1.
La pequeña Claudia se sorbió los
mocos. Pero no debía de estar haciéndolo con suficiente fuerza ya
que inmediatamente volvía a notar esa masa acuosa taponando su
nariz. Probó de nuevo. El mismo resultado. Ya estaba cansada del
jueguecito, levantó el brazo y se limpió con la manga.
Volvió a fijar su atención en la
mesa y continuó donde lo había dejado.
El Gato Atigrado estaba
protegiendo a la Princesa Champiñón. Habían escapado de la cueva y
habían atravesado el lago a nado. Ahora estaban empapados, pero a
salvo, en la orilla.
-Muchas gracias Gato, sin ti no
habría podido romper la cuerda y no habría podido salir de la cueva
y no habría podido venir hasta la arena.
-Me gusta la arena, a los gatos
nos gusta la arena y nos gusta la Princesa Champiñón.
El Gato Atigrado se tumbó sobre
la arena y comenzó a girar sobre sí mismo bajo la atenta mirada de
la princesa que no paraba de reír viéndolo girar. De repente de las
profundidades del lago surgió el Pez Negro. El Pez Negro era en
realidad la caja de un teléfono móvil, pero su aspecto exterior no
era lo importante ahora.
-Hola, ¡os voy a comer! -dijo el
Pez Negro.
-No, no nos comas ahora -dijo la
Princesa.
Claudia volvió a notar algo
bajando por su nariz. Sorbió.
-Sí, tengo mucha hambre y os voy
a comer a los dos -dijo el Pez.
-Pero yo estoy muy duro, no soy de
nata -replicó el Gato Atigrado.
-Pero eres de leche y chocolate.
-No, mira -el gato comenzó a
golpearse contra la mesa-. Soy duro, muy duro.
-Vaya, es verdad -dijo el Pez con
desilusión-. A mi me apetecía leche con chocolate.
Las tripas de Claudia rugieron,
hermanándose con los pensamientos del Pez Negro. Claudia se limpió
la nariz con la manga y dejó a los protagonistas de la historia
sobre la mesa. Bajó de la silla y se acercó a su madre que estaba
en el otro extremo del salón revisando las facturas.
-Mami -dijo tirando de su brazo.
-Dime.
-Quiero leche con colacao.
-¿En serio?
-Por favor.
-¿Tiene que ser ya?
-Sí, tengo hambre -las tripas de
Claudia rugieron-. ¿Ves? No es mentira.
-Ay cariño... mira como tienes el
pelo, ¿qué has hecho?
-Nada.
-Con lo bien que tenías las
coletas... ven aquí anda.
Eva dejó la factura de la luz
sobre la mesita y arregló las coletas de Claudia. La pequeña
Claudia tenía un montón de pelo negro, rizado y rebelde.
-Quiero leche con colacao.
-Ahora vamos a ver qué hay,
espera un poco.
-¡Ay!
-No te quejes tanto.
-Jo.
-Ya está. ¿Ves? Mucho mejor.
-Aha.
Eva besó a Claudia en la frente.
-Venga, vamos a la cocina.
Eva abrió la puerta del
frigorífico, estaba casi vacío. Agarró el cartón de leche, pudo
notar que aún quedaba la mitad. Lo posó en la encimera. Cogió un
vaso limpio del fregadero y lo llenó.
-Un vasito de leche.
-Sí, con colacao.
-Con colacao.
-¡Yo lo cojo!
Claudia se acercó corriendo hasta
el mueble y cogió el bote de colacao.
-Jo, parece que no hay mucho.
-A ver cariño, traémelo.
-Toma.
Al abrirlo Eva comprobó que
estaba casi vació. Cogió una cucharilla y raspó como pudo, echó
todo en el vaso de leche y removió.
-Jo mamá, no había casi nada.
-Espera.
Eva volvió a abrir el bote y echó
en su interior la mitad del vaso de leche.
-¿Por qué haces eso mamá?
-Mira, si echas un poco de leche
aquí dentro y remueves... Consigues despegar todo eso que se queda
en los bordes.
-Aha.
Volvió a echar el contenido en el
vaso.
-¿Lo ves?
-Es verdad.
-Toma cariño.
-¡Gracias!
Claudia cogió el vaso con las dos
manos y le dio un buen trago.
-Mmm, qué rico -dijo sonriente y
con la boca manchada, luego la sonrisa desapareció-. Jo mamá, ayer
se acabaron las galletas.
