Masaccio: Adán y Eva expulsados del Paraíso.

viernes, 18 de marzo de 2011

EL ENGAÑO

Sergio estaba sentado en una de las mesas de la esquina junto a Daniel, en un hueco oscuro, alejado del bullicio de la pista, un sitio en el que podían charlar tranquilamente.
Sergio necesitaba charlar con alguien en ese momento y Daniel era uno de los pocos amigos que le quedaban, los había ido perdiendo a todos. El tiempo pasaba y la cuadrilla había ido disgregándose, el había ido dejando a todos de lado por estar más tiempo con su amada Leticia. Era lo normal. Te enamoras y acabas pasando de todo el mundo, no te importa porque tampoco los necesitas, estás a gusto con tu pareja, solo quieres estar con ella y claro, al final los antiguos amigos o siguen tus pasos echándose novia y pasando a su vez de todo el mundo o pasan de ti como tú de ellos. En cualquier caso te acabas viendo solo. Sin embargo Daniel siempre estaba ahí, siempre había sido con el que mejor se había llevado y al único al que llamaba de vez en cuando. Daniel no se mostraba rencoroso porque hubiese pasado de ellos, siempre que Sergio le llamaba estaba dispuesto a quedar, por mucho tiempo que hubiese pasado desde la última vez, siempre estaba ahí para tomarse unas cervezas, ponerle al día de los demás y echarse unas risas recordando viejos tiempos, todo un amigo.
Daniel no se había echado novia, seguía como siempre, saliendo y desparramando, no tenía la más mínima intención de sentar la cabeza, o eso parecía. Cuando quedaban le contaba un montón de historias locas de sus últimas correrías, todo parecían aventuras y emociones, juergas infinitas llenas de situaciones surrealistas, orgías de alcohol, drogas y mujeres, resacas y locura al ir de empalmada al trabajo. Sergio le escuchaba hipnotizado y, a veces, sentía una gran envidia, se ponía melancólico y empezaba a recordar con el antiguas aventuras nocturnas, pero sus recuerdos eran más confusos y lejanos, el ya estaba en otra parte muy distinta en el juego de la vida.
- Joder, que envidia me das - Decía mirando los hielos de su copa girar.
- Bueno, nosotros hace ya mucho que estamos en niveles distintos y no es ni mejor ni peor, yo a veces también te envidio a ti.
- Venga ya, tú eres libre, puedes hacer lo que quieras.
- Si bueno, pero, ¿sabes? A veces también estoy un poco harto de todo esto.
- ¿En serio?
- Claro joder. Tengo 31 años, ya no aguanto este ritmo como cuando teníamos 16 y podíamos con todo. Las resacas duran más y la locura es mayor. Estoy cansado y me siento solo. Todas mis relaciones son vacías. Vale, es cierto, me follo a muchas niñas, lo cual no está nada mal, pero luego no queda nada, y llegara el momento en que ya no pueda engañarlas. Cada vez que voy por ahí me da la impresión de ser un viejo sátiro, me siento mayor. Cuando te veo con Leti me da mucha envidia, sois uno, tenéis vuestros códigos, vuestras bromas privadas, se ve la complicidad de los años que lleváis juntos y, sobre todo, tenéis ilusiones y planes. Yo me lo he pasado muy bien, joder que si, ¡que me quiten lo bailao! Pero tampoco quiero acabar con 40 tacos rodeado de niñas voladas de éxtasis pagándoles las copas para intentar meter mi arrugado apéndice en su lozanía.
- Sí, bueno, la verdad es que tienes razón, pero tampoco es oro todo lo que reluce.
- ¿Que quieres decir? ¿Que discutís de vez en cuando? Eso es lo más normal del mundo joder, todo el mundo discute de vez en cuando.
- ¿Sabes? Últimamente estoy muy rayado.
- ¿Por?
- No sé, creo que Leti me engaña.
- Venga ya, eso no puede ser.
- Te lo digo en serio, me oculta algo.
- Paranoias tuyas, mira, te lo digo en serio, jamás he visto a ninguna pareja como vosotros dos, sois como los jodidos Romeo y Julieta, veros juntos es creer que el amor existe, ya te lo he dicho antes, yo te envidio. Esa chica te quiere, te quiere muchísimo y sé que tu a ella también, a pesar del tiempo que lleváis juntos yo no he visto más que crecer vuestro amor, además, ahora con la casa y eso... Vamos, yo siempre que estoy con estos lo hablamos y estamos seguros de que en breve os veremos casados y con hijos.
- Ya, pero, no sé, no sabría explicártelo, noto que algo pasa, algo extraño, esas cosas se notan.
- Bah, es el alcohol que se te sube a la cabeza, por cierto, estas bebiendo mucho no crees, ¿no lo habías dejado?
- Si, pero me apetecía agarrarme un pedo, joder que parezco una monja, por eso te he llamado.
- Si, hacía mucho tiempo que no nos veíamos pero pensé que solo querías disfrutar de mi compañía, jajaja.
- Y lo hago tío, joder Dani, eres el único colega que me queda y como ya te he dicho las cosas no van del todo bien.
- Bueno tranquilo, estoy aquí, todo se arreglará, voy a por otras dos, ¿vodka?
- Si tío.
Daniel se levantó de la mesa y trató de llegar hasta la barra, había bastante gente en el local. Antes de llegar alguien le dio un fuerte tirón de la camisa, Daniel se giró bruscamente dispuesto a meterse en movida si fuese necesario, era un chico impetuoso y no le tenía miedo a nadie pero se relajó bastante al ver que el tirón provenía de una chica que le sonreía con malicia. Era Sandra, una preciosa cervatilla de 17 años con la que Daniel se había acostado un par de veces, una chica alta y rubia, con el pelo corto y alborotado, cuello de cisne y unos profundos ojos azules, llevaba un vestido negro ceñido que explotaba bastante bien los increíbles atributos con los que la madre naturaleza había tenido a bien dotarla, parecía tener más edad de la que tenía, ¿por qué cada generación crecía mas rápido que la anterior? Los milagros de la alimentación y la evolución quizás, de cualquier modo Sandra era la típica chica capaz de hacer estremecerse a varias generaciones distintas de hombres. Daniel la saludó efusivamente, era una agradable sorpresa encontrarse con ella allí y la sangre no tardo mucho en bajarle de la cabeza al pene engordando este mientras avanzaban en la conversación.
