritaba y se debatía contra sus captores, supuse que era la nueva incorporación que mencionaba la enfermera de la puerta, tragué saliva y continuamos adelante por el pasillo. A mitad del recinto se abría una puerta a la izquierda que daba a un pequeño jardín, pude ver la silueta de Felipe al fondo, de pie, vestido con una bata azul, acompañado por su madre, su prima y otros dos familiares que no conocía, fui a su encuentro. A mitad de camino me vio y reconoció, su cara no mostró ningún tipo de emoción por ello, seguí caminando, su madre sí se emocionó al verme, se aproximó a mí y me tendió la mano.
-Vaya, Carlos, muchas gracias por venir... ¿Has visto Felipe, ha venido Carlos a verte?
Felipe me dedicó un sutil movimiento de cabeza, me acerqué y le estreché la mano.
-Hey Felipe, tío, ¿qué tal?
-Pché.
-Venga, venga, dar una vuelta y así habláis de vuestras cosas. -Dijo su madre.
El pequeño jardín de visitas estaba bordeado por un caminito de asfalto, comenzamos a andar por el. Yo miraba a Felipe, Felipe miraba al suelo.
-¿Has traído tabaco? -Dijo tras un tenso silencio.
-Que va tío, hace la hostia que no compro, estoy en la ruina.
-Y cuándo no.
-Tú lo has dicho, pero, ¿te dejan fumar aquí?
-Sí, pero sólo nos dan uno por hora.
-Mejor, así lo dejas que fumas como una locomotora.
-Pché.
Felipe no era muy hablador, antes sí lo era, antes de la enfermedad, ahora se recluía en sí mismo cada vez más, cuando estabas con él los silencios eran pesados e incómodos. Continuamos andando por el caminito un poco más hasta llegar a una zona donde había un par de bancos, uno de ellos lo ocupaba una chica morena que se balanceaba hacia adelante y hacia atrás mientras se miraba absorta los zapatos, nos sentamos en el otro, rompí el silencio.
-Bueno tío, ¿qué tal estás?
-Pché.
-¿Qué tal aquí? Da un poco de mal rollo.
-Bah, no se está tan mal, la comida es mejor que en mi casa.
-Pero ¿qué te pasó?
-Bah, me rayé.
-Algo me ha contado tu padre, ¿habías dejado de tomarte las medicinas?
-Sí.
-Joder tío.
-Bah.
-¿Cuando sales de aquí?
-No sé, espero que pronto. ¿Ves a esa chica?
-¿Cuál?
-Esa, la del banco de al lado.
-Sí.
-El otro día me pegó.
-¿Que te pegó?
-Sí.
-¿Y eso?
-No se, está loca.
-Joder.
-Mierda, necesito un cigarro.
-No fumes tanto.
-Bueno, ¿tú qué tal?
-Como siempre tío, penando.
-¿Has encontrado curro?
-Que va tío, puto León, no hay nada, es una jodida telaraña.
-Bueno, de todas formas currar es de locos.
-Sí, la verdad que sí, pero hace falta la puta pasta. A parte de todo eso no me puedo quejar.
-¿Sigues con la piva?
-Sí, ahí andamos, a ver si quedamos cuando salgas y nos tomamos algo juntos.
-Pché.
Volvió el silencio, pasados un par de minutos de repente Felipe se incorporó de un salto, con un brillo en los ojos, mostró emoción por primera vez en el tiempo que yo llevaba con él.
-Tabaco -´Dijo con una sonrisa.
En ese momento una enfermera entraba por la puerta con una caja de metal. Felipe fue a su encuentro así como otro puñado de internos. En un instante la enfermera se vio rodeada de pulmones ansiosos, abrió la caja de metal y repartió el tabaco, uno por persona, yo volví a donde estaban los familiares de Felipe.
-¿Qué, cómo lo ves, qué te ha contado? -Preguntó impaciente su madre.
-Nada, que se encuentra bien.