-Ya lo sé cariño.
-Tienes que comprar cosas.
-En eso estaba pensando.
-¿Ah sí? ¿Vas a ir a comprar
cosas?
-Sí, pero necesito dinero.
-¿Y tienes dinero?
-No, ya se acabó.
-¿Y cómo vas a comprar cosas?
-Tendré que conseguir más.
-¿Más dinero?
-Exacto.
Claudia dio otro trago al vaso de
leche.
-Oye mamá.
-Dime.
-¿Por qué has sacado los
frascos?
-Me ayudan a pensar.
-¿Te ayudan a pensar?
-Así es.
-¿Esas cosas?
-Sí. A veces... Como ahora.
-Aha.
-Oye cariño, ¿por qué no te
llevas el vaso de leche a la mesa y sigues jugando un ratito mientras
mami hace cosas?
-¡Vale!
Claudia se alejó hasta la mesa,
dejó el vaso sobre ella y se subió a la silla. Allí la Princesa
Champiñón estaba en un serio aprieto.
Eva volvió a la mesita, se sentó
en la silla y se encendió un cigarro. Expulsó el humo y abrió otro
sobre. Era del administrador, amenazaba con emprender acciones
legales si no se ponía al día con la mensualidad. Dejó la carta
junto a la factura de la luz. Dio una calada y encendió el
ordenador. Había guardado tres anuncios en favoritos. No sabía por
cual decidirse, eran similares, pero había que pensarlo bien, elegir
el adecuado. Volvió a leer los tres un par de veces. Finalmente se
decidió por uno de ellos. Dio una profunda calada y arrojó el humo
contra la pantalla.
Se alquila habitación a chica
joven, en piso nuevo, zona centro. Habitación muy amplia y soleada,
con baño propio y wifi. Se alquila a cambio de sexo al menos dos
veces por semana. Hombre maduro, agradable y limpio. Interesadas
contactar a partir de las 20h.
2.
Eva comprobó la dirección un par
de veces antes de llamar al timbre.
-¿Si?
-Soy Eva.
-Sube.
El portal era enorme. Se dividía
en tres apartados, ella tiró hacia la izquierda. Llegó a los
ascensores, llamó y esperó. Al abrirse la puerta del ascensor vio
que había un enorme espejo en su interior. Entró y pulsó el 7. Las
puertas se cerraron y ella se giró para mirarse en el espejo. Estaba
radiante. Se había maquillado a conciencia para la ocasión, había
conseguido disimular totalmente sus ojeras gracias a un corrector
beige bastante bueno. Dudó un poco con los ojos, pero optó por una
linea de ojos discreta. Los labios rojos, por supuesto. Un ridículo
pitido le alertó de que estaba llegando al piso indicado, se giró.
Se retocó un poco la apretada falda antes de salir del ascensor.
Cuando llamó a la puerta el tipo
abrió enseguida. Rondaría los 50, era alto y corpulento, conservaba
el pelo, aunque con unas profundas entradas. Iba vestido de forma
informal pero se notaba que la ropa era cara, y parecía nueva. Se
había pasado un poco con la colonia, pero Eva se lo tomó como un
halago.
-Hola, por fin nos vemos. Pasa por
favor -dijo él mostrando una amigable sonrisa.
-Gracias.
Eva entró en la casa. Simplemente
viendo el tamaño de la entrada se imaginaba que el piso sería
bastante grande. El tipo cerró la puerta.
-Bueno, yo soy Enrique, encantado
de conocerte.
-Igualmente -Se dieron dos besos.
-¿Quieres ver el piso?
-Claro.
Enrique la llevó primero al
salón, era lo más impresionante, grande y luminoso. Estaba decorado
con gusto pero con poca personalidad. La limpieza era extrema, eso
podía significar que el tipo era muy ordenado o que se había hecho
una limpieza a fondo en la casa recientemente, seguramente las dos
opciones eran correctas. La terraza era grande y con unas excelentes
vistas de toda la ciudad, Enrique recalcó este aspecto e insistió
en salir fuera para mostrárselo. Sin duda no mentía. Eva se apoyó
en la barandilla y miró a lo lejos, hacia las afueras, hacia la zona
en la que se encontraba su pequeño piso intentando adivinar qué
estaría haciendo Claudia en ese momento.
-¿Te gustan las vistas?
-Sí, la verdad es que esta
terraza tiene que ser una pasada en verano.
-Lo es.
