Dedicado
a los “cuerdos”.
Perdónales
señor, pues no saben lo que hacen.
1.
El
otro día fue un día de locos.
Vino
a visitarme un colega que hacía mucho que no veía, Mario. Hace unos
años yo vivía con él en un piso compartido en Móstoles. A mí me
acababa de dejar por aquel entonces una chica con la que había
estado tres años. Era la primera vez que tenía pareja y la relación
fue bastante intensa. Empezó bien, como todas, pero al cabo de un
tiempo empezaron a asomar todas las locuras de cada uno y se fueron
agrandando hasta que la situación fue insostenible. Ya sabes,
discutiendo todo el día por nimiedades y en un constante estado de
tensión, deseando dejarlo a cada momento, pero sin atrevernos a
hacerlo por el cariño y complicidad acumulados tras tanto tiempo. Es
jodido. Es muy jodido estar en una situación así, dándote cuenta
de que todo ha acabado, que las mejores páginas de nuestra historia
ya estaban escritas hace tiempo, pero aun así aferrándote a una
esperanza poco probable, a un deseo irrealizable de volver a sentir
lo perdido, intentándolo, pero, a la vez, siendo consciente de que
es un intento inútil y un retrasar lo inevitable y necesario, en
definitiva, atrasando el momento para evitar el dolor, desangrarse
poco a poco en vez de pedir la guillotina. No obstante dentro de
nuestra espiral de locura cotidiana sacamos un pequeño resquicio de
cordura para mandarnos a la mierda por nuestro bien. No se cómo
superó ella el dolor y la frustración. Yo me hice cocainómano.
Así
estaba cuando me fui a vivir con Mario. En el piso vivíamos nosotros
y otros dos tíos, era un piso sucio y desordenado, un fiel reflejo
de nuestras personalidades, los otros dos tíos se fueron al poco y
el dueño del piso decidió que no quería seguir alquilándolo, así
que nos dio un mes para recoger nuestros trastos y largarnos de allí.
Mario no curraba, vivía del paro y los ahorros y se tiraba el día
fumando porros, componiendo música y viendo viejas películas en
blanco y negro. Yo tenía un curro en una fábrica, pero al salir me
subía gustoso en su vagón de la locura. Al estar más tenso debido
al curro y la reciente soltería necesitaba que la locomotora viajase
más frenética así que traía combustible más potente en forma de
gruesas lineas blancas.
¡Y
allá vamos!
Eramos
dos locos de la música, yo tocaba la guitarra, Mario hacía un poco
de todo. Nos dopábamos y empezábamos a hablar de grupos
desconocidos y a sacar ideas para temas. Todo fluía, las ideas, las
sensaciones. Teníamos un grupo de música, pero no conseguíamos
llegar a ninguna parte, no conseguíamos compañeros de viaje.
Estábamos locos y eramos muy pasionales, queríamos hacer una música
novedosa y arriesgada, alejarnos de todos los clichés del rock
inofensivo que te mecía sin llevarte a ninguna parte. Música de
locos para locos. Extender la enfermedad. Salir de la rueda infernal
de la cotidianidad y lo aceptado. Pero nadie nos seguía. Tampoco era
fácil tratar con Mario y acababa teniendo roces con todos. Al final
siempre nos veíamos solos él y yo en el local, buscando nuevos
miembros y gritando al vacío.
Los
locos hablan solos.
Al
casero le costó echarnos, escapábamos de él como cucarachas cuando
enciendes la luz. No nos preocupábamos de buscarnos otro agujero en
el que vivir, nos preocupaba mucho más la música y las drogas, era
muchísimo más importante. El mes de plazo que nos había dado se
transformó en cinco meses de locura y creación, de dormir un día
de cada cinco, de absorber todo tipo de influencias artísticas, de
llorar y de soñar dentro de un torrente de locura, pasión y
creación, bombardeados por todo tipo de estimulantes y depresivos,
naturales y artificiales. Una vida vivida. Un tiempo empleado. Nada
que reprochar. Una buena y dura época, de esas que dan forma a tu
persona en todos sus relieves y la revisten con la sabiduría que da
caminar al filo del abismo. Tras la inevitable patada en el culo cada
uno prosiguió su senda, dejamos el grupo y no nos vimos en mucho
tiempo. Yo salí de allí mucho más loco y 20 kilos más delgado,
tardé en recuperarme, suponiendo que lo haya hecho.
Ahora
ese hijo de puta volvía a estar sentado frente a mí. El mundo había
seguido girando durante años y nos había vuelto a juntar durante
unos días. Había detalles que habían cambiado pero la locura del
soñador permanecía intacta, el ansia de salir de la espiral de
locura inofensiva y sin sentido que parecía envolver al resto de la
sociedad arrastrándolos a vidas grises y vacías. Las tornas habían
cambiado, ahora yo no curraba y malvivía en una habitación
cochambrosa contando una y otra vez las pocas monedas que conformaban
mi capital. Él curraba, pero le habían echado para no pagarle las
vacaciones prometiendo que lo volverían a coger al cabo de un mes.
Estaba con una chica, llevaban ocho años juntos, ambos coincidimos
en que era demasiado tiempo, de hecho su relación hacía aguas por
varios puntos, es de locos estar con alguien tanto tiempo, para que
funcione ha de ser una relación muy especial, de mucho respeto y
libertad, y entre dos personas que se quieran y admiren muchísimo,
vamos, una de cada mil. Mario necesitaba salir un poco de su rutina
cotidiana, cogió un autobús y vino a verme a mi cuartucho. Más
gordos, más calvos y más viejos, volvíamos a sentarnos frente a
frente.
-Joder
tío, estoy super ilusionado, estoy en mi año cero tío, año cero
-Decía mientras se liaba un peta de un estupendo hachís que había
traído.
-¿Año
cero?
-Sí
tío, un nuevo comienzo, a la mierda los grupos, estoy harto.
-Sí,
yo también estoy un poco desenganchado de la movida, ya no me atrae.
-Si
es que no hemos tenido suerte.
-Ninguna.
-Joder,
la de grupos de mierda en los que he estado solo por tocar, por
sentir que hacía algo, aunque lo que hiciera fuese una mierda.
-Bueno,
a mí eso no me ha pasado, también es que he estado en menos, tú es
que siempre has estado en algún grupo, yo me desilusiono fácilmente
y tardo en volver a caer, como con las mujeres.
-Ya...
Ya te digo, lo hacía por tocar, necesitaba tocar, aunque fueran una
mierda de bandas, pero tenía la esperanza de llevarlos por mi
camino, abrirles los ojos, pero nunca funciona.
-Bueno
Mario, reconoce que tú también eres un poco radical.
-Simplemente
sé lo que es una mierda y lo que no.
-No
todos tienen tus gustos.
-Ya,
pero ¿para qué estás en un grupo? ¿Para hacer la misma mierda que
han hecho otros una y otra vez? Hay que arriesgar, la gente no
arriesga.
-En
eso estoy de acuerdo, pero tampoco es arriesgar porque sí eso es
otro cliché más, es muy sencillo, simplemente hay que ser
consecuente con uno mismo.
-Bah,
no se, mucha gente es consecuente consigo misma y hacen mierda.
-Hombre,
de donde no hay no se puede sacar, si no tienes ningún interés en
ser algo más...
-Ese
es el problema Carlos, la gente, no quieren innovar, no quieren hacer
nada.
-Bueno,
por norma general supongo que es así, pero habrá gente como
nosotros en algún sitio.
