Masaccio: Adán y Eva expulsados del Paraíso.

lunes, 17 de mayo de 2010

EL AMOR

Había sido un polvo glorioso.
Ernesto estaba fumándose un porro. Intentaba trazar círculos con el humo. Con su brazo izquierdo rodeaba a Sara, acariciando su pelo. Se giró un poco para mirarla, su pelo castaño cayendo por su brazo como una cascada, sus ojos avellana mirando al vacío, sus pequeños hombros redondeados. Había sido un polvo glorioso.
No era la primera vez que se acostaban, llevaban un mes saliendo, todo el rollo: Cine, bares, restaurantes, parques. Siempre que quedaban acababan en casa de alguno terminando la faena y la cosa cada vez era mejor, estaban a gusto, ilusionados.
Ernesto observaba en silencio y pensaba, esta chica le gustaba, le gustaba de verdad, le gustaba estar con ella, le gustaba hablar con ella y le gustaba acostarse con ella, se sentía extraño, siempre había sido un solitario pero empezaba a plantearse ciertas cosas.
"De modo que es esto, de lo que la gente habla, sobre lo que se hacen películas", pensó.
Dio una calada, expulsó el humo y la besó en la frente.
Sara acariciaba el torso desnudo de Ernesto con el dedo índice. Comenzó a trazar círculos alrededor del pezón.
- Ha estado bien, ¿verdad?. - Preguntó.
- Ha estado de puta madre. - Contestó el mirando al techo.
- Joder, no me quiero ir.
- Ni yo quiero que te vayas.
- Bueno, tu al menos saldrás, yo tengo ahora que currar.
- Ya, es una putada.
- Joder, no quiero ir, no quiero. Aguantar a toda la gente, a los borrachos.
- Piensa que solo son seis horas, seguro que pasan volando.
- ¿Quedaremos luego?
- Supongo que si, tu llámame.
- ¿Que vas a hacer?
- No lo se, llamaré a alguien, supongo que a Carlos, creo que habrá gente en su casa bebiendo.
- Si, mi hermana me dijo que iría allí.
- Si, le llamaré. Aunque no tengo muchas ganas de fiesta, me gustaría quedarme aquí contigo toda la noche, abrazados, sin hacer nada.
Sara se puso encima de el, le miró a los ojos sonriendo y le besó, un largo y tierno beso, algo sincero, sin artificios, luego volvió a mirarle a los ojos y se levantó rumbo al baño.
Ernesto se quedó tumbado, fumando, observó su cuerpo desnudo atravesando la habitación, ondeando de un lado a otro, como una brisa, como una sinfonía, como el océano. Tenía un cuerpo perfecto, empezó a endurecerse de nuevo.
"De modo que es esto, sobre lo que se escriben relatos, sobre lo que se componen canciones"
La escucho lavarse los dientes.
Continuó tumbado mientras ella se vestía, cada día le gustaba más, sus gestos, su pelo, ELLA.
- Oye, ¿has visto por ahí mis bragas?
- No.
- Joder, al final llegaré tarde.
Terminó de vestirse, volvió al baño, salió, cogió algo de su bolso, volvió al baño. Ernesto observaba todo esto tumbado desnudo en la cama, era genial no tener que currar.
- Me voy...... Joder no quiero ir.
Se acercó a Ernesto y le besó, luego le besó otra vez mas pausadamente, notó algo duro entre las sabanas.
- ¡Mierda!, me largo, pórtate bien, te llamaré.
Salió de allí. Ernesto continuó mirando al techo, notaba la habitación increíblemente más vacía, ella se había llevado todo, se había llevado la luz, dejando únicamente su fragancia en el aire. Su erección se relajó. Continuó así unos minutos, escuchando su propia respiración, escuchando el vacío.
Se incorporó, cogió el teléfono y marcó un número.
- ¿Si?
- Que pasa capullo, ¿dónde andas?
- Estamos en mi casa de botellón, pásate.
- Mmmm, vale, estaré ahí en tres cuartos de hora.
Le costó bastante decidirse a ponerse en marcha. Finalmente salió de la cama, se puso los calzoncillos y encendió el equipo de música, tras sopesar algunas opciones se decidió por Guns n´ Roses. La música le dio la energía suficiente para terminar de vestirse, pensó que necesitaba una ducha pero no le apetecía en lugar de eso abusó un poco mas del desodorante. Cuando creyó estar listo salió de casa rumbo a la de Carlos.
Mientras caminaba por la calle no paraba de pensar en ella, recordando situaciones. Caminaba con una sonrisa en el rostro. Finalmente llegó a casa de Carlos. En cuanto entró le golpeó el fuerte olor a marihuana. Carlos estaba preparándose una copa con un porro apagado colgando de los labios, también estaban allí Sergio y Emilio tumbados en el sofá jugando a la consola, en otro sofá pudo ver a Natalia, la hermana de Sara, que hablaba y reía con una chica que el no conocía, Hendrix flotaba en el aire a un volumen prudencial.
Realizó la ronda de saludos de rigor, la chica extraña resultó llamarse Ana, tras la ronda miró el menú sobre la mesa y se decidió por el vodka, se sirvió una copa generosa, mientras lo hacía Carlos se acercó por detrás.