-¿Desvariaba no?
-No, no me ha dicho nada raro, lo veo como siempre, me ha dicho que la comida es mejor que en casa.
-Qué cabrón, dice eso para hacerme daño.
-No hombre, supongo que bromeaba.
Felipe volvió con nosotros echando humo por la boca.
-¿Qué, qué bien con el cigarrito eh?
-Bah, solo uno por hora, están locos. Mira, ese es mi compañero de habitación.
-¿Quién?
-Ese de ahí.
Nos señaló a un tipo moreno, con el pelo revuelto, bastante alto y fuerte, tenía una zapatilla puesta, la otra no, se veía la demencia en su rostro, daba bastante miedo.
-A mí no me gusta nada ese tipo -Dijo su madre con una mueca de desaprobación.
-¿Qué tal es? -Pregunté.
-Bah, no molesta, nunca hablamos, no habla con nadie, al cabrón le apestan los pies. -Felipe se fumó los créditos del cigarro y lo tiró al suelo.
-Joder, esta mierda no dura nada. Bueno, ahora nos toca la merienda.
-Bueno Felipe, nosotros nos vamos ya, ya acaba la hora de visitas. -Dijo su padre.
-Pues nada.
Me acerqué a Felipe y le estreché la mano.
-Bueno tío, cuídate, llámame cuando salgas.
-Vale.
Se alejó en dirección a las bandejas de la merienda, nosotros nos aproximamos a la salida. Su madre antes de salir volvió sobre sus pasos y se encaminó hacia su hijo, le dijo algo que no pude oír y lo abrazó, Felipe puso una mueca de desagrado e intentó zafarse del abrazo. Todos los familiares y amigos de los enfermos salimos del pabellón de forma ordenada, la puerta se cerró tras nosotros con un seco y solitario golpe.

Los locos deben ser aislados.

Me monté en el coche con los padres de Felipe, no teníamos mucho que decirnos, se notaba que cada uno meditaba la situación a su manera, me acercaron a mi pensión.
-Bueno Carlos, muchas gracias por venir.
-Joder, habría venido antes de haberlo sabido, lo siento.
-No pasa nada hombre, muchas gracias, en serio, le hace bien que vayan sus amigos.
-¿Cuándo saldrá?
-No lo sabemos, depende de la psicóloga, supongo que en unos días, está mucho mejor, se le ve mejor, seguramente lo mandarán a un centro de día por las mañanas para vigilarle la medicación pero podrá estar por las tardes en la calle y dormir en casa.
-Bueno, avisadme con lo que sea.
-Claro Carlos, cuídate.
-Hasta luego.
-Hasta luego.
Bajé del coche, el sol en lo alto, la gente iba y venía, todo seguía igual, todos estaban igual, deambulando, arrastrados por la realidad, sumidos en la inconsciencia de lo habitual, encerrados en las costumbres, con su inocente seguridad en su supuesta cordura, pero yo sabía que no era así, no lo era para casi nadie. La realidad es un funambulista en la cuerda floja, listo para caer al vacío con la más mínima brisa. Mi colega, mi viejo amigo, estaba encerrado, aislado, siempre lo habíamos estado de una forma u otra, pero por decisión propia, y orgullosos de ello, riéndonos de todo, de todos, con nuestros sueños. Yo debería ser un gran músico, Felipe un gran dibujante. Todo se desmoronaba. Yo había escapado, no se habían dado cuenta, seguía burlándolos, escapando como un fugitivo. A él lo habían cogido. Mi colega, mi viejo amigo. Lo siento tío, lo siento de veras. Mejórate cabrón, necesito pensar que aún podemos ganar. Aún podemos ganar.
Notaba un gran vacío en mi interior, una angustia terrible, ganas de gritar, seguramente me tomarían por loco.
Había un mendigo al otro lado de la calle, nos miramos a los ojos.

Los locos están solos.



3.