-¿Pero
dónde están?
-No
sé, pero tampoco creo que seamos tan especiales.
-La
gente apesta, a la mierda la gente, te lo digo yo, ya sabes que yo sí
me he movido mucho más y he tocado con mucha gente.
-Sí.
-Pues
créeme, todo basura, lo que menos le preocupa a la gente es la
música e innovar, sólo quieren llegar, triunfar, salir en la tele y
tener groupies.
-Bueno,
¿y quién no?
-Sí,
pero haciendo algo nuevo y sincero joder, primero es la música.
-Bueno,
no es tan fácil salir con cosas nuevas, ni siquiera lo que hacíamos
nosotros era nuevo.
-Pero
al menos no íbamos premeditadamente buscando copiar lo que pegaba.
Una vez en un grupo que estuve nos hicimos fotos guapas, super
maqueados y tal, antes siquiera de tener ni un puto tema, ¿te lo
puedes creer? Empezando por las jodidas fotos para ver cómo
quedábamos juntos, poniendo cara de rockeros malos, jajajaja,
patético. Vaya estafa.
-Bah,
no sé, yo ya no me preocupo, de hecho ahora estoy más en el rollo
de escribir que en el de la música, escribir mola, no necesitas a
nadie para hacerlo, puedes cagarla perfectamente sin ayuda de nadie.
-A
eso voy, por eso estoy en mi año cero, se acabaron los grupos, yo me
lo guiso y yo me lo como, voy a hacer mi música sin ayuda de nadie.
-¿Tú
solo?
-Sí
tío, estamos en la era digital, me he pillado una tarjeta guapa para
el portátil y me han pasado unos programas de grabación y samplers,
puedes hacerlo tú todo -Decía con evidente entusiasmo.
-¿Y
para actuar?
-¡Que
le jodan! ¿Quién quiere actuar? De aquí para allá con tus putos
trastos para que solo vayan a verte los cuatro colegas colgaos de
siempre... Además ahora hago movidas más electrónicas, te voy a
pasar los programas y te digo como van.
-Bah,
déjalo, yo toco la guitarra, si encuentro algún grupo que mole
tocaré con ellos, sino que le jodan.
-Bueno,
tú verás.
La
verdad es que estaba desencantado con la música, no con mi talento,
pero si con mi suerte. Supongo que he aceptado mi destino a ese
respecto. No soy tan fatalista como Mario, yo creo que hay gente por
ahí haciendo cosas buenas y novedosas, pero también te tiene que
acompañar la suerte. Dicen que solo sale un genio cada mil años y
que por cada genio hay millones de mediocres. Creo que eso es cierto,
pero hasta cierto punto. Salen muchos genios cada poco, otra cosa es
que tú o alguien se de cuenta alguna vez de su existencia y
genialidad. La mayoría acaban frustrados y se dan por vencidos,
bajan del tren cansados en la primera estación que parece agradable
y poco a poco se diluyen entre la masa, su ser se amansa y amasa y da
lugar a un cadáver llorado por una familia más o menos numerosa a
los que lega unos pocos ahorros y el reloj que le regalaron en su
empresa por “treinta años de fiel servicio”. Unos pocos
continúan, contra viento y marea, luchando, convencidos de su
mensaje y su valía pero sin ser escuchados jamás. Algún pequeño
reconocimiento ocasional quizá, pero sólo destellos, ligeros
destellos, hasta que, totalmente locos, solos y en la miseria acaban
muriendo de pena y sus restos putrefactos junto con su valioso
mensaje son barridos por la escoba del tiempo. Uno en cada siglo es
descubierto por una insólita combinación de los astros, u otra
incomprensible razón, y acaba siendo venerado, pero es solo la punta
de un iceberg que se adentra en el oscuro y gélido mar del olvido.
Mi música no sería oída jamás, ya lo intuía y empezaba a
aceptarlo. Mis palabras... Ya veremos.
Los
locos hablan solos.
-Bueno...
Y tú qué tio, ¿no piensas currar nunca? -Me dijo sacándome de mi
ensimismamiento.
-No
sé, ya he perdido la esperanza. El otro día estuve hablando con un
colega que le ha salido un curro de cajero en el mercaduna, solo un
par de meses para el verano. Me contó que son unos hijos de puta,
que todo super amable cuando hay clientes pero que cuando cierran
para reponer, hacer caja y esas mierdas los tratan a gritos y los
insultan. Una puta basura, pero cualquiera lo deja, hay mil ansiando
ese curro. Me contó que en su tienda, que es una más entre miles,
reciben una media de 15 currículos al día. La gente está como loca
buscando curro. Yo por mi parte estoy harto y depresivo, a veces me
da la neura y me tiro un mes como loco buscando curro, pero no me
llaman ni para entrevistarme, me desilusiono, me amargo y estoy otro
tanto tiempo sin buscar nada, y así, en un bucle infernal que no
lleva a ninguna parte.
-La
verdad es que está el tema jodido, yo he tenido suerte con el curro
de monitor, está bien, aunque gano muy poco... Es porque hago media
jornada... Y hay mierdas como esta, que me echan este mes para no
darme vacaciones, pero vamos, que teniendo en cuenta como está el
tema me puedo dar con un canto en los dientes.
-¿Vaya
situación eh colega? Nos hemos vuelto todos locos, nos arrastran de
un lado a otro como a jodidos hamsters... Éste no era el trato, las
cosas no debían pasar así, la revolución industrial y el auge
tecnológico se supone que iban encaminados a hacer que el ser humano
trabajase cada vez menos, ir sustituyendo a las personas por máquinas
que hicieran el trabajo y nos dejaran dedicarnos a meditar y
masturbarnos durante todo el día, íbamos a encaminarnos a una
sociedad igualitaria y tranquila... Todo patrañas, siempre putas
patrañas, ¡puto ser humano egoísta e insaciable! Ahora nos han
vendido toda esta mierda de miseria y crisis y hacen que desees un
puto curro de esclavo por cuatro duros porque la otra opción es la
miseria total, la vieja táctica del miedo.
-Ya
te digo, y la gente tan tranquila.
-Bueno,
tanto como tranquila... Mira los del 15M, al menos se movieron un
poco, hicieron algo de ruido, yo creo que esto, este modelo social,
acabará petando tarde o temprano, lo espero y lo deseo.
-A
ver qué pasa, está claro que tienen que cambiar muchas cosas.
-Lo
bueno de una crisis es que acostumbra, al menos momentáneamente, a
la gente a no ser tan consumista que era un desfase ya, una locura
colectiva de acumular mierda inútil, produciendo mierda sin parar
para consumir mierda sin parar. Yo lo veía en la fábrica, era un
desparrame, cada vez más y más, y no se cansaban, y pensaban que
sólo podía subir y subir... Hasta que petó, claro, el ser humano
siempre aprende por las malas, siempre, ahora la gente no tiene pasta
y al menos ve el valor de ciertas cosas, pero claro, no mola la gente
que se está viendo en la calle, los casos extremos de pobres
currantes que se han visto atrapados y ahora son engullidos, van
cayendo por el desagüe con sus cuatro maletas llenas de viejas
mierdas, dementes y sintiéndose inútiles por no poder dar a su
familia nada.
-La
verdad es que es una situación extraña, sin un claro porvenir. Y a
todo esto Carlos ¿Tu de qué vives?