- Que tal bribón, ¿dónde andabas?.
- Estaba en casa.
- ¿Con ella?
- Si.
- Anda.....parece que la cosa va para delante.
- Si, bueno, estoy a gusto.
- Ten cuidado.
- ¿Por?
- A ver si te vas a enamorar.
- Quizás ya lo esté.
- No digas tonterías.
- No es ninguna tontería, esta me gusta de verdad.
- Bueno, ya sabes lo que yo opino del amor.
- Eso es porque no has encontrado a la adecuada.
- La encontré. Y la perdí. Con ella se fue mi capacidad de amar, y me la suda, estoy muy a gusto así, sin las rayadas.
- Bah, no te creo, te haces el duro, no todo son rayadas y lo sabes.
- No, claro, al principio no, al principio es la hostia, las mariposas vuelan gráciles, el aire es puro, las flores bellas, ¿no? Jajaja, apuesto ha que has venido todo el camino sonriendo, pensando que la vida es maravillosa, jajaja, pardillo. Estas hipnotizado, eso es todo, pero se acaba despertando, siempre se acaba despertando.
- Envidia es lo que noto.
- Para nada, me alegro por ti, también estaré aquí cuando despiertes. Brindemos por tu amor.
Carlos agarró una botella de color verde y dos vasos de chupito, los rellenó.
- No, no, no, ni de coña.
- ¿Qué pasa señor amor?
- Paso de absenta, la he dejado.
- Venga hombre, estamos de celebración.
- Joder.....pero solo uno.
- ¡Por el amor!
Levantaron los vasos, los chocaron y arrojaron el contenido dentro de ellos, luego arrugaron las facciones en una mueca de dolor. Ernesto se apoyó en la mesa, concentrándose, por un momento estuvo a punto de echarla, se sobrepuso.
- Esto es una puta mierda.
- Qué dices, está que te cagas, y ahora un tirito para pasarla.
- Joder Carlos, eres el señor vicios.
- Ya, eso es porque en mi vida no hay amor, ¿te pongo una no?
- No, yo paso de historias.
- Bla, bla, bla.....
- .........pero pequeñita eh.
Ernesto sorbía su copa de vodka mientras Carlos dibujaba, los demás seguían a lo suyo. Ernesto empezó a pensar en ella, la echaba de menos, la necesitaba para controlarse, estaba dispuesto a dejar todas las mierdas, bueno, la cerveza no, también hay que vivir, pero si el resto. Últimamente su vida había estado plagada de locuras, noches sin dormir, sustancias extrañas y situaciones delirantes. No todo había sido malo, se lo había pasado que te cagas, pero había que pasar a otra fase, las risas y la despreocupación habían ido dejando paso a la depresión, una depresión lenta pero firme. Se notaba cada vez más vacío y entonces había llegado ella, en el momento justo. No pensaba dejar escapar este tren. Ahora se veía a si mismo haciendo otras cosas, quizás viajar, ver mundo, disfrutar un poco más del día, de la luz, cambiar de hábitos. Alguna vez habría alguna discusión, claro, pero se solucionaría y harían las paces con una increíble sesión de sexo. Se acabó el despertarse sin saber dónde estaba, se acabaron las tendencias suicidas.
- Bueno, esto ya está.
- Joder Carlos, te dije pequeña.
- Y lo es.
- Mierda.
Agacharon el lomo y aspiraron.
- ¿De donde es?
- De donde siempre.
- Está bien.
- Está que te cagas.
Se quedaron un momento saboreando, apreciando los matices como dos putos catadores de vino, luego Carlos llegó a la inevitable conclusión.
- Voy a hacerme otra.
- Yo paso.
- Como quieras.
- Oye, ¿qué opinas de Ana?
- Está bien.
- Es amiga del Emilio, pero el me ha dicho que hay vía libre, esta buenísima, justo como me gustan, pequeñita y manejable, además es muy maja.
- No se, no he hablado con ella, pero si, parece maja.
- Mola, voy a tirarle viaje a ver si cae.
- Suerte.
- Podría enamorarme de ella.
- Tu no tienes capacidad de amar.
- Es verdad, lo había olvidado. Pues voy a ver si me la follo.
Ernesto se terminó su copa y se sirvió otra, luego estuvo un rato charlando con Emilio y Sergio, estaban viciados con los putos juegos de fútbol. Se recostó en un sofá y empezó a liarse un peta.
Carlos estaba puesto y su confianza en si mismo aumentaba, se decidió a atacar, se sentó al lado de Ana y empezó a hablar sin parar, gesticulando alocadamente, era un tipo majo, tenía clase y carisma, su problema era que siempre se le iba la mano con el alcohol y las drogas, empezaba bien, su conversación era interesante y caía bien, eso le hacía crecerse, seguía bebiendo y poniéndose y al rato empezaba a balbucear y hacer locuras hasta que irremediablemente había que acabar recogiéndole del suelo.
Natalia se levantó para dejarles solos y se sentó al lado de Ernesto.
- ¿Me das unas caladas?
