Vivimos
una burbuja festivalera como hacía años que no se veía. Y no
seremos nosotros quienes se quejen por ello. Siempre es una gozada
poder disfrutar de carteles relevantes y la actuación de grandes
leyendas lo más cerca posible de nuestras ciudades de residencia.
Pero esta alocada carrera en pos del «más y mejor» está
revirtiendo en muchos casos en problemas de cara al asistente a los
eventos, con molestos fallos de organización, emplazamientos
mejorables y las temidas e incómodas masificaciones.
Ajeno
a todo esto, el festival de música extrema de Barroselas continúa
siendo un oasis aparte en esta su ya 21ª edición. Sus señas son
las de siempre: una selección musical escogida con gusto y que nunca
decepciona, un ambiente inmejorable, y la cantidad de público justa
para garantizar tanto comodidad como diversión. Todo ello hacen de
Barroselas un lugar de peregrinación obligada dentro de la escena
underground extrema de la península. Y una cita recomendable para
aquellos que busquen una experiencia festivalera distinta, más
familiar y exclusiva.
Su
emplazamiento habitual, el complejo deportivo de Barroselas, al norte
de Portugal, es una delicia de comodidad y cercanía. Ahí se montan
los tres escenarios, uno de acceso totalmente gratuito y dos de
acceso con la pulsera del festival. El bar 24 horas, donde se
realizan proyecciones, meets & greets y demás actividades, y los
distintos puntos de merchandising y comida. Todo ello está
totalmente cubierto, creando el ambiente necesario para este tipo de
actuaciones y, lo que es más importante, haciendo que la lluvia, que
siempre se hace presente en algún momento del festival, sea una
molestia menor.
La
zona de acampada se sitúa en una área boscosa cercana, con sitio de
sobra para lo que es la afluencia habitual del festival. La palabra
es: cercanía. Resulta una gozada estar en mitad de un concierto en
el escenario principal y retirarte a beber algo o a coger ropa a la
tienda de campaña y poder volver a estar en primera fila habiéndote
perdido solo unos pocos minutos de actuación por el camino. Todos
los accesos son fáciles y rápidos, en las antípodas de algunos
macro festivales.
Entre
los aspectos más destacables encontramos el impresionante sonido de
los tres escenarios. Todas las bandas sonaron enormes y altamente
definidas. Y teniendo en cuenta que nos movemos en territorios de
sonoridades muy extremas, no podemos evitar pensar cómo en otros
festivales con muchos más medios puede haber tantos altibajos en la
calidad sonora de las bandas. Aquí no. En Barroselas todos los
grupos sin excepción, más allá de los gustos personales o la
entrega de cada banda en particular, gozaron de un sonido entre el
notable y el sobresaliente. Algo muy comentado y aplaudido por los
asistentes.
También
destaca la gran escrupulosidad a la hora de seguir los horarios
marcados de las actuaciones. Hubo un par de inevitables caídas y
sustituciones de última hora, pero incluso así el programa de
horarios se respetó a la perfección, lo que hizo muy sencillo
planificar la ruta a seguir durante los tres días y evitó el
malestar de tener que perderte el inició de alguna banda por el
retraso o exceso de actuación de otra. Al termino de una actuación
en un escenario, y con un margen de tan solo unos pocos minutos, daba
comienzo la siguiente actuación en otro escenario. Así desde las
cinco de la tarde hasta bien pasadas las cuatro de la mañana, con
absolutamente ningún tiempo muerto sin actuaciones y con tan solo un
solape por día, dando un total de 15 actuaciones por jornada.
Pero
por encima de todo destaca el gran ambiente entre la gente. No hubo
ningún tipo de incidencia en los tres días más allá de las que
conciernen al propio caos del ser humano, como pueden ser contusiones
por caídas o intoxicaciones etílicas. La gente acudió a pasárselo
bien, disfrutando durante un largo fin de semana de la música y
tratando de no molestar a los demás. Esto demuestra, una vez más,
que la violencia y apatía dentro del metal extremo es algo que se
circunscribe únicamente a su aspecto musical y artístico.
Ni
que decir tiene que me fue totalmente imposible verlo todo, ya que
como ser humano medio en determinados momentos necesité alimentarme,
evacuar, o simplemente desconectar un rato de tanta violencia sonora.