-Bah,
chanchullos y algo de ahorros, tampoco necesito mucho, un agujero
como este, algo de comida y cerveza, el carnet de alguna biblioteca,
y sobre todo, tiempo, aunque sea para mirar al techo, el tiempo es lo
más valioso del ser humano, deberíamos tener, al menos, el poder de
malgastarlo como queramos, sabemos que nuestro tiempo es limitado
pero no sabemos cuánto para poderlo administrar, todo puede acabar
mañana y pillarte desprevenido, con mogollón de cosas que hacer y
tiempo malgastado, es lo más valioso de lejos, y cada vez te lo
pagan peor.
-¿Y
te apañas bien?
-Ni
de coña, estoy jodido que te cagas tronco, vivo muy al día, si
falla lo más mínimo puede significar pasarse un mes comiendo
cartón, bebiendo agua del grifo y fumando aire. Pero al menos es mi
locura personal, la que creo y en la que creo, no una locura
colectiva que simplemente me arrastra, es mi pequeña parcela de
libertad en medio de las arenas movedizas.
-Un
puto mundo de locos, siempre lo ha sido. Bueno, siempre podremos
volver a pasar drogas.
-Puff,
espero no tener que hacerlo de nuevo. Oye, habrá que emborracharse
hoy que es sábado ¿no?
-Yo
hace mucho que no bebo, drogas tampoco, solo fumo últimamente.
-Venga,
no jodas, un día es un día, que hace mucho que no me ves.
-Paso
ya de emborracharme Carlos tío, eso acabó para mi. Es cierto que es
una ocasión especial, volver a verte y tal, quizás una
cervecita....
Ocho
horas después estaba de nuevo en mi habitación, fumándome un peta,
ligeramente ebrio, pensando en cómo escapar de la vida sin necesidad
de matarme. Mario estaba en el baño, estaba jodido, había ido a
potar y no había vuelto, ¿habría fallecido? Decidí ir a
comprobarlo.
Salí
de la habitación y me asomé al largo y oscuro pasillo de la
cochambrosa pensión, el baño estaba al fondo, lejos, como en otra
dimensión, pude ver a Mario en la distancia, empequeñecido y
arrugado, tumbado en el suelo abrazado al retrete. Había más
inquilinos en aquella casa y si alguno se levantaba a mear en mitad
de la noche y se encontraba ese extraño cadáver en su camino
seguramente se asustaría, decidí acudir en su rescate.
-Hey,
hey, Mario tío, ¿estás bien?
-No,
no estoy bien.
-Venga
tío, intenta levantarte.
-No,
no, déjame aquí.
-No
puedes quedarte ahí, aquí vive gente, podrían verte.
-Joder,
es verdad, lo siento, espera.
-Venga
que te ayudo.
-Ufff.
Incorporé
su cuerpo a duras penas para ver cómo al alcanzar la verticalidad
volvía a caer contra la taza expulsando la merienda. Ahí estaba mi
viejo colega, ahí estábamos ambos, los locos que creían que iban a
ser los salvadores de la música.
-Venga
cabrón, ¿cómo puedes potar tanto si no has cenado?
-Aaaahhhh.....
-Vamos
levanta, tira pal cuarto.
-Joder
tío, lo siento, lo siento.
Lo
arrastré hasta la habitación y lo arrojé sobre la cama.
-Tío,
tío, por favor, dame una bolsa de plástico.
-¿Una
bolsa de plástico? ¿Para qué coño la quieres?
-No
estoy bien, puedo potar más y no se si llegaré al baño.
-Buena
idea, espera...Toma.
Le
alcancé una bolsa del mercaduna y sintiéndose más seguro cayó
dormido abrazado a ella, quizá pensando que se trataba de una
preciosa mujer, quizá pensando que su vida era fácil y plena, quizá
pensando que sus discos se vendían, que las niñas se masturbaban
con la funda de sus discos y los tíos debatían y analizaban su
música en los bares al humo de los canutos.
Los
locos sueñan despiertos.
Al
día siguiente Manuel estaba hecho una jodida braga. Apenas salimos
del cuartucho. Estuvimos viendo cosas en su ordenador mientras
fumábamos porros, un documental sobre los Ramones bastante
interesante, los “behind the music” de Pantera y Megadeth, la
primera película basada en Hunter S. Thompson, “where the bufalo
roam” que a mi me decepcionó un poquillo...
Un
día más. Un día menos.
Se
quedó un par de días conmigo, no volvió a emborracharse el cabrón,
había aprendido la lección, así que continuamos con nuestras
charlas sobre la música y el mundo, arreglando ambas desde nuestra
fantasía.
Pasados
el par de días se largó de vuelta a su mundo, lo acompañé hasta
la estación de autobuses, nos abrazamos y le vi montarse en uno, nos
sonreímos mientras partía.
¡Allá
va! Uno de los pocos que no se han dejado dominar, un loco, un
soñador, uno de esos que hacen sonreír a Dios dándole esperanzas.
¡Allá va! Una persona creativa, sencilla frente al mundo, no le han
engañado con sofás de diseño ni zapatillas de colores, sabe lo que
ha de hacer y lo que no. ¡Allá va! Uno de los que se ríen de la
muerte y la miseria mientras tenga algo con lo que soñar, algo en lo
que creer. ¡Allá va! Uno que cree en sí mismo. ¡Allá va! Con la
música a otra parte, puto cabronazo loco, puto pirado, puto
santo....
Estuvo
bien la visita pero se notaba el peso sobre nuestros hombros
cansados, las decepciones acumuladas, la pasión alejándose, la
llama desvaneciéndose. El mundo seguía intentando transformarnos en
sombras. Con la vejez se van perdiendo las fuerzas, los dientes se
debilitan y ya no piensas en comerte el mundo, solo quieres pasar el
trago, que sea rápido y no demasiado doloroso, entre todos te lo van
quitando, las mujeres que se vuelven locas y ya no te follan como
antes, los supervisores de los curros que miran el reloj cuando te
ven entrar por la puerta, los familiares que te notan desmejorado y
te animan a sentar la cabeza, los mendigos que buscan en el
contenedor, los ronquidos de la gente en las pensiones, el olor a
pies, tu nevera con un tomate, un paquete de salchichas y medio
cartón de leche, los bolsillos vacíos, los calzoncillos que rozan,
las señoras con sus pequeños perros maqueados, la sección de
empleo en el periódico, el pantalón roto en la entrepierna, la
tele, las novelas de mierda en todos los escaparates, los chavales
idiotas que te piden un cigarro, el logotipo de “precio anticrisis”
en el pan de molde, la gente que te pregunta si encontraste ya curro,
la inconsciencia general de los dementes que simplemente siguen hacia
adelante sin plantearse nada, camino de la picadora como en el vídeo
de Pink Floyd, y tú que ya no quieres ayudarles, te has cansado, te
han cansado, y entre todos te lo van quitando, lo intentan con
ahínco, es su sino, su verdad, su esperanza, pero con nosotros no lo
haréis, hijos de puta, con nosotros no lo haréis, hijos de puta,
con nosotros no lo haréis, hijos de puta, con nosotros no lo haréis,
hijos de puta.
Los
locos sueñan despiertos.
2.