- Claro.
- Gracias.
- ¿Carlos está ya desplegando su plumaje no?
- Jajaja, si, de momento lo lleva bien, se nota que está puesto pero es ingenioso, parece que Ana muestra interés.
- Se tomará unos chupitos más de absenta y acabará cagándola.
- Como siempre.
- Luego me tocará traerle en brazos a casa.
- Eso si no desaparece.
- Ya.
- Bueno, ¿qué tal con mi hermana?
- Bien, muy bien, hemos estado juntos antes.
- Si, me lo contó.
- Dice que luego nos llama.
- Hacéis buena pareja.
- Gracias, me gusta bastante, estoy a gusto con ella.
- Me alegro por vosotros.
La noche continuó, cada vez estaban más borrachos, de vez en cuando Carlos agarraba a Emilio y Sergio y desaparecían por el pasillo, volvían rascándose la nariz, Ernesto se sorprendió a si mismo rechazando las invitaciones, estaba harto, luego tenía intención de ver a Sara y no quería aparecer puesto, ella lo detestaba, pero no lo hacía solo por eso, el también quería dejar de desfasar, miraba a Carlos y se enternecía, esbozaba una sonrisa, pero también lo veía como algo que había que superar, otra vida le esperaba. No obstante estaba bebiendo deprisa y empezaba a notarse algo bolinga aunque nada comparado con Carlos al que ya se le empezaba a ir la olla de manera preocupante. Por su parte Emilio y Sergio continuaban con su torneo de consola, cada vez mas exaltados e histéricos.
Ernesto y Natalia fumaban y comentaban todo esto entre risas. Carlos se acercó por detrás y los rodeó con los brazos, sus ojos estaban medio cerrados.
- Os quiero, os quiero joder, sois mis mejores amigos.
Natalia se levantó y agarró a Carlos.
- ¿Te encuentras bien?
- Me encuentro de puta madre.
- Quizás deberías sentarte.
- No quiero sentarme. Joder Nati, te quiero, te quiero mucho.
- Y yo a ti Carlos.
- Eres mi mejor amiga, eres mi única amiga.
Carlos tropezó derramando parte de su copa en el suelo.
- Quieto, que te caes.
- Estoy jodido Nati, tomate una absenta conmigo.
- Descansa un poco.
- Tomate una absenta conmigo.
- Descansa un poco y luego nos la tomamos.
-Si.....si.
- Oye Ernes, voy a llevar a este a la habitación que esta un poco mal.
- ¿Te ayudo?
- No, tranquilo.
Natalia y Carlos desaparecieron por el pasillo, Carlos iba balbuceando. Ana se aproximó y se sentó junto a Ernesto.
- ¿Tu amigo está un poco loco no?
- Todos lo estamos. Es buen chaval, pero tiene poco control.
- Ya veo, es ingenioso, pero se le está pirando ya un poco.
- Suele pasar.
- Pobre....yo creo que le falta amor.
- Eso tiene gracia.
- ¿Por?
- Deberías decírselo.
- No creo, quizás se lo tome como una invitación.
Ernesto y Ana se pusieron a hablar, la conversación era fluida. Se pusieron al corriente de sus vidas. Ana vivía con su madre, el viejo había desaparecido cuando ella era pequeña y su madre había tenido que trabajar de sol a sol, se llevaban muy bien entre ellas porque sabían que solo se tenían la una a la otra. Ernesto por su parte vivía solo desde hacía poco, su familia era modélica, padre, madre, hermano y hermana, se llevaban como el culo entre ellos, quizás por la seguridad de saberse ahí.
Ana estudiaba empresariales, lo odiaba, habría querido ser actriz o escritora, pero optó por lo pragmático. Ernesto no estudiaba, vivía del dinero de trabajos ocasionales y la ayuda de sus padres (esto no lo mencionó), quería ser músico, era bajista de una banda de hard rock, "Damned´s revenge", eran un poco malos (esto no lo mencionó).
Pasaron a hablar de literatura, era la otra pasión de Ernesto. Se mencionó a Vila-Matas y a Auster, cuando se mencionó a Fante a Ernesto se le iluminaron los ojos.
- ¿Te gusta John Fante? - Preguntó.
- Claro. Arturo Bandini, vaya crack.
- Vaya, eres la primera chica que conozco que le gusta Fante. Eres la primera chica que conozco que conoce a Fante.
- Venga hombre, tampoco es tan desconocido.
- ¿Cual es tu libro preferido?
- "Pregúntale al polvo". Fue el primero que leí y me impresionó.
- ¿Te has leído "la hermandad de la uva"?
- No.
- Joder, pues hazte con el, es increíble. Cada puta palabra, cada coma, está en su sitio, literatura cien por cien honesta, nada de almidón, yo creo que es su obra maestra, además, por lo que me has contado de tu padre seguro que te llega bastante.
- Me haré con el. ¿Te has leído la historia de Bukowski en la que se encuentra con Fante?
- Si, si, "conozco al maestro", ese relato es genial, mira, los pelos de punta.
- Si, es la hostia, ¿Que me dices de Knut Hamsun?