Espero por tanto podáis perdonarme algunas ausencias.
Y
sin más dilación vayamos ya hasta el campo de batalla.
Primera
Jornada: Viernes 27.
Aunque
lo gordo comenzaba el viernes, hubo una jornada de calentamiento el
jueves para aquellos más impacientes por comenzar el ritual. Dicha
jornada contó con cinco actuaciones totalmente gratuitas. Al no
haber asistido no puedo hablar de ellas, pero decir que me dolió
especialmente perderme al DJ y músico norteamericano GosT. Sus
sesiones están cosechando grandes comentarios y su último trabajo,
Possessor, ha
sido uno de los descubrimientos recientes más gratificantes, por lo
que habría sido un estupendo cierre para alguna de las jornadas
principales en vez de situarlo en la jornada de calentamiento. Una
auténtica lástima, pero bueno, quizás en otra ocasión.
Y
tras este pequeño apunte metámonos en harina y pasemos a las
actuaciones del viernes.
El
escenario principal se inauguraba con la actuación de Vulvodynia. Y
vaya manera de empezar... La banda sudafricana con nombre de
enfermedad vaginal salió a por todas con su brutal death atronador y
depravado, dejando bien claro desde el principio de qué va esto de
Barroselas, por si aún había algún despistado entre los
asistentes. Con una entrega y ejecución impecables rompieron cuellos
ya desde primea hora de festival. Una auténtica apisonadora.
Y
el listón no bajó en absoluto con los siguientes en subirse al
escenario grande. Tras una siniestra intro y con indumentaria monacal
salían a escena los Italianos Mortuary Drape. La legendaria y
veterana banda se presentaba por primera vez en Portugal, y se metió
al hambriento público en el bolsillo desde el principio gracias a su
black metal con toques thrash. Su intimidatorio frontman, Wildness
Perversion, subido a una especie de púlpito, arrojó sus textos
ocultistas arropado por una banda de enorme nivel, con una sección
rítmica precisa como un reloj y unas guitarras plagadas de solos
virtuosos e intrincados arreglos. Una puesta en escena solemne y un
sonido impecable junto a temas míticos como All
the Witches Dance o Pentagram
los convirtieron en uno de los
indiscutibles triunfadores de esta primera jornada.
Iba
dispuesto e ilusionado para disfrutar del directo de Hexis, al igual
que disfruto de sus discos. Presentándose casi en la oscuridad,
supongo que para crear una sensación fantasmagórica, la banda
danesa fue soltando sus temas, oscuros y densos. Pero la cosa no
resultó del todo bien por culpa de un sonido que no me convenció:
confuso, distorsionado y pasado de agudos, lo que hacía que fuese
demasiado pastoso y algo caótico. La banda pareció ponerle ganas,
pero esa iluminación excesivamente minimalista y el mejorable sonido
hicieron que se me atragantase su actuación. Me marché de allí sin
siquiera terminar de verlos.
El
escenario grande mostraba buena entrada para ver a Master's Hammer.
Se percibían las ganas antes del show ante la que era la primera
visita de la banda a Portugal. Por desgracia, una vez metidos en
faena, eso no se tradujo en conexión entre la banda y el público.
Tampoco ayudó la ecualización ya que las guitarras, demasiado
bajas, eran totalmente comidas por la percusión. El show, correcto
pero frío, no terminó de despegar del todo y se hizo algo plano y
monótono, a pesar de la innegable presencia y tablas de la banda.
No
ocurrió así con Teethgrinder que dieron una auténtica lección de
brutalidad en el escenario Dungeon, consiguiendo que la gente se
volviese totalmente loca y desfasara como merecía su furiosa
propuesta grindcore. La entrega de la banda fue absoluta, dejándose
la piel en un show impecable y ultra violento.
