¿Qué empuja a alguien a
escribir? Supongo que las razones serán diversas. En mi caso en
concreto responden a una necesidad de expresar algo, ¿el qué? Eso
ya es más complicado.
No me puedo meter en las mentes de
los demás, pero la experiencia me hace sospechar que la gente siente
una necesidad intrínseca de expresarse, de plasmar su individualidad
de alguna forma y, por supuesto, una necesidad de ser aceptados para
(erróneamente) aceptarse a sí mismos. Eso podría explicar el auge
de las redes sociales donde la gente publica entradas sobre lo que va
a comer hoy o suben fotos de ellos mismos en cualquier tesitura,
buscando expresarse, reafirmarse y buscando de paso el comentario, el
“me gusta”, buscando en definitiva la atención, la aceptación.
La manera de expresar una angustia
interior de una manera un poco más compleja suele ser el arte, de
cualquier tipo.
En mi caso todo empezó en el
cole. Me dio por dibujar. Fueron mis primeras creaciones. No lo hacía
por la aceptación, ya que casi nadie veía mis dibujos ni yo me
molestaba en enseñarlos, era esa ebriedad de crear, de hacer surgir
algo que antes no estaba allí, algo que me expresase de algún modo,
que reafirmase mi existencia en este plano de la realidad por así decir. Al
principio solo dibujaba lo que me venía a la mente, sin conexiones,
más adelante intenté hacer cómics. Recuerdo la primera vez que
maté a un personaje. Joder, lo recuerdo como si fuese ayer, y yo
debía tener 11 años. Fue una sensación extraña, había creado un
personaje que venía a ser el prototipo de maestro del héroe de la
historia y en un determinado momento aparecía el malo de turno y con
un fulminante rayo láser surgido de su dedo le atravesaba el pecho
provocando el dolor y la ira del héroe, vamos, la típica historia
de venganza. Recuerdo estar dibujando esas viñetas. Mientras lo
hacía no le di importancia, pero cuando acabé y admiré mi obra me
sobrevino un peso moral, ¡yo era un asesino! Revisé las páginas.
Sí, me había cargado al pobre viejecillo. Ahí estaba, tan
tranquilamente en una viñeta y en la otra ¡zas! Rayo atravesando el
pecho, su cara de incredulidad, la sangre... Por una parte me sentí
poderoso, pero también culpable. Fue un inesperado trauma que me
enseñó el poder de la creación.
Lo de buscar la aceptación vino
más tarde, con los primeros picores de entrepierna provocados por
esa chica que parecía ser transportada por la divinidad. Ni siquiera
recuerdo ya su nombre, algo que me habría parecido imposible en
aquella época en la cual seguramente el mero sonido de su nombre en
cualquier contexto me habría hecho suspirar profundamente,
encogiéndome el estómago. Un nombre por el que habría matado, un
nombre que ya ni siquiera recuerdo. Sí, yo era un chavalillo de 13
años profundamente enamorado de una chica de clase a la que apenas
conocía. Era un chico tímido, delgado, feo, sin interés. ¿Cómo
podría alguien fijarse en mi?
Estamos hablando del año 93, y
por aquella época el no va más tenía un nombre: Guns n' Roses. Sí,
a aquella chica le encantaban, como a todos. Lo extraño es que no
babeaba por Axl, el cantante mojabragas, sino que babeaba por Slash,
el monstruo peludo encargado de la guitarra. En mi mente infantil la
cosa estaba clara, para ligarme a esa chica, para tenerla a mi lado,
necesitaba ser Slash. Por aquella época visioné una entrevista al
susodicho por la tele y aprendí otra lección aún más valiosa,
aunque no lo pensé en aquel momento. Resulta que el tipo, Slash,
acudió a la entrevista con un pedo de escándalo, con una botella de
Jack Daniel's en la mano, fumando Marlboros, con una maraña de pelo
que impedía que vieses su rostro, pantalones ajustados, camiseta
roída de vagabundo. La entrevistadora no sabía donde meterse, pero
resulta que ÉL era la estrella, y podía hacer lo que le saliese del
nabo. Nunca había visto tanta desfachatez por la tele, ese medio que
era como algo mágico e inalcanzable a los ojos de un niño inseguro
a comienzos de los 90, época más inocente que la actual, sin la
sobrecarga de información y la inmediatez que ha dado Internet. Lo
que me enseñaba Slash de manera inconsciente era: “Se puede ser
relevante sin dejar de ser uno mismo”. Pero bueno, como digo eso
vendría luego, yo solo quería estar con esa chica de nombre
desconocido, simplemente estar con ella, que me aceptase, era algo
más allá del sexo, algo mucho más inocente y puro. Resumiendo: me
compré una guitarra e intenté aprender a tocarla.
Cayeron los años, esa chica nunca
me hizo caso, vinieron otras, también desaparecieron sin mirarme.
Pero todo eso importaba menos porque había encontrado algo, la
música, que me llenaba de una forma que no había sentido antes
porque me permitía, en tiempo real, expresar todas mis angustias e
inquietudes simplemente poniendo unas notas tras otras, y escuchando
el resultado conocerme de alguna extraña manera, en una especie de
bucle conmigo mismo.