- Mierda, se quien es, no me he leído nada pero le conozco, tengo ganas de hincarle el diente.
- Hazte con "la trilogía del vagabundo" y me cuentas.
- Lo haré.
- Seguro que te gusta, toma, fuma.
Ana le acercó el porro a Ernesto. Al tocarse sus dedos se miraron fijamente, ella sonrió. Había algo en esa sonrisa, Ernesto pudo verlo. ¿Por qué? ¿Por qué pasaban estas cosas? Meses y meses buscando una chica interesante, y justo cuando la encontraba, aparecían otras. Era cómico, era trágico, era absurdo. La vida se burla de uno con este tipo de cosas, te hacen darte cuenta de que no tienes el control sobre nada, te reducen a monigote de teleserie.
Ernesto intentó evitar la atracción que sentía por Ana, se concentró en Sara. Volvió a verla en la cama, sonriendo, el pelo sobre su brazo, su mano sobre su pecho, su olor, su sonrisa. Le resultó muy extraño que aún no le hubiese llamado, el tiempo se le había pasado rápido pero ya era bastante tarde, no la quedaría mucho para salir del curro. Metió las manos en el bolsillo en busca del móvil para mandarle un mensaje. No encontró el móvil, no estaba ahí. Miró a su alrededor. Recordó su cazadora colgada a la entrada. Se incorporó, fue en busca de la cazadora e introdujo las manos en los bolsillos. Una sensación de alivio lo recorrió cuando palpó el plástico del móvil al fondo, esa sensación duró hasta que miró la pantalla, en ese momento le invadió el pánico, como un enjambre de arañas trepando por su espina dorsal.
"14 LLAMADAS PERDIDAS"
Se le nubló la mente, empezó a masajearse la perilla, navegó por los menús del móvil. Todas las llamadas eran de Sara, realizadas a lo largo de las tres últimas horas. Continuó masajeándose la perilla.
Salió del salón rumbo a la cocina, escuchó gemidos que salían de la habitación de Carlos, la puerta estaba cerrada, el y Natalia llevaban ahí un buen rato, no le costó imaginar lo que sucedía ahí dentro aunque se sorprendió bastante.
Entró en la cocina y marcó el número de Sara. No contestó. Volvió a intentarlo, sin éxito.
Se asomó a la ventana, la noche cubría la ciudad, pasaba algún coche de vez en cuando, dos tipos caminaban abrazados haciendo eses. Se encendió un cigarrillo, aspiró, "la he cagado pero bien". Se sirvió un vaso de agua y regresó al salón, por el pasillo se encontró a Natalia que salía del cuarto de Carlos.
- ¿Qué tal tía?
- Mal.
- ¿Os habéis liado no?
- Qué dices, no jodas.
- No se, lleváis mucho tiempo ahí.
- Carlos está mal, se ha sincerado conmigo, me ha contado sus movidas y se ha puesto a llorar. Está jodido, muy jodido.
- Vaya mierda, yo la he cagado.
- ¿Por?
- Tu hermana ha estado llamándome, tenía el móvil en la chupa en modo silencio, no me he enterado, llevaba llamándome tres horas, la he llamado pero no me lo coge.
- Joder, que marrón.
En ese momento Ernesto notó una vibración en su mano, era el móvil, lo alzó, la pantalla era precisa,"SARA".
- Es ella.
Descolgó mientras huía a la intimidad de la cocina.
- Hola.
- Como que hola. ¡Llevo tres horas llamándote!
- Mierda, lo siento, tenía el móvil en la chupa, no me he dado cuenta.
- ¿No te extrañaba que no te llamase? ¡¿Qué cojones estabas haciendo?!
- Si....no, bueno, nada.
- ¿Estás pedo?
- He bebido un poco.....
- ¿Te has drogado?
- Joder, no.
- ¡Mientes!
- No, en serio, no me he drogado.
- ..........¿Dónde estás?
- En casa de Carlos.
- ¿Está mi hermana ahí?
- Si, está por aquí.
- Mierda, lo sabía. - Dijo Sara sollozando.
- Eh, eh, ¿qué ocurre?
- No me tomes el pelo, sabes perfectamente qué ocurre.
- ¿Pero qué te pasa? ¿Qué dices?
- ¿Crees que soy gilipollas?
- No, Sara, joder, ¿qué es lo que pasa?
- Me he fijado en cómo la miras.
- Qué dices, estás desvariando.
- ¡¡¿Así que ahora soy una loca?!!
- No, joder, tranquilízate.
- ¿Te la has follado?
- Mierda no, joder, aquí hay mas gente, pregunta a cualquiera.
- ¡¡No tengo que preguntar a nadie!!
- Aquí hay mas gente, estoy con Emilio y Sergio.
- ¿Quieres decir que si ellos no estuviesen te la habrías follado?
- Mierda, deja de montarte películas.
- ¡¡¿Entonces por qué no lo cogías?!!
- Ya te he dicho que no me he dado cuenta, lo siento, lo siento.
- Tu no sientes nada.
- Joder, lo siento, te quiero.
- Tu nunca podrás querer a nadie, estás trastornado, paso de ti.