Subí a mi cuarto y agarré la bolsa de deporte, necesitaba expulsar toda la rabia de mi interior. Practicaba boxeo desde hacía unos años, tomé esa decisión un día que me vi metido en una pelea en Madrid, en los bajos de arguelles, también porque quería realizar alguna actividad que no fuera pasarme el día esnifando cocaína. Mucha gente piensa que es un deporte violento y una actividad absurda reservada a maleantes, nada más lejos de la realidad, es un deporte completísimo y una gran ayuda en momentos de frustración y rabia. Está claro que es un deporte de contacto, pero suele haber mucho respeto entre los que lo practican y el objetivo nunca es hacer daño porque sí, no obstante, sigue habiendo gente que lo mira con malos ojos, y la seguirá habiendo siempre, la verdad es que a mí me da igual.

Los locos se hacen daño a sí mismos.

Me fui rumbo al gimnasio y llegué a tiempo para la clase de boxeo, ésta consistía en un breve calentamiento, luego series de sombra y saltar a la comba o hacer abdominales, el final de la clase se reservaba para darle al saco o guantear los que quisiesen. Lo eché todo. No podía dejar de pensar en Felipe encerrado, los otros pacientes y sus miradas perdidas, los mendigos por las calles, todo tipo de imágenes deprimentes del día a día me invadían y yo las exorcizaba a base de ganchos y directos, sudando como un cerdo, cada vez con menos aire, golpeando contra esta mierda de mundo una y otra vez, una y otra vez, jadeando, en un completo estado de tensión, intentando llegar un paso más allá del esfuerzo y el sufrimiento, allí donde nada importaba ya. Cuando terminó la clase caí al suelo, agotado, derrotado, a un paso de la inconsciencia. Me quedé un buen rato ahí, con el cuerpo entero latiendo, a punto de explotar. Cuando reuní la energía suficiente para ponerme en pie me largué a las duchas, estuve un buen rato bajo el agua, dejando que toda la mierda acumulada, tanto física como espiritual, se fuera por el desagüe. Todo seguía siendo una mierda pero me sentía mejor, bendito boxeo.
Nuevamente en mi cuarto la cosa volvió a ponerse fea, no me apetecía hacer nada salvo mirar al techo y empezaron a invadirme de nuevo las imágenes de sufrimiento y depresión. No era tan difícil arreglar el mundo, o, al menos, mejorarlo. Requería un esfuerzo, desde luego, pero nada en comparación con el resultado que se podía conseguir, ¿a que estábamos jugando entonces? ¿En qué mierda estábamos metidos? No me considero una persona excesivamente inteligente, ni soy un visionario, ni un profeta, pero llegaba a algunas conclusiones básicas y me asombraba que otras personas, sobre todo las personas con poder, no parecieran darse cuanta de ellas. ¿En serio el pasotismo se había apoderado así de la gente? ¿Como tener fe en el ser humano ante un panorama tan desolado?
Los espectros se materializaban en el blanco techo de la habitación, gritando, mirándome burlones, señalándome con su frío dedo acusador, llamándome. Necesitaba salir, volver a escapar, irme a algún lugar tranquilo al menos durante un rato, o marcharme de todos los lugares.
Inevitablemente me entraron ganas de emborracharme, la escapatoria más sencilla. Había un grupo de colegas bebiendo en un parque cercano, era lo que necesitaba, apoyarme en ellos y en alguna botella y dejarme llevar, al menos momentáneamente, a algún sitio mejor.
