Masaccio: Adán y Eva expulsados del Paraíso.

miércoles, 20 de diciembre de 2017

CRÍTICA: THE FACELESS - IN BECOMING A GHOST (2017)





      En los terrenos de la música extrema de corte técnico y progresivo es fácil caer en determinados niveles de caos sonoro de difícil acceso para un oyente de corte más convencional, de hecho muchas veces ahí está el encanto de este tipo de música y muchas de sus bandas. En pocas ocasiones se consigue esa «formula mágica» que hace que un tipo de música exigente y enrevesada pueda ser disfrutada también por públicos más casuales, este es el caso de bandas ya míticas como por ejemplo Dream Theater u Opeth.
Es mucho aventurar si The Faceless algún día compartirán el prestigio de las bandas citadas anteriormente, pero con este In Becoming a Ghost sin duda van por buen camino y ya se puede apreciar que Michael Keene, guitarrista, bajista, cantante y, en definitiva, cerebro de la banda, ha dado con el ansiado ingrediente secreto. Puede que en gran parte esto sea debido al larguísimo y accidentado proceso de composición y grabación que ha llevado este nuevo trabajo, una travesía de cinco años con abundantes cambios en la formación en los que sin duda Keene habrá tenido tiempo para darle vueltas a su propuesta sonora hasta pulirla al máximo.
Tras una breve introducción que parece sacada de una serie televisiva tipo En los Límites de la Realidad, nos damos de frente con la primera descarga, Digging the Grave, y con ella lo que será la tónica del disco: temas repletos de intrincados cambios de ritmo y tono, con espacio para el lucimiento de todas las partes implicadas, de una enorme precisión técnica y dificultad compositiva pero que, a pesar de ello, fluyen de forma segura y constante ante el oyente, que podrá sentirse perplejo, pero en ningún momento abrumado o con sensación de agobio, y así hasta llegar al final con The Terminal Breathe.
Nos encontramos ante un disco directo en el que la energía y la inspiración no decaen en ningún momento, esto se apoya en la sabia decisión de ser comedidos respecto a la duración de los temas ya que ninguno de los 10 cortes supera los cinco minutos, alejándose así de las alargadas sinfonías de las que hacen gala muchos grupos del estilo. De esta forma los poco más de cuarenta minutos del disco pasan en un suspiro gracias a la variedad compositiva de la que hace gala y la pericia para armar estos temas sin que ninguno de sus cambios, ni siquiera los más radicales, suenen forzados. La travesía fluye de una manera más tranquila y natural de lo que cabría esperar en unas aguas tan extremas, dejando así un buen sabor de boca ya en la primera escucha e incluso ganas de que se incluyesen al menos un par de temas más para poder seguir disfrutando. Desgraciadamente el placer se hará aún más corto para los incondicionales de la banda al incluir tres temas ya publicados anteriormente como singles, eliminando por tanto bastante el factor sorpresa, como tristemente viene siendo habitual en los recientes lanzamientos discográficos.
La espina dorsal de la banda sigue siendo el death furioso, de guturales y blast beats, por lo que quien busque agresividad en este disco no saldrá decepcionado, pero hay que apuntar que siguen la senda abierta en su anterior trabajo Autotheism por lo que entre medias de la violencia puedes encontrarte todo tipo de atmósferas más relajadas y ambientales con abundante presencia de voces limpias y suaves, así como delicados dibujos jazz, avant garde y partes djent al estilo de bandas como Periphery o Animals as Leaders. Esto los aleja del death más directo de sus inicios hace ya más de una década, pero como decimos no es nada que no se viese ya en su anterior trabajo.
El tercer tema, Blackstar, contiene algunos de los riffs y dibujos de guitarra con más gusto que un servidor ha tenido el placer de escuchar en todo este año. El quinto, The Spiraling Void (tema que ya pudimos escuchar en una versión con su anterior cantante cuando se publicó como primer adelanto hace ya la friolera de dos años) es todo un derroche, con un interludio de arpegios neo clásicos que harán babear a los guitarristas de la sala, de la misma forma que la base rítmica del este y el siguiente tema, Shake the Disease, tendrá a los baterías y bajistas sacando la libreta y el lápiz del bolsillo.
Con este trabajo impecable en cuanto a sonido y composición la banda demuestra que tiene calidad para subir peldaños, ahora necesita una formación estable y definida con la que sus seguidores puedan identificarse para elevarlos en popularidad y darles una cohesión y seriedad como banda que evite momentos incómodos como los de su esperpéntica cancelación en el pasado festival Knights of Metal de Barcelona, entre otros desafortunados incidentes.

En definitiva: este disco supone otro paso más en la trayectoria ascendente de The Faceless, y es que cuando lo único que se puede criticar de un disco es su corta duración (aún durando 40 minutos) está claro que nos hayamos ante un trabajo sobresaliente.


Texto publicado originalmente en la web musical Diablorock: 



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