- Pero Sara, por favor......
- ¡¡Déjame en paz!!, yo no me merezco esto ¿sabes?......No me merezco sufrir así por ti....
- ¿Dónde estás?
- Trabajando, donde voy a estar, trabajando mientras tu te drogas y te lías con mi hermana, maldito.........
- Oye, no he hecho nada, voy a buscarte.
- Ni se te ocurra aparecer por aquí, no quiero verte mas, ¿sabes qué voy a hacer?
- ¿Qué?
- Voy a salir con uno de mi curro, y pienso pasármelo en grande como tu.
- Oye, tranquilizate, hablemos.
- Tuviste tu oportunidad, déjame en paz, voy a salir con el, y me lo pienso follar.
- No, no.
- ¡¡Me lo pienso follar!!
- ¡¡¡Pues fóllate a quien quieras jodida loca!!!
Ernesto colgó, tuvo que reprimirse para no estampar el teléfono contra la pared. Se encendió un pitillo, tuvo que reprimirse para no estampar el mechero contra la pared. Dio una calada, tuvo que reprimirse para no estampar el puño contra la pared. Se asomó a la ventana y empezó a notar un nudo en el estómago, apretaba los dientes intentando no llorar, lo conseguía por muy poco. Cogió el móvil y le dio a rellamada, escuchó un par de tonos, ella le colgó. Dio otra calada. Volvió a llamar.
- El teléfono móvil al que llama está apagado o fuera de cobertura en este momento, por favor, inténtelo de nuevo mas tarde.
- Bien, pues que te jodan.
Ernesto regresó al salón. Ana estaba hablando con Sergio, le miró fijamente cuando entró. Emilio y Natalia se preparaban sendas copas. Ernesto agarró a Natalia de un brazo y se la llevó aparte, le contó la conversación con Sara.
- Joder, tu tranquilo, mi hermana está loca.
- Que la jodan.
- No digas eso, se le pasará, verás como te llama en un rato.
- Se va a liar con el de su curro.
- No seas tonto, a mi hermana le pierde la bocaza que tiene, pero la conozco, es un farol, seguro que se va a casa.
- Me da igual lo que haga. - Mintió.
Ernesto se acercó a la mesa, miró un rato, dudó, finalmente se sirvió un chupito de absenta, "a tomar por culo", lo tragó furioso. En ese instante Carlos apareció en la puerta, como materializado desde el infierno, todos callaron, daba miedo, cejo fruncido, cabeza gacha, ojos inyectados en sangre, en la sombra, rodeado de vibraciones malignas. Se frotó la nariz, aspiró fuertemente y finalmente habló.
- ¡¡Joder, a tomar por culo de aquí, vámonos a un puto garito!!
Nadie se atrevió a contradecirle, empezaron a recoger sus cosas.
Natalia se acercó a Carlos.
- ¿Estás bien?
- Perfectamente, perdona por lo de antes.
- No pasa nada.
Carlos se inclinó y besó la frente de Natalia, esta se marchó a por su chupa. Ernesto se acercó a Carlos.
- Oye tío, ¿te queda algo?
- Algo.
- Ponte una por favor.
- Claro tío, ¿qué ha pasado? ¿Mal de amores?
- Si, mierda.
- Tranqui, te dije que estaría aquí cuando despertases.
Fueron a la habitación de Carlos y lo hicieron, no se sintieron mejor, pero se sintieron más fuertes, se abrazaron, el resto estaban esperando en la puerta, se precipitaron al vacío, a la noche, a la ciudad.
Fueron a su bar de siempre, en el que solían empezar la noche, un garito heavy. Fuera, cerca de la puerta, había un chico apoyado contra una pared, delante suya había una chica, estaba llorando, repetía "lo siento, lo siento", el chico miraba por encima del hombro de ella, escuchando en silencio.
Entraron al garito, había bastante gente, sonaban Motley Crüe, eso animó instantáneamente a Ernesto.
Carlos fue directo al camarero y dueño, un tipo llamado Lolo, le estrechó la mano.
- Oye Lolo, siento lo del otro día.
- No te preocupes, reaccionaste bien.
- Me pasé un poco, se que me llamaste la atención pero no recuerdo por qué.
- Estabas fuera dándole puñetazos a la puerta de un portal, luego la gente se me queja a mi.
- Joder, no lo recuerdo, lo siento.
- No pasa nada.
- Ponme seis chupitos de vodka y un tercio.
- Marchando.
Carlos pagó y acercó un chupito a cada uno, Ernesto, Emilio, Sergio, Ana y Natalia. Le dieron las gracias, los levantaron al unísono y brindaron por el amor.
Cada uno se pidió una bebida. Carlos y Emilio desaparecieron entre la multitud, a la búsqueda de niñas indefensas. Sergio se puso a hablar con Natalia y Ernesto con Ana.
Ah, los bares un sábado por la noche. Que microcosmos. Todo se da cita allí y, como en la vida, prima la desesperación, la búsqueda, la locura, el querer olvidar, el querer huir. Cada uno se traza su ruta, esperanzado. Puede ser jugando al futbolín o poniéndose en el baño. Todas llevan al abismo. Irremediable, frío. Mientras el mundo gira y la pareja de fuera sigue discutiendo.