Y
llegaba uno de los momentos más esperados de la noche. Exhorder
saltaban a escena cargados con su armamento de thrash groove furioso
y veloz. La remodelada banda regresaba a la actividad tras un parón
de siete años para realizar una serie de actuaciones que los traía
hasta el escenario grande de Barroselas. Vimos entrega, tablas y
profesionalidad en un show que puso a la gente patas arriba,
metafórica y literalmente. Pogos por doquier y desparrame absoluto
mientras iban cayendo temas de los míticos discos Slaughter
in the Vatican y The
Law, obras capitales para entender
el thrash y el groove metal de los 90 en adelante. Tuvieron un
pequeño problema técnico al comienzo de la actuación que los
obligó a parar unos minutos, excepto por ese detalle la poco más de
una hora de descarga transcurrió sin incidentes y dejó ganas de
mucho más entre un público sudoroso. Con toda la banda motivada y
un Kyle Thomas en estado de gracia fueron sin duda uno de los
triunfadores de la jornada.
Una
de cal y otra de arena. Ya que la siguiente actuación en el
escenario principal puede calificarse como una de las grandes
decepciones del cartel. La elección de Mortiis de revisionar íntegro
su disco de la primera era Anden Som
Gjorde Oppror era, cuanto menos,
arriesgada. Aquellos que sabían a lo que iban y consiguieron meterse
en la burbuja de Mortiis es posible que disfrutaran de la actuación,
pero el grueso del público, que sin duda esperaba otra cosa del
goblin ex Emperor, tenían la sensación de estar asistiendo a una
soporífera intro que parecía no acabar nunca. Viendo que la cosa no
terminaba de despegar la mayoría de la gente acabó huyendo de allí
en busca de algo con más movimiento.
Y
esa coyuntura la supieron aprovechar Pestifer en el escenario
gratuito, entregando una descarga de thrash veloz que supo a gloria
tras el tostón que había supuesto Mortiis. Ellos y, posteriormente,
la banda grindcore local Axia, maltrataron debidamente la cabeza de
aquellos que aún seguían en pie para dar por finalizada una jornada
de grandes actuaciones.
Segunda
Jornada: Sábado 28.
Como
para acompañar al concepto del festival el día comenzó con unos
cielos oscuros e inhóspitos y una lluvia intermitente que no pararía
durante toda la segunda jornada, algo que hizo que la gente
abandonase en mayor número la zona de acampada para refugiarse en
los escenarios cubiertos, lo que provocó que las actuaciones
registrasen buena entrada ya desde primera hora.
Tras
un par de descargas en los escenarios pequeños el grande lo
inauguraban los Madrileños Looking for an Answer. Ante un público
expectante y descansado realizaron un show explosivo y enérgico. La
banda, totalmente entregada a la causa, consiguió crear mosh y
circle pits por doquier y, a pesar de su propuesta death un poco
repetitiva, cumplieron de sobra el objetivo de mover y desperezar a
la gente, que lo agradeció con una buena ovación.
Flagelador
por contra no estuvieron tan acertados. Su propuesta, de corte más
clásico, basada en el heavy con toques thrash y black fue bien
recibida, pero el sonido fue mejorable y el cantante no tuvo su mejor
noche.
En
cambio los siguientes en subirse al escenario grande, los suecos
Interment, gozaron de un auténtico sonidazo, uno de los mejores que
se recuerda en el festival. Una distorsión pesadísima y un batería
pasado de revoluciones dieron como resultado una de las sorpresas del
festival. Su death metal de la vieja escuela entró como un cuchillo
afilado en el cerebro. Portentoso lo de este cuarteto.
Tras
ellos los Portugueses Process of Guilt dieron un show totalmente
hipnótico en el escenario Dungeon, consiguiendo que retumbase el
escenario con su Doom oscuro y denso. Una banda para descubrir.
Y
llegábamos a uno de los momentos cumbre del día. Nifelheim. La
banda, comandada por los carismáticos hermanos gemelos Tyrant y
Hellbutcher, derrocharon energía y carisma a raudales. Desde los
primeros acordes de Black Evil hasta el final, con The
Bestial Avenger, los suecos ofrecieron un set de auténtico black
de la vieja escuela, veloz e infernal, de temas cortos e hiper
violentos sin ningún espacio para bromas. La banda estaba totalmente
engrasada, con un batería que era un brutal metrónomo y los
guitarras lanzando solos y riffs sin compasión. Arrancaron algunas
de las más grandes ovaciones mientras caían temas míticos como
Sodomizer o Satanic Sacrifice. A pesar de su aspecto
intimidatorio a su frontman, Hellbutcher, se le veía disfrutando de
lo lindo con la respuesta de la gente, arengando al público y
acercándose cada poco a dar la mano a los fans de las primeras filas
con su cara de loco, que resultaba a la vez maligna y entrañable.