Volvía
hacia el cuartucho desde la estación de autobuses. Me crucé con un
par de mendigos. Había nuevos mendigos en la ciudad, y su aspecto
era como el nuestro, no eran ya locos abrazados a un cartón de
tinto, simplemente eran personas arrastradas y engullidas por un
sistema inviable. Las cosas se estaban desmoronando. Era horrible
cuando nuestras miradas se cruzaban y podía ver el abismo de
tristeza en ellos, me miraban ligeramente esperanzados según me
acercaba, “una ayudita, por favor”, instintivamente me palpaba
los bolsillos aunque sabía perfectamente que no había nada en
ellos, “lo siento tío, llevo tres años en el paro” No podía
evitar pensar en mí mismo en esa situación en breve tiempo,
apoltronado en una esquina, totalmente demente, con un cartel de
cartón con mi reclamo y la mano extendida, mirando las inacabables
piernas de las chicas que van saliendo del zarra cargadas con sus
bolsas mientras me dan su indiferencia y el leve rastro de sus
perfumes de zorra.
Caminando
hacia el cuartucho. Caminando hacia atrás. Retrocediendo hacia
adelante. Habría molado ser una estrella del rock y haber muerto a
los 27 como toda esa panda de capullos, ¿qué podía quedarle por
hacer a un loco como yo? Únicamente agonizar. Aproveché mi tiempo,
no hay duda, lo malo es que sentía haber agotado casi todo lo que el
mundo podía ofrecerme, mujeres, juerga, ¿qué retos podría
marcarme para seguir adelante? De ser una persona normal solo me
restaría formar una familia, pero formar una familia estaba tan
alejado de mi como la tierra de júpiter para un peatón. Mirando al
suelo. Caminando hacia atrás.
-¡Hey
Carlos!
Alguien
me hablaba. Era el padre de uno de mis colegas. El padre de Felipe.
-¿Hombre
hola, qué tal?
-Bien,
¿y tú?
-Aquí
andamos, voy para casa, ¿qué tal Felipe?
-¿No
lo sabes? ¿No has hablado con Guillermo?
-No,
hace bastante que no lo veo, ¿por qué? ¿Qué ocurre?
-Hemos
tenido que ingresar a Felipe.
-¿Qué?
¿Cómo? No me he enterado de nada.
-Sí,
le dio una crisis, está en el hospital.
-Mierda,
no me he enterado de nada.
-Sí,
fue hace diez días.
-Joder.
-Vete
a verle, lo agradecerá.
-Joder,
claro, por supuesto.
-Te
llevo cuando quieras, para poder entrar tienes que ir con un familiar
del paciente, la hora de visita es de tres a cinco.
-Joder,
llámame mañana y voy contigo.
-Claro,
mañana te llamo, seguro que le alegra verte.
-Por
supuesto, mañana voy.
-Vale,
te aviso cuando vaya, hasta mañana.
-Chao.
Felipe.
El puto Felipe. Uno de mis mejores amigos. Nos conocimos en el
colegio, a los 14 años, ambos eramos unos locos de los cómics,
dibujábamos a todas horas, nos tirábamos las tardes dibujando
historias guarras y violentas mientras los chicos normales jugaban al
fútbol y rebuscaban en las faldas de las niñas de clase. Él
dibujaba mejor que yo. Éramos los raritos de clase. Luego empezaron
nuestros escarceos con las drogas y la locura alejándonos más y más
de lo esperado por nuestros padres, labrándonos nuestro camino
cuesta abajo. Yo me acabé mudando de ciudad pero continuamos
teniendo una relación epistolar, contándonos nuestros fracasos
sociales y nuestras frustraciones, cartas llenas de pánico,
decepción y dibujos deformes. A veces, un par al año o así, nos
veíamos y nos pillábamos unos buenos pedos, seguros de estar
haciendo lo correcto, al margen de todo.
Los
locos viven apartados.
Él
se fue a Barcelona a estudiar bellas artes, ahí fue cuando empezaron
sus problemas, leía a Nietzche sin parar y empezó a oír voces en
su cabeza, nunca me quiso contar qué le decían, evitaba el tema.
Fue empeorando y tuvo que dejar la carrera y volver a casa con sus
padres, le acabaron diagnosticando esquizofrenia y empezaron a
atiborrarle de “drogas buenas” que solo hicieron que se
transformase en una sombra de sí mismo. Se puso a escribir poesía,
yo le criticaba porque su poesía me parecía demasiado alejada de
nuestro mundo, escribía sobre guerras y conquistas del pasado, él
criticaba mis relatos por su inmediatez. “No hay nada en el mundo
del presente que me interese” solía decir.
Cuando
quedaba con él últimamente lo veía gris. Se quedaba callado,
mirando al horizonte durante horas, resultaba un poco tedioso. En mi
egoísmo fui quedando con el cada vez menos, quizá debí contestar
más a sus llamadas, soy un hijo de puta, un mal amigo, un puto
egoísta, tengo lo que me merezco, este abismo que me engulle no es
más que mi creación, una raída manta con la que tapar mi
vergüenza.
Me
compré unas litronas y me emborraché en el silencio y la soledad de
mi cueva, viendo como me iba comiendo la mierda.
Al
día siguiente quedé con el padre de Felipe, me monté en su coche y
nos pusimos rumbo al hospital. Pensaba en mi colega de la infancia y
el hecho de estar yendo a verle al loquero. Pensaba en el tiempo, en
la mierda.
-Joder,
vaya mierda, hacía bastante que no veía a Felipe, ¿qué pasó?
-Dejó
de tomarse la medicación hace unos meses y empezó a sentirse peor,
lo pasaba muy mal, sobre todo por las noches, no podía dormir, veías
la angustia... A veces se iba de casa de madrugada, yo lo seguía sin
que se diese cuenta, se ponía a deambular por el barrio sin rumbo.
-Qué
chungo, mierda.
-Sí,
encima estaba lo de esa chica, esa actriz que le gusta.
-Sí,
Natalie Portman, siempre está hablando de ella.
-Pues
se obsesionó del todo, debió de escribirle un mensaje por facebook
o algo así y ella le contestó, bueno, no ella claro, seguro que
tiene gente que lleva esas páginas en su lugar.
-Sí,
seguramente.
-El
caso es que vino un día diciendo que estaban comprometidos y que
necesitaba tres mil euros para ir a Los Angeles a verla.
-No
jodas.
-Sí,
empezó a pedir dinero a la familia, imagínate “déjame tres mil
euros para ir a ver a mi novia a Los Angeles”
-Joder.
-Evidentemente
nadie se los dio y parecía que se le iba pasando, pero un día vino
y dijo que ya no necesitaba ese dinero, que ella venía a verle a
Madrid y que necesitaba dinero para el autobús hasta allí, no se lo
dimos, por supuesto, pero, no sé cómo lo consiguió por su cuenta y
se pilló el billete, menos mal que nos dimos cuenta, tuve que ir a
la estación a tratar de impedirlo, pero es mayor de edad, montamos
una escándalo en la estación bastante gordo, al final tuve que
llamar a la policía y todo para impedir que se fuera, los policías
cuando vieron su estado se lo impidieron y tuvimos que llevarlo al
hospital, lleva ahí desde entonces.
-Joder,
me estás dejando flipado, no sabía que estuviese tan mal.
-Lo
supongo... Bueno, ya hemos llegado.
Todo
este inesperado torrente de información me había dejado confuso,
salí del coche trastabillando, mareado y tenso, recordaba una de las
últimas conversaciones que tuve con Felipe, siempre hablaba sobre
Natalie Portman, era un tema recurrente para él, me decía que
últimamente no dormía mucho y que se pasaba las noches viendo
vídeos de ella, me dijo que incluso le parecía que, a veces, ella
le hablaba desde la pantalla, yo me burlaba de él, está claro que
no le di la importancia que tenía.