Sergio observaba todo esto desde el sitio en el que le habían dejado y no paraba de pensar en su Leti, ¿qué estaría haciendo ahora? ¿Estaría con otro? Habían tenido una amarga discusión y Sergio se largó de casa dando un portazo y dejándola allí sola, luego se había apresurado en contactar con Dani para que le distrajera un rato, un compañero, un amigo, alguien para distraerse un poco, charlar, tomarse algo y olvidar. No es extraño pensar que ella hubiese necesitado lo mismo, quizás había llamado a alguna de sus amigas. Ella tampoco tenía muchas amigas. Ambos habían hecho lo mismo, encerrarse en ellos mismos, en su relación perfecta, descuidando las antiguas amistades sin pensar en lo que pasaría cuando las cosas fuesen mal. Ella de vez en cuando quedaba con Virginia, una antigua amiga de los tiempos del instituto para ir a los centros comerciales, Sergio odiaba los centros comerciales así que no era apropiado ir con él a esos sitios, en cambio Virginia era la compañera ideal, se probaban ropa, tomaban café y hablaban despectivamente de los hombres.
El alcohol estaba afectando a Sergio. La cabeza empezaba a darle vueltas. Ya no era el de antes, ya no tenía 17 años, era un treintañero al borde del matrimonio y había perdido mucha forma. Fue Leticia la que le había hecho dejar de beber, y se lo agradecía profundamente. Cuando lo encontró, Sergio era lo que podría considerarse un alcohólico. Bebía hasta perder la consciencia, lo cual le acarreaba muchos disgustos, aunque a él le daba igual, cuando eres un joven soltero vives como si el mundo fuera a acabarse mañana, aunque bueno, si no fuese por su alcoholismo nunca se habrían conocido. Leticia trabajaba de camarera por aquel entonces, era la camarera de uno de los sitios a los que acudía Sergio con sus amigos para comenzar la noche. Leticia, como todas las camareras, estaba acostumbrada a recibir toda clase de piropos por parte de la clientela y más aún a medida que estos se emborrachaban más y más, no siempre era agradable, está claro, pero era su trabajo y tenía que soportarlo, y lo hacía estoicamente. Cuando vio a Sergio le gustó al instante, físicamente era el tipo de chico que le gustaba, además era muy educado, aparecía por ahí casi todos los fines de semana con sus amigos pero el, a diferencia de sus amigos nunca intentaba ligársela ni la lanzaba piropos cada vez que le pedía algo de beber, eso la gustó ya que lo alejaba de los típicos babosos de barra.
Un día llegó la noche de reyes y en el garito hicieron la típica fiesta. Ella se arregló un poco más de la cuenta, lo decoraron todo de forma especial, compraron roscones etc...Leticia ya estaba cansada, esas fechas eran las más duras en su profesión, en unos cuantos días tenías que enfrentarte a navidad, Nochevieja y reyes y si para una persona normal ya es duro imaginaos para una camarera que tras las obligaciones familiares luego tiene que ir toda la noche a servir copas a miríadas de gente ansiosas de fiesta, estaba deseando que pasase la noche de reyes, la última fiesta gorda, y todo volviera a su normalidad.
Estaba ahí, recogiendo y sirviendo cuando Sergio entró al local con sus amigos, al ir a pedir notó que Sergio la miraba de una forma más intensa que otros días, cuando fue a darle el cambio el le cogió de la mano.
- ¿Sabes? Hoy estás preciosa.
- Vaya......jeje....muchas gracias.
Sergio la soltó y llevó las copas a sus amigos, no volvió a decirla nada, ni siquiera volvieron a cruzarse sus miradas, no obstante Leticia se había quedado abrumada, está claro que no fue ni el primer ni el último piropo que recibió esa noche, de hecho la frase de Sergio ni siquiera había sido muy original, pero el tono de voz y su mirada al pronunciarla la dotaban de una sinceridad sin igual que estremecía a Leticia e hizo que no pudiera quitárselo de la cabeza en toda la noche.
Sergio no estuvo mucho tiempo allí, él y sus amigos se fueron al cabo de un par de rondas. Siempre hacían lo mismo, empezaban allí y luego proseguían su peregrinaje etílico en otros lugares, pero para sorpresa de Leticia, varias horas después, cerca ya del cierre, el volvió, y volvió solo. Ya no había casi nadie en el local. Sergio se acercó tambaleándose a la barra, ella nunca le había visto así, estuvo a punto de caerse por dos veces pero finalmente consiguió llegar.
- Eeeee..... Un voozka coom zumo de piñaa.....por favor.
- ¿No crees que ya has bebido demasiado?
- ......Mmmmm....Seguramente...mmmm...peroooo......quería tomarme la última aquí......contigo.
- Lo siento, pero no puedo servirte, estamos cerrando, vete a casa.
- Nooo......pooor favor......la última.
- No, lo siento.
- En...tonces....un chupito, por favoooor, tomate un chupito conmigoo.
- .....Pfff....de acuerdo, pero prométeme que luego te irás a casa.
- Lo prometo - Dijo Sergio levantando torpemente su mano derecha. Leticia fue a por la botella y sirvió dos chupitos de vodka, Sergio levanto el suyo mirándola fijamente y derramando parte del contenido.
- !!!Pooor ti¡¡¡ - Balbuceó, luego ambos se lo bebieron de un trago.
- Bueno, ahora vete a descansar, mañana será otro día.