Bebieron y bebieron. Risas, gritos, brindis. Salieron de allí dando tumbos, como figuras suspendidas de un hilo. Estaban suspendidos de un hilo. Toda la realidad pendía de un fino hilo.
Emilio había desaparecido, nadie lo encontraba, tampoco fue una tragedia, cada uno trazaba su camino hacia el abismo.
Ernesto y Ana reían beodos, se habían estrechado lazos y reducido distancias, caminaban abrazados.
Llegaron a otro de sus bares típicos, también de Metal, también lleno de gente y de vacío. Seres pululando como bacterias bajo el microscopio. Ernesto no enfocaba bien, agarrado a Ana no mantenía bien el equilibrio, comenzaron su peregrinaje hacia la barra. A mitad de camino Natalia los detuvo.
- Eh vámonos de aquí. - Dijo nerviosa.
- ¿Por qué? Está de puta madre.
- Hazme caso, vámonos.
Entonces lo vio.
Entonces la vio.
Momentáneamente las brumas se despejaron como si quitasen un filtro y pudo ver nítidamente a Sara en un rincón, apoyada contra una columna, al otro extremo del garito, ella lo vio a su vez, inevitablemente. Ambos se quedaron mirándose fijamente, sorprendidos. Un chico apareció entre la multitud y le dio una copa a Sara, esta movió los labios, sin dejar de mirar a Ernesto, continuó mirándole un rato, luego dejó de hacerlo para prestar toda su atención al chico que le había traído la copa.
- Si, mejor vámonos. - Dijo Ernesto al fin.
Salió de allí, empujando a la gente como si apartase la maleza, sin preocuparse de si alguien salía con el. Salió y se apoyó contra una pared, respirando hondo, notando como su alma se resquebrajaba lentamente, oyendola crujir, Natalia salió y se acercó a el.
- Eh Ernes, ¿estás bien?
- Cojonudo. Parece que tu hermana no se fue a casa.
- Tío, lo siento, voy a hablar con ella.
- Déjala, déjala que se divierta, nosotros nos estamos divirtiendo ¿no?
- Voy a hablar con ella.
Natalia volvió a entrar. Ernesto se quedó ahí, no sentía nada, ni odio, ni rabia. Nada. Estaba ahí, otra gente estaba en otras partes, eso era todo.
Notó la mano de Ana levantándola la cabeza, no la había visto llegar.
- Ernesto, ¿cómo estás?
- Es la pregunta de moda.
- ¿Era tu ex verdad?
- Así es.
- Tu tranquilo que esta noche no te vas a ir solo a casa.
- Gracias.
Ernesto la miró fijamente y antes de que se diera cuenta ella apoyó sus labios sobre los de el, el cerró los ojos y se dejó llevar vencido por la situación, ya no merecía la pena plantearse nada, simplemente saltar al vacío y esperar caer de pie, estaba convencido de que alguien observaba todo eso en un monitor y reía, seguramente Dios.
El beso fue largo y pasional, fue cálido.
- Vámonos de aquí. - Dijo finalmente Ana.
- ¿A donde?
- A tu casa.
Comenzaron a andar, no se preocuparon de avisar a nadie de su partida, no importaba. Estaban los dos bastante borrachos, Ernesto más que Ana, caminaban por instinto, sin plantearse la ruta y aún así por el camino correcto.
La cabeza de Ernesto daba vueltas frenéticamente, como una lavadora llena de ropa sucia, como una polilla alrededor de una bombilla, chocando en su búsqueda de luz. Meditaba los acontecimientos. Hace unas horas estaba abrazado a una chica genial, planteándose un futuro junto a ella, el, el eterno rompecorazones que se jactaba de no dejarse atrapar en la telaraña del amor. El que nunca quedaba dos veces con la misma chica. Ahora que estaba dispuesto a cambiar una estupidez lo borraba todo. Y lo volvía a construir en la forma de esta otra chica, ¿qué hacer? ¿Caer nuevamente en la trampa? ¿A quién le importa? Echó mano del sabio refranero popular: "Una mancha de mora con otra verde se quita".
Formularse planes, levantar proyectos, predecir las cosas, todo era vanidad, era desafiar a Dios, al destino, llámalo como quieras. El caos siempre acababa imponiéndose. No cometería el mismo error. Le habían dejado. Le habían humillado. Sara, aquella que pensó ingenuamente que podría significar algo estaba en ese instante con otro tipo, vengándose por algo que no había pasado. Por suerte el también estaba acompañado.
¿Por qué buscarle una lógica?, nunca la habría, simplemente dejarse llevar, ahogar el dolor en el placer, era un simple junco en el mar, frágil, una rama jamás podría remontar la corriente.
Pensaba todo esto mientras intentaba no caer al suelo, por suerte Ana le asía fuerte del brazo permitiéndole seguir, como las dos pequeñas ruedas que se ponen en las bicis cuando eres pequeño.
Caminaron largo rato, de vez en cuando hacían una pausa en el camino y se basaban apoyados contra una pared, tras no poco esfuerzo llegaron a casa de Ernesto.