Los
locos creen en lo imposible.
Nos
encaminamos a ese jodido edificio lleno de pesares que es el
hospital, atravesamos los pasillos llenos de gente cabizbaja, gente
jodida por todas partes encerrada involuntariamente en esta prisión
de hierro y cemento, llorando y siendo llorados, luchando contra su
incredulidad. Llegamos al pabellón psiquiátrico y llamamos al
timbre, nadie contestaba, volvimos a llamar, esperamos.
-Vaya,
esto no es normal, nunca tardan tanto en abrir. -Dijo el padre de
Felipe.
Al
cabo de unos minutos nos abrió una enfermera.
-¿Lleváis
mucho? Vaya, lo siento, hemos tenido problemas con un nuevo ingreso.
Atravesamos
el umbral de las dos puertas de seguridad y entramos en el recinto,
un largo y ancho pasillo con puertas a los lados, la primera
impresión no pudo ser peor, miré a mi derecha y vi a tres policías
dentro de una de las habitaciones, en ella unos enfermeros ataban a
una pobre chica a la cama, esta gritaba y se debatía contra sus
captores, supuse que era la nueva incorporación que mencionaba la
enfermera de la puerta, tragué saliva y continuamos adelante por el
pasillo. A mitad del recinto se abría una puerta a la izquierda que
daba a un pequeño jardín, pude ver la silueta de Felipe al fondo,
de pie, vestido con una bata azul, acompañado por su madre, su prima
y otros dos familiares que no conocía, fui a su encuentro. A mitad
de camino me vio y reconoció, su cara no mostró ningún tipo de
emoción por ello, seguí caminando, su madre sí se emocionó al
verme, se aproximó a mí y me tendió la mano.
-Vaya,
Carlos, muchas gracias por venir... ¿Has visto Felipe, ha venido
Carlos a verte?
Felipe
me dedicó un sutil movimiento de cabeza, me acerqué y le estreché
la mano.
-Hey
Felipe, tío, ¿qué tal?
-Pché.
-Venga,
venga, dar una vuelta y así habláis de vuestras cosas. -Dijo su
madre.
El
pequeño jardín de visitas estaba bordeado por un caminito de
asfalto, comenzamos a andar por el. Yo miraba a Felipe, Felipe miraba
al suelo.
-¿Has
traído tabaco? -Dijo tras un tenso silencio.
-Que
va tío, hace la hostia que no compro, estoy en la ruina.
-Y
cuándo no.
-Tú
lo has dicho, pero, ¿te dejan fumar aquí?
-Sí,
pero sólo nos dan uno por hora.
-Mejor,
así lo dejas que fumas como una locomotora.
-Pché.
Felipe
no era muy hablador, antes sí lo era, antes de la enfermedad, ahora
se recluía en sí mismo cada vez más, cuando estabas con él los
silencios eran pesados e incómodos. Continuamos andando por el
caminito un poco más hasta llegar a una zona donde había un par de
bancos, uno de ellos lo ocupaba una chica morena que se balanceaba
hacia adelante y hacia atrás mientras se miraba absorta los zapatos,
nos sentamos en el otro, rompí el silencio.
-Bueno
tío, ¿qué tal estás?
-Pché.
-¿Qué
tal aquí? Da un poco de mal rollo.
-Bah,
no se está tan mal, la comida es mejor que en mi casa.
-Pero
¿qué te pasó?
-Bah,
me rayé.
-Algo
me ha contado tu padre, ¿habías dejado de tomarte las medicinas?
-Sí.
-Joder
tío.
-Bah.
-¿Cuando
sales de aquí?
-No
sé, espero que pronto. ¿Ves a esa chica?
-¿Cuál?
-Esa,
la del banco de al lado.
-Sí.
-El
otro día me pegó.
-¿Que
te pegó?
-Sí.
-¿Y
eso?
-No
se, está loca.
-Joder.
-Mierda,
necesito un cigarro.
-No
fumes tanto.
-Bueno,
¿tú qué tal?
-Como
siempre tío, penando.
-¿Has
encontrado curro?
-Que
va tío, puto León, no hay nada, es una jodida telaraña.
-Bueno,
de todas formas currar es de locos.
-Sí,
la verdad que sí, pero hace falta la puta pasta. A parte de todo eso
no me puedo quejar.
-¿Sigues
con la piva?
-Sí,
ahí andamos, a ver si quedamos cuando salgas y nos tomamos algo
juntos.
-Pché.
Volvió
el silencio, pasados un par de minutos de repente Felipe se incorporó
de un salto, con un brillo en los ojos, mostró emoción por primera
vez en el tiempo que yo llevaba con él.
-Tabaco
-´Dijo con una sonrisa.
En
ese momento una enfermera entraba por la puerta con una caja de
metal. Felipe fue a su encuentro así como otro puñado de internos.
En un instante la enfermera se vio rodeada de pulmones ansiosos,
abrió la caja de metal y repartió el tabaco, uno por persona, yo
volví a donde estaban los familiares de Felipe.
-¿Qué,
cómo lo ves, qué te ha contado? -Preguntó impaciente su madre.
-Nada,
que se encuentra bien.
-¿Desvariaba
no?
-No,
no me ha dicho nada raro, lo veo como siempre, me ha dicho que la
comida es mejor que en casa.
-Qué
cabrón, dice eso para hacerme daño.
-No
hombre, supongo que bromeaba.
Felipe
volvió con nosotros echando humo por la boca.
-¿Qué,
qué bien con el cigarrito eh?
-Bah,
solo uno por hora, están locos. Mira, ese es mi compañero de
habitación.
-¿Quién?
-Ese
de ahí.
Nos
señaló a un tipo moreno, con el pelo revuelto, bastante alto y
fuerte, tenía una zapatilla puesta, la otra no, se veía la demencia
en su rostro, daba bastante miedo.
-A
mí no me gusta nada ese tipo -Dijo su madre con una mueca de
desaprobación.
-¿Qué
tal es? -Pregunté.
-Bah,
no molesta, nunca hablamos, no habla con nadie, al cabrón le apestan
los pies. -Felipe se fumó los créditos del cigarro y lo tiró al
suelo.
-Joder,
esta mierda no dura nada. Bueno, ahora nos toca la merienda.
-Bueno
Felipe, nosotros nos vamos ya, ya acaba la hora de visitas. -Dijo su
padre.
-Pues
nada.
Me
acerqué a Felipe y le estreché la mano.
-Bueno
tío, cuídate, llámame cuando salgas.
-Vale.
Se
alejó en dirección a las bandejas de la merienda, nosotros nos
aproximamos a la salida. Su madre antes de salir volvió sobre sus
pasos y se encaminó hacia su hijo, le dijo algo que no pude oír y
lo abrazó, Felipe puso una mueca de desagrado e intentó zafarse del
abrazo. Todos los familiares y amigos de los enfermos salimos del
pabellón de forma ordenada, la puerta se cerró tras nosotros con un
seco y solitario golpe.
Los
locos deben ser aislados.
Me
monté en el coche con los padres de Felipe, no teníamos mucho que
decirnos, se notaba que cada uno meditaba la situación a su manera,
me acercaron a mi pensión.
-Bueno
Carlos, muchas gracias por venir.
-Joder,
habría venido antes de haberlo sabido, lo siento.
-No
pasa nada hombre, muchas gracias, en serio, le hace bien que vayan
sus amigos.
-¿Cuándo
saldrá?