Me transporté hasta allí. Había buen ambiente en el parque, tenían montado un escenario e iban a tocar varios grupos de rock, blues y reagge, la afluencia era buena, muchas niñas guapas. Localicé a mis colegas. Ahí estaban los cabrones, liando porros de marihuana y bebiendo, me recibieron como buenos amigos, tendiéndome una botella de orujo a la que di un buen tiento para aclimatarme. En ese momento mi móvil vibró, era un mensaje de Paula, la chica con la que estaba saliendo, decía así:
No entiendo qué ocurre pero cuando llega esta hora del día me entristezco... Me agoto hasta a mí misma... Creo que debo pasar menos tiempo conmigo”
Pobrecilla. Llevaba unos días que estaba bastante jodida. Ella era estudiante, de filosofía nada menos, solo eso ya es suficiente para volver loco a cualquiera. Bueno, ella estaba bastante loca de por sí, por eso me gustaba tanto. El caso es que habían terminado las clases, y como era una jodida fiestera y, a parte, había pasado por una serie de problemas personales, el curso había sido un poco fracaso, había suspendido unas cuantas asignaturas y su padre le había puesto a currar con él durante el verano. Se pasaba el día metida en una nave en un polígono alejado de la mano de dios haciendo placas de metal. Ello le ocupaba todo el día, no estaba acostumbrada a los rigores del mundo laboral (nadie debería estarlo) y tenía, con razón, la sensación de estar perdiendo completamente el tiempo y, por ende, la vida. Yo estaba ahí, tirado en un parque bebiendo orujo y no podía evitar sentir pena por ella, metida 12 horas en aquella fría nave, aguantando las neuras de su viejo, y sin poder luego emborracharse para desahogarse ya que el despertador volvía a sonar a las 6 de la mañana. Quería darle ánimos, el mensaje era claramente un grito de auxilio, pero como ya he dicho soy un puto miserable y no tenía apenas saldo en el móvil. Como ella tenía una de esas tarifas planas y no le costaba llamar le di un toque para que me llamara ella. Lo hice y continué bebiendo mientras esperaba su llamada. Mis colegas seguían a lo suyo, habían engañado a dos chicas no se cómo y estaban intentando ligárselas, al parecer con escaso éxito, pero, al menos estaban allí y les seguían un poco el rollo. Una de ellas empezó a tirarme levemente los tejos, seguramente atraída por el hecho de que yo no le hacía ningún caso, las mujeres son así. Me mostré cortés, pero sin darle esperanzas, yo ya tenía chica, una estupenda, de momento estaba fuera del mercado. Por cierto mi chica continuaba sin llamarme, empecé a preocuparme, le di otro toque. Los colegas seguían a lo suyo, panda de cabrones, está claro que una buena amistad es un tesoro valioso y escaso.
Quería de verdad a estos putos locos, eran entrañables en su desesperación. Me preguntaba que sería de nuestra generación, éramos todos unos putos tiraos, sin pasta, sin curro, o en curros de mierda, viviendo en casa de los viejos, o malviviendo en cuartuchos, alcohólicos, politoxicómanos y llenos de neuras. En medio de tal panorama las opciones eran evidentemente escasas, la locura, el alcoholismo o la estupidez. Decían que eramos una generación perdida, nadie tenía ya fe en su futuro. En mi cabeza resonaban los primeros versos del aullido de Ginsberg “He visto los mejores cerebros de mi generación destruidos por la locura, famélicos, histéricos, desnudos...” Le di otro buen tiento al orujo y volví a darle un toque a la loca de mi novia. Al cabo de un rato recibí este mensaje de ella:
¿Ya esta, eso es todo? ¿Tratas de que yo te llame? ¿Ni un triste mensaje, unas palabras bonitas para tratar de animarme un poco? Tú solo quieres tu infierno, el mio te la suda, casi lo desprecias sin saberlo. Eres como todos, me quieres porque soy como una madre que además se acuesta contigo...”
