Y
llegó el ansiado día.
Posiblemente
el concierto más esperado del año, y eso es mucho decir teniendo en
cuenta la que se nos viene encima en los próximos meses. Pero si
hablamos de repercusión mediática, trascendencia histórica y
movilización de fans, pocas bandas pueden competir con Metallica, un
monstruo que haría esconderse aterrorizado hasta al mismísimo
Cthulhu.
Con todo el
papel vendido con un año de antelación (aunque unos días antes
salió la famosa y sospechosa nueva remesa «por reestructuración
del recinto», que por supuesto también voló en cuestión de
minutos) la expectación era máxima. Seis años llevaban los de San
Francisco sin pisar nuestro país, nueve sin hacerlo en recinto
cerrado. Sin duda mucho tiempo para una banda de esta envergadura,
por lo que la emoción e impaciencia entre sus fieles no podía ser
mayor de cara a la primera de las tres fechas programadas en nuestro
país.
Diversos
problemas logísticos hicieron que llegase a los alrededores del
Wizink Center madrileño poco antes de la hora marcada para el inicio
de la actuación de Metallica, lo que supuso que, desgraciadamente,
no pudiese disfrutar de los teloneros para esta gira europea, los
noruegos Kvelertak. Una auténtica lástima. Aunque viendo el lado
positivo al asunto me libré de las colas y esperas que sin duda
debieron ser desesperantes, más aún con el intenso frío que
reinaba en la capital.
Tras pasar
dos controles de seguridad pude acceder al recinto. Atravesé
velozmente los puestos de merchandising y bebidas, dejando atrás sus
abusivos precios, para darme de bruces con un nuevo control de
seguridad, que una vez superado me permitió zambullirme por fin en
la pista del recinto. Justo a tiempo para ver apagarse las luces y
escuchar los primeros compases de la mítica intro del maestro
Morricone entre la histeria general.
La
disposición del escenario, situado en mitad del pabellón, así como
el poco agobio y escaso hacinamiento del público hicieron que en
pocos minutos pudiese agenciarme un lugar bastante cercano y de buena
visibilidad para disfrutar del show. Hay que destacar el gran acierto
de plantear los conciertos multitudinarios con esta disposición, más
propia de las veladas de boxeo, ya que ello revierte en una mayor
comodidad, visibilidad y cercanía para todo el público asistente.
De haberse tratado de un montaje más ortodoxo, con el escenario en
un extremo, y teniendo en cuenta la poca antelación con la que
llegué al recinto, me habría tocado ver a la banda como diminutas
figuras en la lejanía, por lo tanto es muy de agradecer este tipo de
montajes a los que debería sumarse cuanto antes el resto de bandas
de esta envergadura.
Tras la breve
introducción, por fin, Metallica. James Hetfield, Lars Ulrich, Kirk
Hammett y Robert Trujillo.
Los cuatro
jinetes saltaron al ring en mitad del delirio colectivo al son de
Hardwired, el veloz tema con el que también se abre su último disco
de estudio que venían presentando. Este trallazo fue seguido
inmediatamente por otro, Atlas, Rise!, también del último disco y
coreado por todo el pabellón, signo inequívoco de lo bien recibida
que ha sido la última obra de los americanos, publicada hace ya
quince meses.
La
puesta en escena, a parte del comentado escenario central, se apoya
en una serie de cubos con pantallas en sus cuatro caras. Estos se
iban moviendo, iluminando y proyectando imágenes, dando en conjunto
una apariencia muy vistosa y original al montaje escénico. Aunque he
de decir que las proyecciones fueron más acertadas en unos temas que
en otros. Precisamente uno de los temas en los que quedaron perfectas
fue el tercero del set list, Seek & Destroy, en el que
proyectaban imágenes de sus primeros conciertos, allá por
principios de los ochenta. Ver a un Hetfield adolescente en lo alto
mientras un Hetfield mucho más maduro lo daba todo en el escenario
fue mágico, obligándonos a hacer memoria y ser conscientes de la
enorme trayectoria de la mítica e irrepetible banda que teníamos
delante.
