Derrota.
Otra vez ese sabor amargo tan conocido, demasiado conocido. El deambular perdido en esta maldita ciudad, las preguntas sin respuesta al final de la noche, reflexión, autocrítica, el cabreo conmigo mismo, ¿acaso era tan difícil o, por el contrario era yo el que lo complicaba tanto?
Me sentía mal por la razón de siempre, habría sido tan fácil decir alguna chorrada, intentarlo, "el que no llora no mama", ¿por qué no lloraba un poco si lo que quería era que me consolaran? ¿Por qué no lo había intentado si estaba tan seguro de que funcionaría? Tampoco era para tanto, ¿miedo al fracaso? Supongo que si, pero eso tampoco tiene sentido ya que no intentarlo equivale ya a una derrota.
Había que echarle un par de huevos a la vida. Yo sabía sin lugar a dudas que tenía un par de testículos, los veía todos los días colgando ahí abajo, de echo eran una de las primeras cosas que veía al inicio de un nuevo día, como casi todas las personas del mundo una de las primeras cosas que hago por las mañanas es ir a mear, y entonces puedo verlos, siento su peso, no son excesivamente grandes pero están ahí, peludos, colgando en su envoltorio de piel, si, estaba totalmente convencido de poseer testículos, entonces, ¿por que no le echaba un par de huevos a la vida y me ahorraba todo esto? En fin, las preguntas de siempre aderezadas con el mareo de siempre, ¿debería haber bebido mas? se supone que el alcohol da seguridad, desinhibe y suelta la lengua, no obstante me sentía ya bastante pedete, unas copas mas habrían significado pasar al punto del balbuceo y no creo que una cosa compensase la otra.
Hay una meditación bastante extendida entre los jóvenes sexualmente fracasados como yo, se basa en las leyes de la probabilidad y reza así: "Si en un garito lleno de chicas vas tranquilamente preguntando a cada una de ellas si se quiere acostar contigo alguna te acabará diciendo que si". Tanto mis amigos como yo solíamos recurrir a esa máxima cuando, ensimismados, nos apoyábamos en algún rincón de un garito (esquina, columna, barra....) a observar los contornos de tiernas mancebas, amargándonos bebiendo e intentando sacar fuerzas para reclamar aquello que estaba ahí, al alcance de la mano, y del pene. Todos estábamos convencidos de su veracidad pero ninguno se atrevía a ponerlo en practica. La cosa se ponía mucho mas jodida cuando observabas algún gesto de complicidad del objetivo a batir, una mirada, varias miradas, una sonrisa. Entonces la cosa se ponía angustiosa de verdad, las pajas mentales se sucedían a velocidad de vértigo, te subían y presionaban el córtex como una enredadera.
Sorbías tu alcohol con mas fuerza, te encendías un cigarro y buscabas otra mirada, alguna más para estar seguro, hacías como si no pero la buscabas, "¿habrá sido producto de mi imaginación?" Pero no, no lo era, ahí estaba otra vez, rápida pero intensa, dos miradas que se cruzan entre la multitud ajena, entre el ruido ensordecedor. Entonces lo comentabas con tu escudero buscando apoyo:
-Tío, esa de ahí me está mirando.
-¿Quién?
-Ahí, la morena de la camiseta verde.
- .......Mmm.....No esta mal. Dile algo.
Nuevo sorbo a la copa. Ya tenías el apoyo y la aprobación. Nueva calada. Sigues ahí, meditando cuando no hay que meditar sino actuar, piensas que el problema reside en el entorno, si estuviera sola sería mas fácil de abordar, pero no esta sola, sus amigas la acompañan, lógicamente, y eso es como una muralla, piensas qué decir, rebuscando esa frase maestra, pero no hace falta una frase maestra, cualquier cosa servirá, la cuestión es empezar una conversación, aunque, tampoco es cuestión de hacer el ridículo, bueno, y qué mas da, piensa, reacciona, ¡¿cabrones peludos donde estáis?¡
Todas estas meditaciones te invaden mientras pasa el tiempo y sigues ahí. "Venga va, me termino la copa y le digo algo" , pero ya es tarde, la ves levantarse y coger el abrigo, "maldita sea, se pira, a ver, quizás solo busca algo en un bolsillo", pero no, las amigas la imitan y se alejan, tu buscas esa ultima mirada antes de que desaparezca para siempre y si la obtienes es aún peor porque solo reafirma tu fracaso, tu imposibilidad de actuar, esas dos esferas peludas han vuelto a fallarte, o, mejor dicho, tu las has vuelto a fallar a ellas.