- Graciias....haasta otraa.
Ella miró como se alejaba por la puerta, a punto estuvo de caerse otra vez, le dio bastante lastima, luego salió por la puerta y ella continuó recogiendo. Estaba ansiosa por irse a su casa y descansar por fin. Después de recoger, hacer la caja y brindar con sus compañeros de trabajo deseándoles felices fiestas Leticia por fin puso rumbo a su casa, había amanecido hacía un rato. Cuando Jorge, el de seguridad, la abrió la puerta, salió a la calle y vio sorprendida como Sergio yacía inconsciente a unos metros de la puerta, se acercó a él e intentó reanimarle.
- Oye....oye.... ¿Estás bien?
- Grrmmmmmpfffffffff........
- Venga, venga chico levanta, no puedes quedarte ahí.
Sergio abrió un poco los ojos y su mundo se iluminó al verla, no estaba seguro de estar despierto ni de lo que estaba viendo, quería levantarse, decir algo y no dar esa pésima imagen ante su amada camarera pero su cuerpo ya no era suyo, pertenecía al señor vodka y el señor vodka opinaba que era mucho más entretenido tirar de sus hombros hacia el suelo y meterle un par de dedos en la boca para impedirle pronunciar las palabras.
- ....Burreffff....yoo bieen....tranmpquila.
- Venga hombre, intenta levantarte, no puedes quedarte aquí tirado, hace mucho frío.
Sergio lo intentó, lo intentó con todas sus fuerzas y consiguió erguirse un poco, luego, con la ayuda de Leticia pudo incorporarse del todo y fue aún peor. Sergio creía estar en una roída balsa de madera en medio de una tempestad en mitad del océano y al intentar dar el primer paso se derrumbó por completo, Leticia intentó agarrarle y casi cae ella también, no obstante consiguió mantener el equilibrio.
- Grueee.....déjame....yo bien...necesito sentarmee....un ratooo.
- Joder......no puedo dejarte ahí tirado.
Sergio levantó la mirada y clavó sus ojos, llorosos e inyectados en sangre, en los de ella. Leticia se sintió intimidada y apenada ante la intensidad de esa mirada que reflejaba una gran angustia y soledad y, a la vez, un gran agradecimiento.
- ......erefff...un ángel....tranquila ángel miiooo....déjame....pffffff, yo stare bien en un rqato.
Leticia dudó, pero, ¿qué podía hacer? No era capaz de cogerle en brazos y llevarle a casa, además estaba cansada y se quería ir.
- ¿Estarás bien?
-.........tranquilaaa...no te preocupehff por mí.
Leticia se incorporó y se marchó rumbo a su casa. Se giraba cada pocos pasos y siempre veía la misma imagen de Sergio sentado en el suelo con la cabeza apoyada en los brazos como queriendo encogerse cada vez más y desaparecer. Un par de veces se detuvo pensando si volver a su lado, pero continuó su camino y la figura de Sergio se hacía cada vez más pequeña en la distancia para acabar finalmente desapareciendo cuando ella dobló una esquina. Cuando por fin llegó a casa se quitó los jodidos zapatos de tacón rojos que la habían estado mortificando toda la noche y se tumbó en su cama mirando al techo, quedándose totalmente inmóvil, notaba el cansancio en cada fibra de su cuerpo y se sentía incapaz de levantarse para desvestirse y quitarse el maquillaje, optó por quedarse así de momento, colocó los brazos sobre su cabeza a modo de almohada y cerró los ojos. Por alguna razón la imagen de Sergio acudía a su mente, no sabía muy bien por qué, era un jodido borrachín, uno más, pero por alguna razón le caía bien sin apenas conocerle, pensaba en cómo le había dejado en la calle y deseaba que no le pasase nada malo, así, con su imagen en la cabeza acabó quedándose dormida vestida.
No volvió a ver a Sergio hasta unos días más tarde, el siguiente sábado, apareció como siempre acompañado de sus amigos, se acercó a pedir a la barra.
- Dime.
- Oye.....eeee....te portaste muy bien conmigo el otro día y quería agradecértelo.
- Vaya, te acuerdas, no parecía que te enterases mucho de lo que pasaba a tu alrededor
- Si, ya, se me suele ir la mano.
- Bueno, veo que al menos saliste vivo.
- Si, me desapareció el móvil, pero aparte de eso no tengo nada más que lamentar.
- Bueno, así aprenderás a no beber tanto.
- Ya.
- ¿Qué te pongo?
- Un vodka con zumo de piña, un cacique con Coca-Cola, un Barceló con limón, y dos tercios por favor.
Leticia sirvió con soltura lo que le habían pedido, Sergio la observaba, pensando en algo que decir, le parecía la criatura más hermosa que había visto nunca y sabía que tras su patética actuación del otro día sus ya de por si pocas oportunidades habían menguado hasta la nulidad, después de cobrarle Leticia le dedicó una última frase.
- Bueno, ten cuidado esta noche ¿vale?, no quiero tener que volver a verte tirado en el suelo cuando salga.
- Lo intentaré.
- Prométemelo - Esa repentina preocupación pilló por sorpresa a Sergio que por un momento no supo que contestar, por suerte reaccionó.
- Te lo prometo.
Leticia se alejó a servir a otros y él se quedó un momento observándola hasta que uno de sus amigos empezó a lanzar improperios por la tardanza de la bebida, llevó los brebajes a sus amigos y empezaron a beber y hablar de sus cosas, cuando terminaron se largaron a otro sitio.
Leticia se quedó ahí como siempre, aguantando a borrachos, sirviendo copas, recogiendo copas, saludando a algún amigo ocasional, cobrando, como todas las noches. Estaba un poco quemada pero aún aguantaba, tarde o temprano tendría que cambiar de curro pero de momento se veía con fuerzas de aguantar, además tenía aversión por madrugar y en este curro no se le exigía eso.