Me obsesioné con la música y con
llegar a hacer algo relevante. Ahí cometí un gran error. El arte ha
de nacer de la necesidad y la honradez. En el momento que te
obsesiona el reconocimiento y lo ansías prostituyes tus aspiraciones
y, por lo general, el regalo que viene con eso es la frustración.
Sería muy bonito pensar que cada uno tiene lo que merece y que el
trabajo duro da resultados, y aunque eso, en cierto modo, es cierto,
no implica para nada el reconocimiento. El reconocimiento depende de
la suerte y de la gente, y ambos se mueven por el caos. El hecho de
que haya tantos genios desconocidos como artistas mediocres adorados
por las masas reafirma mi teoría. Si tus aspiraciones a la hora de
crear son el reconocimiento en plan mediático y monetario amigo, te
sugiero que lo dejes, por tu bien y por el nuestro.
Total, que la música me salió
rana por obsesionarme, por buscar el reconocimiento y al no lograrlo
frustrarme.
Vino una época de cambios. Cambio
de ciudad, de estado laboral. Y pensé que me vendría bien un cambio
en mi manera de crear para airearme y no acabar quemado. Aparqué la
música un poco y me puse a escribir, algo que me había llamado la
atención hacía tiempo. Llevaba unos años leyendo, primero me
aficioné a la filosofía. Algunos me gustaban, como Nietzsche, Hume,
Schopenhauer, La Rochefoucauld, Marco Aurelio... Otros no los
entendía en absoluto, como a Kant o Heidegger, pero en cualquier
caso me resultaban lecturas estimulantes por cómo hacían que me
plantease las cosas. Tiré tanto por el lado “oficial” como por
la vertiente ocultista y mística: Levi, Ouspensky, Jodorowsky,
Blavatsky, Crowley... También textos religiosos, sobre todo
orientales, el Tao, los Upanishad, el Baghavad Guita, toda esa
mierda. Comprobé el afán por buscar un significado al mundo. La
gente llevaba siglos buscando respuestas, sacando conclusiones y
plasmándolas y seguramente todos estos pensadores no eran más que
unos zumbados, unos locos al margen, unos tipos del underground como
se puede comprobar en las divertidas anécdotas del libro Vidas de
los más ilustres filósofos de Diógenes Laercio. La narrativa
vino luego, empujado por los existencialistas: Camus, Sartre,
Unamuno, que cultivaban la filosofía pero también la narrativa.
Llegó Dostoyevski, el único escritor que me ha hecho llorar. Pero
fue con Bukowski cuando cambió todo. Por aquel entonces yo comenzaba
mi romance con el alcohol y las drogas, estaba atrapado en curros de
mierda, odiaba a la gente y leía a filósofos. En Bukowski encontré
un alma gemela, alguien que había recorrido esos mismos caminos
décadas antes y que encima hablaba de ello sin tapujos, ¡y
resultaba interesante! No eran necesarios personajes complejos ni
estructuras enrevesadas, no eran imprescindibles giros sorpresivos ni
escenarios de fantasía, de hecho todo aquello comenzaba a revelarse
para mi como algo superfluo, incluso nocivo. Se podía escribir sobre
la calle, sobre el bar de abajo, sobre los vecinos discutiendo, sobre
el vagabundo de la esquina que habla solo. Se podía hablar de todo
ello y reflexionar, siguiendo con esa búsqueda del significado,
incluso se podía emocionar. La literatura se me reveló como un
medio perfecto de expresión de inquietudes y a la vez de búsqueda
de respuestas. No era algo meramente contemplativo y etéreo como la
música, aquí podías plantearte preguntas concretas sobre la gente
y el mundo y plantear teorías al respecto. A los aspirantes a
escritores les asusta la falta de imaginación para crear
situaciones, historias, pero lo importante no es la forma sino el
fondo, se puede escribir sobre cualquier cosa, incluso sin ningún
hilo narrativo aparente, se puede meditar sobre lo cotidiano y hallar
lo universal en los detalles, de eso es un maestro Carver, otro que
me ayudó. El caso es que me vi con posibilidades de hacerlo, y como
quería alejarme un poco de la música pero seguía teniendo
inquietudes me puse a darle a las teclas a ver qué pasaba. Escribí
unas cuantas historias, cultivaba la ficción y la autobiografía, al
igual que Bukowski, pero aunque fuesen historias de ficción
intentaba que expresasen la realidad, me basaba en cosas que me
contaban, que leía, no quería fantasear demasiado porque al fin y
al cabo se trataba de buscar el significado de las cosas para poder
entenderlas y manipularlas. Le pasé las historias a los colegas, me
decían que no se me daba mal, así que seguí.
Un día buscando en la biblioteca
algo interesante que llevarme a casa di con un libro que no sabía
que existía, Resaca/Hank Over, una antología de autores españoles
actuales que rendían homenaje a Charles Bukowski. Como admirador de
la obra de Hank no dudé en llevarme el volumen para ver qué se
estaba cociendo en el mundillo. Como en cualquier antología había
de todo, algunos textos me parecieron muy buenos, otros mediocres.