- Bueno, aquí es.
- Menos mal, pensé que no llegaríamos nunca.
Veían el final de la noche cerca, por fin la calma, abandonar las calles para recluirse en el confort y la intimidad de una habitación. Ambos se relamían pensando en lo que vendría ahora, la casilla final en el juego de la huida, cuando dos cuerpos se funden y ya nada importa, ¡qué ingenuos! El destino aún no había acabado con ellos.
Ernesto se revolvió los bolsillos, había monedas, había papeles, había un pañuelo, había una vieja entrada de cine, habían unos porros, había un mechero, había una cartera, había un mp4, había un vale por un chupito, había un billete de autobús. Lo que no había eran unas llaves.
- ¡Mierda!
- ¿Qué pasa?
- No encuentro las llaves.
- Bromeas.
- Que va.
- Mírate bien.
- No joder, no están.
Pánico. Relajación de la lujuria. Frustración.
- Mierda, no están, las he perdido.
Ernesto se puso a reír como un demente. El tipo en el monitor reía. Sonaban risas enlatadas de teleserie.
- ¿Qué hacemos?
- Déjame pensar.
Esto no podría acabar así, necesitaba ese polvo, necesitaba limpiar la mancha en su orgullo. Miró al cielo en busca de respuestas.
La cara de Carlos se materializó entre las nubes.
Marcó su número.
- ¡¡¡Eeeeeeee!!!
- Carlos tío, ¿dónde estás?
- No lo sé, mierda, no lo sé, desaparecisteis cabrones, estoy jodido.
- Me fui a casa con Ana.
- Bribón.
- Tengo un problema.
- Yo si que tengo un problema.
- Estoy en mi portal, he perdido las llaves.
- Jajajajajaja.
- ¿Podemos ir a tu casa? ¿Por favor tío?
- Joder claro que si.
- Gracias tío, gracias.
- En mi portal en quince minutos.
- Gracias, gracias.
Marcha atrás, la agonía aún no había acabado. Volvieron a deslizarse por las calles, enroscados como serpientes, intentando no tropezar. Un perro olisqueaba un cubo de basura. Un tipo sentado en un portal agarrándose la cabeza, intentando que esta no se desprendiera del cuerpo. Una pareja dándose el lote. Coches con gente viviendo su propio calvario, precipitándose a derecha e izquierda, ¿alguna dirección sería la correcta? Borrachos cantando.
¿Cuando acabaría todo esto?.
Finalmente llegaron al portal de Carlos. Ahí estaba el, solo, apoyado contra la pared, luchando.
- ¿Dónde están los otros?
- Estamos en un garito.
- ¿Nos dejas subir?
- Claro que si parejita.
- Eres el mejor tío.
- Lo sé.
Carlos abrió la puerta al cuarto intento. Entraron en casa.
- Bueno, ya sabes cual es la habitación de invitados.
- Gracias, te debo una.
- Gracias Carlos. - Dijo Ana.
"Maldita sea, me gustaría haber sido yo", pensó Carlos. Se palpó los bolsillos, aún quedaba droga, "al menos te tengo a ti", pensó, y salió de allí, buscando su propia muerte para bailar con ella, para besarla, su único y verdadero amor, quería fundirse con ella de una vez por todas y cerrar el absurdo capitulo de su vida. Quizás hoy por fin fuese el día.
Ernesto se tumbó en la cama, no podía creerlo, al fin. Una descarga eléctrica recorría su cuerpo, tensionándolo.
Miró al techo, todo giraba, y giraba, ahora estaba en el centrifugado.
Ana se arrojó sobre el y empezaron el ritual. Besos, mordiscos, manos y piernas entrelazándose aquí y allí, giros, lenguas.
Ernesto comenzó a desvestirla, Ana tenía un cuerpo estupendo, comenzó a recorrerlo, la respiración de ella se aceleraba invadiendo todo el espectro sonoro. Gemidos.
Media vuelta, ahora ella estaba encima, desabrochándole la camisa, lamiendo, el le agarraba la cabeza, todo daba vueltas. La polilla chocaba contra la bombilla, ¿podría llegar a la luz? ¿Había alguna luz?, ¿Había alguna luz ahí?.
- Oye tía, estoy muy pedo, no se si voy a poder.
- Tranquilo, relájate, déjame a mi.
Cerró los ojos, la oscuridad seguía girando, el mundo seguía girando.
Notó como le desabrochaban los pantalones y le bajaban los calzoncillos, la erección aun era muy tímida. Ella se la metió en la boca. Saliva caliente. Ernesto gimió y arqueó la espalda en una semicircunferencia perfecta.
Si. Calidez, cosas que explotan, el universo encima de el, arropándole, envolviéndole, llevándole a un lugar de paz. Volvió a gemir.
La sangre empezaba a fluir llegando a su destino, el mástil se alzaba, ya nada importa.
De repente vio a Sara. Abrió los ojos asustado. Ella no estaba allí. Ya no.
Ana continuó, lo hacía estupendamente, con ritmo.