La noche pasó como casi cualquier otra, normal de gente, solo una pelea, en fin, del montón, varios chicos habían intentado ligar con ella pero ninguno la había dicho ninguna burrada, ahora solo esperaba a que pasase un poco más de tiempo y llegase la hora del cierre, estaba apoyada en la barra fumándose un cigarro y observando a la poca gente que quedaba a esas horas cuando vio que la puerta se abría y entraba Sergio, su paso era mucho más firme que la última vez.
- Hola ¿qué tal?
- Bueno, aquí, esperando ya para acabar ¿y tú?
- Normal, ya se han largado todos pero a mí me apetecía tomarme la última aquí.
- Bueno, al menos tienes mucho mejor aspecto que la última vez.
- Si, hoy no me he pasado, te lo prometí.
Tras decir esto se quedaron mirándose y surgió un pequeño momento de incomodo silencio.
- Bueno, y, ¿qué te pongo?
- Ponme una cerveza, y si quieres tomarte un chupito conmigo.....
- Claro, ¿vodka?
- Perfecto - Ella se alejó y volvió con las bebidas, se repitió el ritual, por suerte Sergio se sentía más dueño de la situación que la última vez.
- ¡¡Por ti¡¡
- jeje...no, por ti.
- ¿Cuánto es?
- Déjalo, invita la casa.
- Vaya, gracias, oye....... ¿qué haces al salir de aquí?
- Irme a casa.
- ¿Me dejarás que compense tu amabilidad invitándote a desayunar antes de que te vayas?
Leticia no estaba muy segura, se lo pensó un poco pero acabó aceptando. Sergio continuó ahí esperando a que ella terminara, bebiéndose su cerveza, no se imaginó la de cosas que tienen que hacer tras cerrar las puertas, todo el rollo de recoger, hacer caja, ordenar, despedirse, la espera se le hizo eterna y le dio tiempo a tomarse dos tercios. Finalmente el ansiado momento llegó cuando Leticia se aproximó hasta el enfundada en un abrigo negro.
- Bien, ya estoy.
- Vaya, ya era hora.
Ella se despidió de sus compañeros y se aproximó a la puerta, se quedaron un momento esperando a que llegara Jorge con las llaves, finalmente llegó y abrió la puerta, detuvo a Sergio impidiéndole pasar y le echó una mirada amenazadora, Jorge era un gigante que daba bastante miedo.
- Como le hagas algo a mi princesita no volverás a ver la luz del sol ¿capici?
- Vale tío, tranqui
Leticia intervino abrazando a Jorge.
- Te quiero grandullón, nos vemos el jueves, cuídate.
- Cuídate tú que eres más pequeña y mucho más guapa.
Por fin salieron de ahí y se fueron a una cafetería no muy lejana. Había algo de gente, todos jóvenes que volvían de fiesta tras la juerga, consiguieron encontrar una mesita alejada del bullicio, pidieron cafés y unas tostadas, comenzaron a hablar animadamente, Sergio la agradeció el detalle de la otra vez y la conversación derivó hacia la bebida y sus problemas, al ser camarera Leticia había visto muchas cosas y aconsejó a Sergio que se moderara, él le dio la razón pero le explicó que por lo general solía pasarse de la cuenta. Intentaron averiguar por qué.
- La soledad, supongo, el hastío - Fue la conclusión de él.
- El hastío por qué.
- Por una vida vacía y solitaria, haber crecido sin padre, yo que sé.
- ¿Creciste sin padre?
- Si, nos abandonó, supongo que un psicólogo achacaría muchos de mis problemas a esto, también el haberme cambiado mucho de domicilio cuando era pequeño.
- Venga ya, no vayas de victima anda, si tu vida está vacía busca algo con lo que llenarla.
- El alcohol.
- Algo que no vaya a matarte.
- Con alguien como tú a mi lado todo sería mucho menos duro.
- Vaya, que halagador.
Había química entre ellos, eso sería evidente para cualquier observador exterior y por supuesto era evidente para ellos, se gustaban. La conversación cambió, empezaron a informarse sobre sus respectivas vidas, sobre su pasado, lo que esperaban del futuro, sobre sus sueños y lo difícil que parecía alcanzarlos. Hablaron de familia, amigos, hobbies... La conversación resultaba fluida, como si hubiesen estado esperando largo tiempo para hablar entre ellos y tuvieran grandes cosas que contarse, reían, opinaban, se atropellaban uno al otro. Cuando se quisieron dar cuenta llevaban allí casi dos horas, los grupos de jóvenes borrachos ya se habían largado a dormirla y el bar estaba mucho más tranquilo, el ambiente más intimista dio lugar a confesiones más intimas por su parte.
- Siempre me has gustado bastante y ahora al hablar contigo me gustas cada vez más - Dijo Sergio en un arranque de valor.
- Vaya, nunca has intentado ligar conmigo ni me has piropeado como tus amigos.
- Supongo que no me atrevía, siempre me has parecido tan inalcanzable....
- Pues no lo era porque, ¿sabes qué? Tú también me has gustado desde la primera vez que te vi.
Y como no podía ser de otra forma tras este tierno intercambio de frases se dieron su primer beso. Fue un momento muy intenso para ambos, no era el típico ligue que surge de repente una noche, estos dos llevaban mucho tiempo esperando que llegara este momento y su intensidad no decepcionó a lo que ellos habían imaginado tantas veces que sería, después de un par de besos prolongados y un tierno abrazo decidieron que era el momento de irse a casa. Sergio, como buen caballero, la acompañó hasta la puerta, aunque quizás sus intenciones no fueran tan caballerosas ya que albergaba la esperanza de culminar la faena. Siguieron los besos y abrazos en la puerta de casa aumentando la tensión sexual entre ambos y aunque Leticia tenía tantas ganas como el de llevárselo a la cama tenía la costumbre de no hacerlo en la primera cita, para desgracia de Sergio, y con una gran fuerza de voluntad se negó a dejarlo subir despidiéndose de el con un tierno beso.