Tras una hora de tralla sin piedad quedó fuera de toda duda el buen
hacer de estos veteranos del black más puro. Sin duda entre lo mejor
del día y de todo el festival.
El
listón estaba alto, pero no hay problema, porque los siguientes eran
Suffocation. La banda era uno de los grandes reclamos del festival y,
como era de esperar, la veterana formación estadounidense de death
metal cumplió con creces, dando otra lección de autoridad en el
escenario. Ricky Myers a la voz cumplió, aunque era imposible no
pensar en el querido Frank Mullen, que por desgracia ya ha anunciado
que solo planea hacer un puñado más de actuaciones con la banda
antes de retirarse definitivamente. Los nuevos fichajes cumplieron su
cometido, especialmente Eric Morotti a la batería, que estuvo
espectacular. Por su parte el bueno de Terrance Hobbs comandó desde
un lateral, con toda su técnica y carisma intacto, escudado por
Derek Boyer con su peculiar pose al aporrear el bajo. Dieron lo que
se esperaba, un descarga brutal, profesional, demoledora, dinámica y
con técnica a raudales. A pesar de los bailes en la formación
Suffocation siguen siendo una apuesta segura si quieres dejarte las
vertebras esparcidas por la arena y sin duda nadie salió
decepcionado de allí. Enormes.
Ya
bien entrada la madrugada era el turno para disfrutar de Evil
Invaders. Los belgas venían presentando su nuevo disco, Feed Me
Violence, y su propuesta, mezcla de thrash y speed con puro heavy
metal, entró de lo lindo a esas horas de la noche. Los que aún
teníamos algo de fuerza disfrutamos de alocados mosh, arropados por
voces agudas y solos de guitarra hiper veloces, como si hubiésemos
sido transportados al mejor antro de la Bay Area en los 80. Una
auténtica delicia.
Las
actuaciones terminaban en el escenario gratuito con los black
gallegos Lóstregos y los asturianos Totengott. Estos últimos
terminaron de exprimir a la gente con un doom de alta calidad, oscuro
y pesado hasta decir basta. Mosh lento del de golpear con la frente
en el suelo, y temas de media hora de duración, hicieron de su
descarga un final totalmente perfecto para un día plagado de
excesos.
Tercera
Jornada: Domingo 29.
Tercer
día de matanza, con las reservas bajo mínimos y la sensación de
estar atrapado en un manicomio de pesadilla. El cielo negro como pelo
de macho cabrío y la noche de Walpurgis por celebrar. Ante tal
perspectiva solo quedaba servirse una copa de ron y arrastrarse hacia
la zona de conciertos.
¿Y
qué te recibía allí? El thrash enérgico y perfectamente ejecutado
del veterano trío brasileño Andralls. Sus temas rápidos, con
toques hardcore y punk dejaron buen sabor de boca entre un público
cansado que se iba desperezando poco a poco.
Abriendo
el escenario grande teníamos el death atormentado, depresivo y ultra
maligno de Altarage. Al rato de estar ante su hipnótica presencia ya
no quedaban dudas de estar atrapado en una pesadilla, o directamente
en el mismo infierno. La música del grupo bilbaíno solo puede
calificarse de monstruosidad sonora, un ser amorfo y tentacular que
te va deglutiendo sin piedad, lentamente. Tras su concierto solo
podías estar de acuerdo con la frase que el bajista lucía en la
parte posterior de su instrumento, y que rezaba: «No Hope».
En
el escenario Dungeon los gallegos Black Panda intentaban quitarle
solemnidad al ambiente con un hardcore punk más desenfadado y
festivo. No gozaron de un buen sonido, pero lo compensaron con
actitud y ganas de hacer pasar un buen rato al público. Uno de los
asistentes en las primeras filas incluso se abrió la cabeza así
que: misión cumplida.