Lo leí varias veces sin comprenderlo del todo, ¿qué me había perdido? No sabía de cuánto saldo disponía, ni siquiera sabía si podría mandarle un mensaje, lo intenté y tuve suerte, le mandé lo siguiente:
¿Qué te pasa, como todos? ¿Por qué dices eso si sabes que no es verdad? te doy toques porque estoy sin saldo. Estoy contigo para lo bueno y lo malo, no lo dudes, llamame por favor y déjame animarte”
Esperé un rato mientras seguía bebiendo. No obtuve respuesta. Le di otro par de toques. Nada. Me encendí un cigarro, luego otro. Mis colegas seguían bebiendo, me pasaron un peta, me lo fumé, bebí más orujo. La chica continuaba tirándome los tejos, yo pasaba. Fumaba y miraba el móvil. Nada. No sabía qué hacer, intenté mandarle otro mensaje, crucé los dedos para que mi saldo lo permitiera, tuve suerte nuevamente, le mandé lo siguiente:
¿Por qué haces esto? También he tenido un día malo, podías llamar y tranquilizarnos, en vez de eso creas una tensión innecesaria, se que es porque estás mal y quiero que me sientas contigo, tú veras”
Esta vez sí obtuve respuesta de ella.
¿Ahora que estoy cabreada si tenias saldo para mandarme un par de mensajes, antes que sencillamente estaba mal no? Claro, como tú también tuviste un día malo... y total a mi me sale gratis, si quiero apoyo ya llamaré... piensa en por qué no lo has hecho desde el principio. Estoy cansada de que me tomen el pelo sin siquiera percatarse ni percatarme de ello.”
Bien, este es el punto en el que empecé a cabrearme de verdad. ¿Acaso tú entiendes algo? Siempre era la misma mierda, se repetía una y otra vez. Conoces a alguien y, extrañamente, conectas, pero en lugar de ir cada vez mejor la cosa siempre va hacia abajo, la confianza adquirida se usa para dar rienda suelta a las neuras y posarlas en el otro. Siempre la misma mierda. Con esta chica al principio éramos amantes, follamigos, nos respetábamos porque no había esa seguridad, era una aventura de desenlace incierto. Ahora la cosa se había puesto más seria, nos “queríamos”, eso por lo general significa que quedas más a menudo, follas menos y discutes más, y la confianza y seguridad adquirida hace que eches tu mierda pensando que el otro tiene el deber de tragársela. Pues conmigo no iba a funcionar, de ninguna manera, ya la cagué una vez, y tuve bastante, no estaba dispuesto a ver otra vez todo el proceso de lenta agonía y paranoia, ya no tenía la edad ni, sobre todo, la paciencia para ello.
Y no obstante seguía preocupado, preocupado por ella. Me largué del parque a un sitio más tranquilo sin decirle nada a nadie y empecé a llamarla. No me contestaba. Yo seguía llamando una y otra vez. Y ella no lo cogía. ¿En serio necesitaba esta mierda? ¡Que le jodan! Ni que fuera el único puto coño de la ciudad. Decidí llamarla una última vez.
-¿Sí?
-Pero tía, ¿a qué coño juegas?
-A nada.
-¿Qué haces pasando de mi culo? ¿Quién coño te crees?
-Bueno, ¿Qué quieres?
Este era el momento. Yo me había intentado preocupar por ella, podía estar mamándome, incluso zorreando con otra, pasándolo bien con los colegas. Ya tenía mis propias paranoias, estaba loco de por sí, no necesitaba a nadie para rayarme, me bastaba a mi mismo para ello. Ya sabía cómo terminaría todo, era la típica historia, la típica mierda. Mi preocupación no valía de nada, ella ya estaba encerrada en sus paranoias, este podría ser un buen momento para acabar con todo. Pero, no obstante, en mi mente se materializaba la primera vez que nos vimos, su maravillosa sonrisa, su especial manera de ser. Pensaba en aquella vez que se puso unos pantalones un poco rotos, se le veía media nalga, me burlé de ella “jajaja, se te ve el culo” y ella, en mitad de la calle, me hizo un calvo dándome a entender que no le importaba nada. Pensaba en la primera vez que nos acostamos, en su coño, tenía un coño maravilloso, perfecto en cada uno de sus rosados pliegues. Pensaba en la cara que ponía mientras me abría paso por el interior de su cuerpo, su respiración, sus gemidos. Pensaba en sus disertaciones de filósofo, cuando notabas su mente trabajar, tan hermosa. Su pasión por Wittgenstein. Su miedo a no poder explicarse como debiera. Era una chica muy especial, y sus paranoias eran un mero producto de la situación, sólo era una víctima más de un mundo despiadado, y yo debía estar aquí para apoyarla, comprenderla, tranquilizarla. No tenía que dejar que mis propios pensamientos en contra de la gente y las relaciones afectasen a la única que me había desmontado mi visión pesimista. No la mandé a la mierda. Respiré hondo y traté de ser comprensivo, ella lo merecía, eso y todo.