Después de aquella noche empezaron a quedar regularmente y los fines de semana Sergio siempre iba a buscarla a la salida del garito, acabó haciendo muy buenas migas con Jorge el grandullón.
Al salir Leticia del curro siempre iban a desayunar. Acabaron acostándose, por supuesto, y fue el sexo más placentero e intenso que ninguno de los dos había experimentado jamás. Poco después formalizaron su relación presentándose a sus diversas amistades y familiares, y así, poco a poco, cuando quisieron darse cuenta estaban celebrando su primer aniversario. Tomaron como fecha la noche de reyes, aquella en la que un Sergio beodo y con aliento a pota la comparó con un ángel salvador, y no sin razón. Tras un par de discusiones por sus costumbres etílicas Sergio acabó moderando su consumo, tampoco le costó tanto como pensó en un primer momento, al fin y al cabo, su vida ya no estaba vacía.
A mediados de su segundo año de vida en común y poco después de irse a vivir juntos a un pequeño piso surgió la primera crisis.
Leticia estaba ya completamente quemada de currar por las noches, ya no aguantaba tan bien a los borrachines que alababan su belleza (los más discretos) o directamente sus melones (los más atrevidos), además no soportaba estar currando mientras Sergio salía de fiesta con sus amigos, confiaba en él y en su fidelidad pero cada vez la costaba más, al fin y al cabo el mundo estaba lleno de zorras, aunque no solo era el tema de los posibles cuernos lo único que la amargaba, vivía al revés del resto de personas, trabajaba mientras los demás disfrutaban y ya estaba harta de eso, ella también quería salir algún día y pillarse el pedo con su novio, ir a cenar y al cine, o una velada romántica en casa, así que tras mucho pensarlo y con el apoyo de Sergio dejó el trabajo y empezó a buscar otra cosa. Acabó trabajando en una tienda de ropa primero y tiempo después en una de cosméticos, y aunque tampoco lo consideraba la perfección laboral al menos se sentía más a gusto con ella misma y con su pareja. Por aquel entonces Sergio trabajaba de delineante en una oficina y aunque a ella le tocaba currar algún finde que otro al menos podían hacer una vida más en común. Ahí fue cuando ambos empezaron a basarse el uno en el otro perdiendo así muchas de sus amistades, pero no les importaba, era un sacrificio menor, querían estar juntos todo el tiempo, estaban enamorados, ¿quién podría reprocharles nada?
Todo mejoró cuando ella se puso a estudiar y acabó sacándose unas oposiciones. Ahora era una funcionaria, tramitador procesal era su cargo, resumiendo, arreglaba papeleos en un juzgado. Ahora con los dos asentados laboralmente la vida era tranquila. Visitaron varios países en vacaciones y disfrutaban de su tiempo juntos. Superaron la barrera psicológica de los tres y los cuatro años juntos y siguieron adelante queriéndose cada día más.
Por fin ahorraron un poco de dinero y se metieron en una hipoteca, compraron un precioso chalet a las afueras de la ciudad, con dos plantas, garaje, buhardilla y un pequeño jardín donde esperaban ser felices y formar una familia. Al llevar tanto juntos el tema del matrimonio y los hijos ya estaba saliendo con fuerza en todas las conversaciones y aunque Sergio al principio no estaba muy por la labor acabó cediendo.
Pero, de repente un día ella empezó a comportarse de una forma un tanto extraña, surgió en ella un repentino interés por el pasado de Sergio, a pesar de que el ya le había contado toda la historia de su vida. Por su parte el notó que un par de veces cuando ella salía le mentía sobre el lugar al que se dirigía, y así llegamos hasta donde le habíamos dejado, esto es, bebiendo de nuevo junto a Daniel, con la cabeza de nuevo dándole vueltas y madurando pensamientos extraños.
Mientras miraba a Daniel, que era todo un dandi, riendo junto a su amiguita menor, la exuberante Sandra, no podía evitar pensar que alguien parecido se había aparecido en la vida de Leticia haciendo que se replanteara su vida junto a él, susurrándole bellas palabras al oído y estremeciéndola con nuevos trucos sexuales, claro, ya eran muchos años, mucha monotonía, el ya estaba "pasado" y cuando vio cómo Daniel apretaba el prieto culito de Sandra acercándola hacia sí e introduciendo su lengua en la de ella ya no pudo soportarlo más, explotó, se levantó de la mesa y fue hacia el dando tumbos.
- Dani...tío, me largo de aquí.
- ¿Qué? Venga ya, la noche es joven.
- Que va, ya es tarde y no me encuentro bien, me voy a casa.
- ¿Seguro?
- Si, seguro, además....Necesito aire, creo que voy a potar.
- Yo me quedaré un rato aquí con esta chiquilla, me la voy a llevar a casa, es una maquina ¿sabes? Jodidas crías, cada vez crecen antes, jejeje, un par de copas y no tendrá escapatoria.
- Vale tío, suerte, yo me abro.
- Pero coge un taxi, has bebido demasiado.
- Si, si.
- ¿Seguro?
- Que sí.
- Prométemelo.
- Venga tío, no me jodas.
- Jajajaja, vale hermano, descansa, mañana te pego un toque.
Sergio consiguió salir de allí a duras penas. Empezaba a ver borroso y perdía el sentido del equilibrio, la bebida le había pillado por sorpresa, había sobreestimado su aguante. Intentó recordar dónde había dejado el coche. No tenía ninguna intención de cumplir su promesa de volver a casa en taxi, estaba borracho, todo le daba igual. Finalmente lo encontró, abrió la puerta como pudo y tomó asiento. Ahora, ahí inmóvil, todo empezó a girar más deprisa en su cabeza.