Pero la sorpresa vino cuando al leer los créditos resultó que uno
de los artífices de la antología era Vicente Muñoz Álvarez, un
leonés. Como dije antes yo estaba en época de cambios, de
inflexión. Había dejado el grupo, el trabajo y me había cambiado
de ciudad. Había huido de Madrid para volver a León, mi lugar de
nacimiento, aquí me había dado por empezar a escribir, y resulta
que de repente encontraba un libro perdido, una antología sobre mi
autor favorito de narrativa y estaba perpetrado por un paisano. Eran
señales demasiado claras como para pasarlas por alto. Volví a la
biblioteca y busqué algún libro del tipo, tenían varios. Miré las
fotos de la contraportada, no me sonaba la cara del menda, pero
intenté recordarla porque estaba seguro de que en una ciudad tan
pequeña acabaría encontrándolo por algún bar y tenía intención
de que viese mis cosas y me diese su opinión. Por supuesto así pasó
poco después. Resultó que Vicente era un tipo muy cercano y amable,
me dio su dirección para que le mandase mis cosas. Le mandé un
relato bastante sórdido, autobiográfico, de mi época más jodida
con la cocaína, puro realismo sucio. Resulta que le encantó, lo
subió al blog de Hank Over y me animó a seguir.
El poder de alcance y
accesibilidad de Internet y las redes sociales también han sido muy
importantes, casi determinantes, para expandir mi visión. Creé un
par de blogs, un grupo en Facebook, les mandaba mis cosas a otros
escritores que iba descubriendo, ellos me mandaban las suyas, se
hacían proyectos digitales, se tramaban antologías, me pedían
textos para fanzines, compartían otros en blogs... Me metí en lo
que llaman underground. Ya escribí sobre el underground en otro
texto titulado Underground Manifesto,
está en mi libro y mi blog, si te interesa búscalo, paso de contar
lo mismo otra vez. La cuestión es que la bola siguió rodando
hasta que un día me
escribió Ricardo Moreno Mira para proponerme editar mi primer libro
en su recientemente creada editorial. Y bueno, ahora estoy tumbado en
la cama en calzoncillos, ligeramente resacoso, son las 17:48, no he
comido aún (me desperté a las 13:00) y tengo que acabar este texto
ya que es un encargo que debí entregar hace tres días. En un rincón
de mi habitación alquilada, en medio del desorden y la mugre, tengo
una caja de cartón con varios de mis libros que intento vender a los
incautos que me encuentro por los bares, siempre que me presentan a
alguien intento colarle un ejemplar, y bueno, a grandes rasgos esa es
la vida del escritor, o al menos es la manera en que yo he llegado a
ser un escritor, signifique lo que signifique eso, suponiendo que
signifique algo.
Me hacen preguntas a veces, que
cómo he conseguido publicar, que cuáles son mis técnicas de
escritura, que de dónde viene la inspiración... Yo qué sé
colegas, yo solo intento expresar algo, intento crear historias
entretenidas, fáciles de leer y que tengan algún significado, doy
mi visión del mundo y saco a la luz toda la miseria humana para que
nos avergoncemos de nosotros mismos e intentemos cambiar esta
sociedad enfermiza y nociva que hemos creado, no creo que sirva de
mucho, pero algo es. Me tomo la literatura un poco a coña, no quiero
obsesionarme como con la música, puedo pasar grandes temporadas sin
escribir, me hacen encargos a los que siempre llego tarde y pasado de
extensión, y me importa un bledo, de momento me ha salido bien y no
hay una explicación clara y determinante para dicho fenómeno.
Si planeas escribir hazlo desde el
corazón y no te preocupes de nada más, no te obsesiones, te vas a
comer los mocos seguramente. Que escribir no sustituya al vivir
porque entonces no tendrás nada que contar y lo que cuentes no
tendrá trasfondo, será una sombra, un castillo de cartón. Olvida
la pasta, aquí no la encontrarás, ni siquiera su rumor, los
escritores son unos muertos de hambre. Puede sonar la flauta, claro,
pero también puede tocarte la lotería algún día y si tus
motivaciones artísticas son la pasta mejor compra lotería, tienes
las mismas posibilidades y es menos agotador. Prepárate a penar y a
ser visto como un tío raro. Preparate para el nihilismo, el
pesimismo, el odio, la frustración, las facturas, la resaca, la
promiscuidad, la soledad, el vacío, el alcoholismo, la enfermedad,
la drogadicción, la locura, la angustia, el nerviosismo, el hambre,
las preocupaciones... Pero bueno, esas cosas te iban a tocar de todas
formas, lo que distingue a un creador es que sabe qué cojones hacer
con todo eso.
¿Lo sabes tú?
¿Lo sabes tú?
comentario: sí
ResponderEliminarMuy bueno.
ResponderEliminarEl final me recordó al pajaro azul de Bukouski.
ResponderEliminarSaludos
gracias y un saludo...
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