-Venga tía, tranquila, ¿qué coño te pasa?
-No sé Carlos, estoy mal, es esta situación, estar aquí encerrada, no sé, noto que se me escapa la vida, que no estoy donde debería, donde querría.
-Tranquila, esto es solo temporal, no es tu vida de aquí en adelante, serán solo unos meses, aguanta.
-Pero es que mi vida se limita a esto, joder, mira que hora es, ya debería estar durmiendo, es agobiante, no puedo hacer nada.
-Joder, lo siento, pero aguanta un poco, tranquilízate, ya te digo, es solo temporal.
-Ojalá estuvieses aquí.
Continué hablando con ella un buen rato y conseguí que se calmara. Era todo cosa del curro. El maldito curro. Tener curro, o la falta de él, daba igual, siempre llevaba al hombre al filo, a las puertas del infierno. Era la gran prisión del hombre, su gran maldición, la condena impuesta a Adán por desobedecer la ley. Nos lo habíamos montado muy mal, ninguna persona debería dedicar ese porcentaje de su vida al trabajo, debería ser una actividad más llevadera, hay gente que curra 12 horas, o 10, u 8 los afortunados. Es exagerado a todas luces, es demasiada porción de vida, debería ser la mitad, estaría más repartido, más trabajo para todos, y más llevadero, ¿quién necesitaba realmente el dinero? El dinero te aprisiona en vicios inútiles, yo he trabajado muchas horas y he ganado mucha pasta, y solo me sirvió para acumular mierda y hacerme ingerir enormes cantidades de droga para poder soportar dicha carga. El dinero que nos hacen alabar en esta estúpida sociedad de consumo. Más, más, más y más, a costa de tu alma. Y muchos la venden, y se sienten realizados con ello. Pero es una trampa, la gran trampa. Y la mayoría simplemente se ven encerrados, sin saberlo, una cosa lleva a la otra y de repente estás ahí, sin quererlo, atrapado, encadenado. Y las horas pasan, y la vida se va, y sigues ahí. Se de lo que hablo, también he estado 12 horas encerrado en una fábrica, y al salir no eres tú, no coordinas, no piensas con claridad, se lo llevan, solo piensas en subirte a una azotea con un fusil y ponerte a disparar indiscriminadamente, o piensas en ponerte a correr y gritar desnudo por las calles hasta llegar a Nueva Zelanda. Finalmente optas por lo más sencillo, pillarte el pedo o herir a quién tengas más cerca, o ambas cosas, o peor aún, ya has sido alienado y vencido y simplemente no le das importancia, porque ya no eres humano sino tuerca. Es esa mierda la que nos transforma en monstruos.
Mi pobre chica, ahí metida haciendo placas, perdiéndose los polvos que podríamos estar echando. Taladrando acero en vez de sintiendo la hierba en sus pies desnudos. Maldito seas trabajo. Mil veces te maldigo.
Conseguí tranquilizar a Paula, pero ella seguía allí, y mañana madrugaría otra vez. Solo espero que algún día se abran los ojos, que sepamos planear todo mejor, nosotros, la gente, que dejemos de construir nuestras cárceles. Borrón y cuenta nueva. Hacerlo mejor.