-No
lo sabemos, depende de la psicóloga, supongo que en unos días, está
mucho mejor, se le ve mejor, seguramente lo mandarán a un centro de
día por las mañanas para vigilarle la medicación pero podrá estar
por las tardes en la calle y dormir en casa.
-Bueno,
avisadme con lo que sea.
-Claro
Carlos, cuídate.
-Hasta
luego.
-Hasta
luego.
Bajé
del coche, el sol en lo alto, la gente iba y venía, todo seguía
igual, todos estaban igual, deambulando, arrastrados por la realidad,
sumidos en la inconsciencia de lo habitual, encerrados en las
costumbres, con su inocente seguridad en su supuesta cordura, pero yo
sabía que no era así, no lo era para casi nadie. La realidad es un
funambulista en la cuerda floja, listo para caer al vacío con la más
mínima brisa. Mi colega, mi viejo amigo, estaba encerrado, aislado,
siempre lo habíamos estado de una forma u otra, pero por decisión
propia, y orgullosos de ello, riéndonos de todo, de todos, con
nuestros sueños. Yo debería ser un gran músico, Felipe un gran
dibujante. Todo se desmoronaba. Yo había escapado, no se habían
dado cuenta, seguía burlándolos, escapando como un fugitivo. A él
lo habían cogido. Mi colega, mi viejo amigo. Lo siento tío, lo
siento de veras. Mejórate cabrón, necesito pensar que aún podemos
ganar. Aún podemos ganar.
Notaba
un gran vacío en mi interior, una angustia terrible, ganas de
gritar, seguramente me tomarían por loco.
Había
un mendigo al otro lado de la calle, nos miramos a los ojos.
Los
locos están solos.
3.
Subí
a mi cuarto y agarré la bolsa de deporte, necesitaba expulsar toda
la rabia de mi interior. Practicaba boxeo desde hacía unos años,
tomé esa decisión un día que me vi metido en una pelea en Madrid,
en los bajos de arguelles, también porque quería realizar alguna
actividad que no fuera pasarme el día esnifando cocaína. Mucha
gente piensa que es un deporte violento y una actividad absurda
reservada a maleantes, nada más lejos de la realidad, es un deporte
completísimo y una gran ayuda en momentos de frustración y rabia.
Está claro que es un deporte de contacto, pero suele haber mucho
respeto entre los que lo practican y el objetivo nunca es hacer daño
porque sí, no obstante, sigue habiendo gente que lo mira con malos
ojos, y la seguirá habiendo siempre, la verdad es que a mí me da
igual.
Los
locos se hacen daño a sí mismos.
Me
fui rumbo al gimnasio y llegué a tiempo para la clase de boxeo, ésta
consistía en un breve calentamiento, luego series de sombra y saltar
a la comba o hacer abdominales, el final de la clase se reservaba
para darle al saco o guantear los que quisiesen. Lo eché todo. No
podía dejar de pensar en Felipe encerrado, los otros pacientes y sus
miradas perdidas, los mendigos por las calles, todo tipo de imágenes
deprimentes del día a día me invadían y yo las exorcizaba a base
de ganchos y directos, sudando como un cerdo, cada vez con menos
aire, golpeando contra esta mierda de mundo una y otra vez, una y
otra vez, jadeando, en un completo estado de tensión, intentando
llegar un paso más allá del esfuerzo y el sufrimiento, allí donde
nada importaba ya. Cuando terminó la clase caí al suelo, agotado,
derrotado, a un paso de la inconsciencia. Me quedé un buen rato ahí,
con el cuerpo entero latiendo, a punto de explotar. Cuando reuní la
energía suficiente para ponerme en pie me largué a las duchas,
estuve un buen rato bajo el agua, dejando que toda la mierda
acumulada, tanto física como espiritual, se fuera por el desagüe.
Todo seguía siendo una mierda pero me sentía mejor, bendito boxeo.
Nuevamente
en mi cuarto la cosa volvió a ponerse fea, no me apetecía hacer
nada salvo mirar al techo y empezaron a invadirme de nuevo las
imágenes de sufrimiento y depresión. No era tan difícil arreglar
el mundo, o, al menos, mejorarlo. Requería un esfuerzo, desde luego,
pero nada en comparación con el resultado que se podía conseguir,
¿a que estábamos jugando entonces? ¿En qué mierda estábamos
metidos? No me considero una persona excesivamente inteligente, ni
soy un visionario, ni un profeta, pero llegaba a algunas conclusiones
básicas y me asombraba que otras personas, sobre todo las personas
con poder, no parecieran darse cuanta de ellas. ¿En serio el
pasotismo se había apoderado así de la gente? ¿Como tener fe en el
ser humano ante un panorama tan desolado?
Los
espectros se materializaban en el blanco techo de la habitación,
gritando, mirándome burlones, señalándome con su frío dedo
acusador, llamándome. Necesitaba salir, volver a escapar, irme a
algún lugar tranquilo al menos durante un rato, o marcharme de todos
los lugares.
Inevitablemente
me entraron ganas de emborracharme, la escapatoria más sencilla.
Había un grupo de colegas bebiendo en un parque cercano, era lo que
necesitaba, apoyarme en ellos y en alguna botella y dejarme llevar,
al menos momentáneamente, a algún sitio mejor.
Me
transporté hasta allí. Había buen ambiente en el parque, tenían
montado un escenario e iban a tocar varios grupos de rock, blues y
reagge, la afluencia era buena, muchas niñas guapas. Localicé a mis
colegas. Ahí estaban los cabrones, liando porros de marihuana y
bebiendo, me recibieron como buenos amigos, tendiéndome una botella
de orujo a la que di un buen tiento para aclimatarme. En ese momento
mi móvil vibró, era un mensaje de Paula, la chica con la que estaba
saliendo, decía así:
“No
entiendo qué ocurre pero cuando llega esta hora del día me
entristezco... Me agoto hasta a mí misma... Creo que debo pasar
menos tiempo conmigo”
Pobrecilla.
Llevaba unos días que estaba bastante jodida. Ella era estudiante,
de filosofía nada menos, solo eso ya es suficiente para volver loco
a cualquiera. Bueno, ella estaba bastante loca de por sí, por eso me
gustaba tanto. El caso es que habían terminado las clases, y como
era una jodida fiestera y, a parte, había pasado por una serie de
problemas personales, el curso había sido un poco fracaso, había
suspendido unas cuantas asignaturas y su padre le había puesto a
currar con él durante el verano. Se pasaba el día metida en una
nave en un polígono alejado de la mano de dios haciendo placas de
metal. Ello le ocupaba todo el día, no estaba acostumbrada a los
rigores del mundo laboral (nadie debería estarlo) y tenía, con
razón, la sensación de estar perdiendo completamente el tiempo y,
por ende, la vida. Yo estaba ahí, tirado en un parque bebiendo orujo
y no podía evitar sentir pena por ella, metida 12 horas en aquella
fría nave, aguantando las neuras de su viejo, y sin poder luego
emborracharse para desahogarse ya que el despertador volvía a sonar
a las 6 de la mañana. Quería darle ánimos, el mensaje era
claramente un grito de auxilio, pero como ya he dicho soy un puto
miserable y no tenía apenas saldo en el móvil. Como ella tenía una
de esas tarifas planas y no le costaba llamar le di un toque para que
me llamara ella. Lo hice y continué bebiendo mientras esperaba su
llamada. Mis colegas seguían a lo suyo, habían engañado a dos
chicas no se cómo y estaban intentando ligárselas, al parecer con
escaso éxito, pero, al menos estaban allí y les seguían un poco el
rollo. Una de ellas empezó a tirarme levemente los tejos,
seguramente atraída por el hecho de que yo no le hacía ningún
caso, las mujeres son así. Me mostré cortés, pero sin darle
esperanzas, yo ya tenía chica, una estupenda, de momento estaba
fuera del mercado. Por cierto mi chica continuaba sin llamarme,
empecé a preocuparme, le di otro toque. Los colegas seguían a lo
suyo, panda de cabrones, está claro que una buena amistad es un
tesoro valioso y escaso.