En fin, la historia de siempre mientras caminas por la calle al final de la noche, derrotado.
Y a ellas les pasa igual, es todo tan triste. Ellas también están salidas, no terminan de admitirlo porque está muy bien que se suponga que somos nosotros los pajilleros pero cuando se juntan un grupo de mujeres las conversaciones suelen girar alrededor de las pollas, los chorros de ducha y, si alguna se acaba de echar novio, de las supuestas proezas sexuales del susodicho. No hay nada malo en todo esto, somos animales, necesitamos follar o ser follados, todas las barreras sociales y de decoro que nos hemos impuesto han sido piedras sobre nuestro propio tejado, elementos de autofrustración, masoquismo.
Pensaba en todas estas mierdas mientras me deslizaba renqueante calle abajo en busca de la parada de autobús, estaba tremendamente lejos, solo quería llegar, esperar y largarme a casa cuanto antes. Esta ciudad acrecienta enormemente la depresión, como todas las megalópolis. Encima la climatología no acompañaba, hacía frío, el cielo estaba gris, no llovía pero todo estaba ligeramente mojado, quizás había llovido un poco mientras estaba dentro de esa maldita discoteca.
Mi paso distaba mucho de ser recto y firme aunque tampoco era mi peor momento, al menos aún mantenía el equilibrio y podía desplazarme, era bastante tarde, no obstante al ser fin de semana aún podía ver algún grupo de gente en mi peregrinaje, de vez en cuando pasaba algún coche a gran velocidad y oía ruidos de risas lejanas, la noche seguía para algunos pero no para mi, yo ya había tenido bastante por hoy.
Me sentía con ganas de huir, mandarlo todo a la mierda y largarme, a un sitio con playa quizás, alguien me habló con acento peruano:
-Hey compadre, ¿un cigarrito tienes por ahí?
-Que va tío, lo siento.
Un sitio con playa, no es que me gustase la playa, era por cambiar, esta ciudad me estaba quemando, aunque quizás era simplemente que estaba deprimido y ebrio, esto es, doblemente deprimido.
Hacía bastante que no me acostaba con una mujer, bastantes meses, me aterrorizaba echar la cuenta del tiempo exacto. Está claro que lo necesitaba, ¿quien no necesita el sexo? Si me ponía romanticón pensaba que lo que necesitaba era amor, si, bueno, seguramente, pero el amor surgido tras una relación sexual. Ah mis pobres e hinchadas pelotas.
"Si en un garito lleno de chicas vas tranquilamente preguntando a cada una de ellas si se quiere acostar contigo alguna te acabara diciendo que si".
¡Maldita sea, seguro que era cierto, eran matemáticas diablos, la única ciencia exacta! Había tenido varias oportunidades aquella noche, estaba seguro, mas allá de las inevitables pajas mentales, me habían mirado bastante unas cuantas.
"Hola, ¿que tal llevas la noche? ¿Te apetece que te invite a algo?" Acaso era tan difícil, en el peor de los casos me dirían que no con lo cual volvería a mi rincón a sorber mi copa pero el mundo seguiría allí y podría intentarlo con otra. Si sabía que necesitaba ligarme a una chica ¿por que demonios no lo intentaba? ¿Acaso pretendía que el cielo me lo diera todo hecho? No creo gustarle a Dios hasta tal punto de esperar algo así, las cosas no caen del cielo.