Una
de las sorpresas de la jornada llegó con Dyscarnate. Banda a la que
no conocía de nada y que me enamoró al momento con su death metal
técnico con una pizca de djent. Riffs de guitarra oscuros,
pesadísimos y técnicos, junto a voces infernales en temas con
interesantes cambios de ritmo. En el escenario se vieron imponentes y
sonaron brutales. Como digo toda una sorpresa, y a la postre uno de
los mejores conciertos del día. Para seguirles la pista a partir de
ahora.
Tras
ellos, en el escenario Dungeon, Irae dieron un concierto de black
metal clásico que no pasó de correcto. No ocurrió lo mismo con los
siguientes en descargar en ese mismo escenario, los suecos Suma, que
dieron un concierto sobresaliente. Su música, algo densa al
principio, te iba introduciendo poco a poco en su burbuja de sludge y
post-doom, atrapándote cada vez más fuerte para no dejarte ir ya.
Temas como Let the Churches Burn sonaron pesados y
asfixiantes, haciendo que retumbara el escenario y el público
congregado. La banda se entregó totalmente, dando la impresión de
estar en estado de trance. Con una formación que incluía
guitarra/voz, bajo, batería y dj, fueron soltando sus cambios de
ritmo y atmósferas narcotizantes que se expandían por el escenario
elevándote hasta su terreno psicodélico. A destacar la vistosidad
de su batería, todo energía tocando a ras de escenario,
prescindiendo de la tarima. Agradaron tanto a fans como a curiosos y
se coronaron como uno de los triunfadores del último día.
Llegaba
otro de los momentos más esperados. Con la banda sonora de
Nekromantik, película de culto sobre necrofilia, sonando por los
altavoces, era el momento de que saliesen al escenario los
integrantes de la mítica banda noruega Carpathian Forest. Su black
metal accesible, con toques punk y rock, gustó a algunos pero
también decepcionó ligeramente a otros. La peculiar voz de su
frontman, el legendario Nattefrost, enamoraba y espantaba por igual a
los presentes. Dieron un repaso a toda su discografía, con clásicos
como When Thousand Moon Have Circled o Blood Cleansing,
incluyendo por supuesto A Forest, la mítica cover de The
Cure. Con una puesta en escena más sobria que en otras ocasiones
(echamos de menos a las mórbidas bailarinas), dejaron satisfechos a
sus fans, pero dudo que reclutaran muchos nuevos adeptos.
Esto
se iba acabando, y los noruegos Nekromantheon fueron los encargados
de cerrar el escenario Dungeon. Consiguieron exprimir las muy
mermadas energías de los asistentes con un show de thrash sin
concesiones. El público se subió al carro y se entregó totalmente,
con unas primeras filas que eran un caos de mosh, circle y crowd
surfing.
A
los japoneses Church of Misery les tocó la papeleta de cerrar el
escenario grande. Y aunque se marcaron un show correcto de Doom y
Stoner, con enormes influencias de Black Sabbath y Pentagram, era
inevitable tener la sensación de que era una propuesta algo
descafeinada como fin de fiesta. La actitud de la banda tampoco pasó
de ser meramente correcta, y entre unas cosas y otras el show se
acabó quedando a medio gas.
Para
los suicidas aún quedaban un par de actuaciones en el escenario
gratuito. Los encargados de cerrar definitivamente las actuaciones
fueron los locales Rbd que, practicando un grindcore exageradísimo y
con un monolito casero que el público se encargó de destrozar al
final del show, dieron el golpe de gracia para transformar aquello en
un auténtico manicomio.
Y
así llegaba el final de esta XXI edición del festival de
Barroselas. Otra edición rodeados de buena gente y grandes
conciertos. Parece muy poco probable que alguna de las bandas que
desfiló por los escenarios durante los tres días vaya a ser el tan
ansiado próximo revienta estadios, y ni falta que hace, porque
seguramente ni las bandas ni el público asistente a Barroselas
buscaban algo así. En cambio todas ellas sirvieron para constatar
algo que para muchos de nosotros es más importante: que el
underground extremo está vivo, y que su podrido corazón late con
mucha fuerza.
Nos
vemos el año que viene, vaya que sí.
Texto escrito originalmente para la web musical DiabloRock:
Fotografías de Helena Granjo.
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