Volví donde los colegas. Ahí estaba el Muerte, tratando de ligar.
-Coño Carlos, ¿dónde estabas?
-Na, hablando por teléfono con Paula.
-Has tardado.
-Ya sabes, locuras de amor.
-Bueno, ¿y todo bien?
-Si tío, todo bien.
Agarré el orujo y lo introduje en mi alma. Me senté en el suelo y continué bebiendo y echándola de menos. Echándola mucho de menos.

Los locos se enamoran.




4.



Bueno. Y aquí estoy ahora. En mi cuartucho. Escribiendo esto. Contándotelo, camarada en la lucha contra la supuesta cordura. Somos muchos. Gente intentando expresar algo. La gente en los locales de ensayo, pagando enormes mensualidades con el sueldo del burger. En las buhardillas solitarias, manchados de pintura. De aquí para allá cargados con cámaras y cables. Los soñadores. Soñando. Soñando con una realidad. Artistas y pensadores encerrados en centros, masticados y escupidos. El alzamiento es inevitable. Intentan atraparnos. Nos ofrecen espejismos en forma de “bienestar”. No te creas nada colega. Se que es difícil, pero haz el esfuerzo, yo estoy contigo. Hago lo que puedo, que ahora es esto. Tengo mis dudas, como todos. Pienso “¿en serio le interesan a alguien mis paranoias, leer sobre mis borracheras y mis amigos locos? ¿Tiene algún sentido todo esto?... Pero otras me asalta la lucidez, pienso “¡que les jodan! Deberían. Si no les interesa esto ¿qué coño les va a interesar? ¿Una historia de amor en la edad media? ¿Entre un hombre lobo y un vampiro? ¡Venga ya! Esto. Esto es la realidad, es lo que no debería haber pero lo hay, la agonía cotidiana, y servida como debe ser, poco hecha, sangrante, ¡¡hijos de puta!!
No estoy solo, somos demasiadas voces gritando. Están los grandes maestros: Vicente Muñoz Alvarez, David Gonzalez, Patxi Irurzun, Rafael Fernandez, Xen Rabanal, Pepe Pereza... Putos locos soñadores intentando escapar y mostrar las cosas, metiéndose hasta el fondo para ello. Hay muchos más... Trevor Kusuhara y sus historias guarras... El puto loco Velpister y su mierda multidisciplinar... Lobos aullando a la luna, eyaculando desde las terrazas sobre los ciegos, zapatos manchados, neveras vacías, platos de plástico, un cacahuete, extraños símbolos en el cielo, grifos que gotean, cisternas rotas, kleenex llenos de esperma, cerebros ardiendo. Son muchas voces, demasiadas. ¿Locos? ¿crees que estamos locos? Piensa en ello y pon la tele, date un paseo por el centro comercial. Solo soñamos, aún y contra todo soñamos, intentamos mantener viva la llama de los grandes dementes, ahora pienso en ellos.
Walt Whitman viendo a su tía entrar en trance.
Jodorowsky pintando sus testículos de rojo.
Bukowski expulsando bilis abrazado a un retrete.
Poe despertándose en un callejón.
Schopenhauer empujando a su asistenta por las escaleras.
Dostoievsky con los pies congelados.
Lorca llorando arrodillado.
Eliphas Levi con pies de elefante.
Empédocles arrojándose a un volcán.
Kafka el día del padre.
Nietzsche hablando con un caballo.
Rimbaud cojeando.
Sade tomando el té.
Oscar Wilde vestido con harapos.
Cassady conduciendo el coche, Hunter S. Thompson en el asiento del copiloto gesticulando alocadamente, Kerouac en el asiento de atrás durmiendo la mona. Y yo a su lado, sintiendo la brisa, mirando asustado por la ventanilla, sabiendo que en cualquier momento nos la pegamos. Directos a tu cráneo. Es inevitable.


Los locos alimentan el alma del mundo.