Entonces escuché una voz femenina proveniente del cielo.
-¡Hey, hey chico, aquí arriba!
Me detuve y miré confundido hacia arriba, había estado mirando al suelo todo el rato meditando mi fracaso y ahora no focalizaba.
-¡Aquí, aquí, oye!
Entonces la vi. De la ventana de un edificio gris a mi izquierda surgía un busto femenino, debía de ser un segundo o tercer piso, arrugué la frente forzando la vista y se fue dibujando una sonriente cara envuelta en una melena rubia, me quedé tan confundido ante esa aparición repentina que no pude decir nada.
-Perdona, ¿podrías alcanzarme mi camiseta?
-¿Que?¿Como?.
-Mi camiseta, esta ahí, a tu derecha.
-¿Que?
-Mi camiseta, ahí, a la derecha.
Reaccioné y miré a mi alrededor, hacia donde ella señalaba, vi un bulto rosa a pocos pasos, me acerqué a examinarlo, evidentemente había una camiseta tirada en el suelo, estaba mojada, empapada, me agaché y la cogí con la punta de los dedos, era una pequeña camiseta de chica, tenía un dibujo de trazos infantiles que me pareció una especie de cerdito alado, volví a mirar hacia arriba alzandola.
-¿Esto?
-Si, si, gracias, se me ha caído.
Me volví a quedar colgado sin saber que hacer, ella estaba demasiado alta para lanzarla.
-¿Que hago, te la lanzo?
-No, no, sube, joder, no tengo llaves y no puedo salir, por favor sube, es el tercero A.
-Vale.
-Gracias, es esa puerta, espera un momento.
Desapareció, yo me acerque a la puerta, aquello era extraño, quizás si que caían cosas del cielo al fin y al cabo. Me planté en la puerta y a los pocos segundos sonó el telefonillo, empujé y la puerta se abrió. Penetré en aquel portal, parecía un edificio viejo y algo cochambroso, el típico del centro, olía a humedad. Me detuve ante la primera prueba, ¿ascensor o escaleras? Opté por las segundas y comencé el ascenso, no se oían ruidos en las casas sólo la vibración de las bombillas, cuando llegué al tercero vi la luz de una puerta abierta al fondo, había alguien esperándome, una chica.
-Ja, ja, ja, joder muchas gracias tío.
-No hay de qué.
Le alcancé la camiseta, ella la alzó a la altura de su cara y la extendió frente a si.
-Joder, está empapada.
Aproveché que estudiaba su camiseta para estudiarla yo a ella, lo que estaba viendo me estaba dejando patidifuso. Ante mi se erigía una autentica diosa: Unos centímetros más baja que yo, delgada, con una impresionante melena ondulada color oro que le descendía como una cascada hasta el pecho, y que pecho, con la apretada camiseta de tirantes blanca que llevaba podía adivinar perfectamente los pezones que coronaban unos pechos de medidas perfectas, ni grandes ni pequeños, unos hombros y unos brazos finos y blancos como el marfil, ojos azules, pómulos altos, labios rosados que cubrían una dentadura perfecta, naricilla de ratoncito. Llevaba un pantalón de chándal de color negro con franjas blancas a los lados, mas bien ancho, que imposibilitaba hacer un examen tan profundo de la parte inferior como de la superior, no obstante parecía igual de exuberante, estaba descalza y podía ver asomarse los pequeños dedos de los pies perfectamente alineados, no solo el cuerpo era perfecto, destilaba una especie de halo de pureza, como una brisa que me golpeara en la cara, frescor. Nuevamente me quedé ahí sin saber que hacer.
-Muchas gracias, no podía bajar porque no tengo llaves, si se me cierra la puerta voy lista hasta que venga mi compañera de piso, llevaba ya un buen rato esperando a que pasara alguien, jijiji.....
Yo habría puesto un zapato en la puerta para evitar que se cerrase pero no se lo dije, no quería hacerme el listo.
-Bueno, me alegro de haber sido de utilidad.