Siguió enseñándole el piso. La
cocina era moderna, había pocas cosas, se ve que Enrique no era muy
de cocinar. Ella podría preparar de todo ahí, se imaginó una buena
vida familiar, con un asado dorándose al horno y con Claudia
correteando por el pasillo. Salieron de allí. Continuaron por el
pasillo y Enrique abrió una puerta.
-Bueno, y esta sería tu
habitación.
-Vaya, qué grande...
-Sí, es casi tan grande como la
mía. Como verás hay de todo, por supuesto puedes cambiar la
disposición de los muebles si te apetece.
-Así está bien.
Eva miró a su alrededor y se
dirigió hacia la ventana, miró hacia el exterior. Notaba
perfectamente la mirada de Enrique a su espalda recorriendo
lascivamente su cuerpo. Se giró. La mirada de Enrique volvió
apresuradamente a una posición neutral.
-¡Me encanta! -dijo Eva luciendo
su mejor sonrisa.
-Me alegro, me alegro mucho.
-Sí, la habitación está genial,
y el piso es una pasada.
-Me alegra oírte decir eso. Si
quieres vamos al salón y hablamos un poco de las condiciones,
tranquilamente.
-Perfecto.
Volvieron al salón, Enrique le
hizo un gesto para que tomara asiento en el sofá. Ella lo hizo, se
sentó y cruzó las piernas de manera bastante sexy mientras miraba a
Enrique con sonrisa maliciosa, él respondió con una sonrisilla
nerviosa. Lo tenía en el bote y le encantaba esa sensación.
-¿Quieres que te traiga algo?
¿Vino? ¿Cerveza?
-¿Tienes zumos?
-Sí, ¿de naranja o de melocotón?
-Mmmm... melocotón por favor.
-Ahora mismo.
Enrique fue hasta la cocina,
intentando no caminar demasiado deprisa, se escuchó como abría la
puerta del frigorífico. Eva aprovechó ese momento de intimidad para
abrir su bolso y asegurarse de que todas las cosas estuviera a mano.
Enrique regresó con el zumo y un botellín de cerveza para él.
-Aquí tienes.
-Muchas gracias.
Abrió su botellín, le dio un
trago, lo posó en la mesa y se sentó frente a Eva. Sus miradas se
cruzaron y ambos soltaron una risita nerviosa.
-Bueno, ahora hablemos -dijo
Enrique tomando la iniciativa -. Verás, nunca he hecho algo así,
jajaja, no sé muy bien cómo empezar.
-Tranquilo. Yo ya he estado en
esta misma situación un par de veces.
-¿Un par? -dijo si ocultar su
asombro.
-Así es.
-Bueno... perdona, no pretendo
juzgarte, pero... como ya te digo esto es nuevo para mi.
-No te preocupes, dime simplemente
qué es lo que quieres.
-Bueno, verás, soy un hombre
ocupado. Trabajo mucho. No me quejo por ello, me gusta mi trabajo y
gano bastante dinero. Pero... ya sabes, luego llego a casa después
de un día duro y me siento solo. Busco un poco de compañía,
alguien que me de vidilla por así decir jajaja.
-Ya, te entiendo.
-No tengo tiempo ni ganas de salir
a conocer gente, ya voy para los 50 y todo ese rollo me cansa. Quiero
una compañera de piso con la que pasar algo de tiempo, charlar y
esas cosas.
-Ya, pero no buscas solo
conversación, ¿verdad?
-Bueno, claro, también tengo mis
necesidades. Pero como ya te he dicho dispongo de dinero, podría
recurrir a la prostitución si quisiera. Pero no es eso lo que busco,
quiero algo más íntimo, más personal.
-¿Buscas una pareja?
-No, no, tampoco es eso... No sé
bien cómo explicarlo... No busco una pareja, ni nadie que me cuide,
no te asustes. Tú... bueno, tú o la que sea, podrías tener tu
vida, quedar con quien quieras y hacer lo que quieras. Solo me
gustaría encontrar alguien a veces por casa, otra persona que ponga
algo de color en mi monotonía. Ya sabes, otro aroma, otro desorden
incluso jajaja... Y el tema del sexo... bueno, me avergüenza un poco
pedirlo así, está claro, pero creo que un par de veces a la semana
es algo normal, tampoco quiero abusar. No busco cosas raras, no soy
un pervertido, de hecho soy un tipo normal, de gustos sencillos,
romántico, atento, limpio... ya te digo que intentaría que fuese
algo natural y placentero para ambos.