Quería
de verdad a estos putos locos, eran entrañables en su desesperación.
Me preguntaba que sería de nuestra generación, éramos todos unos
putos tiraos, sin pasta, sin curro, o en curros de mierda, viviendo
en casa de los viejos, o malviviendo en cuartuchos, alcohólicos,
politoxicómanos y llenos de neuras. En medio de tal panorama las
opciones eran evidentemente escasas, la locura, el alcoholismo o la
estupidez. Decían que eramos una generación perdida, nadie tenía
ya fe en su futuro. En mi cabeza resonaban los primeros versos del
aullido de Ginsberg “He visto los mejores cerebros de mi generación
destruidos por la locura, famélicos, histéricos, desnudos...” Le
di otro buen tiento al orujo y volví a darle un toque a la loca de
mi novia. Al cabo de un rato recibí este mensaje de ella:
“¿Ya
esta, eso es todo? ¿Tratas de que yo te llame? ¿Ni un triste
mensaje, unas palabras bonitas para tratar de animarme un poco? Tú
solo quieres tu infierno, el mio te la suda, casi lo desprecias sin
saberlo. Eres como todos, me quieres porque soy como una madre que
además se acuesta contigo...”
Lo
leí varias veces sin comprenderlo del todo, ¿qué me había
perdido? No sabía de cuánto saldo disponía, ni siquiera sabía si
podría mandarle un mensaje, lo intenté y tuve suerte, le mandé lo
siguiente:
“¿Qué
te pasa, como todos? ¿Por qué dices eso si sabes que no es verdad?
te doy toques porque estoy sin saldo. Estoy contigo para lo bueno y
lo malo, no lo dudes, llamame por favor y déjame animarte”
Esperé
un rato mientras seguía bebiendo. No obtuve respuesta. Le di otro
par de toques. Nada. Me encendí un cigarro, luego otro. Mis colegas
seguían bebiendo, me pasaron un peta, me lo fumé, bebí más orujo.
La chica continuaba tirándome los tejos, yo pasaba. Fumaba y miraba
el móvil. Nada. No sabía qué hacer, intenté mandarle otro
mensaje, crucé los dedos para que mi saldo lo permitiera, tuve
suerte nuevamente, le mandé lo siguiente:
“¿Por
qué haces esto? También he tenido un día malo, podías llamar y
tranquilizarnos, en vez de eso creas una tensión innecesaria, se que
es porque estás mal y quiero que me sientas contigo, tú veras”
Esta
vez sí obtuve respuesta de ella.
“¿Ahora
que estoy cabreada si tenias saldo para mandarme un par de mensajes,
antes que sencillamente estaba mal no? Claro, como tú también
tuviste un día malo... y total a mi me sale gratis, si quiero apoyo
ya llamaré... piensa en por qué no lo has hecho desde el principio.
Estoy cansada de que me tomen el pelo sin siquiera percatarse ni
percatarme de ello.”
Bien,
este es el punto en el que empecé a cabrearme de verdad. ¿Acaso tú
entiendes algo? Siempre era la misma mierda, se repetía una y otra
vez. Conoces a alguien y, extrañamente, conectas, pero en lugar de
ir cada vez mejor la cosa siempre va hacia abajo, la confianza
adquirida se usa para dar rienda suelta a las neuras y posarlas en el
otro. Siempre la misma mierda. Con esta chica al principio éramos
amantes, follamigos, nos respetábamos porque no había esa
seguridad, era una aventura de desenlace incierto. Ahora la cosa se
había puesto más seria, nos “queríamos”, eso por lo general
significa que quedas más a menudo, follas menos y discutes más, y
la confianza y seguridad adquirida hace que eches tu mierda pensando
que el otro tiene el deber de tragársela. Pues conmigo no iba a
funcionar, de ninguna manera, ya la cagué una vez, y tuve bastante,
no estaba dispuesto a ver otra vez todo el proceso de lenta agonía y
paranoia, ya no tenía la edad ni, sobre todo, la paciencia para
ello.
Y
no obstante seguía preocupado, preocupado por ella. Me largué del
parque a un sitio más tranquilo sin decirle nada a nadie y empecé a
llamarla. No me contestaba. Yo seguía llamando una y otra vez. Y
ella no lo cogía. ¿En serio necesitaba esta mierda? ¡Que le jodan!
Ni que fuera el único puto coño de la ciudad. Decidí llamarla una
última vez.
-¿Sí?
-Pero
tía, ¿a qué coño juegas?
-A
nada.
-¿Qué
haces pasando de mi culo? ¿Quién coño te crees?
-Bueno,
¿Qué quieres?
Este
era el momento. Yo me había intentado preocupar por ella, podía
estar mamándome, incluso zorreando con otra, pasándolo bien con los
colegas. Ya tenía mis propias paranoias, estaba loco de por sí, no
necesitaba a nadie para rayarme, me bastaba a mi mismo para ello. Ya
sabía cómo terminaría todo, era la típica historia, la típica
mierda. Mi preocupación no valía de nada, ella ya estaba encerrada
en sus paranoias, este podría ser un buen momento para acabar con
todo. Pero, no obstante, en mi mente se materializaba la primera vez
que nos vimos, su maravillosa sonrisa, su especial manera de ser.
Pensaba en aquella vez que se puso unos pantalones un poco rotos, se
le veía media nalga, me burlé de ella “jajaja, se te ve el culo”
y ella, en mitad de la calle, me hizo un calvo dándome a entender
que no le importaba nada. Pensaba en la primera vez que nos
acostamos, en su coño, tenía un coño maravilloso, perfecto en cada
uno de sus rosados pliegues. Pensaba en la cara que ponía mientras
me abría paso por el interior de su cuerpo, su respiración, sus
gemidos. Pensaba en sus disertaciones de filósofo, cuando notabas su
mente trabajar, tan hermosa. Su pasión por Wittgenstein. Su miedo a
no poder explicarse como debiera. Era una chica muy especial, y sus
paranoias eran un mero producto de la situación, sólo era una
víctima más de un mundo despiadado, y yo debía estar aquí para
apoyarla, comprenderla, tranquilizarla. No tenía que dejar que mis
propios pensamientos en contra de la gente y las relaciones afectasen
a la única que me había desmontado mi visión pesimista. No la
mandé a la mierda. Respiré hondo y traté de ser comprensivo, ella
lo merecía, eso y todo.
-Venga
tía, tranquila, ¿qué coño te pasa?
-No
sé Carlos, estoy mal, es esta situación, estar aquí encerrada, no
sé, noto que se me escapa la vida, que no estoy donde debería,
donde querría.
-Tranquila,
esto es solo temporal, no es tu vida de aquí en adelante, serán
solo unos meses, aguanta.
-Pero
es que mi vida se limita a esto, joder, mira que hora es, ya debería
estar durmiendo, es agobiante, no puedo hacer nada.
-Joder,
lo siento, pero aguanta un poco, tranquilízate, ya te digo, es solo
temporal.