-Joder me has salvado la vida.
-No creo que sea para tanto.
-Jijijiji, si lo es, adoro esta camiseta, imagínate que me la roban o algo.
-No creo que nadie te la robase.
-Bueno, tu no lo has hecho..... y me alegro.
Al decir eso me miró fijamente y sonrió de forma maliciosa, todo mi ser se estremeció ahogado en esos ojazos.
-Te gustaría pasar, estoy sola en casa, puedo ofrecerte una cerveza si quieres.
-Claro.
En ese momento mi vida se iluminó, ¡gracias, gracias oh señor! Sabía que estabas conmigo, sabía que no me dejarías, gracias señor de los cielos, amo de los vientos cuyas ráfagas arrojan al vacío camisetas de cerdos voladores que no pueden volar.
-Entra y cierra. - Sentenció.
Obedecí cual cachorrillo, ella caminaba delante sin mirarme, yo miré sus hombros, intenté adivinar su espalda oculta tras la cascada dorada y su culo oculto tras el pantalón negro, no me cabía duda de que serían perfectos como el resto, giro a la derecha entrando en una habitación, yo la seguía de cerca, hipnotizado por su brisa, me invadía su olor dulce, olía como huelen las chicas perfectas, a melocotón, a gominolas, a inocencia.
-Siéntate si quieres. - Dijo señalando una cama sin hacer, yo me senté en la punta, ella me acercó una litrona abierta que tenía encima de una mesa, se apoyó en ella inclinándose hacia atrás y cruzo los pies, en esa postura su pecho y sus piececitos se elevaban mirándome fijamente, yo no cabía en mi de gozo, abrí la botella y di un generoso trago, luego otro, se la devolví.
-¿Bueno y como se llama mi apuesto salvador?.
-Octavio
-¿Octavio?, vaya, jajaja, que nombre tan original.
-A mi no me gusta nada pero es el que me pusieron, mi tío se llamaba así, ¿y tu?
-Svetlana.
-Vaya, tampoco te quedas corta en originalidad.
-Bueno, es que soy rusa.
-Me lo imaginé, tienes un poco de acento, un acento precioso por cierto.
-Jijij, que majo eres, gracias.
-Jajaja.
-Te importa esperarme un momento, voy a por mas cerveza.
-No me moveré de aquí.
En cuanto salió de la habitación no pude reprimir más mi emoción y alcé los brazos al cielo en señal de agradecimiento, ¡una preciosa diosa rusa! Tenía que jugar bien mis cartas, aprovechar este repentino giro en los acontecimientos, debía emplear mi mejor léxico, no se podía escapar, esta no, ¡jamás! Intenté pensar en algo de lo que hablar, vamos a ver, ¿que sabía yo de Rusia? Pufff, poca cosa en realidad, no sabía nada de su política ni de la situación de la gente allí, me sonaba que no estaban demasiado bien las cosas, que había pobreza y represión, pero no convenía hablar de ello a ver si voy a entristecerla, está claro que si se ha ido de allí será porque las cosas no la irían muy bien, quizás padres y hermanos a los que echar de menos, duros inviernos, aunque, por otra parte si su historia es triste eso me daría pie para consolarla. Ya se, claro, alabaría la literatura rusa de la que por suerte sabía algo, Dostoievski, con el podía enrollarme un rato, desde luego, Tolstoi, Ostrovski, Chéjov....Si, alabaría las letras de su país lo cual la llenaría de orgullo y me valdría para hacerme el intelectual, luego mencionaría a Nabokov y la llamaría mi pequeña Lolita...jo, jo, jo......
Escuché que se acercaba por el pasillo, mi pequeña Lolita, pero lo que surgió por la puerta distaba mucho de la creación de Vladimir.