Ernesto no aguantó mas, la agarró de la cabeza y la apartó de allí, ella se asía con fuerza, como una sanguijuela, pero lo logró, la alzó para ponerla frente a el y comenzó a besarla agradecido.
Media vuelta, ahora el le bajaba los pantalones, sonrió al ver a Snoopy en sus bragas, quitó a Snoopy y la devolvió el favor. Ahora era ella la que se estremecía, agarrando su cabeza, la lengua de Ernesto recorría, exploraba, pulsaba, mientras sus manos agarraban sus pequeños pechos. Al cabo de un rato ella tampoco aguantó más.
- Venga, ahora, métemela, por favor. - Suplicó entre gemidos.
¿Cómo negarse? Se fundieron en un poderoso gemido, se agarraron fuertemente y se convirtieron en un solo ser.
El teléfono de Ernesto comenzó a sonar, era un rumor lejano, nada importaba, ellos estaban lejos de allí. Continuó sonando sin parar.
Ernesto bombeaba. El teléfono seguía vibrando.
- Mierda, espera un momento.
- No, por favor, no pares.
- Solo un momento.
- No, ahora no.
Ernesto agarró el móvil, era Natalia.
- ¿Qué pasa?
- Movida.
- ¿Qué?
- Joder, a Carlos se le ha ido la olla.
- ¿Qué dices? - Ernesto aun jadeaba.
- Nos volvimos a encontrar a Sara, Carlos estaba muy pedo, empezó a insultarla.
- Mierda.
- El otro chico se metió por medio, empezaron a pegarse, los puertas les echaron de allí.
- Joder, joder.
- El chico desapareció, Sara estaba llorando, Carlos continuó insultándola, yo intentaba hacer algo pero no podía, le contó dónde estabas, Sara está yendo hacia allí.
- ¡¡¿Que?!!
- ESTÁ YENDO HACIA ALLÍ.
- Me cago en la puta.
- Lo siento.
Ernesto colgó y comenzó a vestirse frenéticamente. Tropezó al intentar ponerse el pantalón, dio con la cara en el suelo.
- ¿Qué cojones pasa? - Preguntó Ana tapándose con la sábana.
- Mi ex viene hacia aquí.
- ¿Y qué? Vamos a terminar.
- No puedo, lo siento.
Ernesto se vistió como pudo, estuvo a punto de caer otra vez, salió de la casa, el corazón luchaba por escapar de su cuerpo, por huir de toda esa locura en busca de un lugar más tranquilo, su cabeza palpitaba a punto de estallar. Llamó el ascensor, no pudo soportar la espera y se precipitó escaleras abajo como un animal asustado, jadeando, sudando, locura, pánico, miedo.
Salió a la calle justo a tiempo. Vio a Sara viniendo hacia el, hacia ese animal tembloroso. Ella se puso frente a el, no había ningún atisbo de fuerza en su aura, era una flor marchita, gris, de ojos ensangrentados, sintió lastima.
- ¿A qué has venido? - Dijo intentando parecer duro, pero su propia voz le sonó ridícula.
- Lo se. - Gimió ella.
- ¿Qué sabes?
- Estás con otra.
- Claro que si, y tu nos has interrumpido.
- ¿Estabas follando?
- Si, joder, estaba follando. ¿Qué cojones quieres? ¡Sal de mi vida! ¡Déjame en paz!
Sara se derrumbó, lloraba arrodillada en el suelo, como un lienzo de la virgen María durante la crucifixión, dolor, dolor, dolor.
Ernesto se agarró la cabeza, si hubiese podido se la habría arrancado allí mismo, acabando con todo de una vez, el descanso, la paz eterna.
Sara se fundía con el asfalto, su tamaño se reducía, estaba evaporándose, deshaciéndose, el viento se la llevaba como a un bloque de cenizas.
- Levanta, por favor.
No contestó, seguía reduciéndose, cada vez más, y más. Ernesto la agarró del brazo y la alzó antes de que desapareciera del todo, miró su cara, era una película de horror. Una máscara del dolor de color violeta y rojo.
- Lo siento. - Dijo la máscara.
- Mierda.
- Lo siento Ernesto....yo...... te quiero.
- ..............
- Te quiero.
Ernesto miró aquellos ojos llenos de lágrimas, no había mundo alrededor, ni siquiera tocaba el suelo, flotaba en un mar de locura. Se sumergió en aquella locura, en aquel dolor, sintió que se ahogaba, no le importó. Pudo verlo, al final del todo, a lo lejos, en lo mas profundo, tras las montañas y valles, tras los océanos, tras las estrellas y planetas, en el vacío, en la nada, era Ella, era Ella.
- Yo también te quiero.
Se abrazaron y todo desapareció para siempre, en el abismo.



"De modo que es esto, sobre lo que se hacen películas, sobre lo que se escriben relatos, sobre lo que se componen canciones........"

2 comentarios:

  1. Buen relato, con ritmo e intensidad.

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  2. Así es el amor...uno de los tantos tipos y formas...amor-indefinido, amor-discusiones, amor-cariño, amor-amistad, amor-atracción...
    Cada uno a su forma es especial por ser algo.
    Sara.

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