La legendaria
banda holandesa de death metal regresa con un nuevo trabajo bajo el
brazo tras cinco años de silencio discográfico y dos años de parón
total de actividad. Tiempo durante el cual la banda ha aprovechado
para hacer balance, sacando al mercado dos discos en directo y otros
dos recopilatorios y renovado profundamente sus filas, siendo
nuevamente Patrick Mameli (Guitarra y Voces) el único miembro
constante desde su anterior lanzamiento discográfico.
No es la
primera vez que Pestilence se auto destruye para intentar renacer. Ya
ocurrió lo mismo a principios de los noventa, tras el revolucionario
y mal acogido Spheres (1993).
En aquella ocasión la banda sufrió un parón de 15 años, tras los
cuales la banda regresó, esta vez con Mameli totalmente al frente, y
con una nueva receta sonora en la que, si bien seguían presentes el
death y el thrash como base, se añadían otros elementos más
contemporáneos y progresivos a su sonido, intentando refrescarlo y
modernizarlo añadiendo pinceladas más técnicas y groove. Está
jugada no salió del todo bien ni a nivel compositivo ni en cuanto a
aceptación por parte de su base de fans, y tras tres discos de
estudio acogidos de manera irregular y poco entusiasta por crítica y
público Mameli decidía poner otro punto y aparte para pensar y
centrarse en otros asuntos.
Ahora
Pestilence han vuelto a la acción, y muchos de sus viejos fans se
preguntan esperanzados si este periodo de reflexión habrá servido
para hacerlos volver a su sonido más tradicional y que mejor
resultado les procuró en discos de culto como Consuming Impulse
(1989) o Testimony of
the Ancients (1991). A todos
aquellos que se formulen esta pregunta tenemos que darles una mala
noticia: no ha sido así. Pero tampoco hay que lamentarse y
decepcionarse de antemano, porque si bien este nuevo disco sigue el
camino estilístico marcado por su anterior trabajo Obsideo
(2013), resulta compositivamente
superior a aquel y sitúa a este Hadeon
como su mejor lanzamiento desde su época dorada de finales de los
ochenta.
El
álbum se abre con una breve introducción de sabor egipcio tras la
cual nos encontramos el primer trallazo, titulado Non
Physical Existent, basado en un
sencillo riff de guitarra con inquietantes armonizaciones y el
aporreo constante y sin miramientos de los parches por parte del
nuevo fichaje Septimiu Harsan mientras los rugidos de Mameli inundan
el espacio sonoro. La formula continúa inamovible durante los
siguientes tres temas: riffs rápidos y bases sólidas para temas
cortos y directos cuya única finalidad es la evasión del
headbanging.
En
el sexto tema, titulado Astral Proyection ya
se permiten algo más de experimentación, añadiendo voces tratadas
y dibujos de jazz para crear atmósferas inquietantes en medio de
otros pasajes más convencionales.
En
el breve pasaje titulado Subdivisions volvemos
a encontrarnos con las mencionadas influencias jazz que nos acercan
al innovador Spheres, pero
no deja de ser un pequeño guiño antes de que la caña continúe sin
miramientos con Manifestations, un
tema en el que encontramos quizás los mejores solos de guitarra del
disco. Precisamente si hubiese que destacar algo de este nuevo álbum
de Pestilence sería el trabajo de las guitarras solistas, nada
encorsetadas al género y permitiéndose explorar diversas facetas
para crear unos solos que se salen de la media de lo escuchado en
discos de este tipo.
Un disco que llega al final tras trece temas directos, compactos
y sin descanso que dejan un buen sabor de boca en el oyente. Estamos
ante un trabajo que no sorprende demasiado, ni para bien ni para mal
y que sin duda no va a revolucionar el género en modo alguno, pero
que sirve perfectamente para disfrutar durante algo más de media
hora de una buena dosis de death metal facturada por músicos de
comprobada solvencia. Para disfrutar sin comerse demasiado la cabeza.
Texto escrito originalmente para la web musical Diablorock:
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