-Suena bien.
-Entiendo que puede ser violento
para ti, pero quiero dejar claro eso, que no soy ningún pervertido
ni un tipo raro, me encuentro solo, eso es todo.
-No pareces mala persona.
-No, no lo soy, te lo aseguro.
Bueno, me has dicho que ya has hecho esto antes ¿no?
-Sí, unas cuantas veces.
-¿Y qué tal?
-Me he encontrado de todo.
-Vaya.
-Así es.
-Yo ya te digo, aquí vas a estar
a gusto, puedes disponer de la casa como quieras, yo trabajo todo el
día, tampoco te exijo que me esperes como un ama de casa, puedes
hacer tu vida, nos vemos de vez en cuando, charlamos de nuestras
cosas, podemos cenar juntos si se tercia, conocernos.
-¿Ha venido alguna más?
-Eh... sí, bueno, vino otra chica
hace un par de días.
-¿Y qué tal?
-Sinceramente no me gustó,
parecía una yonki.
-Bueno, yo no soy una yonki por si
te lo estás preguntando.
-Ya ya, no lo pareces. Verás,
tampoco estoy desesperado, no voy a meter a cualquiera en mi casa,
espero encontrar una persona normal, tampoco pido mucho.
-¿Podría ser yo?
-Claro, de momento pareces
bastante normal, y ni que decir tiene que eres muchísimo más
atractiva de lo que podría esperar, pero... permíteme una pregunta
que espero no te ofenda.
-Claro.
-¿Por qué haces esto? ¿Problemas
económicos?
-Claro, la crisis, la maldita
crisis, ya sabes...
-Sí, lo sé. Lo siento... Aunque
eso me hace ver que eres una persona normal. Ya te digo que intentaré
hacer esto lo más agradable posible para ti, por supuesto si no te
gusta puedes marcharte cuando quieras, sin rencores de ningún tipo.
-Nada hombre, tranquilo, me he
visto en situaciones mucho peores.
-Vaya, lo siento. Pero, entonces,
¿te interesa?
-Por supuesto.
-Vaya, me alegro. Me alegro.
-Enrique agarró el botellín y dio un trago victorioso mientras se
reclinaba en el sofá.
-Ponte de pie.
-¿Perdón?
-Levantate.
-¿Que me levante?
-Sí. Levántate, por favor.
-Sí, claro -Enrique dejó el
botellín en la mesa y se puso en pie.
-Jajaja, ven hacia aquí anda, no
muerdo, te lo aseguro.
Enrique obedeció como un perrillo
y comenzó a acercarse tímidamente hasta ella. Cuando estuvo a su
alcance Eva lo agarró del pantalón y lo atrajo hacia sí con un
poco más de energía. Ya junto a él puso el rostro a la altura de
su entrepierna. Acarició un poco el bulto del pantalón con su mano,
luego empezó a desabrocharle el cinturón despacio, mientras lo
miraba fijamente.
-Vaya, supongo que esto significa
que estás de acuerdo con el tema de la habitación.
-Claro, solo quiero echar un
vistazo a lo que tenemos por aquí.
Eva le desabrochó completamente
el pantalón y se lo bajó un poco, continuó acariciándosela sobre
el calzoncillo. Aquello empezaba a crecer. Enrique suspiró. Eva le
bajó el calzoncillo y la miro con ternura, luego a él. La acercó a
sus labios y le dio un par de besitos cariñosos en la punta. Él se
dejó hacer. Eva comenzó a pasar suavemente su lengua a lo largo del
miembro que empezaba a palpitar y levantarse, luego, suavemente,
deslizó la piel hacia atrás y se la metió en la boca. Comenzó a
succionar poco a poco. Enrique soltó un profundo gemido y echó la
cabeza hacia atrás, acercó una mano temblorosa hasta la cabeza de
ella y se puso a acariciarle el pelo cariñosamente mientras
disfrutaba del momento.
3.
La Princesa Champiñón y el Gato
Atigrado estaban tumbados en una verde colina mirando las nubes.
-¿Has visto esa? Es igual que una
gallina montando en bicicleta.
-Sí, y esas pequeñas de ahí son
sus polluelos que la siguen andando.
-Los tiene vigilados porque es su
mamá y nunca los dejaría solos.
-Con esos pollitos se podrían
hacer nuggets, muchos nuggets.
-¡Gato! ¡Como dices esas cosas!