Consiguió reunir las fuerzas necesarias para abrir otra vez le puerta y sacar la cabeza justo cuando la cena fue expulsada de su interior en forma de un violento chorro violeta. Después de echarlo todo se limpió con la manga y volvió a reclinarse felicitándose a sí mismo por haber reaccionado a tiempo para salvar la tapicería.
Esperó unos minutos y sintiéndose algo mejor arrancó el coche, por suerte el tráfico era escaso ya que su capacidad para conducir distaba mucho de ser la adecuada. Tuvo suerte y consiguió llegar vivo a su chalet. Dejó el coche fuera sintiéndose incapaz de abrir el garaje. Le costó unos cuantos intentos meter la llave en la cerradura para abrir pero al final lo consiguió. Llegó al salón y se tumbó en el sofá cogiéndose la cabeza con las manos como si pensara que así todo volvería a su lugar. Leticia no tardó en bajar por las escaleras.
- Sergio, ¿eres tú?
- ........Siiii.
- Maldita sea, ¿dónde has estado? Estaba preocupada, tu móvil está apagado.
- He estado por ahí.
- ¿Por ahí? ¿Dónde? ¿Con quién?
- Por ahí.....Con Dani.
- Dios santo, mírate, estás borracho, apestas.
- Si, yo al menos sólo he estado bebiendo.
- ¿Qué quieres decir?
- ¿Dónde has estado tu?
- Yo no me he movido de aquí, te llevo llamando toda la noche.
- Ya, claro.
- ¿Por qué me haces esto?
- Eres tú la que me lo hace, sé que me ocultas algo, te conozco, estás con alguien más.
- Maldita sea, cómo puedes decir eso, yo solo te quiero a ti y quiero que estés bien, que estemos bien.
- Si, seguro.
- Por favor, confía en mí, solo quiero lo mejor para ti y lo conseguiré, ya veras, pronto curaremos tus demonios.
- ¿Demonios? ¿Qué demonios? ¿Te has vuelto exorcista?
- Tus miedos, tu infancia.....
- ¿Ya sales otra vez con eso? Mira, déjame en paz, no cambies de tema, lo sé todo.
- Por favor, confía en mí.
- Déjame, no eres mas.....que una....zorra.
Al decir esto Leticia se quedó paralizada y sus ojos empezaron a llenarse de lágrimas, se fue corriendo a la habitación. Sergio podía oírla llorando pero no fue a disculparse ni a consolarla, se acurrucó en el sofá con todo dando vueltas y acabó quedándose dormido.
A la mañana siguiente se despertó con una resaca brutal, estaba vestido y confuso, la cabeza parecía estar a punto de explotar, fue a la cocina y se bebió casi dos litros de agua del tirón, cuando empezó a darse cuenta de la situación miró el reloj y vio que debería estar en el trabajo desde hacía un par de horas, fue a su habitación y vio que estaba vacía. Buscó en el cajón de las medicinas algo para el dolor de cabeza, se lo tomó y se sentó al borde de la cama a hacer un balance de la situación. Todo se derrumbaba, su pequeño mundo se iba al garete, finalmente cogió el teléfono y llamó a su oficina para decir que se encontraba mal y que no podía ir a trabajar. Intentó comer algo pero tenía el estomago revuelto, se quitó la ropa y se dio una ducha, no se sintió mucho mejor pero al menos se quitó ese nauseabundo olor de encima, volvió a tumbarse en la cama y se quedó dormido un rato.
Cuando volvió a despertarse se sentía ligeramente mejor, esta vez sí consiguió comer algo, luego se puso a ver la tele esperando a que Leticia llegase a casa, ella solo trabajaba por las mañanas así que no tardaría mucho en llegar, encontró su teléfono en el bolsillo de la cazadora y lo encendió, empezaron a llegarle llamadas perdidas, todas eran de su casa, examinó las horas y comprobó que Leticia no le había mentido. Pasaron las horas y ella no llegaba, al final decidió llamarla, lo cogió tras unos cuantos tonos.
- ¿Si?
- Soy yo, ¿dónde estás?
- Comiendo en un restaurante.
- ¿Vas a venir?
- No lo sé, ahora no me apetece verte.
- ¿Estás con él?
- Piensa lo que te salga de los cojones Sergio.
Colgó, Sergio empezó a sentirse mal, tanto física como mentalmente, no sabía qué hacer, deambulaba por casa pensando que la había cagado definitivamente, intentó ver la tele, luego intentó leer pero era incapaz de concentrarse en nada, entonces empezó a sonar su teléfono, era Daniel.
- Hey, ¿qué tal tío? ¿Llegaste bien a casa? Ayer no tenías buen aspecto.
- Llegué, pero no muy bien, discutí con Leticia, se ha largado.
- Vaya, lo siento, pero tranquilo, volverá.
- ¿Tu qué tal?
- Genial, me follé a la niñita esa que viste, menuda nochecita.
- Me alegro por ti, oye tío, no me encuentro bien, ¿podrías pasarte por aquí?
- Claro, no estoy lejos, tardare veinte minutos.
- Genial tío, hasta ahora.
Poco después llamaron a la puerta, era Daniel, venía con unas latas de cerveza.
- Joder Sergio, tienes un aspecto horrible, toma, te traigo unas birras, es lo mejor para la resaca.
- Gracias, eres el mejor. - Dijo abriendo una de ellas y dando un buen trago, tomaron asiento en el salón.
- ¿Que ha pasado con Leti?
- Ayer llegué bastante mal y le dije un par de burradas, he hablado con ella, dice que no quiere verme.
- Bueno, es normal, pero tranquilo, te quiere y volverá.
- No sé, seguro que está con él.
- Joder ¿todavía estas con eso? No te comas la olla, y menos de resaca.
- ¿Podrías hacerme un favor?
- Claro hermano, lo que sea.
- Necesito saber qué está pasando, quizás podrías seguirla.
- No jodas, ¿quieres que la espíe?
- Por favor, no aguanto más.