-Ojalá
estuvieses aquí.
Continué
hablando con ella un buen rato y conseguí que se calmara. Era todo
cosa del curro. El maldito curro. Tener curro, o la falta de él,
daba igual, siempre llevaba al hombre al filo, a las puertas del
infierno. Era la gran prisión del hombre, su gran maldición, la
condena impuesta a Adán por desobedecer la ley. Nos lo habíamos
montado muy mal, ninguna persona debería dedicar ese porcentaje de
su vida al trabajo, debería ser una actividad más llevadera, hay
gente que curra 12 horas, o 10, u 8 los afortunados. Es exagerado a
todas luces, es demasiada porción de vida, debería ser la mitad,
estaría más repartido, más trabajo para todos, y más llevadero,
¿quién necesitaba realmente el dinero? El dinero te aprisiona en
vicios inútiles, yo he trabajado muchas horas y he ganado mucha
pasta, y solo me sirvió para acumular mierda y hacerme ingerir
enormes cantidades de droga para poder soportar dicha carga. El
dinero que nos hacen alabar en esta estúpida sociedad de consumo.
Más, más, más y más, a costa de tu alma. Y muchos la venden, y se
sienten realizados con ello. Pero es una trampa, la gran trampa. Y la
mayoría simplemente se ven encerrados, sin saberlo, una cosa lleva a
la otra y de repente estás ahí, sin quererlo, atrapado, encadenado.
Y las horas pasan, y la vida se va, y sigues ahí. Se de lo que
hablo, también he estado 12 horas encerrado en una fábrica, y al
salir no eres tú, no coordinas, no piensas con claridad, se lo
llevan, solo piensas en subirte a una azotea con un fusil y ponerte a
disparar indiscriminadamente, o piensas en ponerte a correr y gritar
desnudo por las calles hasta llegar a Nueva Zelanda. Finalmente optas
por lo más sencillo, pillarte el pedo o herir a quién tengas más
cerca, o ambas cosas, o peor aún, ya has sido alienado y vencido y
simplemente no le das importancia, porque ya no eres humano sino
tuerca. Es esa mierda la que nos transforma en monstruos.
Mi
pobre chica, ahí metida haciendo placas, perdiéndose los polvos que
podríamos estar echando. Taladrando acero en vez de sintiendo la
hierba en sus pies desnudos. Maldito seas trabajo. Mil veces te
maldigo.
Conseguí
tranquilizar a Paula, pero ella seguía allí, y mañana madrugaría
otra vez. Solo espero que algún día se abran los ojos, que sepamos
planear todo mejor, nosotros, la gente, que dejemos de construir
nuestras cárceles. Borrón y cuenta nueva. Hacerlo mejor.
Volví
donde los colegas. Ahí estaba el Muerte, tratando de ligar.
-Coño
Carlos, ¿dónde estabas?
-Na,
hablando por teléfono con Paula.
-Has
tardado.
-Ya
sabes, locuras de amor.
-Bueno,
¿y todo bien?
-Si
tío, todo bien.
Agarré
el orujo y lo introduje en mi alma. Me senté en el suelo y continué
bebiendo y echándola de menos. Echándola mucho de menos.
Los
locos se enamoran.
4.
Bueno.
Y aquí estoy ahora. En mi cuartucho. Escribiendo esto. Contándotelo,
camarada en la lucha contra la supuesta cordura. Somos muchos. Gente
intentando expresar algo. La gente en los locales de ensayo, pagando
enormes mensualidades con el sueldo del burger. En las buhardillas
solitarias, manchados de pintura. De aquí para allá cargados con
cámaras y cables. Los soñadores. Soñando. Soñando con una
realidad. Artistas y pensadores encerrados en centros, masticados y
escupidos. El alzamiento es inevitable. Intentan atraparnos. Nos
ofrecen espejismos en forma de “bienestar”. No te creas nada
colega. Se que es difícil, pero haz el esfuerzo, yo estoy contigo.
Hago lo que puedo, que ahora es esto. Tengo mis dudas, como todos.
Pienso “¿en serio le interesan a alguien mis paranoias, leer sobre
mis borracheras y mis amigos locos? ¿Tiene algún sentido todo
esto?... Pero otras me asalta la lucidez, pienso “¡que les jodan!
Deberían. Si no les interesa esto ¿qué coño les va a interesar?
¿Una historia de amor en la edad media? ¿Entre un hombre lobo y un
vampiro? ¡Venga ya! Esto. Esto es la realidad, es lo que no debería
haber pero lo hay, la agonía cotidiana, y servida como debe ser,
poco hecha, sangrante, ¡¡hijos de puta!!
No
estoy solo, somos demasiadas voces gritando. Están los grandes
maestros: Vicente Muñoz Alvarez, David Gonzalez, Patxi Irurzun,
Rafael Fernandez, Xen Rabanal, Pepe Pereza... Putos locos soñadores
intentando escapar y mostrar las cosas, metiéndose hasta el fondo
para ello. Hay muchos más... Trevor Kusuhara y sus historias
guarras... El puto loco Velpister y su mierda multidisciplinar...
Lobos aullando a la luna, eyaculando desde las terrazas sobre los
ciegos, zapatos manchados, neveras vacías, platos de plástico, un
cacahuete, extraños símbolos en el cielo, grifos que gotean,
cisternas rotas, kleenex llenos de esperma, cerebros ardiendo. Son
muchas voces, demasiadas. ¿Locos? ¿crees que estamos locos? Piensa
en ello y pon la tele, date un paseo por el centro comercial. Solo
soñamos, aún y contra todo soñamos, intentamos mantener viva la
llama de los grandes dementes, ahora pienso en ellos.
Walt
Whitman viendo a su tía entrar en trance.
Jodorowsky
pintando sus testículos de rojo.
Bukowski
expulsando bilis abrazado a un retrete.
Poe
despertándose en un callejón.
Schopenhauer
empujando a su asistenta por las escaleras.
Dostoievsky
con los pies congelados.
Lorca
llorando arrodillado.
Eliphas
Levi con pies de elefante.
Empédocles
arrojándose a un volcán.
Kafka
el día del padre.
Nietzsche
hablando con un caballo.
Rimbaud
cojeando.
Sade
tomando el té.
Oscar
Wilde vestido con harapos.
Cassady
conduciendo el coche, Hunter S. Thompson en el asiento del copiloto
gesticulando alocadamente, Kerouac en el asiento de atrás durmiendo
la mona. Y yo a su lado, sintiendo la brisa, mirando asustado por la
ventanilla, sabiendo que en cualquier momento nos la pegamos.
Directos a tu cráneo. Es inevitable.
Los
locos alimentan el alma del mundo.
no son los ribeiros, ahora estoy con un albariño (es que tuve un breve momento de trabajo burgués y lo estoy disfrutando estos días), pero de verdad, de verdad...
ResponderEliminarBuen relato, man. En cierta medida se habla de todos los temas. Por cierto muy buenos diálogos. Un poco largo, pero ha valido la pena. Desafortunadamente no cuento con ribeiros pero si algo de vodka barato. Así que brindo por Manuel y su forma radical de ver las cosas.
ResponderEliminarmuy extenso para hankover, Carlos, ya sabes, pero he subido una entrada de reenvío a tu blog:
ResponderEliminarhttp://hankover.blogspot.com/2011/08/when-parys-over.html
nuestros lectores se lo merecen.
y por supuesto, también tú.
salud & fuerza
v