Son sus pollitos, no te los puedes comer.
-Lo siento Princesa, pero es que
tengo hambre.
-Yo también.
Claudia escuchó en ese momento
como abrían la puerta de casa, debía de ser mami. Dejó al Gato y
La Princesa sobre el alfeizar de la ventana para que siguieran
contemplando las nubes y corrió a su encuentro. Mami llegaba cargada
de paquetes.
-¡Mami! ¡Mami!
-Hola cariño.
-¡Mami! ¡Que de cosas!
-Quita un poco cariño que me voy
a caer, déjame entrar.
Eva fue hasta la cocina y dejó
todas las bolsas en el suelo con un profundo suspiro, luego se dejó
caer sobre una silla. Claudia empezó a meter la cabeza en las bolsas
y revolver su interior.
-¡Claudia! Estate quieta, espera
a que lo guardemos todo.
-¿Qué has traído?
-Comida, que teníamos el
frigorífico temblando, ahora me ayudas a guardar todo y lo ves.
-¡Hala! ¡Galletas! ¿Puedo?
¿Puedo? ¿Puedo? ¿Puedo?
-No. Espera a que lo guardemos
todo.
-Por favor, por favor, por favor,
por favor.
-Bueno venga, pero solo un par que
vas a merendar ahora en un rato.
-¡Bien!
Mientras Claudia abría el paquete
de galletas Eva abrió su bolso. Sacó dos bolsas de plástico de su
interior, la grande la metió en la lavadora, la otra la posó al
lado del fregadero, la abrió y sacó un pequeño paquete de su
interior.
-¿Están ricas las galletas
cariño?
-Sí, son las de canela que me
gustan.
-Ya lo sé, por eso las he
comprado.
-¡Te quiero mami!
-Jajajaja. Oye cariño, ¿puedes
acercarme un frasco vacío del mueble?
-Claro mami.
Claudia fue trotando hasta el
mueble. Eva abrió el paquete, cogió el trozo de carne de su
interior, abrió el grifo y comenzó a limpiar la sangre reseca.
-¿Este te vale mami?
-Sí cariño, ese está bien,
cuidado no se te caiga.
-No.
Claudia le dio a su madre el
frasco de cristal.
-No comas más galletas que te
hinchas y voy a hacerte cruasanes de jamón y queso para merendar, ya
verás qué ricos.
-Hala, ¿cuando?
-Ahora mismo, cuando acabe con
esto.
Eva abrió el armario sobre el
fregadero y de la parte de atrás cogió una botella, la abrió y
vertió el liquido semitransparente en el frasco de cristal, cuando
estuvo lleno cogió el trozo de carne ya lavado y lo metió en su
interior. Observó cómo se sumergía y cerró el frasco con fuerza.
Lo alzó hasta la altura de su rostro y volvió a observarlo.
-Cabrones.
Eva se colocó el frasco en el
regazo y fue caminando hasta su habitación, Claudia se pegó a su
espalda y la siguió mientras se comía una galleta.
-Te he dicho que dejes las
galletas.
-Esta es la última.
Cuando llegó a su habitación Eva
colocó el frasco en la mesa junto a los otros, abrió su armario y
comenzó a colocar todos los frascos en su interior. Claudia se
acercó a la mesa y se puso de puntillas para poder mirar el nuevo
frasco de mami. Lo observó atentamente, esta era un poco más
pequeña que las demás.
-Mami, ¿por qué guardas estas
cosas?
-Son trofeos.
-¿Qué es un trofeo?
-Da igual, no los mires, ¿Quieres
el cruasán o no?
-¡Sí! ¡Sí! Quiero el cruasán.
-Pues ale, vete poniendo la mesa
mientras guardo esto.
-Voy.
Claudia se alejó al trote hacia
la cocina. Eva continuó guardando los frascos en el armario. La
Princesa Champiñón y el Gato Atigrado continuaban en la ventana,
mirando las nubes.
Eres patético. De verdad. No he leído nada más que la primera frase. "La pequeña Claudia se sorbió los mocos" ¿Cómo te atreves a escribir tan penosamente? Ahora que estoy comentando, también se asoma por aquí la última frase, como violándome. "La Princesa Champiñón y el Gato Atigrado continuaban en la ventana, mirando las nubes". ¿Qué demonios pretendes, qué quieres de mí? No pienso ceder a tus gilipolleces.
ResponderEliminarZ
cambia de camello...
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