El único
punto negro de la velada, presente desde el comienzo, venia de uno de
los elementos más importantes: el sonido. Si bien se distinguía
correctamente la labor de los cuatro músicos, el volumen del
conjunto era muy bajo, aparte de escaso en ganancia y pegada, algo
totalmente imperdonable tratándose de una banda como Metallica que
puede, y debe, ser una apisonadora revienta tímpanos. Con el caer de
los temas el sonido fue mejorando, pero en ningún momento resultó
totalmente satisfactorio ni estuvo a la altura de la entrega que la
banda estaba desplegando en el escenario. Como decimos un gran punto
negro en un show impecable en todos sus demás aspectos.
Cayeron Leper
Messiah, contundente y poco esperada, una increíble Welcome Home
(Sanitarium), donde nuevamente los cubos proyectaron unas acertadas y
angustiosas imágenes, y Now that We're Dead, tema en el que la banda
se marcó un extraño interludio en plan batucada totalmente
prescindible, pero que tampoco fue tan largo y angustioso como dicen
algunos.
Luego tocaron
Confusion, también de su último disco. Tras esto James se quedó
solo en el escenario para proceder a rasguear una desconocida e
inquietante melodía que sirvió de intro al tema Halo on Fire, sin
duda uno de los temas más logrados de Hardwired... to Self-Destruct,
y que también marcó uno de los puntos álgidos de la noche. A estas
alturas se hace totalmente evidente la enorme cancha que están dando
a su nuevo disco, algo que quizás no fuese totalmente del agrado de
algunos sectores del público, sobre todo aquellos que los veían por
primera vez y esperaban más temas clásicos, pero que demuestra que
la banda está orgullosa de su último trabajo y está dispuesta a
defenderlo a muerte en sus shows, además he de decir que algunos de
estos temas ganan en directo y así lo confirmaba el público, que
los coreaba y aplaudía como si se tratasen de clásicos, algo que
James notó y agradeció. No obstante para los que quisieran viejas
perlas llegaba a continuación ni más ni menos que For Whom The Bell
Tolls, uno de sus mayores himnos. El publico enloquece. A la banda se
la ve enérgica, en forma, ilusionada y profesional. James sigue
siendo el frontman soñado y tanto Lars como Kirk, que suelen ser los
miembros más irregulares, se muestran impecables en sus respectivos
instrumentos.
Tras este
tema James y Lars abandonan el escenario para dar paso a uno de los
momentos más divertidos y surrealistas de la noche: la jam de Kirk y
Robert.
En los tramos
anteriores de la gira este espacio estaba reservado para el típico
solo de guitarra de Kirk y una pequeña jam de ambos tocando algunos
riffs de los propios Metallica, pero ahora la cosa ha mutado en una
genial pachanga en la que Kirk, Robert y el público unen fuerzas
para rendir tributo a alguna banda célebre de la zona. Así, en
Lisboa chapurrearon el A Minha Casinha, de Xutos & Pontapés, y
en la primera noche madrileña fue el turno del Vamos muy Bien de
Obús, cantado por todo un estadio en estado de shock al ver a una de
las bandas más importantes de la historia del metal versioneando al
mítico combo madrileño. Ignoramos de quién habrá sido la idea,
pero solo puede calificarse como auténtica genialidad ya que, aunque
no sea una cover propiamente dicha sino más bien un pequeño guiño,
consigue que la audiencia de cada país se sienta especial, y acentúa
aún más la comunión entre banda y público. Bien jugado Metallica.
Tras este
momentazo Robert se queda solo y ataca Anesthesia, el solo de bajo
que el gran Cliff Burton interpretaba en los primeros shows de
Metallica y que quedó inmortalizado en el disco Kill'em All.
Mientras Robert entraba en trance un par de cubos descendían
lentamente, proyectando un vídeo del añorado bajista de pantalones
acampanados, haciendo así aún más emotivo el momento.
La banda al
completo regresa y arremete con un explosivo Die Die My Darling, la
versión de The Misfits que hace que el público, bastante civilizado
hasta ese momento, se desmadre completamente. El desparrame continúa
con Fuel y sus lenguas de fuego que se elevan varios metros desde la
batería de Lars.
Vuelta al
nuevo disco con Moth Into Flame, en la que un ejercito de drones
luminosos revolotea por el escenario imitando un enjambre de
luciérnagas y dejando al público con la boca abierta.
Un
pequeño descanso para que James hable con el público. Destaca la
mezcla de varias generaciones que se han dado cita en el pabellón y
busca al fan más joven entre los presentes, un chaval de siete años
al que acaba subiendo al escenario para que se ponga a su lado y
reciba una ovación, entrañable el gesto de Papa Het. Y tras esto
Sad But True, imponente, solemne, monumental como siempre.