Me quedé de piedra una vez más, ante mi se alzaba un tipo, gigante cual oso salvo que sin pelo, con la cabeza rapada y cara de pocos amigos, era inmenso, se la marcaban todos y cada uno de los músculos del cuerpo, bíceps, tríceps, trapecios, deltoides, femorales......Me miraba fijamente con sus ojos azules, ¿no se supone que estaba sola? No había escuchado la puerta de la calle, tampoco venía de esa dirección, el gigante procedía del otro lado del pasillo, ya estaba allí, la que ya no estaba era Svetlana, era una puta encerrona.
-¿Que tal tío? Soy Octavio.
-Calla gilipollas y dame todo lo que lleves encima.
-Donde está Svetlana.
-Dame todo ahora.
Se acercó unos pasos, yo me levanté como si tuviera un resorte en el ojete, se acerco otro par de pasos, su enormidad absorbió toda la luz, tenía campo gravitatorio propio.
-Escucha tío, no tengo nada, me largaba a casa, no tengo ni un duro.
-Cazadora, cartera, móvil, dame todo ahora.
-Venga tío, no jodas.
-Entonces te lo saco a hostias.
Se abalanzó sobre mí y cual si fuera Neo en Matrix la realidad se ralentizó y con una pirueta imposible me escabullí bajo el, aterrizando con la cara contra la pared del pasillo, no sé de donde saque los reflejos, del miedo seguramente, el pánico hace que saquemos lo mejor de nosotros mismos, en mi caso fue una flexibilidad imposible y unos reflejos gatunos para evitar las zarpas de aquel oso de las estepas.
-¡Govniuk!
Salí corriendo como un loco, notaba que el gigante se daba la vuelta y me seguía pero preferí no mirar atrás, me concentré en la puerta de salida al final del pasillo, me abalancé sobre ella y giré el pomo, gracias a dios no estaba con llave. Me arrojé hacia el exterior bajando las escaleras como un poseso, ignoraba que pudiera ser tan veloz, ahora sabía sin lugar a dudas que tenía un par de testículos, podía notarlos en mi garganta, llegué abajo y abrí la puerta, no oía que me estuviesen siguiendo, no obstante no paré de correr, corrí calle abajo durante un buen rato hasta que la fatiga pudo conmigo, la cabeza me latía como una bomba hidráulica a punto de explotar, no podía respirar, me detuve agarrándome las rodillas y soltando un par de poderosas arcadas, miré tras de mí, no me seguían, la calle estaba en calma, gris y húmeda como antes pero en calma, me incorporé jadeando e inspeccioné mi cuerpo, si aquel mastodonte me hubiese arrancado un brazo no me hubiese dado cuenta hasta ese preciso instante, por suerte todo parecía en su sitio. Intenté caminar a prisa, notaba sombras amenazantes del este cerniéndose sobre mí, podía escuchar mi corazón.
Maldita sea, sales de casa buscando el amor, consumes el dinero en alcohol al no encontrarlo y ahora encima esto. Maldita ciudad, jodida y gris megalópolis llena de peligros y frustraciones, debería irme a algún sitio con playa.
La estación de autobuses estaba a tomar por culo, vi un chico frente a mí, cuando estuvo a mi altura me comuniqué con el.
-Perdona tío, ¿tienes un cigarro?
-No.
Continué calle abajo.
"Si en un garito lleno de chicas vas tranquilamente preguntando a cada una de ellas si se quiere acostar contigo alguna te acabará diciendo que si" Yo le llamaría el forcejeo bruto. Pero es verdad. Como si nadie lo hubiera intentado alguna vez en su vida. Mierda, tenemos que ir a buscarla a la tal Svetlana (Me enamoré de esa hija de puta) y que nos dé una explicación. Puede que mañana sea yo el que recoja la camiseta y reciba una hostia de los cojones. Supongo que el que recibió la hostia aquí fue el peruano fumatérico.
ResponderEliminarEn fin, esperemos que Octavio encuentre la misión a la que están destinada sus pelotas.
Un abrazo, man.
muy chulo, carlos, he subido un fragmento a hankover:
ResponderEliminarhttp://hankover.blogspot.com/2011/08/derrota.html
salud from hell
v