- Joder, eres como mi hermano tío pero no me gusta seguir a nadie.
- Por favor.
- Joder....en fin, supongo que podría hacerlo, si sirve para que te quites esas absurdas ideas de la cabeza.......
- Gracias, muchas gracias tío, te debo la vida.
- No te pongas melodramático, lo hago por nuestra amistad pero que conste que no lo apruebo en absoluto.
Siguieron ahí, trazando un plan y bebiéndose las cervezas, estuvieron un buen rato charlando, luego Daniel dijo que tenía que marcharse, había quedado con una amiga, invitó a Sergio pero este prefirió no ir, se encontraba hecho polvo y prefería quedarse en casa, se despidieron con un gran abrazo y luego Sergio se quedó de nuevo solo pensando en cómo había cambiado su situación en cuestión de días. Estaba planeando una vida con la chica de sus sueños y pocos días después estaba pidiéndole a un amigo que la espiara para comprobar si era un cornudo. Así es la vida, nunca puedes dar nada por sentado. Se calentó una lasaña en el horno y se puso a ver una película y así fue pasando el día. Leticia llegó finalmente por la noche.
- Hola.
- Hola.
- ¿Qué tal?
- Bien, ¿y tú?
- Bien.
- ¿Dónde has estado?
- Dando una vuelta con Virginia.
- Ah
- ¿No has ido a trabajar?
- No, me encontraba mal.
- Estarás orgulloso.
- Déjalo anda.
- Vale, me voy a la habitación.
- Vale
Sergio prefirió quedarse ahí, continuó viendo la tele hasta que se quedó dormido.
A la mañana siguiente ambos se fueron al trabajo. Más tarde se volvieron a encontrar en casa, comieron juntos pero casi sin hablar, se notaba bastante tensión en el ambiente. Sergio vio que ella se disponía a salir, sin que lo viera hizo una perdida a Daniel, era la señal acordada por ambos, Daniel, que estaba preparado, se acercó a casa de Sergio y se quedó a una distancia prudencial para no ser visto esperando a que ella saliera.
- ¿Te vas? - Preguntó Sergio.
- Si
- ¿Donde?
- Por ahí.
- Bien.
Cuando ella salió, Daniel estaba esperando para comenzar la persecución. Se sentía como un delincuente, un violador, un psicópata, persiguió a Leticia toda la tarde, estuvo a punto de perderla en un par de ocasiones pero no fue así, pudo comprobar que no se le daba mal eso de espiar a la gente. Leticia deambuló un rato con el coche, parecía no llevar un rumbo fijo, finalmente fue a una urbanización de edificios y se quedó allí esperando, al rato una chica se montó en su coche, era Virginia, luego fueron a un centro comercial donde estuvieron la mayor parte de la tarde, posteriormente fueron a una cafetería y estuvieron un buen rato allí, Daniel recibió un par de llamadas de un preocupado Sergio y le tranquilizó informándole de las actividades completamente normales de su chica recordándole en cada llamada que estaba loco y que él no se prestaría a esta actividad mucho tiempo, acordaron que si en un par de días no observaba nada extraño dejaría de seguirla y el tendría que empezar a confiar en su mujer. Leticia por su parte al salir de la cafetería llevó a Virginia a su casa y luego estuvo otro buen rato deambulando ella sola para finalmente volver a su casa con el paranoico de Sergio.
Al día siguiente se repitió la misma historia, Leticia se marchó y Daniel tras ella, Sergio se quedó en casa sin saber qué hacer, deambulando arriba y abajo y fumando sin parar, estaba a punto de llamar a Daniel para ver cómo iba cuando sonó el timbre, era él, estaba pálido como un muerto.
- ¿Qué pasa tío, qué haces aquí?
Daniel no contestó, fue hacia el salón, tomó asiento y se encendió un cigarro, se le veía bastante nervioso. Sergio se sentó frente a él.
- Maldita sea, dime algo coño.
- Tenías razón.
Estas palabras golpearon a Sergio con toda su furia, noto un nudo en su estomago, sentía ganas de vomitar, se levantó, giró, volvió a sentarse, empezó a tener cosquilleos por todo el cuerpo. Lo sabía, lo sabía, pero ahora que se lo confirmaban era incapaz de creerlo. Podía notar perfectamente como se le aceleraba el corazón queriendo salirle del pecho. Casi no podía articular palabra, al final consiguió balbucear algo.
- Pe, Pero.... ¿cómo? ¿Dónde?
- La he seguido hasta un chalet, no es de aquí, es a la entrada de xxxxx, a unos 40 kilómetros al norte.
- Si, si, se donde está.
- Lo siento tío.
- Dios mío, dios mío, lo sabía.
- No te precipites, quizás no sea lo que pensamos, tengo unas fotos, a ver si lo reconoces.
- Enséñamelas, enséñamelas.
Daniel le acercó su móvil, había hecho cuatro fotos, en ellas se veía a Leticia esperando en la puerta de un chalet parecido al suyo, en otra se veía a un tipo acercándose, luego parecía que se abrazaban o besaban y en la última entraban en el chalet. La calidad no era buena y estaban sacadas de lejos, no obstante no había lugar a dudas. Era un tipo más alto que ella, con el pelo gris, vestía una camisa clara, blanca, quizás azul, no se le veía bien la cara, Sergio se echó a llorar.
- Voy para allá - Dijo entre sollozos.
- Voy contigo.
- No, ya has hecho bastante, ahora me toca a mí.
- Por dios Sergio, no hagas ninguna locura.
- Solo quiero verlo, verlo con mis propios ojos, luego todo habrá acabado.
Se levantó, fue a por su chaqueta a la habitación y cogió algo de un cajón de la mesita. Estaba descompuesto, las lágrimas caían por su cara de loco, temblaba al ponerse la chaqueta, no recordó donde estaban las llaves del coche, las vio en la mesita del salón, las cogió y se dirigió a la puerta, Daniel lo detuvo.