Las luces se
apagan y reproducen la grabación de una voz angustiada, una voz
torturada por la guerra. Todos sabemos lo que pasa aunque esta vez no
haya explosiones. La gigantesca One. Una chica desconocida que se
encuentra a mi lado no puede aguantarlo más y estalla en lágrimas.
Y tras esto Master of Puppets, al completo, con su mítico interludio
instrumental coreado por el público como si fuese un estribillo más.
Está claro que Metallica se ha marcado la misión de destrozarnos,
en todos los sentidos.
Fin del show
principal. Pero aún quedan los bises...
Con unos
primeros compases pregrabados de manera innecesaria descargan Spit
Out the Bone, último tema de Hardwired, el tema más cañero que han
compuesto en años, acompañado de más fuego y la bandera de España
con el logo de la banda reproduciéndose por las pantallas, otro gran
detalle de Metallica, politiqueos aparte que ni les van ni les
vienen.
Kirk se pone
en modo limpio. La balada definitiva: Nothing Else Metters. Los
mecheros de antaño han sido sustituidos por las luces de los
móviles, lo que no cambia es escuchar a miles de personas coreando
como una sola voz.
El fin de
fiesta llega con Enter Sandman. Predecible pero inevitable despedirse
con su clásico más conocido, un riff que seguramente hasta tu
abuela puede tararear, adornado con más fuegos artificiales y un
público totalmente entregado, como no podía ser de otra forma.
Las luces del
recinto se encienden para que la banda pueda despedirse y recibir su
merecida ovación. Dedican para ello un buen puñado de minutos y no
escatiman en sonrisas, saludos y púas. Otro detalle de cercanía y
elegancia para finalmente, esta vez sí, abandonar el escenario hasta
la próxima vez, poniendo punto final a un espectacular concierto de
más de dos horas. Prometieron volver pronto, y ya hay rumores de que
encabezarán los grandes festivales en 2019, pero sin lugar a dudas
la experiencia no será tan gratificante y cercana como verlos en
pabellón y con escenario central.
Las casi
veinte mil almas que nos dimos cita esa noche vivimos un concierto
glorioso, dinámico, profesional, sin apenas pausas o parones (aunque
por supuesto hubo algún momento en que la banda tuvo que coger aire
mientras Hetfield soltaba alguno de sus famosos slogans como:
«Metallica is finally here baby» o «Do you want some heavy?»). Un
concierto emocionante, con temas nuevos, con grandes clásicos. Un
concierto emotivo, un concierto, en definitiva, para recordar. Por
supuesto encontrarás voces amargadas que suelten los rollos de
siempre: que si son unos vendidos, que si esto es un circo, que si
solo les mueve el dinero, que si ya no tienen la garra del 86...
voces, en su mayoría, provenientes de gente que no acudió al
concierto. Para la mayoría de los que sí estuvimos ahí (y un
servidor ha tenido la suerte de verlos un buen puñado de veces a lo
largo de más de dos décadas), simplemente fue otra reafirmación de
lo evidente: Metallica son los más grandes, y punto.
Texto escrito originalmente para la web musical Diablorock:
Joder, qué envidia. Yo pasé, porque pensé, bah, va a ser carísimo. Pero luego ves en la tele las imágenes, y piensas, ¿qué coño hago que no estoy allí? También es verdad que ni siquiera he catado el Hardwired, aunque después de leerte me han entrado ganas de darle una pasadita.
ResponderEliminarCasualmente yo también le he dedicado mi última entrada a Metallica. Vi que tocaron Orion la semana pasada, en Turín, y joder, me emocioné y me marqué unas líneas que yo creo que puede firmar cualquier amante de ese tema. Te lo dejo por si te pica la curiosidad https://lavidaesbreva.wordpress.com/2018/02/19/orion/
Un saludo, siempre es un placer pasar por aquí.
Sin duda era caro. el recio de los conciertos de este tipo ha subido bastante en los últimos años. pero, para eso está el dinero, no?
Eliminarhardwired no me entusiasma, pero reconozco que los temas que tocaron, que en su mayor parte me habían pasado desapercibidos, se hicieron bastante disfrutables en directo.
un saludo colega.