- Sergio, Sergio, por favor, espera, vamos a hablarlo.
- Que quieres hablar, no hay nada que hablar.
- Por favor espera, déjame ir contigo.
- No voy a hacer nada raro ¿vale? Solo quiero verle, luego te llamaré y nos emborracharemos.
- Por favor.....
- Te quiero tío.
Sergio salió de la casa y se montó en el coche. Estaba febril, como en un sueño, en una pesadilla, nada parecía real, no parecía dueño de sus actos, simplemente su cuerpo sabía lo que tenía que hacer, ponerse el cinturón, arrancar, coger el volante... El simplemente veía todo esto como desde fuera, como nosotros, asombrado, asustado, casi no podía respirar pero no se ahogaba, su corazón estaba a punto de pararse por el sobreesfuerzo. Cuando se quiso dar cuenta estaba en la carretera, conduciendo a toda pastilla, no miraba ninguna indicación pero inexplicablemente sabía perfectamente por dónde ir, tardó muy poco en llegar a la fatídica casa, aparcó y se quedó observando. Había luz en una de las ventanas, su mente corría a mil por hora, no podía dejar de ver imágenes de Leticia, su Leticia, ya no era suya, en estos momentos se la estaban follando, SE LA ESTABAN FOLLANDO. Podía imaginársela gimiendo, pidiendo más, su Leticia, su pequeño ángel salvador, recordó en un segundo cada momento de su historia juntos, las imágenes se sucedían a una velocidad vertiginosa en su mente, como una película a cámara rápida pero perfectamente claras y definidas, "¿Sabes? Hoy estás preciosa." "Prométemelo" "¿sabes qué? Tu también me has gustado desde la primera vez que te vi" "Piensa lo que te salga de los cojones Sergio"...Podía ver su sonrisa, su pelo, sus gestos, sabía lo que significaban cada uno de sus gestos, incluso podía olerla y, de repente, volvía a verla ahí, tumbada bajo el tío del pelo gris, sudorosa, gimiendo, su pequeña.
Se metió la mano en el bolsillo de la cazadora. Estaba ahí, notaba el frío del metal. Bien, así es como acaba.
Salió del coche. Se tambaleaba. Abrió la pequeña puerta de metal y se dirigió a la principal, llamó al timbre y empezó a patear la puerta como un poseso, porque eso es lo que era, un poseso, ahora sí que estaba poseído, por el demonio del odio, por el demonio del amor, ¿serían el mismo? En el cerebro humano se activan las mismas zonas cuando amas intensamente a una persona y cuando la odias, es un hecho. Pateaba la puerta, quemaba el timbre, pero no le oían. Los gemidos debían ser muy fuertes, la excitación demasiado intensa como para oírle a él, no importa, echaría la puerta abajo. De repente oyó cómo abrían. Y ahí estaba el. Estaba vestido, con su camisa blanca, su pelo gris. Era un tipo mayor, bastante más que él, pero era alto y parecía fuerte, no importaba ya que su odio/amor le había dado fuerza sobrehumana, empujó al tipo que salió volando un par de metros.
- Qué cojones.......
- !!Dónde está mi mujer¡¡, !!!DONDE ESTA¡¡¡
Leticia apareció corriendo, estaba vestida, pálida como el marfil, se interpuso entre él y el tipo.
- Por dios Sergio, tranquilo, no es lo que parece.
- ¡¡¡Maldita zorra!!!
Sergio levantó una mano y envuelto en lágrimas golpeó a Leticia que salió despedida y se golpeó contra una puerta, su cara sangraba abundantemente, el tipo del pelo gris se levantó y se abalanzó hacia él.
- ¡¡No la toques!!
Sergio se metió la mano en el bolsillo y sacó su revólver, se escuchó un disparo, sonó como un trueno, luego el silencio. El tipo del pelo gris le miró a los ojos, incrédulo, su camisa ya no era blanca. Leticia se levantó, tenía la cara y el pelo llenos de sangre mezclada con lágrimas, parecía sacada de una pesadilla, desfigurada.
- ¡Qué has hecho, dios mío, qué has hecho!
- ¿Y por este viejo me has dejado? ¿No había nadie mejor?
- Es tu padre.
- ..........
- !!ES TU PADRE¡¡
Sergio se quedó inmóvil por un momento, evaluando la situación. No escuchaba nada, veía todo a cámara lenta y envuelto en brillo, miró al tipo del suelo que se agarraba el pecho sangrante, miró a Leticia a su lado también bañada en sangre, ella gritaba pero él no podía oír nada, solo el martilleo de su corazón, volvió a mirar al tipo y entonces lo vio claro, como si viera su rostro por primera vez, el tipo se le parecía, era como mirarse en un espejo que envejeciera.
- ....pero....no, no es posible..... ¿Cómo?
- Di con el de casualidad, tramitando papeles en el trabajo, yo, yo... No sabíamos como decírtelo.
- ....no.....es.....posible.....
Sergio perdió finalmente todo contacto con la realidad.
Estaba convencido de estar a punto de morir o de haber muerto ya, y no sabía que podía significar todo eso, su mano temblorosa apretó el arma, volvía a no ser el, volvía a ser un espectador, vio como su mano subía a su cabeza, como apoyaba el revólver en su sien.
En ese momento alguien lo empujó, era Daniel, Sergio cayó al suelo y se quedó ahí, mirando a su alrededor, sin escuchar, sin entender, Daniel lo agarró por los hombros, lo zarandeaba, movía sus labios, decía algo.
¿Cómo saberlo?
Leticia lloraba, el tipo del suelo, su padre, cada vez estaba más pálido.
¿Cómo saberlo?
Daniel sacó su móvil del bolsillo, llamaba a alguien.
¿Cómo saberlo?
Ahora la vida de su padre dependía de lo que tardasen en llegar las ambulancias, la suerte estaba echada.
¿Cómo saberlo?

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